DAVID, DESDE SU TRABAJO FAMILIAR CULTIVÓ SU FE EN DIOS

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DAVID, DESDE SU TRABAJO FAMILIAR CULTIVÓ SU FE EN DIOS.

1 Samuel 17:1-58.

(vv. 34-37; 46-47)

Predicado por el Pbro. Diego Teh Reyes, el domingo 28 de enero 2024, a las 18:00 hrs. en la Congr. Luz de Vida, de la Col..Bojórquez, Mérida, Yuc; como tercer sermón de la serie: JÓVENES COMPROMETIDOS CON LA VOLUNTAD DE DIOS.

 

“Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra, y se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. También Saúl y los hombres de Israel se juntaron, y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos. Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos. Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo. Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos de bronce. Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros. El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él. Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. 10 Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. 11 Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo.

12 Y David era hijo de aquel hombre efrateo de Belén de Judá, cuyo nombre era Isaí, el cual tenía ocho hijos; y en el tiempo de Saúl este hombre era viejo y de gran edad entre los hombres. 13 Y los tres hijos mayores de Isaí habían ido para seguir a Saúl a la guerra. Y los nombres de sus tres hijos que habían ido a la guerra eran: Eliab el primogénito, el segundo Abinadab, y el tercero Sama; 14 y David era el menor. Siguieron, pues, los tres mayores a Saúl. 15 Pero David había ido y vuelto, dejando a Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén. 16 Venía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo durante cuarenta días.

17 Y dijo Isaí a David su hijo: Toma ahora para tus hermanos un efa de este grano tostado, y estos diez panes, y llévalo pronto al campamento a tus hermanos. 18 Y estos diez quesos de leche los llevarás al jefe de los mil; y mira si tus hermanos están buenos, y toma prendas de ellos.

19 Y Saúl y ellos y todos los de Israel estaban en el valle de Ela, peleando contra los filisteos. 20 Se levantó, pues, David de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, se fue con su carga como Isaí le había mandado; y llegó al campamento cuando el ejército salía en orden de batalla, y daba el grito de combate. 21 Y se pusieron en orden de batalla Israel y los filisteos, ejército frente a ejército. 22 Entonces David dejó su carga en mano del que guardaba el bagaje, y corrió al ejército; y cuando llegó, preguntó por sus hermanos, si estaban bien. 23 Mientras él hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y las oyó David.

24 Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor. 25 Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel. 26 Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? 27 Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere.

28 Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. 29 David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar? 30 Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes.

31 Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir. 32 Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. 33 Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. 34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, 35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. 37 Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. 38 Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. 39 Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas. 40 Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo.

41 Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. 42 Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. 43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. 44 Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. 45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. 46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. 47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos.

48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. 49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra.

50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano. 51 Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron. 52 Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón. 53 Y volvieron los hijos de Israel de seguir tras los filisteos, y saquearon su campamento. 54 Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda.

55 Y cuando Saúl vio a David que salía a encontrarse con el filisteo, dijo a Abner general del ejército: Abner, ¿de quién es hijo ese joven? Y Abner respondió: 56 Vive tu alma, oh rey, que no lo sé. Y el rey dijo: Pregunta de quién es hijo ese joven. 57 Y cuando David volvía de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo llevó delante de Saúl, teniendo David la cabeza del filisteo en su mano. 58 Y le dijo Saúl: Muchacho, ¿de quién eres hijo? Y David respondió: Yo soy hijo de tu siervo Isaí de Belén” (1 Samuel 17:1-58).

 

 

   INTRODUCCIÓN:  A pesar de las deficiencias que hay en los sistemas educativos de nuestro país, los niños y adolescentes gozan del privilegio de una educación preescolar, primaria y secundaria obligatoria, de tal manera que los niños y adolescentes desde sus 4 años de edad hasta los 15 años aproximadamente, pasan la mayor parte de su tiempo en la escuela; no así en Israel en el tiempo del muchacho David de nuestra lectura bíblica. Cuando pensamos y hablamos de este mismo David, y nos referimos a él como el rey David, lo relacionamos como una persona adulta, o un gran señor sentado en un trono en Israel, sin embargo, la etapa de su vida en la que enfrenta al gigante Goliat no era la de un adulto, ni la de un gran joven maduro, sino la de un adolescente considerado por el entonces rey Saúl como un “muchacho” (cf. 1 Samuel 17:58). Un detalle de su tiempo, alrededor del año 1,000 a. C, es que no había escuelas preescolares, primarias, secundarias, ni preparatorias como las tenemos nosotros en la actualidad; y por eso, este “muchacho” (adolescente en realidad) no era un estudiante de secundaria, ni de preparatoria, pero tampoco era un nini, sino un “muchacho” dedicado realmente desde su niñez a trabajar en el cuidado de las ovejas de su familia y de su padre don Isaí, a lo mismo que también se habían dedicado sus hermanos. Era el modo de vida infantil, adolescente, y juvenil de aquella época, y en la región donde vivía.  Los adolescentes y los mismos niños eran entrenados en el trabajo desde pequeños.  Otro detalle del tiempo del “muchacho” David que es igualmente muy diferente al nuestro es que no había templos o iglesias en los pueblos y ciudades en los que los niños, adolescentes, y jóvenes pudiesen ir los sábados por la tarde o domingos por la mañana y por la tarde, y ni siquiera entre semana porque al no haber escuelas podrían ir al templo cualquier día.

