UNA TRABAJADORA DOMÉSTICA, TESTIFICANTE DEL PODER DE DIOS.
2 Reyes 5:1-5; (Leer hasta v.27).
Predicado por el Pbro. Diego Teh Reyes, el domingo 04 de febrero 2024, a las 10:00 hrs. en las Congr. Cristo es el Camino, de la Col. Chuminópolis; y a las 18:00 horas en la Congr. Unidad en Cristo, de la Col. Morelos Oriente, ambas de Mérida, Yuc, como cuarto sermón de la serie: JÓVENES COMPROMETIDOS CON LA VOLUNTAD DE DIOS.
“Naamán, general del ejército del rey de Siria, era varón grande delante de su señor, y lo tenía en alta estima, porque por medio de él había dado Jehová salvación a Siria. Era este hombre valeroso en extremo, pero leproso. 2 Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán. 3 Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra. 4 Entrando Naamán a su señor, le relató diciendo: Así y así ha dicho una muchacha que es de la tierra de Israel. 5 Y le dijo el rey de Siria: Anda, ve, y yo enviaré cartas al rey de Israel» (2 Reyes 5:1-5).
INTRODUCCIÓN: Continuamos ahora, con la cuarta predicación de nuestra serie: JÓVENES COMPROMETIDOS CON LA VOLUNTAD DE DIOS. Ya hemos aprendido de José el hijo soñador de Jacob, de Samuel el niño ministro en Silo, y de David el muchacho pastor de Belén. ¿Quién será la persona de juventud de la que aprenderemos en este momento? La historia de nuestro texto bíblico involucra a diversos personajes como al rey de Siria un país al norte de Israel (aunque no dice el nombre de este rey, sin embargo, se trata del rey Ben-adad); e involucra también a un personaje protagonista de la historia el cual se llama Naamán, y que era nada menos que el exitoso general del ejército de Siria, y que era muy apreciado por el rey de su país, pero se había enfermado de lepra. Se menciona en la historia a la esposa de Naamán, que igual, sin mencionar su nombre, pero, se percibe que era una señora preocupada por la salud de su señor esposo el rey. Se cita también en la historia al rey de Israel, al profeta Eliseo, Se cita a los criados de Naamán que acompañaron a este general a Samaria, Israel; y se cita también a Giezi, el criado del profeta Eliseo que luego se enfermó de lepra bajo maldición de que su descendencia para siempre padecería de dicha enfermedad.
Sin embargo, y no menos importante aparece en el drama una joven israelita a quien el autor del segundo libro de los reyes describe como una “muchacha” (vv. 2, 4), quien por su manera de referirse acerca del profeta Eliseo podría ella ser de Samaria, por lo que es muy probable que era una israelita samaritana. Esteremos aprendiendo de esta joven que sin duda estaba comprometida con Dios, pues, leemos de ella, primero que, la “habían llevado cautiva de la tierra de Israel” y que “servía a la mujer de Naamán” (v. 2); y luego leemos de ella que: “Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (v. 3). Basado en este curriculum de vida de esta muchacha, lo que de manera específica voy a predicarles en este mensaje es que: Ninguna situación de la vida puede impedir que un joven comprometido con la voluntad de Dios testifique de su poder . / ¿Cuáles son las situaciones de la vida que no pueden impedir que un joven comprometido con la voluntad de Dios testifique del poder de Dios? / A continuación les compartiré algunas de estas situaciones.
La primera situación de la vida que no puede impedir que un joven comprometido con la voluntad de Dios testifique de su poder es:
I.- LA EDAD.
