PALABRAS DE MISERICORDIA PARA QUIENES VIVEN EN OSCURIDAD

Los Sermones Más Visitados:377

PALABRAS DE MISERICORDIA PARA QUIENES VIVEN EN OSCURIDAD.

LUCAS 18:35-43.

 

   INTRODUCCIÓN:  Jesús estaba viajando a pie hacia Jerusalén, donde haría su entrada triunfal en aquel célebre domingo de ramos en el que inicia su trascendental semana de pasión.  Junto a él, de manera muy cercana le acompañaban sus discípulos.  Parece ser que, en este viaje, por lo menos en la misma caravana también estaban los familiares de alguno de sus doce discípulos.  Por lo menos, entre este grupo de caminantes se encontraba la esposa de Zebedeo (Mateo 20:17-19), y mamá de Juan y Jacobo (cf. Mateo 4:21; 10:2; dos de los doce discípulos de Jesús, quien en algún momento abordó a Jesús para hacerle una petición fuera de lugar (cf. Mateo 20:20; caso que no pretendo abordar en esta predicación).  Adelante y detrás, por el camino, también había otros viajeros caminantes, entre los cuáles se encontraba el un joven relatado en los evangelios como el joven rico, quien también se acercó a preguntarle a Jesús con respecto a lo que se debe hacer para heredar la vida eterna que Jesús predicaba (cf. Lucas 18:18-30; aunque en esta predicación estaré hablando acerca de la salvación, no abordaré el relato acerca del joven rico).  El relato que usaré como fundamento de esta predicación es el de la sanidad de que Jesús hace, según San Lucas, a un ciego (cf. Lucas 18:35), que, según San Marcos, se llamaba Bartimeo (cf. Marcos 10:46), y que, según San Mateo, en realidad fueron dos ciegos los que fueron sanados, pero se resalta más la participación de Bartimeo que del otro de quien no sabemos su nombre.  Jesús, a 25 kilómetros de llegar a Jerusalén, llegó a la entrada de la ciudad de Jericó donde visitaría al prominente jefe de los publicanos.  En la entrada, “sentado junto al camino mendigando” (v. 35), se encontraban dos ciegos, pero destacadamente uno llamado Bartimeo.  Era la temporada cuando mucha gente israelita o judía, de toda Palestina, pero también de muchas partes del mundo, pasaban en aquellos días en Jericó como paso obligatorio para llegar a Jerusalén a conmemorar la fiesta de la Pascua. Era oportunidad para los ciegos, cojos, mancos, etc… que no podían valerse a sí mismo para tener trabajo y ganarse el pan de cada día. En el camino de la gente, estas personas podían recibir aquellos días, una buena cantidad de limosnas que les aseguraría el sustento por algunos días más.  Valía la pena estar “sentado junto al camino mendigando” (v. 35).  Allí estaba Bartimeo, quien al enterarse que frente a él, donde se encontraba mendigando, estaba pasando entre una multitud el entonces ya afamado Jesús de Nazaret, tuvo la iniciativa de querer contactar a Jesús para pedirle, no dinero, sino que aplicase también en él su misericordia de sanidad para que recobre la vista, pues desde hace poco más de tres años él había estado escuchando que Jesús sanaba a muchos enfermos, y siendo él uno de los que necesitaban salud visual, comenzó a gritarle: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! / Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” (vv. 38-39). Este hombre fue muy honesto, indicando en sus gritos que lo que esencialmente necesitaba era “misericordia”.  Así lo grito no pocas veces.