   Es en ese contexto que la historia que Samuel nos presenta en nuestra lectura de 1 Reyes 17 y todos los capítulos del contexto de la historia de David, es a un muchacho dedicado al trabajo pastoral de las ovejas de la familia. Y lo que quiero resaltar en este mensaje es que cuando David se da cuenta de que tras los retos ofensivos del gigante Goliat hacia el propio ejército de los israelitas comandados por el rey Saúl, y en el cual sus hermanos estaban enrolados, no había ningún soldado que aceptase un enfrentamiento con él, pero David sin experiencia ni entrenamiento militar alguno, estaba tan seguro de que podría luchar y vencer a aquel gigante.  Su fuente de seguridad no era un rango militar, no serían las armas de tecnología de punta de la época, sino una super desarrollada fe nada menos que en el mismo Dios de Israel al que nosotros hemos creído en la actualidad mediante la fe en Jesucristo su Hijo.

  Dice su historia que en su conversación con el entonces rey Saúl: “… dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. 33 Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. 34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, 35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. 37 Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo” (1 Reyes 17:32-37).  Es de este testimonio del muchacho David que hoy les predicaré que: David, desde su trabajo familiar cultivó su fe en Dios. No en el templo junto a su maestro o maestra de la escuela dominical; no escuchando las predicaciones del pastor Diego Teh (un servidor), sino desde las experiencias de su trabajo.

   Basado en este testimonio del joven David, lo que hoy les voy a predicar es que: Un joven que reconoce con fe que en sus labores cotidianas Dios interviene para darle éxito, hace grandes descubrimientos que lo hacen capaz de comprometerse a realizar más grandes acciones en el nombre y para la gloria de Dios. / ¿Cuáles son los grandes descubrimientos que hace un joven que reconoce con fe que en sus labores cotidianas Dios interviene para darle éxito, y que lo hacen capaz de comprometerse a realizar más grandes acciones en el nombre y para la gloria de Dios? / El testimonio de David nos revela algunos de los grandes descubrimientos.

   El primer gran descubrimiento que hace un joven que reconoce con fe que en sus labores cotidianas Dios interviene para darle éxito, y que lo hace capaz de comprometerse a realizar más grandes acciones en el nombre y para la gloria de Dios, es:

I.- QUE EN LAS DESTREZAS QUE EJERCEMOS EN TODO TRABAJO QUE REALIZAMOS DIOS ESTÁ PRESENTE.

   En otras palabras, en todo trabajo exitoso que realizamos, pareciera que nosotros somos los que fuimos naturalmente capaces de llevarlo a cabo con nuestros propios esfuerzos, conocimientos, experiencia, o poderes personales, pero no, sino que en todos los casos es Dios quien está presente para darnos tales habilidades, destrezas o competencias que hacen eficaz, excelente o exitoso lo que nos ha correspondido llevar a cabo.  Eso es lo que David con fe en Dios ha descubierto, y se lo comparte tal cual al rey Saúl quien le ha hecho venir ante él porque se había enterado de que en el campamento había un muchachito que se ostentaba muy optimista, o quizá lleno de fe en Dios, y que estaba buscando la manera de ser tomado en cuenta para enfrentar al gigante Goliat que estaba desafiando a los soldados israelitas, aunque él no fuese soldado.

   Según el relato del diálogo que hubo entre él y el rey, leemos que: “David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, 35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. 37 Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo” (1 Samuel 17:34-37a).  Este joven cada vez que podía matar a un león o a un oso por defender a las ovejas que su padre le había encomendado cuidar, tenía por fe de que Dios estaba con él dándole la destreza de poder matar a tan indomables y feroces fieras.  Cada vez que David libraba a un cordero de la boca de un león o un oso, al que solía herir certeramente, tenía por fe de que es Dios el que le daba tal destreza.  De esta manera, David, aun no leyendo las Sagradas Escrituras en ese momento, y aun no yendo al culto en ese momento, cultivaba con esos pensamientos de fe de que es Dios quien le estaba proveyendo las destrezas que necesitaba en ese momento.  Por eso, en el momento que él se estaba ofreciendo para combatir contra el gigante Goliat, no duda en decirle al rey Saul que: “Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo” (1 Samuel 17:37a).

