COMPRUEBA QUIÉN ES JESÚS

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COMPRUEBA QUIÉN ES JESÚS

Isaías 53:1-12;

Juan 1:29, 34, 36, 40-41, 49.

 

   INTRODUCCIÓN: Quienes conocieron a Jesús en Belén cuando hubo nacido, en Egipto cuando fue llevado allí para su protección por causa de Herodes, en Nazaret de Galilea donde creció desde sus 4 a 30 años, y cuando en las calles, plazas y sinagogas de ciudades y aldeas andaba predicando su evangelio, a simple vista mucha gente solamente percibía a él como un simple ser humano, y nada más.  Sin embargo, muchísima gente pudo percibir que él no era un simple ser humano sino una combinación de dos naturalezas: 100% humano, y al mismo tiempo 100% divino.  Quienes percibieron esta realidad de Jesús, no lo percibieron por alguna habilidad humana que haya procedido de sus propios pensamientos o corazones, sino por revelación de Dios.  Hasta el apóstol Pedro que llevaba más de dos años de ser discípulo de Jesús, cuando en una ocasión le dijo a Jesús: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (cf. Mateo 16:16; Marcos 8:29; Juan 6:69), Jesús le dijo: “… Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos” (Mateo 16:17).  No fue un descubrimiento humano, sino una expresión fundada en una revelación divina al entendimiento humano.  Solamente en el evangelio según san Juan, hay un listado de 10 descubrimientos que fueron hechos por el apóstol Juan, por Juan el Bautista, por Andrés, por Simón Pedro, por Felipe, y por Natanael, todo por revelación de Dios acerca de la naturaleza divina de Jesús, y que fueron expresados mediante frases adjetivas, mayormente conocidas como TÍTULOS DE JESÚS.

   Los títulos divinos mencionados para Jesús en San Juan capítulo 1, son los siguientes: Primero: El Verbo, expresado por el apóstol Juan cuando dijo: «En el principio era el Verbo» (1:1).  Segundo: Dios, siempre por Juan, cuando dijo: «y el Verbo era Dios” (1:1).  Tercero: Luz, también por el apóstol Juan cuando dijo que Jesús era: «la luz verdadera” (1:4,9).  Cuarto: Jesucristo, también por Juan el apóstol cuando dijo: «la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo« (1:17).  Quinto: Cordero de Dios, por Juan el Bautista, cuando dijo de Jesús: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo« (1:29).  Sexto: Rabí, por los entonces futuros apóstoles Andrés y Juan, y luego por Natanael cuando dijeron a Jesús: «Rabí (que traducido es, Maestro), ¿dónde moras?» (1:38, 49).  Séptimo: Mesías, por Felipe, cuando dijo a su amigo Natanael: «Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo)» (1:41).  Octavo: Hijo de Dios, por Natanael cuando le dijo a Jesús: «tú eres el Hijo de Dios»; y Noveno: Rey de Israel, también por Natanael, cuando le dijo a Jesús: «tú eres el Rey de Israel” (1:43).  Y décimo, y ultimo: Hijo del Hombre, en este caso por Jesús hablando de sí mismo cuando dijo a Natanael: «De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre (1:51).

   Pero, en este momento, me limitaré solamente a exponerles acerca de los títulos mencionados por Juan el Bautista, Andrés y Simón Pedro, Felipe y Natanale; y a partir de sus respectivas expresiones calificativas, lo que me propongo predicarles es que: Quienes descubrieron la naturaleza divina de Jesús dieron testimonio de ello atribuyéndole TITULOS divinos.  COMPRUÉBALO TÚ MISMO. Esto es lo que quiero que ustedes descubran acerca del Jesús de la Biblia que una y otra vez escuchan de él en la iglesia mediante predicaciones, estudios bíblicos, oraciones, y hasta en himnos y alabanzas.  / ¿Qué TÍTULOS divinos le atribuyeron a Jesús quienes descubrieron su naturaleza divina? / Basado en diversas declaraciones de los personajes de nuestra lectura de Juan 1, les predicaré acerca de tales TÍTULOS divinos.

 

   El primer TÍTULO divino, que le atribuyeron a Jesús, quienes descubrieron su naturaleza divina, es:

I.- CORDERO DE DIOS.