Es determinante ver en el texto bíblico que en los versículos 2 y 4 se describe a esta dama temerosa de Dios como una “muchacha”, lo cual nos indica que el aproximado de su edad es entre los 12 y 15 años. No se trata de una dama que ha tenido mucha trayectoria en la vivencia de la fe en Dios. Y la encontramos nada menos que testificando del poder sanador de Dios, ante su ama, la esposa del general Naamán para quien ella trabajaba, pues le dice a su ama respecto de Naamán: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (v. 3). Y así Naamán comenzó la búsqueda del profeta Eliseo. Debe entenderse que la expresión de la muchacha de que el profeta “lo sanaría de su lepra”, no es literalmente el profeta, sino que se sobreentendía que es el Dios de este profeta el que hace las sanidades. Gracias al testimonio de esta muchacha, el desenlace de la historia nos relata que Naamán fue sanado de su lepra; y todavía más con un efecto posterior, el mismo rey Benadad, el jefe supremo del general Naamán que también se enfermó decidió consultarle al mismo profeta Eliseo para ver qué decisión tenía el Dios de Eliseo con respecto de su vida. El desenlace fue otro, pero, gracias al testimonio de esta muchacha, por lo menos uno más buscó al verdadero Dios (2 Reyes 8:7-8ss).
Dios cuando ha querido a ocupado para sus propósitos no a personas adultas sino a menores de edad, como es el caso de que cuando a él le plació, puso como rey de Judá a un niño de tan solamente 8 años, a Josías rey de Judá (cf. 2 Crónicas 34). Y no importa si tienes 60 años, o 40, o 20, o 18, o 15, o 12, u 8, o menos años, pues aún en tu edad de muchacho o muchacha, como te corresponda, eres útil en las manos de Dios para dar testimonio de lo que Dios ha hecho contigo, o de lo que sabes que Dios ha hecho en otros casos y a otras personas. Eso es lo que Jesús dijo a sus apóstoles que necesitaba de ellos, cuando estaba a punto de irse de regreso al cielo, pues les dijo que cuando les enviara al Espíritu Santo: “Me seréis testigos” (cf. Hechos 1:8). En la actualidad, muchachos que han creído en Jesucristo, y que por ello cuentan con la presencia del Espíritu Santo en sus vidas, pueden ser como aquella muchacha samaritana, una persona que puede testificar del poder no solamente sanador sino especialmente del poder sanador de Dios. No te subestimes por ser todavía un muchacho o una muchacha.
La segunda situación de la vida que no puede impedir que un joven comprometido con la voluntad de Dios testifique de su poder es:
II.- LAS CIRCUNSTANCIAS.
Imagínense cómo se sentía esta muchacha que fue capturada en Israel (al parecer de Samaria), y que al parecer fue separada de sus padres o quizá solamente de su madre, ´pues no parece que sus padres estuvieran en el mismo lugar que ella, allá en Damasco de Siria. Siendo ella una muchacha cautiva y esclava, debió sentir que esa era su oportunidad de no decir lo que dijo con respecto del profeta de Samaria que le puede ayudar a su sanidad, pero, no negó dar el testimonio del bien a su ama, sino que habiéndose sentido comprometida primeramente con su Dios el Dios de Israel, ella a pesar de ser nada más que una esclava le dijo a su ama: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (v. 3). Y lo dijo con tanta confianza, no solamente en el profeta como tal, sino con una mayor y plena confianza en Dios mismo. No podemos saber con precisión que fue lo que ella sabía o quizá había visto del profeta cuando todavía no había sido capturada para llevar a Siria, pero ella al saber que Dios mediante la intervención del profeta Eliseo podría sanar enfermos, no dudó en testificar de lo que ella sabía que Dios podría hacer y que el profeta Eliseo había estado siendo usado por Dios para traer su sanidad a otras personas.
San Pablo un joven que se convirtió del fariseísmo al cristianismo, y que fue un gran y buen testigo de Jesucristo y su santo evangelio, aun cuando fue hecho prisionero por causa del evangelio, allí mismo, desde su prisión seguía danto testimonio de la gloriosa fe que había conocido, y es así como escribe su epístola a los Filipenses (cf. Filipenses 1:7) y otras epístolas como Efesios, Colosenses, y Filemón. Por cierto, estas epístolas suyas son conocidas como epístolas de la prisión. Igual, el joven José el soñador e hijo de Jacob, siendo un esclavo en Egipto en donde fue vendido, y que por una calumnia e injusticia fue puesto en la cárcel, sin embargo, aun bajo tal circunstancia no dejó de dar testimonio del Dios que llevaba en el alma, y que él entendía que estaba con él.