   La fe que se obtiene previamente mediante el oír y conocer la palabra de Dios, y que se reflexiona aun mientras uno está trabajando, lleva al joven, y en realidad a cualquier persona, a ser capaz de comprometerse a realizar una y otra más grande acción en el nombre y para la gloria de Dios. En el caso de David, aunque el desafiante Goliat era un gigante, la fe que David había cultivado y que todavía estaba cultivando aun mientras trabajaba en el cuidado de ovejas, le hizo tener suficiente confianza no en él mismo, sino en Dios.  Ojalá que la fe que Dios te ha regalado para que creas en él mismo y en su Hijo Jesucristo para tu salvación, la estés cultivando no solamente mientras pasas una o dos horas semanales en la reunión de adoración de la iglesia, sino aun en las 6, 8 o más horas que pasas en tu escuela, o en las 6, 8, 10 o más horas que pasas en el trabajo y en el tiempo que inviertes en ir al trabajo y en volver a casa.  Esa fe que se cultiva en cada momento que descubres la intervención de Dios en tu vida, hace capaz a todo creyente a querer y poder realizar más grandes acciones en el nombre y para la gloria de Dios.  En esta tu iglesia, y aun fuera de esta tu iglesia, en el vasto mundo en el que nos movemos, siempre hay grandes cosas en espera de que alguien las haga para que el nombre de Dios sea más creído y temido.

   El segundo gran descubrimiento que hace un joven que reconoce con fe que en sus labores cotidianas Dios interviene para darle éxito, y que lo hace capaz de comprometerse a realizar más grandes acciones en el nombre y para la gloria de Dios, es:

II.- QUE PARA DARNOS ÉXITO, DIOS NO REQUIERE QUE USEMOS DE COSAS EXTRAORDINARIAS SINO LAS COMUNES QUE ESTÉN DISPONIBLES.

   En la entrevista que el rey Saúl le hizo a David, a quien mandó traer para hablar con él, David al testificarle al rey cómo es que él libraba de la boca del león o del oso a los corderitos, lo que le explica es que: “… si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente” (1 Samuel 17:35b-36). No requería de un uniforme especial con accesorios como los que usaba Rambo.  ¿Lo recuerdan, o lo han conocido? Al parecer, siempre hizo este trabajo con la destreza de usar sus manos, pues en su testimonio dice David que a dichas fieras: “yo le echaba mano de la quijada”.  E igual, en el caso de su plan de combatir al filisteo, no estaba pensando en usar algo más que sus meras manos.

   Pero, surgió en el rey Saúl una gran idea, pero realmente no era una muy buena idea. En la misma entrevista, en la continuación de la conversación que hubo entre Saúl y David, se lee lo siguiente: “Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. 38 Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. 39 Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas” (1 Samuel 17:37b-39). Quizá por ser solamente un muchacho no tenía ni el tamaño ni las fuerzas necesarias para portar tal uniforme militar extraordinario, pero, sin duda de que detrás de esta ineptitud de David con respecto de la armadura de Saúl, es Dios quien no quiso ni permitió que David utilizara aquél traje, porque el mundo entero debería de saber que los hijos de Dios luchan en contra del enemigo no con la misma armadura que suele usar el enemigo, sino que habría una realmente sencilla alternativa.

   Dice Samuel en su narración acerca del joven David: “Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo” (1 Samuel 17:40).  Dios estaba de acuerdo con David en usar algo realmente más sencillo. El traía una honda en su mano, y un saco pastoril que quizá ya no tenía el bastimento que debió traer en ello cuando salió de su casa para ir al campamento de los soldados israelíes, por lo que solamente le faltaban unas cuántas piedras lisas, 5 por cierto que encontró en el “arroyo” en el que se encontraba, sin tener que ir a otro lugar a conseguirlas, como se tiene que ir a la tienda de armas cuando uno necesita cartuchos remington para la carabina.  Es más, puedo decir que no fue David quien usó una de las 5 piedras, sino que fue Dios quien usó la piedrita en la honda de David para derrotar al gran pero miserable Goliat.