   En Juan 1:29, encontramos a Juan el Bautista predicando junto al río Jordán en la aldea de Betábara, acerca del reino de Dios, y bautizando a la gente que procedía en arrepentimiento.  En un determinado momento de aquel día se percata que Jesús viene caminado hacia él y su audiencia, y sin interrumpir su predicación, sino aprovechando la ocasión para hacer más visual y dinámico su mensaje, le dice a su audiencia: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29b).  Un día después en el mismo lugar se repite una escena similar ante la gente que escuchaba a Juan el Bautista, y este último de los profetas dice nuevamente a la gente acerca de Jesús: “He aquí el Cordero de Dios” (Juan 1:36b).

   Este título tiene un significado muy valioso para nuestra comprensión acerca de que Jesús no era simplemente humano, sino que estaba en él la naturaleza de Dios que le haría cumplir una función muy especial para el bien espiritual y eterno de los seres humanos.  Desde hace muchos siglos antes de Juan y Jesús, en Jerusalén todos los días se llevaba a cabo sacrificios de corderos, ovejas, y bueyes, para todos los israelitas de cualquier parte del país y del extranjero.  Si alguien quería recibir la declaración del sacerdote de que sus pecados eran perdonados, tal persona tenía que llevar un cordero para ser sacrificado.  La razón de ser representado por aquel cordero era para que él muriera en vez de que el pecador muera por causa de su pecado.  Pero, tan pronto como tal persona haya pecado de nuevo, este tenía que llevar otro cordero para ser sacrificado porque el cordero anterior ya no aplicaba para un nuevo perdón de pecados.  Es decir, el cordero solo servía para el momento, ni siquiera para el día, porque solamente era un cordero de corral.

   Pero, el anuncio de Juan fue muy preciso al indicar que Jesús es “el Cordero de Dios”. No cualquier cordero.  Este Cordero humano-divino, trajo fin a la necesidad de sacrificar corderos para el perdón de pecados, pues con el derramamiento de su sangre como la de un cordero sacrificado, fue suficiente para toda la humanidad de todos los tiempos. Es por eso que el apóstol que escribe a los Hebreos dice con mayor precisión, que Jesús o Cristo “… fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos, …” (Hebreos 9:28a).  Es decir, en la muerte de Jesús se tiene toda la suficiencia divina para tener seguro el perdón de los pecados, sin la necesidad de recurrir a sacrificios de animal u otras penitencias más que el arrepentimiento y la confesión para recibir el perdón correspondiente.

   ¿Compruebas tú mismo con este título de “el Cordero de Dios” quién es Jesús? Él es quien murió por ti cuando el que debería morir por tus propios pecados eres tú mismo.  Y aunque por razón de tu naturaleza humana, peques porque no puedes evitarlo, su muerte te ha conseguido el perdón de tus pecados las veces que lo necesites.

 

    El segundo TÍTULO divino, que le atribuyeron a Jesús, quienes descubrieron su naturaleza divina, es:

II.- EL MESÍAS.

   La misma tarde que Andrés y Juan (no el Bautista, sino el que sería apóstol de Jesús) siguieron a Jesús, y fueron invitados por él para ver dónde estaba hospedado Jesús, Andrés ya en la casa donde estuvo con Jesús hizo un gran descubrimiento en cuanto a la naturaleza divina de Jesús, e inmediatamente quiso compartirle a su hermano Simón su descubrimiento.  Por ello, Andrés salió en busca de su hermano Simón quien no se puede determinar si se encontraba en la misma aldea, o si encontraba en otra aldea sin duda que cercana, pero al encontrarle le dijo: Hemos hallado al Mesías (que traducido es, el Cristo). /  Y le trajo a Jesús” (Juan 1:41b-42a). Luego, tanto Andrés como Simón, ambos se hicieron discípulos de Jesús.

   El término “Mesías” era una palabra que se usaba para referirse generalmente a un héroe o gobernante que llegaba o se levantaba en su propia comunidad para traer verdaderas soluciones a su gente. La palabra proviene del hebreo מָשִׁיחַ (mashíaj, ‘ungido’), de la raíz verbal למשוח (mašáḥ ‘ungir’).  Entre los israelitas (judíos en especial), se refería a un esperado rey, del linaje de David, que liberaría a los judíos de la servidumbre extranjera y restablecería la edad dorada de Israel. Se le denominaba así ya que era costumbre ungir en aceites a los reyes cuando se los proclamaba.  Ellos esperaban que su Mesías viniese a cambiar el panorama de la vida de su pueblo que ha sufrido esclavitudes, invasiones extranjeras, deportaciones, exilios, etc… Cuando los griegos formaron su imperio conquistando muchos países de aquellos tiempos, entre ellos Palestina, estos impusieron su idioma, su cultura, su política, y su religión. Desde entonces, los israelitas comenzaron a usar el idioma griego, de donde aprendieron a usar la palabra: χριστός (khristós ‘ungido’), derivado de χρίσμα (khrísma ‘unción’).  De esta palabra griega surgió para el idioma español la palabra: Cristo.