   Pero, la parte que relata lo que quiero enfatizar en este momento, y que en esta serie de mensajes se titula: PALABRAS DE JESÚS PARA EL MUNDO DE HOY, es específicamente los versículos 41 y 42, en el que Jesús hace al ciego la pregunta: “… ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista. / Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado” (Lucas 18:41-42). En este diálogo podemos descubrir parte de las palabras de misericordia de Jesús que se encuentran en todo el evento histórico del encuentro entre Jesús y los dos ciegos, especialmente con Bartimeo.  Pero, permítame indicarles que el mensaje que ahora le estoy presentado y que específicamente se titula: PALABRAS DE MISERICORDIA PARA QUIENES VIVEN EN OSCURIDAD, tiene aplicación no para los que viven en oscuridad porque padecen de ceguera física, sino para aquellos que pudiendo ver con estos ojos físicos que Dios nos ha dado, viven en oscuridad espiritual porque su problema particular es que no quieren ver la gran necesidad que tienen con respecto de Dios.

   Mi propuesta en esta predicación para todos ustedes mis amados oyentes, es que: La misericordia de Jesús para los que viven en oscuridad espiritual, es evidente en las diversas consideraciones que le tuvo al ciego Bartimeo. / ¿Cuáles son estas consideraciones que hacen evidente la misericordia de Jesús hacia los que viven en oscuridad espiritual? / Permítanme presentarles algunas de estas CONSIDERACIONES de Jesús hacia Bartimeo el ciego.

 

   La primera consideración que Jesús le tuvo al ciego Bartimeo que hace evidente la misericordia que Jesús tiene para los que viven en oscuridad espiritual, es que:

I.- JESÚS, LE OTORGA LA SOLUCIÓN A SU NECESIDAD.

  Cuando Jesús le preguntó a aquel ciego: “¿Qué quieres que te haga?”  la respuesta que Jesús escuchó fue: “Señor, que reciba la vista” (v.  41.  Él quería recibir “la vista”.  ¡Qué triste es vivir en un mundo lleno de belleza sin poder mirarlo!  Jesús, desde el momento de hacer la pregunta: “¿Qué quieres que te haga?”, ya estaba voluntaria, generosa, y divinamente comprometido con darle “la vista”, si el ciego pedía aquella misericordia, lo cual así pidió, e inmediatamente Jesús lleno de misericordia desbordante, lo primero que le dijo al entonces ciego, fue: “Recíbela” (v. 42), y el hombre pudo ver.  Esta fue una sola palabra de misericordia, pero que estaba cargada también de poder. Con solamente expresar: “Recíbela”, Jesús, instantáneamente le otorgó la solución a su necesidad de visión a aquel pobre hombre que se había pasado toda una vida bajo aquella miserable condición de no poder ver lo que había en su entorno, y que nadie jamás le había podido dar.  Jesús le sacó de la oscuridad de la ceguera con la que aquel hombre había estado viviendo.

   La petición muy sentida de aquel hombre ciego nos recuerda una afirmación que hacía mucho tiempo atrás, al principio de su ministerio, Jesús había enseñado a sus discípulos, mientras él predicaba el célebre sermón del monte.  Jesús había dicho a sus discípulos, acerca de Dios, que: vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:8b).  Lo que Jesús estaba diciendo es que no hay necesidad humana que Dios no sepa que cada persona esté pasando en cada momento de nuestra vida, sin embargo, Dios siempre quiere escuchar una palabra de petición que salga del corazón humano, que haga evidente que uno está dispuesto a entablar una relación espiritual de dependencia en Dios.

   Amados oyentes, lo que esto nos enseña, es que cuando uno tenga una verdadera necesidad, uno puede acceder a Dios, haciéndole una llamada de oración; y Él atenderá la petición conforme a su voluntad, y conforme a la necesidad de cada uno.  Una lección que aprendemos de esta historia de misericordia es que Dios espera que le oremos a Él, y él hará su parte.  Usted se sorprenderá una y otra vez, de que la voluntad de Dios con respecto a lo que usted le pida, igualmente será: “Recíbela”:

 

   La segunda consideración que Jesús le tuvo al ciego Bartimeo que hace evidente la misericordia que Jesús tiene para los que viven en oscuridad espiritual, es que:

II.- JESÚS, SOLAMENTE ESPERA QUE LE TENGAN FE.

