PALABRAS DE GRACIA PARA VIDAS PERDIDAS

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PALABRAS DE GRACIA PARA VIDAS PERDIDAS.

LUCAS 19:1-10

 

   INTRODUCCIÓN:  En el mensaje relacionado con el ciego Bartimeo, encontramos a Jesús en la entrada de la ciudad de Jericó.  En el mensaje de este momento, Jesús ya se encuentra dentro de la ciudad de Jericó; que se estima ser la ciudad más antigua del mundo, y que se cita unas 70 veces en toda la biblia.  Aquí en Jericó, Jesús todavía se encontraba a unos 25 kilómetros para llegar a la meta de su viaje que era llegar a Jerusalén.  En los tiempos de Josué, sucesor del profeta Moisés, esta ciudad fue destruida por Dios para dar paso a los israelitas para conquistar las demás ciudades de la tierra de Canaán que les había sido prometida. Siglos después en el tiempo del rey Acab, fue reedificada por un hombre llamado Hiel, bajo el costo de la muerte de dos de sus hijos, porque Dios había maldecido que la persona que se atreviese a reedificarla pagará con la vida de su hijo primogénito y el último de sus hijos (Cf. Josué 6:36; 1 Reyes 16:34).  En tiempos posteriores, el profeta Elías cuando ya estaba cerca del momento de ser llevado al cielo, pasó en esta ciudad junto con el profeta Eliseo, yendo hacia el río Jordán.  Allí también hubo en ese tiempo una destacada escuela de profetas (2 Reyes 2:4-6, 15).  Y, en fin, en Jericó ocurrieron otra gran cantidad de eventos registrados en la historia bíblica.

   Acerca de esta ciudad, pero en los tiempos de Jesús, especialmente con respecto de los días en los que él sanó a Bartimeo y a otro ciego en la entrada de Jericó, y acerca del mismo día que visitó a Zaqueo en su casa, dice el comentarista William Barclay, comentando Marcos 10, que: La ley decía que todo judío varón de doce años en adelante que viviera en un radio de 25 kilómetros de Jerusalén tenía que asistir a la Pascua. Está claro que era imposible que se pudiera cumplir tal ley, y que todos pudieran ir. Los que no tenían posibilidad de ir tenían la costumbre de ponerse en fila al borde de las calles de los pueblos y las aldeas por los que pasaban los peregrinos para desearles un buen viaje. Así que las calles de Jericó estarían bordeadas de personas; y más aún de lo corriente, porque habría muchos ansiosos y curiosos por ver por sí mismos a aquel intrépido maestro ambulante Jesús de Nazaret que se había atrevido a desafiar a todo el poder de la ortodoxia. Jericó tenía una característica especial. Había adscritos al Templo más de 20,000 sacerdotes y otros tantos levitas. Está claro que no todos podían cumplir su ministerio al mismo tiempo. Por tanto, estaban divididos en 26 órdenes que servían por turnos. Muchos de estos sacerdotes y levitas residían en Jericó cuando no estaban de turno en el Templo. Y debe de haber habido muchos de ellos entre la multitud aquel día. Para la Pascua, todos estaban de servicio, porque a todos se los necesitaba. Era una de las raras ocasiones en que todos estaban de servicio, pero muchos no habrían empezado todavía. Estarían doblemente ansiosos de ver a ese rebelde que estaba a punto de invadir Jerusalén.

   Esta era la ciudad de Jericó, su ambiente cotidiano y su movilización aquel día que Jesús pasó en la calle principal de ella.   Es allí donde también vivía un hombre pequeño de estatura llamado Zaqueo, que no era uno de los tantos distinguidos sacerdotes, ni era un civil ordinario de la comunidad, sino que era un “jefe de los publicanos” (v. 2), quien según el relato de San Lucas, en el momento que Jesús irrumpe con su paso en alguna calle principal de esta ciudad, Zaqueo se encontraba también entre la multitud procurando ver a Jesús (cf. v. 3).  Imagínese usted a tanta gente agolpada para ver pasar a Jesús, pues ya la gente se estaba enterando de su paso por esta ciudad.  La historia nos indica que Zaqueo no alcanzando su estatura para ver a Jesús por causa de la multitud más alta en estatura que él, se tuvo que subir a un árbol sicómoro, desde donde tuvo el privilegio de ser contactado por Jesús.