Quiera Dios que en caso de que te toque una experiencia injusta en la vida, si verdaderamente tienes fe en Dios, y te sientes comprometido con Él, aun si cayeres en la cárcel, o aun si fueres secuestrado (Dios no lo quiera) no dejarás de dar testimonio de lo que él ha hecho o ha estado haciendo en tu vida o en la de otras personas.
La tercera situación de la vida que no puede impedir que un joven comprometido con la voluntad de Dios testifique de su poder es:
III.- LAS AFLICCIONES.
Si alguno de nosotros fuésemos cautivados en la ocasión de una guerra, y llevados como prisioneros de guerra a otro país, y siendo de esta manera arrebatados de nuestras familias, por ejemplo, de nuestros padres, tendríamos un profundo dolor en nuestro corazón. El dolor que había en su experiencia debió hacerle sentir que mejor sería que su amo no sanase, e incluso que mejor si se muere; y debió haber deseado que ojalá igualmente se enferme también su esposa, y a cuantos más familiares ellos tengan en la casa, con tal de que ella quede libre. Es sorprendente que con un notorio cariño por el mismo amo ella le haya dicho a su ama: “Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (v. 3).
Si fuera nuestro caso no es tan fácil que estemos interesados en buscar o recomendarle a un médico a nuestros ofensores para que les atendiesen por la enfermedad que padecen; pero, lo que la historia de esta muchacha no enseña es que cuando nos toca enfrentar situaciones difíciles en la vida, y causadas por otras personas, Dios nos fortalece para sobreponernos al dolor, y que podemos ser capaces de perdonarlos, y desear el bien para ellos. Ella estaba superando su profundo dolor. Eso es lo que hizo Jesús nuestro Señor que “cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:23).
E igualmente, habrá ocasiones cuando a aquellas personas que nos han causado algún mal en la vida, tenemos que ser nosotros los que les presentemos el poder de Dios para salvación, o sea, el evangelio de Jesucristo, pues, dice el apóstol Pablo que la manera de vencer el mal siempre ha de ser con el bien, y no con la venganza. Así que ni el dolor ni el sufrimiento que hemos tenido o que estemos teniendo puede ser impedimento para ningún joven de testificar acerca del poder de Dios.
La cuarta situación de la vida que no puede impedir que un joven comprometido con la voluntad de Dios testifique de su poder es:
IV.- EL TRABAJO.
Siendo esta “muchacha” (vv. 2, 4) una chica cautivada en Israel, y que probablemente fue vendida allá en Siria, o por lo menos sus cautivadores posiblemente recibieron alguna gratificación por haberla traído del país de Israel al país de Siria, pero ahora por la gracia de Dios (aunque quizá no parezca que fuese por su gracia) la encontramos nada menos que en casa de un personaje de confianza y de alto rango en el reino e impero de Asiria, el general Naamán (parecido al caso de José que fue comprado en Egipto por Potifar el general del Faraón o rey de ese país, y que trabajó en su casa). Esta muchacha en la casa de Naamán se ve que hizo buena amistad con la esposa de él, de tal manera que la historia nos relata que: “servía a la mujer de Naamán. 3 Esta dijo a su señora: Si rogase mi señor al profeta que está en Samaria, él lo sanaría de su lepra” (2 Reyes 5:2b-3). En otras palabras, era una sirvienta que hacía seguramente diversos trabajos domésticos con ella, y que evidentemente no era una profesionista, ni una muchacha que había recibido una formación universitaria, la cual ni siquiera había en su país en aquel entonces. Ella no pensó dos veces qué decirle “a su señora”. No se excusó en su conciencia de que no sabe que puede decirle, sino que ni tardo ni perezosa le recomendó acudir al profeta de Dios en Samaria Israel.