   Es más, así como no se necesitó la extraordinaria armadura del rey Saúl, en realidad tampoco fue por una de las piedras lisas del arroyo la que hizo posible la derrota del gigante enemigo de Dios y de su pueblo, sino que fue la mención de solamente del poderoso nombre de Dios fue el recurso que al ser expresado por David, desencadenó una poderosa victoria en contra de Goliat y a favor de David y el ejército de soldados israelíes.  Se puede decir, entonces que realmente la victoria contra Goliat no fue ni siquiera por algún arma físico de defensa o de ataque, sino por el uso del nombre de Dios, siendo Dios mismo quien actúa cuando su nombre es usado por un hijo suyo.  Lo único que David dijo al gigante y que fue eficaz fueron las palabras: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. […] 48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. 49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra” (1 Samuel 17:47, 48-49).  Pareciera que fue por la pequeña piedra, pero no, sino que fue por el nombre poderoso de Dios.

   Así es como todo joven, puede con fe, usar el poderoso nombre de Dios no solamente cuando ora y termina su oración diciendo: “en el nombre de Jesús, amén”, sino que, en la realidad de las luchas cotidianas, sin usar de cosas extravagantes sino usando no en vano el nombre de Dios, también los jóvenes pueden tener grandes éxitos para la gloria de Dios.

   El tercer gran descubrimiento que hace un joven que reconoce con fe que en sus labores cotidianas Dios interviene para darle éxito, y que lo hace capaz de comprometerse a realizar más grandes acciones en el nombre y para la gloria de Dios, es:

III.- QUE NO HAY QUE INTIMIDARSE POR CAUSA DE NINGÚN PROBLEMA POR MÁS GRANDE QUE PAREZCA

   Después de habernos enfocado en los versículos 34 al 49 en la que encontramos el relato del trato de David con el rey Saúl y con el gigante Goliat, ahora es bueno que nos enfoquemos en lo que ocurrió justo cuando David llegó ante el rey Saúl.  Leemos en los versículos 32 y 33 que desde que este muchacho llegó al campamento y escuchó el profano desafío de Goliat, y al ser llamado por el rey Saúl, sus palabras fueron de ánimo no de positivismo humanista sino de fe en Dios, pues “… dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. 33 Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud” (1 Samuel 17:32-33).  David, tuvo muy claro que el tamaño del gigante, ni la gran armadura con la que el gigante se protegía sería un gran problema, pues su fe era que el verdadero Dios que acompaña a los creyentes de su mismo pueblo es más grande que cualquier problema.  Así era también la fe de David, más gigante que el mismo gigante Goliat.

  También algunas o quizá muchas veces, aun cuando uno esté lleno de fe, no faltará alguna persona que debiendo igualmente estar lleno de fe, esté lleno, pero de temor y dudas, y que sin darse cuenta podría causar un efecto debilitador en cuanto a la fe del que tiene su esperanza en Dios. Así es como el rey Saúl trató de persuadir al joven David diciéndole: “tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud” (v. 33b), pero por el resultado victorioso que David tuvo en contra del gigante Goliat, pues David no se subestimó por ser un muchacho, sino que aun siendo un muchacho, y gracias a la fe que había estado desarrollando en las experiencias de su trabajo familiar, puso su juventud en manos de Dios para ser usado en tan notable hazaña de fe y victoria que trajo libertad al pueblo de Dios. No hay problema más grande para ningún muchacho o joven lleno de fe en Dios, pues la fe siempre será más grande que los problemas, porque el Dios que nos genera la fe en nuestras vidas es más grande que cualquier problema o circunstancia humana.

   Es esta fe de David, que le hizo ser capaz de comprometerse a hacer algo más grande en nombre y para la gloria de Dios, que lo que antes había hecho al proteger y rescatar los corderos y ovejas del rebaño que tenían en la familia como propiedad de su señor padre don Isaí.  Debió ser sanamente orgulloso este señor Isaí de Belén, por tener un hijo con esta fortaleza espiritual, pero más santísimamente orgulloso debe estar Dios con un joven con este calibre espiritual de fe.

   CONCLUSIÓN: Amado jóven o aun adulto, gracias a Dios que te ha llamado al conocimiento de su gracia y de su salvación eterna, entregándote para ello el don de la fe. No dejes de usar el don de la fe que ahora está en ti, sino cultívala mientras acudes a la iglesia, mientras estás en tu casa, o aun mientras trabajas, o aun cuando estás en la escuela, o aun cuando te reúnes con la persona que te estás enamorando para toda una vida de experiencias primeramente con Dios.  Una fe que se cultiva es una fe que crece, y que edifica a quien la tiene, y que bendice también a otros.  Que tu fe en Jesucristo siga siendo de mucho fruto para una mayor edificación de tu alma, para una mayor bendición de otras personas, y para una mayor gloria que le des a tu Dios Señor y Salvador.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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