  Cuando Jesús aparece en la escena de su ministerio, los muchos israelitas pensaron que él sería el Mesías o Cristo que venía para traer tales cambios como el expulsar a los romanos que en ese entonces estaban subyugando a los judíos y a los israelitas en general.  Incluso los que se hicieron sus apóstoles, siempre pensaron que Jesús sería ese tipo de Mesías, pues aún después de su resurrección cuando ya estaba a punto de irse al cielo, ellos mismos le preguntaron: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6). Aunque Jesús sí fue el Mesías para ellos, los cambios que él constituyó no fueron en lo político sino en lo espiritual, no para establecer un nuevo imperio terrenal como el asirio, el griego, o el romano, sino para establecer el imperio de los cielos, que opera no en un territorio geográfico sino en el corazón de los seres humanos.  Esta es la verdad que se comunica en el Nuevo Testamento en cada una de las 374 veces que a Jesús se le llama: “Cristo”; y las 185 veces que de manera compuesta se le llama: “Jesucristo”.

   ¿Compruebas tú mismo con este título de “el Mesías” o “el Cristo” quién es Jesús?  Él es el enviado de Dios para salvar no de los imperios, reyes, o gobernantes tiranos, sino para salvar no solamente a los judíos e israelitas en general, sino a los pecadores que sin darse cuenta caminan hacia la condenación eterna, a menos que crean en él.  Ojalá que cada uno de nosotros le tengamos a él como “el Mesías” o “el Cristo” para nuestra vida y salvación.  Ojalá ahora, entiendas porque a Jesús se le dice también Jesucristo.

 

   El tercer TÍTULO divino, que le atribuyeron a Jesús, quienes descubrieron su naturaleza divina, es:

III.- EL HIJO DE DIOS.

   Cuando Natanael invitado por su amigo Felipe, fue a comprobar por sí mismo quién era Jesús, quedó gratamente sorprendido, e igualmente divinamente inspirado para reconocer en Jesús un ser divino, a quien sin dudarlo más, le dijo: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios” (Juan 1:49a). Voy a omitir en este momento la palabra: Rabí (o Maestro), que ya había sido antes dicho también por Andrés y Juan el apóstol.  Enfatizaré únicamente la expresión: “Hijo de Dios”.

   “Hijo de Dios”, es un título atribuido a Jesús, comenzando con él ángel que anunció a María que concebiría a Jesús, pues le dice: “… el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35c).  Luego, en su tentación al inicio de su ministerio el mismo diablo le dice: “Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan” (Mateo 4:3). “Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra” (Mateo 4:6).  No está demás recorder que en su bautismo, y en su transfiguración, se oyó en ambas ocasiones una voz del cielo que era de su Padre celestial quien dijo: “Este es mi Hijo amado …” (Mateo 3:17; 17:5).  También una gran cantidad de personas le llamaron “Hijo de Dios”, como el apóstol Pedro (Mateo 16:16), el sumo Sacerdote que le juzgó cuando fue arrestado la noche antes de su crucifixión (Mateo 26:63), uno de los ladrones crucificados junto a él (Mateo 27:43), el centurión que custodió la crucifixión, y todos sus acompañantes (Mateo 27:54). Igual una legión de los mismos demonios reconoció que Jesús era el “Hijo de Dios” (Mateo 8:29).

   Para el cristianismo, la frase: “Hijo de Dios”, es usada para enfatizar la relación entre Dios el Padre y Jesús, como partes indivisibles de la misma unidad, es decir, como una forma de identificar a Jesús como “verdadero Dios de verdadero Dios”.  La frase indica que Jesús, siendo humano, no es un humano ordinario, pecador, y mortal, sino al mismo tiempo es el mismo Dios único, vivo, y verdadero, que no tiene igual ni en el cielo, ni en el infierno, ni en ningún otro lugar del universo, y menos en este planeta tierra.  Es un ser único, e irrepetible, no destinado para tener descendencia ni humana, ni divina, ni de otra naturaleza.