Esto nos indica que no solamente las personas que han alcanzado un nivel académico superior pueden por ello dar testimonio acerca del poder de Dios, sino aun en la sencillez de la experiencia uno puede con el solo hecho de dar testimonio de lo que aprendemos de su palabra, o de lo que hemos visto que ocurre a personas que acuden por fe a Dios. Aunque, seguramente si hemos hecho o si hacemos una profunda reflexión de la obra de Dios en nosotros, o si haces una reflexión como David lo hiciera por él mismo, llegarías también a la conclusión acerca de Dios de que: “Él es quien perdona todas tus iniquidades, El que sana todas tus dolencias; 4 El que rescata del hoyo tu vida, El que te corona de favores y misericordias; 5 El que sacia de bien tu boca” (Salmo 103:3-5a); y podrías contar a otras personas cómo es que Dios ha hecho en ti alguna, varias, todas, otras, o más que estas cosas. Contarlas a otras personas, es dar testimonio del poder de Dios. Y esto, como joven también lo puedes hacer. Sobre todas las cosas puedes y debes compartir el evangelio de Jesucristo acerca del cual dice el apóstol Pablo de que: “… es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16b). Esperando que tengas la experiencia de haber recibido este poder de salvación de Dios, entonces, tienes el testimonio más importante que puedes compartir a otras personas. No importa, si no eres un adulto, sino no eres un directivo, un oficial anciano o diácono de la iglesia, o si no eres pastor, evangelista o maestro de la biblia, pues, por el hecho de que hayas creído en Jesucristo, está en ti el poder de Dios para salvación. Testifica acerca de ello. Diles a otras personas que Dios les puede salvar de la condenación eterna. No importa si no eres un muchacho o una muchacha profesionista. Que nada te detenga para dar testimonio del Dios que está poderosamente actuando en tu vida.
La quinta situación de la vida que no puede impedir que un joven comprometido con la voluntad de Dios testifique de su poder es:
V.- LA DISTANCIA.
Un detalle más, acerca de la muchacha de nuestra historia bíblica es que el versículo 2 dice: “Y de Siria habían salido bandas armadas, y habían llevado cautiva de la tierra de Israel a una muchacha, la cual servía a la mujer de Naamán” (2 Reyes 5:2). Como puedes observar, siendo ella del país de Israel que estaba al sur de Siria, y que por la mención que ella hace de que el profeta Eliseo estaba en Samaria, es muy probable que ella haya sido de Samaria, y que ahora se encontraba en Siria, en el extranjero, pero más específico en la ciudad de Damasco, capital del entonces reino e imperio de Siria, entre las cuales había una distancia no poca de 244.3 km, que en la actualidad por las condiciones de la mejor carretera y ruta se llegaría en 4 horas, pero, en la condiciones de aquellos tiempos como en el 800 a. C., era como para caminar en una semana completa a la luz del día, y con poco tiempo de descansos, pero requeriría de más tiempo si uno se toma descansos prolongados cada vez que sea necesario. Así que, lo que podemos comprender es que esta muchacha se encontraba lejos de casa, de su tierra en donde desarrolló la fe en el único Dios vivo y verdadero, y en donde vivía las implicaciones de dicha fe; y la lección que aprendemos de ella en su lejano exilio de casa y de país, es que aun estando lejos de casa no abandonó la práctica de su fe. No se olvidó del Dios que sana; y no dudó en dar testimonio de su Dios el único y verdadero porque vive, y no es solamente producto del imaginario social.
En caso de que, a ti o a cualquiera de nosotros nos toque alguna vez ir a vivir en otro país, o en otro estado, o en otra ciudad, o en otro municipio de nuestro estado ya sea por estudio, por trabajo, o por retiro, eso no significa ni implica que se terminó tu posibilidad de mantenerte en la bendita fe en el Dios que has conocido por la revelación de Su Palabra. No debes olvidarte del Todopoderoso Dios de Israel, de Jesucristo el Dios, Señor, y Salvador de la iglesia de la actualidad. Se llega a saber de jóvenes, pero también de adultos que se han ido al extranjero, y que no estando rodeados de las personas de fe con las que antes convivía y compartían su fe, luego, en su nuevo lugar de residencia dieron marcha atrás con respecto de su fe en Dios, viviendo prácticamente sin tomar en cuenta a Dios para sus vidas. No es esta la lección que aprendemos de esta muchacha.