   Luego que Jesús hubo sanado al ciego, Jesús le hizo una gran afirmación diciéndole: “… tu fe te ha salvado” (v. 42).  El que Jesús le haya sanado porque aquel hombre lo único disponible que tenía era fe en que él le devolvería la vista, es un gran acto de misericordia de Jesús.  Es misericordia, porque si en aquel tiempo hubiese algún médico especialista de la vista que le pudiese hacer alguna cirugía que le hiciera recobrar la vista, dicho médico le estaría cobrando a él o a su familia una cantidad de dinero que sin duda no tendría aquel pobre hombre que, por su condición, dice San Lucas que Jesús le encontró: “sentado junto al camino mendigando” (v.  35b).  Este pobre hombre no tendría para pagarle al médico; y por tal motivo, Jesús no le cobraría ni un solo dinero, sino que el único valor que Jesús aceptó de aquel hombre fue su “fe”, lo cual nos indica que la fe es la única condición que Dios espera del ser humano para que Dios le derrame alguna bendición ya sea física o temporal, pero también eterna como la salvación eterna.

   Esto es lo que a través de toda la biblia se enseña que Dios siempre ha esperado de todas las personas de todos los tiempos desde el principio de la existencia humana.  Puede usted leer en el Nuevo Testamento en Hebreos 11, un capítulo conocido como de Los Héroes de la Fe, y observará como es que se resalta la importancia de la fe, con la que vivieron personajes primitivos como Abel y Enoc (Hebreos 11:4,5), personajes como Noé, Abraham, Sara, Isaac, Jacob, José, con los que Dios repobló la tierra después del diluvio, y con los que Él inició la formación de su pueblo especial (Hebreos 11:7-22); y otras muchísimas personas más como profetas, reyes, simpatizantes del pueblo de Dios, etc…  Fe, siempre fue lo que Dios espera hacia Él de todo ser humano.  Esto fue lo que Jesús encontró en Bartimeo, y en todas las personas a quienes él les otorgó alguna misericordia y bendición muy particular para sus vidas.

   Amado oyente, usted puede comenzar con este paso de tener fe en Jesús.  Quizá no sea un experto creyente al comienzo, pero usted puede mejorar en tener fe. Bartimeo tampoco tenía una fe perfecta.  Cuando él gritaba: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!” (Lucas 18:38b), estaba usando una expresión que indica que él creía que Jesús es el Mesías de Dios, sin embargo, no sabía que Jesús no tenía poder solamente sobre lo terrenal sino también sobre lo eterno y celestial, lo cual aprendió, entendió, y creyó después cuando le afirmaron que además de la vista que le estaban dando, también le estaban asegurando su salvación.  Y en respuesta, nos dice San Lucas acerca de Bartimeo: “Y luego vio, y le seguía, glorificando a Dios” (Lucas 18:43a).  Esta es una evidencia de que uno puede comenzar con poca fe siempre y cuando sea real, y uno puede crecer en fe.  Los mismos discípulos de Jesús comenzaron, sí, con una fe real, pero con una fe que siempre buscaban que creciera.  Ellos mismos, alguna vez le dijeron a Jesús: “Auméntanos la fe” (Lucas 17:5).   Hoy, usted puede dar el paso de iniciar su caminar de fe que Jesús espera de usted. No se preocupe si usted mismo no está seguro de que se trata de una gran fe.  Usted puede seguir creciendo en fe.  Es con la fe en Jesús que uno recibe la misericordia divina, con la que uno es sacado del oscurantismo que el pecado y el diablo mismo influye sobre la vida humana.

 

   La tercera consideración que Jesús le tuvo al ciego Bartimeo que hace evidente la misericordia que Jesús tiene para los que viven en oscuridad espiritual, es que:

III.- JESÚS, CONTEMPLA UNA DÁDIVA MEJOR QUE LO TERRENAL.