   Pero, la parte que relata lo que quiero enfatizar en este momento, tiene que ver con el anuncio que Jesús le hace a Zaqueo cuando aquel se encontraba en una de las ramas del sicómoro.  Desde allí Zaqueo comenzó a escuchar preciosas palabras de gracia que nunca en su vida se imaginó escuchar: “Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa” (v. 5b).  Más tarde en su casa, tuvo también el privilegio de escuchar más palabras de gracia salidas de los labios de Jesús, las cuales fueron: “… Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. / Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (vv. 9-10).  De estas palabras, se titula esta predicación: PALABRAS DE GRACIA PARA VIDAS PERDIDAS; que igualmente como lo indica el título de esta serie de predicaciones, son también: PALABRAS DE JESÚS PARA EL MUNDO DE HOY.   Zaqueo fue una vida perdida en la ambición, la riqueza, el desprecio social, y en la naturaleza de ser pecador, pero conoció la gracia divina por medio de Jesús, quien le rescató de su vida perdida.  Espero que no mis palabras, sino las mismas palabras que Jesús le dijo a Zaqueo, signifiquen también para usted verdaderas palabras de gracia.

   Específicamente, basado en la historia de Jesús y Zaqueo, les voy a predicar que Jesús evidencia su gracia para una vida perdida mediante diversas expresiones.  / ¿Qué expresiones utiliza Jesús en este episodio de su ministerio en su visita a Jericó, y en su contacto con Zaqueo, con las que evidencia su gracia hacia una vida perdida?  / Permítanme compartirles cinco de estas expresiones que evidencian la gracia de Jesús para una vida perdida.

 

   La primera expresión de Jesús que evidencia su gracia para una vida perdida es:

I.- SU PETICIÓN DE PRISA, PORQUE HAY UNA URGENCIA DE SALVACIÓN.

   Cuando Jesús le dijo a Zaqueo: “Zaqueo, date prisa, desciende” (v. 5b); hay en estas palabras, evidencias de la gracia divina en la persona de Jesús para Zaqueo.   La instrucción: “date prisa”, implica que había algo urgente que tanto Zaqueo como Jesús no deberían dejar pasar más tiempo. Un caso similar ocurrió unos 19 siglos antes de Zaqueo y Jesús, cuando Dios decidió destruir dos ciudades, que por cierto existieron cerca de donde desde entonces había existido Jericó.  Jericó había sido una ciudad milenaria, que incluso fue testigo de cómo Sodoma y Gomorra, sus vecinos, fueron destruidos por Dios con fuego y azufre unos 400 años que le tocara su turno a Jericó, derrumbando Dios los muros de esta ciudad.  Aquel día que Jesús dio prisa a Zaqueo, fue porque Jesús sabía que a Zaqueo le urgía en su vida el plan de salvación de Dios; y por la gracia de Dios, Zaqueo se daría cuenta de ello en su propia casa, y es con una afirmación de salvación de Zaqueo que termina la visita de Jesús en casa de este hombre necesitado de salvación.

   En Sodoma Dios tuvo que darle prisa a Lot, y cuando Lot y su familia no se daban prisa, unos ángeles tuvieron que ayudarles a darse prisa y ponerles a salvo.  Debió ser difícil para Lot y su familia tener que mover quizá a sus cientos de ganados, y a sus siervos.  Dice la historia de Lot que “… al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad. / Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad” (Génesis 19:15-16).  Noten que “los ángeles daban prisa a Lot”.  La razón de está apresuramiento, era porque Dios quería salvar del peligro de la muerte a Lot, y Lot tenía que saber que era un asunto que no se puede posponer para un día más.  Era el día, más bien la noche de salvación para Lot y su familia, pues cuando Dios es quien da prisa a alguien es para bendecirle, salvándole de algún mal sea temporal o eterno.  Así quiso hacer Jesús con Zaqueo.