Deberíamos como aquella no muchacha sino señora Noemí de Belén, que siendo siempre de Israel, pero del Sur de Israel, habiéndose ido a vivir por necesidad de trabajo en los campos de Moab (otro país), aunque allí perdió a dos de sus hijos, una de sus dos nueras viudas fue alcanzada por el testimonio de ella a pesar del amargo calvario que ella enfrentó. Gracias al testimonio de ella, su nuera Rut la moabita, le insistió a Noemí diciéndole: “No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. 17 Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que solo la muerte hará separación entre nosotras dos” (Rut 1:16-17). Su testimonio de fe en Dios la hizo ganar a una nuera como hija para el Dios verdadero, el Dios de Israel. Así ocurrió con el testimonio de la muchacha de Samaria en Siria, a tal grado de que tiempo después que el general Naamán fue sanado, su mismo jefe el rey de Siria buscó la respuesta del Dios de Israel con respecto también de una enfermedad de muerte que le tocó padecer.
Igualmente, quizá no te toque ir al extranjero, pero quizá algún día te vayas a otra ciudad o quizá a un municipio del interior de nuestro estado o de otro estado, donde no estén las personas que antes te acompañaron en la fe, no por ello te olvides del Dios que te ha regalado la fe en Cristo para tu salvación eterna. También, no porque te hayas mudado a vivir en otra colonia o fraccionamiento de esta ciudad, por ello, aproveches la circunstancia para olvidarte de acercarte a la comunión de una iglesia de nuestro Señor Jesucristo donde en unidad nos congregamos para fortalecernos con el poder de Dios. No por estar lejos de casa, lejos de la iglesia, o lejos de tus hermanos en la fe que más conoces, no debas por ello profesar activamente la fe en Dios.
CONCLUSIÓN: Jóvenes, e iglesia en general, a veces Dios nos lleva a lugares y circunstancias hostiles con el fin de bendecir a otras personas que no saben de Dios, y el testimonio aun sencillo que demos acerca de él, puede marcar el inicio de un torrente de bendiciones. Eso fue lo que ocurrió con esta muchacha para beneficio de Naamán. En el tiempo de Jesús, a los que rechazaban su mensaje, él mismo les dijo: “Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio” (Lucas 4:27), dando a entender que Dios permitió el cautiverio de aquella muchacha para que la gracia de la sanidad divina fuese experimentada por este extranjero también amado por Dios, aunque no fuese descendiente de Abraham, Isaac, e Israel.
Si cuando Naamán conoció a Eliseo en Samaria y escuchó la indicación de que vaya a sumergirse 7 veces en río Jordán y no lo quería hacer porque él sabía y quizá era cierto que en su país había mejores ríos que el Jordán, igualmente, pudo antes haber dicho: —Cómo cree esa muchacha que voy a ir a su país tercermundista a buscar mi sanidad, si aquí es el mejor lugar del mundo en nuestra importante capital imperial.– Pero, tras el testimonio de aquella muchacha cautiva y de trabajo doméstico, no dijo tal cosa, o si lo dijo se debió haber retractado de tal manera que accedió a ir a Samaria. El mismo rey Ben-adad de Siria le apoyó para este fin de acudir antes que al profeta Eliseo, al Dios de Israel. Los incrédulos amados de Dios, hacia quienes Él nos envía para ser alcanzados por su gracia, finalmente van a hacer caso a nuestro testimonio que, aunque sea sencillo va a resultar grandemente poderoso para ellos.
Dios te use amado muchacho o muchacha, adolescente o joven, e incluso adulto para ser un testigo del poder de Dios. Dios hará grandes resultados de tu humilde y sencillo testimonio. Dios bendiga a todos los muchachos de la iglesia de nuestro Señor Jesucristo.
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