   En el imperio romano había como 17 títulos que se podían conceder a los gobernantes[1], pero indicaré en este momento que los títulos que usó el emperador Octavio, hijo adoptivo del emperador Julio, fueron: Princeps, Imperator, y Augustus, y Divus.  Ocurrió que el 1 de Enero del año 42 a.C., el senado romano reconoció como divino al emperador Julio Cesar quien dos años atrás, el 15 de marzo del año 44 a.C., había sido asesinado, y le atribuyó el título: Divus lulius (El divino Julio), pero cuando su hijo adoptivo Octavio llegó a ser emperador con el fin de hacerse propaganda él mismo se atribuyó el título en modo corto como: Divi filius (hijo del dios), o en algunas ocasiones en su modo largo, declarándose como: Divi luli filius (hijo del divino Julio).   A este Octavio, se le concedió por el senado, usar el título de Augusto César, sin dejar por ello de usar el título de (hijo del Dios).

   Este es el emperador del tiempo del nacimiento de Jesús hasta que Jesús tenía unos 14 años.  Le siguió Tiberio desde septiembre del 14 d.C. hasta el marzo del 37 d.C, quien durante sus últimos 7 años ocurrió la muerte de Jesús, y los primeros 3 años de la propagación del evangelio.  Luego le siguió el emperador Calígula, desde marzo del 37 d.C hasta enero del 41 d.C. gobernando solo 4 años.  Luego le sucedió el emperador Claudio desde enero del 41 d.C. hasta octubre del 54 d.C., gobernando 13 años.  A Claudio le sucedió Nerón como emperador de octubre del 54 d.C. hasta junio del 68 d.C., gobernando 14 años.   A él le siguió de junio del 68 d.C. a enero del 69 d.C., gobernando a penas 7 meses.  A él le siguió Otón durante 3 meses de enero a abril del mismo año 69 d.C.   Su sucesor fue Aulo Vitelio durante 9 meses, de abril a diciembre también del mismo año 69 d.C.  El apóstol Pablo predicó a Jesús como Hijo de Dios durante el reinado de estos emperadores.  Luego siguió como emperador Tito Vitelio Vespasiano, realmente desde Julio del 69 d.C. hasta junio del 79 d.C. durante 10 años.  Estos fueron emperadores, y hay más a quienes por decreto del senado romano, todo el imperio debería reconocer a cada uno como Divus (divinos), aunque hasta después de su muerte. De todas maneras, sus hijos eran considerados como (hijos del divino …).  De septiembre del 81 d.C. a septiembre del 96, el emperador Domiciano, fue el único que se declaró Divus (divino) mientras vivía.  Fueron estos los primeros 63 años de propagación del evangelio en el que la gente era invitada a reconocer nada más que a Jesús como el Hijo de Dios, y no a un hombre romano.

   Lo que quiero que noten, es que justo cuando roma proclamaba divino a sus emperadores muertos, y sus hijos se ostentaban hijos de Dios, es cuando Jesús viene a nacer a este mundo dentro del mismo contexto romano, para demostrar en su persona la autenticidad de Hijo de Dios que no es hijo de un mortal sino del único Dios vivo y verdadero, el auténtico Emperador Divino, Creador y Soberano sobre todo el Universo.  Jesús es el Eterno, no mortal Hijo de Dios, de un Padre que no muerto sino en su eterna vida es Divus.  Jesús es Divus, y auténtico Divi Filius (Hijo de Dios), Dios verdadero de Dios verdadero.

   ¿Compruebas tú mismo con este título de “Hijo de Dios” quién es Jesús?  Él es el Dios verdadero procedente del Dios verdadero.  No hay otro como él.  ¿Entiendes quién es él?

 

   El cuarto TÍTULO divino, que le atribuyeron a Jesús, quienes descubrieron su naturaleza divina, es:

IV.- HIJO DEL HOMBRE.

   Después de que Natanael le dijo a Jesús: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios” (Juan 1:49a), inmediatamente le dijo también a Jesús que: “… tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49b).  Sin embargo, omitiré este título de Rey en este mensaje, y me enfocaré a otro título que el mismo Jesús se atribuyó en su conversación con Natanael cuando le dijo: “De aquí adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre” (Juan 1:51b).  El énfasis de Jesús aquí es: “Hijo del Hombre”.  En el evangelio según San Mateo se menciona este título 31 veces, en Marcos 14 veces, en Lucas 27 veces, y en Juan 11 veces.  Esta expresión la incluyo en este mensaje porque enaltece la divinidad de Jesús.

   ¿Cómo entender esta expresión?  Primero, esta declaración de Jesús en 1:51 con ángeles “que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre”, es una indicación de cómo Jesús en su condición y naturaleza de hombre es quien sirve como contacto con Dios para representar a los hombres, lo cual ningún hombre ordinario tiene la capacidad de hacer, pero lo puede hacer porque su humanidad es fortalecida por su divinidad, naturaleza que hace que como hombre no tenga pecado sino permanezca siempre santo para poder dignamente representante de los pecadores ante Dios.  Es lo que Jesús le afirma a Natanael que ocurriría con él “de aquí en adelante”.

   Más adelante en la ocasión cuando mucha gente le siguió al ver que Jesús tenía poderes para multiplicar los alimentos y por ello habría comida en abundancia, Jesús les dijo: “Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros” (Juan 6:53); es decir, Jesús, en vez de ofrecerles la comida cotidiana que buscaban, él les ofrece vida por su carne y su sangre, pero ¿quién “hijo de hombre” podría ofrecer vida eterna a sus semejantes?  Ninguno.  Pero, como Jesús era asistido por la naturaleza divina, tenía por ello el poder de ofrecer vida.  Comer su carne y beber su sangre humana no se trataba de algo literal, sino figurado, que indica el interés que ellos deberían tener por él y su doctrina antes que solamente tener apetito por la comida que perece. Gracias a que él no es ordinariamente solo un hombre sino también Dios, es que tenía potestad de ofrecer vida a los pecadores.

   Y por último dentro de las más de 80 veces que en los evangelios se menciona esta expresión “Hijo del Hombre”, Jesús refiriéndose a su poder de juzgar en su segunda venida, dijo a una multitud de judíos: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; / y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre” (Juan 5:26-27).  Jesús se declara “Hijo del Hombre”, pero ¿un “Hijo del Hombre” que anunciaba que se iría al cielo pero que volvería de allí con “autoridad de hacer juicio”? Imposible si era un simple humano, pues esta potestad solamente le sería dado por la naturaleza divina que también estaba en él.  De otra manera, sería un simple humano como cualquiera de nosotros sin autoridad de hacer algo que solamente es derecho de Dios.

   Jesús es el verdadero hombre que sirvió de contacto con Dios, que ofreció vida eterna a otros humanos, y que en su segunda venida tendrá autoridad de hacer juicio eterno a sus semejantes, porque su naturaleza divina hace que él tenga estos derechos propios de Dios.  Su naturaleza de “Hijo de Hombre”, exalta la grandeza de la naturaleza divina que también está en él, haciéndole una sola persona.

 

   CONCLUSIÓN: Con todo lo ya expuesto podemos tener una clara información de que Jesús es verdaderamente Dios y hombre.  Pero, para terminar, cabe mencionar aquí lo que nuestro Catecismo Mayor de Westminster dice en sus preguntas y respuestas 38 y 39: ¿Por qué el Mediador debía de ser Dios? Hubo necesidad de que el Mediador fuese Dios para que pudiera sostener y guardar la naturaleza humana de sucumbir bajo la ira infinita de Dios y bajo el poder de la muerte para darles dignidad y eficacia a sus sufrimientos, obediencia e intercesión, y satisfacer así la justicia de Dios, alcanzar su favor, comprar un pueblo especial, darles su Espíritu a sus elegidos, vencer a todos los enemigos de éstos y traer a su pueblo a la salvación eterna.  Y ¿Por qué debía ser hombre el Mediador? Era necesario que el Mediador fuese hombre para que fuera enaltecida nuestra naturaleza, para que pudiera prestar obediencia a la ley, sufrir e interceder por nosotros en nuestra naturaleza, y sentir con nosotros nuestras flaquezas para que pudiéramos recibir la adopción de hijos, y tuviéramos ánimo y libre acceso al trono de la gracia.

   Dios quiera que con esta explicación usted compruebe por sí mismo, ¿quién es Jesús?

 

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[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Emperador_romano Ver sección de títulos y atribuciones.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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