   Amado oyente, Dios igualmente quiere que cada ser humano se dé prisa para encontrar en Jesús y su evangelio, la salvación.  Les recuerdo que el apóstol Pablo así enseñaba la urgencia de salvación de todo ser humano, en el que citando al profeta Isaías decía como le escribió a los Corintios en su segunda epístola: En tiempo aceptable te he oído, y en día de salvación te he socorrido.  He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (cf. Isaías 49:8; 2 Corintios 6:2).  La salvación de la condenación eterna siempre es un asunto que toda persona debe abordar con prisa, que nadie la debe dejar para otro día, sino que se debe actuar el día y momento presente que uno tiene la oportunidad de aceptar el ofrecimiento de salvación creyendo en el evangelio, persona, y obra de Jesucristo.  No deje usted su salvación para mañana, dese prisa hoy y ahora para recibir la salvación eterna.

 

   La segunda expresión de Jesús que evidencia su gracia para una vida perdida es:

II.- SU VISITACIÓN QUE OFRECE, PORQUE EN CASA TAMBIÉN LLEGA LA SALVACIÓN.

   Después de que Jesús le dijo a Zaqueo: “Zaqueo, date prisa, desciende”, también le indicó una razón secundaria para darse prisa, la cual fue: “porque hoy es necesario que pose yo en tu casa” (v. 5b), pero la razón principal la descubriría Zaqueo en su propia casa, la cual descubrimos en el texto bíblico que en su propia casa Zaqueo tendría la bendición de hacerse beneficiario del plan divino de salvación que Jesús le tenía planeado otorgar.  ¿Dónde un jefe de publicanos podría encontrar la salvación?  Solamente en los lugares públicos donde Jesús predicaba, lo cual es evidente que, durante los casi 3 años y medio del ministerio de Jesús, Zaqueo nunca había tenido la oportunidad de ver a Jesús; y por otra parte un publicano, y más un “jefe de publicanos” ni siquiera se le permitía entrar jamás al templo de Jerusalén que estaba a 25 kilómetros de Jericó, ni tampoco en una sinagoga que había en las ciudades y hasta en las aldeas.  Ni siquiera podía pasar desapercibido porque sin duda que una buena cantidad de sacerdotes y levitas que vivían en Jericó le conocían.  Así que su casa era el mejor lugar para llevarle la salvación, y así Jesús alcanzar a estas personas que tanto necesitaban de salvación, pero que por ser despreciados por la religión institucional, nadie les brindaba este apoyo espiritual.

   Barclay, comentando Lucas 5, con respecto a los publicanos, dice que: Los publicanos o recaudadores de impuestos eran los más odiados de Palestina. Palestina era un país sometido a los romanos, y los recaudadores de impuestos estaban al servicio del gobierno de Roma; por tanto, se los consideraba como renegados y traidores. […] Un cobrador de impuestos podía mandar a un hombre que se detuviera en el camino y desempaquetara, y cobrarle casi lo que le diera la gana. Si no podía pagar, a veces el cobrador se ofrecía a prestarle dinero a un interés exorbitante, y así tenerle más en sus garras.  Se consideraba que los ladrones, los asesinos y los cobradores de impuestos pertenecían a la misma clase. Los publicanos estaban excomulgados de la sinagoga.  Jesús supo trabajar con los publicanos como Zaqueo, pues le ofreció visitarles en su casa.  Lo mismo hizo Jesús cuando llamó a un publicano a que fuera su discípulo.  Me refiero a Mateo.  Jesús también fue a su casa donde tuvo la oportunidad de predicarles su evangelio del reino de Dios a otros publicanos amigos de Mateo (Mateo 9:9-11; Marcos 2:14-16).  Lo mismo debió haber ocurrido en la casa de Zaqueo.  La correctísima justificación de Jesús para convivir con ellos y aprovechar enseñarles, era que: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos”. Y también decía: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores” (Mateo 9:12; Marcos 2:17), y en casa de Zaqueo dijo también que él “… vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).

   Amados oyentes, en estos tiempos que por causa de la actual pandemia no hay templos disponibles para recurrir al estudio de la palabra, a la adoración congregacional, o a la oración, no hay problema por ello.  Aunque después del Espíritu Santo que nos une, la reunión de los creyentes es la que nos mantiene en compañerismo y en unidad, el estar en casa para practicar la disciplina del estudio de la palabra, la adoración, y la oración, no nos desune.  Hoy más que nunca como Jesús lo hiciera, la iglesia en nombre de Jesús tiene el honor de llevar el evangelio, aunque ahora mediante medios electrónicos y digitales, a tantos hogares como sea posible.   Nadie tiene excusa de no recibir el evangelio en la comodidad de su propio hogar.  Incluso quienes no son tan afectos de acudir a una reunión cristiana que proclama la misma salvación que Jesús llevó a domicilios como los de Mateo y Zaqueo, y de otras más personas, ahora pueden recibir el evangelio a domicilio en línea, y hasta por celular, tableta, laptop, pc, y hasta por televisión. Usted no debe perderse la oportunidad de recibir la salvación eterna, que quizá durante años anteriores usted no había conocido en ninguna otra parte.  Ahora que tiene usted la oportunidad de mirar este video y escuchar el audio de esta transmisión, deje a Jesús entrar más que en su casa, en su corazón que quizá como el de Zaqueo todavía se encuentra perdido sin encontrar al único y verdadero Salvador y su correspondiente salvación.  Zaqueo fue salvo.  Ahora usted necesita ser salvo.  No deje que la multitud no de personas, sino de intereses personales, u otras situaciones le impidan ser salvado, y privilegiadamente en la comodidad de su propia casa.

 

   La tercera expresión de Jesús que evidencia su gracia para una vida perdida es:

III.- SU SEGURIDAD QUE DECLARA, PORQUE HA DADO SALVACIÓN.

   Su seguridad que declara en casa de Zaqueo es: “… Hoy ha venido la salvación a esta casa” (v. 9). Una de las primeras cosas que se nos dice de Zaqueo en Lucas 19, es que era un hombre “rico”.  Esta bendición de ser rico resulta afortunadamente no para todos, pero sí para muchos, un problema fuerte, que consiste en ser un gran impedimento para interesarse por la bendita salvación ofrecida por Jesucristo.  En el camino, mucho antes de llegar Jesús a la entrada de Jericó, entre las diversas personas que le abordaron, un joven conocido como el joven rico se acercó a Jesús preguntándole: “¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Lucas 18:18), después de platicar algunas cosas acerca de los 10 mandamientos, Jesús le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme. / Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico” (Lucas 18:22-23).

   Esta era una de las enseñanzas que Jesús le compartía a los ricos.  Y tras abandonar el joven rico la conversación con Jesús, Jesús dirigiéndose a sus discípulos les dijo: “¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! / Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios” (Lucas 18:24-25; cf. Mateo 19:23-24; Marcos 10:23-25).  Zaqueo era uno de estos ricos que necesitaban oír este requisito del evangelio del reino de Dios que Jesús enseñaba.     Creo que Jesús en casa de Zaqueo no omitió enseñarles a los presentes, la importancia de desprenderse no solamente del dinero sino también de todas las cosas que obstaculizan decidir ser discípulo de Jesús, e interesarse por la salvación que predica, ofrece, entrega, y garantiza.  San Lucas que Zaqueo, luego de escuchar a Jesús, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8b,c). Zaqueo hizo evidente con su compromiso, de desprenderse de uno de sus peores obstáculos para su salvación: Su riqueza.    ¡Qué diferencia encontramos también entre el joven rico, y este “jefe de publicanos, y rico” (v. 2)!  El joven rico no solamente “se puso muy triste” (Lucas 18:23), sino que “afligido por esta palabra, se fue triste” (Marcos 10:22), pero Zaqueo ya estaba siendo salvo, y Jesús tenía que expresarle una bendita seguridad, y lo hizo afirmando ante él y sus invitados presentes que “… Hoy ha venido la salvación a esta casa” (v. 9).  Estas son palabras de gracia que comunican seguridad a una persona que antes estaba perdida del camino hacia Dios, pero que ahora ya se ha ubicado en el camino correcto.

   Amado oyente, Dios espera no solamente que uno crea en el corazón que Jesús es el Salvador, realidad que nadie más puede ver sino solo Dios, sino que espera que uno demuestre con acciones visibles que uno está de acuerdo en vivir bajo las leyes del evangelio del reino de Dios como evidencia de que uno somete su vida al gobierno de Jesucristo, el Rey del reino de Dios.  Esto es lo que Dios espera también de cada uno de nosotros, de mí, pero de usted también.

 

   La cuarta expresión de Jesús que evidencia su gracia para una vida perdida es:

IV.- SU AMOR POR LA FAMILIA, PORQUE LA FAMILIA NECESITA SALVACIÓN.

   Es revelador observar que cuando Jesús dice acerca de Zaqueo: “… Hoy ha venido la salvación”, añade también el complemento: a esta casa”, y que quizá lo añadió porque alguno o algunos más de sus amigos creyeron en Jesús en aquella casa donde se reunieron, aunque el relato solamente enfatiza la decisión de Zaqueo, aquel hombre a quien la misma religión le tenía las puertas cerradas para brindarle apoyo espiritual.  Aunque es más probable que Jesús afirmó que la salvación haya venido: “a esta casa”, porque él estuviese tomando en cuenta tanto a los invitados, como también a la familia de este hombre, si los tuviese.   En este caso, lo que Jesús dijo es que la salvación que ha comenzado con el jefe de familia debería hacerse extensiva a los demás miembros de su familia que se espera que también decidan ser creyentes en Jesucristo y su evangelio.  Estas palabras de Jesús indican gracia porque, así como toma en cuenta a uno, también involucra a la familia, pues no es solamente uno el que necesita salvación en la familia, sino toda la familia.

   En las Sagradas Escrituras desde el Antiguo Testamento, así como en el Nuevo Testamento, se indica que cuando en una familia alguien ha aceptado creer en Dios, o lo que es igual, en su Hijo Jesucristo, es responsabilidad del que ha creído, el compartir este conocimiento y experiencia al resto de su familia con tal de que ellos también de manera personal se entreguen a la misma fe.  Esto es evidente en los casos de Abraham, de Lot, de Rahab, del carcelero de Filipos en los tiempos de Pablo en la prisión de aquel lugar, pero hay otros más.

   Amado oyente, Jesús ama a la familia como también a nuestros amigos.  Compartamos el evangelio a los miembros de nuestra familia y a nuestros amigos que no ha venido a la fe, y que por ello no han experimentado la misma salvación que Jesús ofreció a Zaqueo, pero también al ciego de la entrada de Jericó, así como a todos aquellos a quienes él predicaba.  En la mente y perspectiva de Jesús, toda la familia necesita salvación.

 

   La quinta expresión de Jesús que evidencia su gracia para una vida perdida es:

V.- SU REQUISITO DE FE, PORQUE SOLO POR LA FE HAY SALVACIÓN.

   Es importante observar que junto con la afirmación: “… Hoy ha venido la salvación a esta casa”, Jesús añade la frase: “por cuanto él también es hijo de Abraham” (v.9).  Este complemento de la afirmación tiene un sentido aclaratorio.  Jesús hizo esta afirmación de salvación no por la decisión de Zaqueo de dar la mitad de sus bienes a los pobres, ni por ofrecer devolver cuadruplicado a quien le reclamase haber sido defraudado por él, pues la salvación nunca llega a la vida de nadie por las obras que uno hace; pero tampoco Jesús le dio salvación a Zaqueo solamente porque biológicamente era un descendiente de Abraham, pues la salvación no es algo que se pueda heredar ni de los padres, ni de un antepasado que haya vivido como 2000 años antes, distancia genealógica que había entre Abraham y Zaqueo.  El mismo principio aplicado por Jesús hace unas horas en la entrada de Jericó con el ciego a quien le dijo: “Tu fe te ha salvado” (Lucas 18:42b), es el mismo principio que también aplica para Zaqueo y para toda persona: Solo la fe atrae la salvación. Esto también son palabras y a la vez acciones de gracia de parte de Jesús, porque en vez de requerir Jesús algo complicado o sumamente difícil, él solamente espera un requisito verdaderamente sencillo: tener fe en él.

   Cuando Jesús relaciona a Zaqueo con Abraham, diciendo: “por cuanto él también es hijo de Abraham” (v. 9), lo que primero estaba diciendo, no es que Zaqueo sea uno de sus descendientes, aunque lo haya sido; sino que está indicando que Zaqueo se estaba comportando como una persona de fe como lo fue Abraham el primer patriarca que con fe y con el llamado de Dios fundó la nación israelita; y que, por esa fe, y no por sus obras, a Zaqueo le estaba siendo garantizada su salvación. Palabras igualmente claras con respecto a este tema de la fe requerida para salvación, son las del apóstol Pablo escrita a los Efesios, a quienes les dijo: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; / no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). No son las obras buenas que unas llega a hacer en intervalos entre las tantas obras malas que uno hace, las que atraen la salvación hacia uno, sino que es por el fruto de la fe que se desarrolla en el corazón.  Finalmente, es gracia que la salvación sea otorgada a uno “por medio de la fe”, y no por medio de algo más complicado.

   Amado oyente, mucha gente cree que tiene salvación porque pertenece a determinada denominación religiosa del cristianismo; otros creen que tienen salvación porque han hecho y siguen haciendo muchas cosas buenas u obras altruistas; pero desde que les falte la fe en la persona y obra de Jesucristo, tales personas no tienen salvación, aunque sientan seguridad por sus acciones.  Es pura presunción. Jesús no les afirmaría salvación como lo hizo con Zaqueo, quien por la fe que tuvo en él estaba recibiendo salvación.  Usted debe cerciorarse que no está confiando en esfuerzos de hacer cosas buenas como seguridad para su salvación, y cerciórese también que usted está creyendo y aceptando vivir lo que Jesús dice.

 

   CONCLUSIÓN: Amado oyente, no sé qué es lo que a usted le está haciendo tener una vida perdida, lejos de la bendición de la gracia salvadora de Dios, pero permítame decirle antes de concluir esta predicación, que las palabras de gracia para personas perdidas lejos de Dios, siguen estando vigentes y disponibles.  Jesús desea llegar a la casa de usted, y específicamente a la vida muy personal de usted y de cada miembro de su familia.  Él afirmó que “… vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).  No hay mejor buscador que Jesús, de quien puedo afirmar en este momento que él ya le ha encontrado a usted en el camino perdido de la vida que usted ha estado llevando; y no hay mejor salvador que Jesús, porque él es único en su naturaleza y función de salvador divino, de quien también puedo decir que no hay pecador que teniendo fe en él no le quiera ni le pueda salvar; por lo tanto, si usted no ha sido salvado de la condenación eterna que inevitablemente pesa sobre todo ser humano, no pierda usted la oportunidad de este día de recibir de Jesús la salvación igualmente eterna.  Rinda usted su vida a Jesucristo, hoy, y ahora mismo.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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