  Ya hemos observado que cuando Jesús le preguntó a aquel ciego: “¿Qué quieres que te haga?”  la respuesta que Jesús escuchó, fue: “Señor, que reciba la vista” (v.  41).  Pero ahora quiero que usted observe que la petición de este hombre estuvo enfocada única y solamente en su mayor preocupación de aquel momento, su “vista”.  Él solamente quería recibir “la vista”.  La oscuridad no por causa de su ceguera física, sino por su adicional ceguera espiritual, le impidió pensar en pedirle a Jesús también por su destino eterno, pues Bartimeo estaba hablando nada menos que ante el Hijo del Dios eterno, quien tenía la potestad divina de concederle tal bendición eterna.  Pero, así es el problema de la ceguera espiritual, uno no puede ver lo que más vale la pena desear y tener.  Cierto que tuvo fe para pensar en su vista, pero también es cierto que no tuvo fe para pedir por su alma, por su eternidad, o sea, por su salvación.

   Pero, en el proceso de esta obra de misericordia de Jesús, de darle la vista a aquel ciego, hay algo mucho más allá de lo físico o material que Jesús hizo con este hombre, además de otorgarle la bendición de mirar, quizá hasta mejor que nosotros, libre de miopía, de astigmatismo, estrabismo, hipermetropía, catarata, presbicia, o daltonismo.  Las palabras de Jesús, cuando le dijo: “tu fe te ha salvado”, indican que la misericordia de Jesús fue mucho más allá de la petición de aquel hombre.  Su misericordia se extendió hacia lo que tiene que ver con lo espiritual, con lo eterno, y con el destino no merecido que un ser humano podría tener asegurado y garantizado en Jesús: La salvación.  Jesús, no le dijo: “tu fe te ha” sanado que era lo máximo que aquel hombre quería, sino que le dijo: “tu fe te ha salvado”.  Esta es una misericordia que, en primer lugar, solamente Dios puede dar a un ser humano, y lo hace por medio de Jesucristo su Hijo.  Las palabras con las que Jesús hizo esta divina y bendita afirmación de salvación son palabras de misericordia para quienes viven en la obscuridad con la que el pecado y el diablo mismo cega “el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Corintios 4:4).

   Estimado oyente, no tiene usted una gran ventaja para lo que es eterno con el solo hecho de contar con esos preciosos y privilegiados ojos físicos con los que puede ver las cosas físicas, materiales, y terrenales, si en el aspecto espiritual de la vida usted no ha tenido la bendición de mirar la verdadera luz, la del evangelio de Cristo, y la de la gloria de Cristo mismo. Quizá porque nadie se lo compartido a usted, pero peor todavía si usted, aun ya habiendo tenido la oportunidad de saber que se trata de la salvación eterna, usted prefiere no creerlo, prefiere permanecer con actitud de incredulidad al respecto, y prefiere rechazar el bendito y glorioso regalo que Jesús tiene la voluntad de regalarle a quienes antes que pedir cosas materiales, le pidan la salvación de sus almas de la condenación eterna que le espera a todo pecador que no quiera ser salvado por la misericordia de Jesucristo.  En este momento, le invito a usted que le diga a Jesús, que usted quiere su salvación eterna, y aprovechando la oportunidad, si usted tiene alguna necesidad quizá también de salud e incluso económica, siéntase en libertad y confianza de decírselo a Jesús.  Pero, esto sí, le indico a usted que lo primero que uno debe encontrar en Jesús antes que cualquier otra cosa, es la salvación; no lo material, no lo terrenal.

 

   La cuarta consideración que Jesús le tuvo al ciego Bartimeo que hace evidente la misericordia que Jesús tiene para los que viven en oscuridad espiritual, es que:

IV.- JESÚS, NUNCA APLAZA LA APLICACIÓN DE SU MISERICORDIA.

