COMPRUEBA CÓMO SER HIJO DE DIOS.

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COMPRUEBA CÓMO SER HIJO DE DIOS.

Salmo 27:1-10;

 Juan 1:11-13.

 

   INTRODUCCIÓN: Según un relato del mismo apóstol Juan, en una ocasión, un grupo de judíos, dirigiéndose a Jesús: “le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. / Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios; no hizo esto Abraham. / Vosotros hacéis las obras de vuestro padre. Entonces le dijeron: Nosotros no somos nacidos de fornicación; un padre tenemos, que es Dios. / Jesús entonces les dijo: Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. / ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. / Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer” (Juan 8:39-44).  A estos judíos que se sentían orgullosos en decir: “Nuestro padre es Abraham” (v. 39), y que por ello decían: “un padre tenemos que es Dios” (v. 41), afirmando así que se consideraban hijo de Dios, Jesús les tuvo que explicar que la realidad de ellos era que: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo” (v. 44).  Tristemente esta es la condición de muchas personas que piensan que son hijos de Dios solamente por ser hijos de un padre o madre piadosos, o porque se han unido en el número de miembros de una denominación religiosa, aunque esta sea cristiana, o peor si están unidos a una secta que no profesa el evangelio verdadero.  Claramente Jesús afirma que tales personas no tienen por ello, a Dios como Padre, y por lo tanto están en la paternidad del diablo.

   Es a estas personas que Jesús vino a convertirles en hijos de Dios, de quienes el apóstol Juan dice: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11).  Pero, por la gracia de Dios no fueron todas las personas las que “no le recibieron”, pues hubo quienes sí le recibieron.  San Juan afirma en los versículos 12 y 13: Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; / los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13).  ¿Cómo estos fueron hechos hijos de Dios?  ¿Cómo recibieron esta potestad, o más bien privilegio de ser hechos hijos de Dios?  En este momento y con la narración del apóstol Juan, siguiendo el enfoque de esta serie de predicaciones, usted puede descubrir o comprobar cómo ser un hijo de Dios.

   En este mensaje, específicamente les voy a predicar que el ser humano puede ser un hijo de Dios solamente bajo las CONDICIONES complementarias establecidas por Dios. Son complementarias porque no es suficiente que se cumpla solamente una de las condiciones sino todas las condiciones que les compartiré en esta predicación. / ¿Cuáles son las CONDICIONES complementarias establecidas por Dios por las cuales el ser humano puede ser un hijo de Dios? / Observemos en la narración del apóstol Juan, cuáles son estas CONDICIONES complementarias establecidas por Dios.

 

   La primera CONDICIÓN complementaria establecida por Dios por la cual un ser humano puede ser un hijo de Dios, es:

I.- QUE OCURRE POR LA VOLUNTAD DE DIOS.

   Primero, con respecto de las personas de quienes San Juan dice que Jesús “les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12b), también explica las maneras en las que no se da esta relación filial, y la manera en la que sí se da esta relación.  Observen que en el versículo 13, San Juan acerca de las personas que son hechas hijos de Dios por Jesús, dice: “los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13). Así que San Juan es muy claro en sus explicaciones de que el ser hijo de Dios, NO ES una cuestión genética o de ADN que, por ser hijo de un creyente, por ello en automático uno también sea un hijo de Dios.  Ni tampoco se llega a ser un hijo de Dios, solo porque uno desee serlo, sino que en palabras del apóstol Juan, todo y totalmente es por “voluntad… de Dios”.  Es un proceso espiritual y divino en el que nadie, ni papá ni mamá, ni uno mismo puede hacer algo que le pueda hacer a uno un hijo de Dios.

 

   La segunda CONDICIÓN complementaria establecida por Dios por la cual un ser humano puede ser un hijo de Dios, es:

II.- QUE IMPLICA CREER EN JESÚS.

  Por favor, ahora, retrocediendo del versículo 13 al versículo 12, observen que, en este versículo el apóstol Juan explica que: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).  Haciendo la pregunta: ¿A quiénes “les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”? obtenemos la respuesta que dice: “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre”? Pero, habiendo como que dos respuestas en esta frase, es necesario determinar cuál es la condición primaria que aquí se expresa.  Se habla de dos cosas, de recibir y de creer.  Usando la lógica, ¿qué es primero, recibir o creer?  Claramente en este contexto, creer es primero, y luego recibir.  Aunque en el texto bíblico aparece primero la frase: “los que le recibieron”, y después la frase “los que creen en su nombre”, en realidad lo que estas dos frases están indicando es que quienes “le recibieron”, fueron “los que creen en su nombre”.  En otras palabras, primero creyeron en él, y luego “le recibieron”.  Por eso, en este punto de la predicación, primero les enfatizo que solo se puede ser hijo de Dios, CREYENDO EN JESÚS.

   En el caso de los judíos mencionados en Juan 8, a quienes Jesús les tuvo que decir: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y lo deseos de vuestro padre queréis hacer” (Juan 8:44), esto se los dijo a pesar de que se sentían orgullosos en decir: “Nuestro padre es Abraham” (v. 39), y que por ello decían: “un padre tenemos que es Dios” (v. 41), afirmando así que se consideraban hijo de Dios, en realidad, no eran hijos de Dios solamente porque eran descendientes de Abraham el primer creyente con el que Dios comenzó a formar su pueblo desde hace unos 20 siglos antes que estos judíos.  Jesús les tuvo que aclarar también: “Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais” (Juan 8:39b).  Por su evidente confianza en que ellos eran descendientes de Abraham, no estaban tomando en cuenta la importancia de que, en lo personal, igualmente cada uno de ellos, debería practicar la fe, creyendo en Jesús como el Hijo de Dios, y el Salvador que cada uno de ellos necesitaba.

Amados hermanos, Jesús anhelaba convertirles en “hijos de Dios”, pero tenían que responder creyendo en él como el Hijo de Dios.  Esta es la misma condición para todos aquellos que sienten no fe sino orgullo de ser hijo(s) de padre o madre, o de ambos progenitores, que tuvieron o tienen buen testimonio de una vida de fe en Jesucristo.  Esta es la misma condición para aquellos que se sienten orgullosos por pertenecer a una denominación religiosa en particular, o a una iglesia local de su preferencia pero que, en la realidad, no es un creyente en Jesucristo sino solamente un seguidor de asociaciones religiosas.  Es a estas personas a quienes Jesús quiere hacerles “hijos de Dios”, tan solo con que crean en que él es el Hijo de Dios, y salvador enviado a este mundo para salvarnos de la condenación eterna bajo la condición de tener fe en él.  Por eso, ahora le pregunto: ¿Quiere usted ser un hijo de Dios? Tiene que creer que Jesús es el Hijo de Dios, y que él es el Salvador que usted necesita para que no tenga condenación alguna para la eternidad.

 

   La tercera CONDICIÓN complementaria establecida por Dios por la cual un ser humano puede ser un hijo de Dios, es:

III.- QUE REQUIERE RECIBIR A JESÚS.

   Llama la atención en versículo 11, que el apóstol Juan dijo de Jesús que: “A lo suyo vino” (Juan 1:11a).  Lo suyo de Jesús, era el pueblo judío e israelita que 1500 años después de haberlos Dios liberado de Egipto, y a 2000 años de haber Abraham creído verdaderamente en Dios, este pueblo descendiente de él, todavía existía en el territorio de Palestina.  En realidad, cada israelita en particular y todo el pueblo o multitud de ellos, le pertenecía a él.  Era lo suyo por quienes Jesús vino a este mundo.  Cuando Dios los libertó de Egipto, Él les dijo: “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra” (Éxodo 19:5). Así que los judíos e israelitas entre quienes él nació, y a quienes él dedicó su ministerio, eran nada menos que el especial tesoro de Dios y en consecuencia también de Jesús. A ellos fue que vino Jesús. Por eso el apóstol Pablo, hablando del evangelio de Jesús y su efecto salvador, y de otros beneficios derivados del evangelio y de la obra redentora de Jesús, dijo en dos ocasiones a los romanos: “al judío, primeramente, y también al griego” (Romanos 1:16; 2:10).  Sin descartar que la obra redentora y el evangelio de Jesús trajo bendiciones para todos los elegidos de Dios de todos los tiempos, y de todos los pueblos del mundo, primero fue para el judío que vivían tanto en Palestina como en otros lugares del imperio romano, y de otras partes del mundo.  A ellos vino Jesús.  Pero, la triste realidad expresada por San Juan con respecto a aquellos suyos de Jesús es “los suyos no le recibieron” (Juan 1:11b).

   Ahora, retomando las frases del versículo 12, en las que San Juan dice: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Con estas palabras, San Juan enfatiza que además de creer en el nombre de Jesús, como consecuencia o resultado natural, también es necesario recibirle, porque es claro en esta expresión que a quienes Jesús “les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”, es “a todos los que le recibieron”.  Este recibimiento al que San Juan se refiere, es algo que ocurre al igual que el creer, también en el corazón, que implica que uno tiene que creer cómo verdad todo lo que Jesús enseñó (Juan 8:40); y que uno tiene que aceptar que Jesús es salido, venido, y enviado de Dios, lo cual significa que es necesario reconocer que Jesús es el Hijo de Dios (cf. Juan 8:42).

   Amados oyentes, privilegiadamente, Jesús no solamente vino por los judíos e israelitas suyos, sino que vino como dice el apóstol Pablo: “y también al griego” (cf. Romanos 1:16; 2:10).  Es por eso que este mensaje es también para cada uno de ustedes a quienes estoy dirigiendo este mensaje. Usted también debe recibir a Jesús, creyendo en las verdades de su evangelio, y creyendo que él es el Hijo de Dios quien tiene la potestad de hacerle a usted un hijo de Dios. ¿Quiere usted ser un hijo de Dios, no bajo la confianza de que usted es hijo de padres cristianos, o de que usted es presbiteriano o de otra denominación religiosa, o de que usted es miembro de esta o de otra iglesia, sino que usted quiere que Jesús sea quien le haga hijo de Dios, si esto no había antes ocurrido en la vida de usted?  Hoy es día.

 

   CONCLUSIÓN: Amados escuchas de este mensaje, recuerden que nadie puede ser hijo de Dios ni por voluntad propia ni por voluntad de otras personas sino solamente por voluntad de Dios.  Es Dios quien está tocando el entendimiento de usted y de su corazón para dejar que Él sea, por medio de su Hijo Jesucristo quien le convierta a usted en un hijo de Dios.  Él le quiere adoptar ahora mismo, rescatándole de la relación filial y paternal que aun sin querer, sino por la naturaleza del pecado que está en la naturaleza de todo ser humano, usted ha tenido con el malvado enemigo de Dios y de nuestras almas.

   Si usted cree que Jesús es el Hijo de Dios, y si usted está de acuerdo que Jesús es el único y que, sin necesidad de más complementos, él le puede salvar a usted de la condenación eterna, usted puede comenzar ahora mismo a ser un verdadero y auténtico hijo de Dios.  Y si usted cree que Jesús puede hacer esto por usted, ¿está usted de acuerdo en recibirle en el corazón de usted, aceptando su evangelio como el mensaje de salvación de Dios para usted?  Si es así, le invito que, en este momento, en el lugar donde se encuentra, le diga a Jesús en una breve oración: Amado Jesús, quiero recibirte en mi vida para que seas mi Salvador, y para que seas el Señor que con las palabras de tu evangelio gobiernes mi vida.  Quiero ser salvo de la condenación eterna.  Conviérteme, por favor, en un hijo tuyo.  Te lo pido por el amor de tu Padre celestial, y de tu bendita gracia de salvación.  Amén.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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