   Esta cuarta consideración que les comparto tiene qué ver no solamente con palabras de Jesús, sino con sus acciones de misericordia, en el plano de los hechos más que de solamente palabras; y no podría ser menos, tratándose de Jesús.  San Lucas nos narra que cuando el ciego gritaba: “¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí! / Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!” (Lucas 18:38b-39).

   Hay un detalle que no se indica en una lectura limitada en la narración de este evento bíblico, pero se descubre en el contexto del ministerio de Jesús dentro de lo que no ocurre durante los siguientes no mucho más de 50 días hasta su subida al cielo.  Jesús habría pasado otras ocasiones en Jericó, pero luego de esta ocasión del evento con Bartimeo y un ciego más, no hay indicios de que Jesús haya regresado de nuevo a Jericó.  Bartimeo, a pesar de las reprensiones “para que callase”, no desaprovechó la entonces única ocasión para clamar “mucho más”, y buscar llamar la atención de Jesús para hacerle tan grande petición de misericordia.  Fue grande su sorpresa cuando alguien se acercó a decirle: Oye, Jesús ya te escuchó; me mandó decirte que te lleve con él.  Para todo el resto de su vida, y quizá también para toda la eternidad, él se hubiese perdido esta alegría si no hubiese seguido llamado a gritos a Jesús. Y Jesús por su parte, no le dijo: Bartimeo, otro día cuando vuelva a pasar por aquí te sano, mientras tanto voy a Jerusalén y allá voy a conseguir algo con el que te pueda ayudar a sanar. No le dijo: Dame chance, será más fácil cuando yo vuelva por acá muy pronto; sino que inmediatamente le dijo: “Recíbela” (v. 42, recibe la vista).  Jesús nunca aplaza para otro día la aplicación de su misericordia.  Jesús siempre actúa en el momento oportuno, si usted igualmente no deja pasar más tiempo.

   Amado oyente, no deje usted pasar más tiempo para pedirle a Jesús su misericordia para usted mismo.  No piense usted solamente en un beneficio material, físico, o terrenal, piense usted en su propia salvación eterna.  El apóstol Pablo, citando al profeta Isaías, les recordó a los Corintios, y también es un recordatorio para nosotros que Dios dice: “En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido.  He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (cf. Isaías 49:8; 2 Corintios 6:2).  Estas palabras nos recuerdan que Dios no aplaza su misericordia del momento en el que usted está dispuesto a recibirla.  Pídale su misericordia de salvación y Él por Jesucristo su Hijo, se la hará efectiva a usted ahora mismo, sin demora alguna.

 

   CONCLUSIÓN: Amados oyentes, que ninguno de nosotros vivamos en la oscuridad que el pecado, el diablo, la ignorancia, y la incredulidad causa a la vida humana.  Esto nos tendría en condenación para siempre, por toda la eternidad; pero si uno recurre a Dios por medio de Jesucristo su Hijo, uno puede ser liberado de dicha oscuridad.  San Lucas, narrando una conversación que el apóstol Pablo hizo ante una autoridad que le cuestionaba su apostolado, nos dice que Pablo explicó que cuando Jesús se le apareció, le hizo su ministro y testigo, y le añadió: “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hechos 26:18).  Toda persona debe salir de las tinieblas a la luz, abriendo los ojos con la fe en Jesucristo.  Y esto ocurre en realidad, pues en otro testimonio del apóstol Pablo, les dice a los Colosenses que Dios el Padre: “nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13).   Crea usted en Jesucristo, y entonces usted igualmente será liberado de las tinieblas del mal, y usted se encontrará nada menos que en el reino de Dios, el único reino de luz.   No olvide usted que:

  • Jesús, le otorga solución a su necesidad.
  • Jesús, solamente espera que le tengan fe.
  • Jesús, contempla una dádiva mejor que lo terrenal.

Jesús, nunca aplaza la aplicación de su misericordia.

diegoteh

diegoteh.org

El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *