PALABRAS DE VIDA PARA QUEBRANTADOS POR LA MUERTE

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PALABRAS DE VIDA PARA QUEBRANTADOS POR LA MUERTE.

JUAN 11:1-44

 

   INTRODUCCIÓN:  Mientras estudiaba el texto bíblico en el cuál estoy basando la predicación de este momento, encontré que en los primeros 44 de los 57 versículos de Juan 11 (que ya hemos leído, o escuchado su lectura), hay por lo menos 11 ocasiones en las que Jesús expresa tanto breves como amplias frases en diversas conversaciones que él sostiene con unos enviados por las dos hermanas de Lázaro a él, con sus discípulos, con Marta, e incluso con su Padre Celestial, y con el antes muerto y ya sepultado Lázaro.  A estas frases, hoy, las estoy llamando “PALABRAS DE VIDA”, porque cada una de estas frases están verdaderamente cargadas de VIDA.  En su mayoría, Jesús las dice a personas que están pasando por el duro quebrantamiento de corazón por la enfermedad grave o por la muerte, especialmente cuando se trata de un familiar, pero también cuando se trata de alguien que es un verdadero amigo de alguien que ha fallecido.  En todas estas frases de Jesucristo, encontramos un tenor o sentido de fortalecimiento del corazón quebrantado. El objetivo de Jesús al decirlas fue que sus oyentes comprendieran que sus palabras son palabras de vida para quien se encuentra quebrantado de corazón tras el fenómeno de la muerte o por una enfermedad grave que se encuentra cursando un ser querido o un gran amigo de la vida.  Esto es lo que nosotros también debemos procurar comprender en estos tiempos que el Covid-19 y sus estragos mortales puede llegar incluso a nosotros mismos, o en su caso a nuestros seres queridos, o amigos de la vida; y qué mejor que comprendamos lo que Jesús tiene que decirnos con respecto a estas dolencias que tocan las profundidades de nuestra alma.

    Considerando que se requiere mucho tiempo para exponer en una sola predicación, las 11 frases que les he comentado, me limitaré a exponer solamente algunas de estas frases con las que Jesús intervino durante los diversos diálogos que san Juan nos presenta en su relato de tan hermosa y gloriosa historia, la de Lázaro y su familia.  Igualmente, no pretendo agotar toda la gran riqueza de enseñanza que contiene cada una de las frases que iré exponiendo, sino que solamente tocaré breves aspectos que correspondan al enfoque planeado para esta predicación.  Pero, en resumen, les puedo anticipar que ahora voy a predicarles que:  Las palabras de vida de Jesús dichas a personas quebrantadas por cualquier circunstancia, especialmente por la muerte, nos enseñan preciosas verdades; y lo haré tomando por lo menos una frase que Jesús dijo a cada interlocutor que tuvo en la serie de diálogos relacionados con el caso de Lázaro: Con los comisionados de buscarle para hacerle saber de la enfermedad de Lázaro, con sus discípulos, con Marta, con su Padre Celestial, y con Lázaro mismo.  No mencionaré a María hermana de Marta y Lázaro, porque en esta historia y su contexto, en ningún momento hubo palabras de Jesús dirigidas a ella.  / ¿Cuáles son, entonces, las preciosas verdades que nos enseñan las palabras de vida de Jesús dichas a personas quebrantadas por cualquier circunstancia, especialmente por la muerte? / Permítanme compartirles en este momento, algunas de estas preciosas verdades.

 

   La primera preciosa verdad que nos enseña las palabras de vida de Jesús, dichas a personas quebrantadas por cualquier circunstancia, especialmente por la muerte, es que:

I.- SON INSTRUMENTOS PARA LA GLORIA DE DIOS.

   Quiero que observen en Juan 11:4 que cuando Jesús recibió el recado que le trajeron los mensajeros de las hermanas de Lázaro, Jesús dijo, (parece que, a los mismos mensajeros, o a sus discípulos, o ambos grupos), que: “Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella” (v. 4).  Observen que hay una indicación de Jesús de que aquella enfermedad de Lázaro, aunque ya se había agravado, “no es para muerte”, aunque en realidad Lázaro experimentaría verdadera muerte. Pero Jesús dice que “no es para muerte” porque el propósito principal en aquella experiencia sería “la gloria de Dios”, pero también para que Jesús “el Hijo de Dios sea glorificado por ella”.  Dios el Padre se glorificará, porque en medio de una circunstancia que al ojo y experiencia humana nos parece que allí termina todo, Dios tiene algo más que hacer para que su poder sea conocido como superior sobre nuestras experiencias.  “El Hijo de Dios” también participa de la aplicación de tal poder divino para que toda obra superior a las capacidades humanas sea conocida y reconocida por la gente que el responsable de tales actos gloriosos es el Hijo de Dios.

   Luego que verdaderamente Lázaro había muerto, Jesús acompaña a Marta al sepulcro donde hace cuatro días que Lázaro había sido puesto, y sin duda que para ese día, habría un olor desagradable por la putrefacción de su cuerpo.  Marta al escuchar que Jesús ordena que quitasen la piedra que sellaba el sepulcro, ella no omitió señalar que ya apestaba, pero es aquí donde Jesús le dice: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?” (v. 40).  En el caso de Lázaro, “la gloria de Dios” será visible no solamente para Marta, sino para todos los que allí se encontraban presentes.  Es claro que se necesita ser creyente de la verdad, de que Jesús es “la resurrección y la vida” (v. 25), pero no era exactamente por la fe de Marta que ahora presenciarían la gloria de Dios, o el poderoso acto de devolverle Jesús la vida a Lázaro, sino más bien, era por el privilegio de la fe que Lázaro había tenido en la persona y enseñanzas de Jesús.

   Amados hermanos oyentes de la palabra de Dios, también cuando un amigo creyente o un ser querido creyente, muere, Dios tiene reservado glorificarse tanto con el alma como también con el cuerpo de tal persona.  Dios se lleva al alma de tal persona a su gloria eterna, y Dios también deja que el cuerpo de tal persona vuelva al polvo de donde fue tomado; reservándolo para que al final de los tiempos, se glorifique nuevamente en ellos, dándoles nuevamente la vida en cuerpo y alma, para introducirlos incorruptibles a la eternidad celestial.  Y esto también aplica cuando la muerte nos corresponda a nosotros los que creemos.  Dios se glorificará demostrando su poder al darnos en el día de la eternidad, la vida perfecta y gloriosa a nuestro cuerpo y alma, que hasta el día de hoy no hemos podido tener, pero que nos ha sido prometido con garantía por Jesús nuestro Señor y Salvador.  Esta preciosa verdad de que tanto la enfermedad como la muerte son instrumentos para la gloria de Dios debe ser para nosotros, una verdad que nos levante del quebrantamiento que sentiremos en esta vida tanto como tengamos seres queridos que seremos testigos de su partida.

 

   La segunda preciosa verdad que nos enseña las palabras de vida de Jesús, dichas a personas quebrantadas por cualquier circunstancia, especialmente por la muerte, es que:

II.- SOLAMENTE ES UN SUEÑO TEMPORAL.

   Observamos en Juan 11:10 que “Cuando oyó, pues (Jesús), que (Lázaro) estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba” (v. 6). Para entonces, Lázaro, o estaba por morir, o ya había muerto, pero Jesús al indicarle a sus discípulos que ya deberían dirigirse hacia la provincia de Judea, a la aldea de Lázaro, les dijo: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle” (v. 11b).  Pareciera que Jesús estaba diciendo que Lázaro realmente no había muerto, pero la realidad era que sí, verdaderamente Lázaro había muerto, pero que no quedará en poder de la muerte, sino que a manera de evidencia de lo que Dios tiene el poder de hacer para el día glorioso que Jesús predicaba, él devolvería a la vida a su amigo y amado Lázaro; y que por lo que ya sabemos de esta historia, Lázaro fue resucitado pero todavía no para entrar a la eternidad, sino para que por medio de esta obra divina llevada a cabo por Jesús, la gente conociera que Jesús es verdaderamente “el Hijo de Dios” que hace las obras de Dios entre los seres humanos, especialmente con los que creen en él.

   Al respecto de la indicación de Jesús cuando dijo a sus discípulos: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle” (v. 11b), observemos que Jesús usa un lenguaje figurado que ilustra perfectamente que tal como el dormir no es el final de la vida, sino solamente un descanso reparador para recobrar fuerzas y despertar nuevamente para incorporarnos a nuestras actividades cotidianas, así ve Jesús la muerte de una persona creyente en Dios y en él, solamente como un sueño, parte de un proceso restaurador que traerá un seguro despertar, pero en el caso que nosotros ahora esperamos, es un despertar de resurrección que igualmente nos incorporará a nuestras actividades eternas, preparadas para un propósito divino y eterno: La alabanza de la gloria de Dios, por habernos salvado, y también resucitado.

   Mis amados creyentes en Jesucristo, esta preciosa verdad de que para Dios el Padre y su Hijo Jesucristo la muerte no es el final sino solamente el proceso para recibir una vida mejor y gloriosa, debe traer sanidad al quebrantamiento que nos toca sentir cuando alguien que amamos se nos va de este mundo; y nos debe llenar de seguridad y esperanza para que cuando a nosotros nos toque la muerte, estemos conscientes y sin temor de que con ello no acaba todo, sino que todavía hay más bendiciones y privilegios que Dios continuará generando en nuestra vida alma que nunca muere, y en nuestro cuerpo que aunque muera será resucitado.

 

   La tercera preciosa verdad que nos enseña las palabras de vida de Jesús, dichas a personas quebrantadas por cualquier circunstancia, especialmente por la muerte, es que:

III.- SOLAMENTE ÉL PUEDE EVITAR QUE SEA ETERNA.

   Marta hubiese querido que su hermano nunca muriese, porque le dice a Jesús: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (v. 21).  Pero, lo importante que tanto Marta, como María, y toda la gente que conocería lo que Jesús haría aquella ocasión, es que Lázaro volvería a vivir.  Por eso la respuesta de Jesús a Marta fue: “Tu hermano resucitará” (v. 23).  “Marta (entonces) le dijo (a Jesús): Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero” (v. 24).  Pero, hermanos, Jesús no tiene que esperar el día postrero para poder resucitar a alguien.  Jesús ya había resucitado antes a otras personas, y podría hacerlo ahora mismo en el sepulcro de Betania, aun cuando el cuerpo de Lázaro estaba ya en avanzada descomposición.

   Pero, lo que quiero que observen ahora, en los versículos 25 y 26 es que Jesús le dijo a Marta: “… Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. / Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26).  La indicación del versículo 25 es que el que está muerto puede vivir otra vez.  La única condición que Jesús anuncia es que esto ocurrirá no a cualquiera, no a todos, sino solamente a “el que cree en mí”.  Pero también hay otra indicación, ahora en el versículo 26, que recalca que “aquel que vive y cree en mí, NO MORIRÁ ETERNAMENTE”.  La muerte no tiene que ser eterna, pero ¡Cuidado!, se puede MORIR ETERNAMENTE, quedando sin esperanza de encontrarse con Dios.  Morir será inevitable, pero morir eternamente puede ser evitado si uno cree que Jesucristo es el Hijo de Dios.

   Amados oyentes, nadie jamás ha podido revertir con su propio poder la muerte humana, sino que el poder de Dios tiene que actuar a través de un instrumento suyo, como cuando ocurrió con el profeta Eliseo que fue usado por Dios como parte dinámica para que en su época un niño sea resucitado; pero, luego, solamente Jesús el Hijo de Dios, con el poder de Dios, ha sido el instrumento para traer resurrección a vidas humanas.  Y en el final de los tiempos, siempre será Jesús quien hará que millones de personas antes muertas que creyeron en él, vuelvan a vivir, pero en ese caso, para siempre.  Esto debe ser un bálsamo sanador para el quebrantamiento que podríamos sentir o estar sintiendo si ya se nos ha ido un ser querido que era creyente en Jesucristo.  Estas palabras de Jesús que nos garantiza que solamente él puede evitar que tengamos una muerte eterna, debe despertar en nosotros una verdadera fe en él, para que por la fe seamos resucitados por su poder, y por el poder del Padre Celestial y su Espíritu Santo.

 

   La cuarta preciosa verdad que nos enseña las palabras de vida de Jesús, dichas a personas quebrantadas por cualquier circunstancia, especialmente por la muerte, es que:

IV.- DIOS ELIMINA ESTA SENTENCIA POR MEDIO DE JESÚS.

   Ahora, recordemos que la sentencia de muerte por el cual pasaremos todas las personas tiene su origen en una sentencia establecida por Dios, pero que no fue una sentencia arbitraria, sino justa que correspondería a la actitud pecadora del ser humano contra Dios.  Desde antes que Eva y Adán pecasen, Dios les dijo que no deberían comer de cierto fruto, porque si lo hacían, entonces, morirían.  Siendo engañados por la serpiente antigua, y habiendo decidido ellos desobedecer a Dios, comieron del fruto, y así se comenzó a aplicar en los seres humanos la sentencia de la muerte establecida por Dios.  Pero, debemos saber que, así como Dios estableció dicha sentencia, Él mismo es el único quien tiene todo el poder para eliminarla de la experiencia humana.  Un dicho popular expresa, con carencia de verdad que: Todo tiene solución, menos la muerte; pero, no es así.  Dios tiene la solución hasta de la muerte.  Jesús es el instrumento de Dios que en cualquier momento puede dar vida a quien quiera, como también se asegura en los evangelios y en las epístolas que al final de los tiempos, lo hará a favor de todos los millones de creyentes que han muerto durante todo el tiempo del cristianismo.

   Pero, lo que quiero enfatizar en este punto es que Jesús, aun siendo el Hijo de Dios, con el poder divino, suficiente, y absoluto, no trabajaba haciendo a un lado a su Padre celestial, sino que trabajaba siempre en completa coordinación con Él. No hacía nada que no fuera la voluntad de su Padre.  Es por eso, por lo que Jesús siempre oraba a su Padre celestial, haciéndole saber lo que él iba a hacer, y para que su Padre le confirmara si esa era su voluntad. en el relato de la resurrección de Lázaro, observamos que casi, casi, como si fuese un reclamo, Marta cuando se encuentra con Jesús en la entrada de su pueblo donde sale a recibirle, le dice: “… Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. / Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará” (vv. 21-22).  Seguramente que por la amistad que habían desarrollado como familia con Jesús, Marta sabía que Jesús era una persona de oración.  Y así lo era Jesús realmente.  Sus milagros, como el de la alimentación de más de 5000 personas con solamente 5 panes y dos peces, fueron precedidos por una oración poderosa que dieron paso al poder de Dios.  Marta estaba segura de que, si Jesús oraba, Lázaro podía resucitar, pero no se imaginó que Jesús oraría a Dios aquel momento a su Padre celestial. En el área de los sepulcros en Betania, Jesús, oró a su Padre celestial, diciéndole: “… Padre, gracias te doy por haberme oído. / Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado” (vv. 41b-42). En su oración, Jesús le pide a su Padre celestial, que por el acto de resurrección que él estaba a punto de llevar a cabo, la gente creyera que él es el Hijo de Dios, y que creyeran que Dios es quien realmente le había enviado a este mundo con el poder de dar vida, no importando si se trata de una persona que llevaba más de 24, 48, 72, o más de 96 horas de haber muerto. Si hay alguien que tiene la potestad de quitar una sentencia impuesta por Dios, es únicamente Dios mismo por medio de su Hijo Jesucristo.

   Así que amado oyente: Si usted se siente quebrantado por la muerte de un ser querido en estos tiempos de pandemia que todavía no acaba, pero que, si su ser querido fue un creyente en Jesucristo, no se preocupe usted; Dios por medio de Jesucristo traerá a vida en cuerpo y alma a su ser querido, y en su momento a nosotros también.  Las palabras de vida de Jesús nos aseguran que esto ocurrirá en el glorioso día determinado para la resurrección que será gloriosa para los que estando en vida creyeron en Jesucristo, y se hicieron sus discípulos.  Que esta preciosa verdad sane el corazón quebrantado que usted tiene ahora, y que le llene de esperanza, confianza, y más amor por Jesucristo quien nos libera del poder de la muerte.

 

   La quinta preciosa verdad que nos enseña las palabras de vida de Jesús, dichas a personas quebrantadas por cualquier circunstancia, especialmente por la muerte, es que:

V.- JESÚS TIENE EL CONTROL SOBRE LA MUERTE.

   Esta preciosa verdad lo corroboramos en las palabras que Jesús le dirige a Lázaro, diciéndole: “¡Lázaro, ven fuera!” (v. 43).  Estas fueron palabras de vida; y así la gente conoció el tercero de los milagros con los que Jesús resucitó a personas durante su ministerio terrenal.   Había resucitado a la hija de Jairo, luego al hijo de una viuda de Naim, y ahora a Lázaro un amigo suyo.  Lo que cada acto anterior nos demuestra es que verdaderamente Jesús tiene el control sobre la muerte.  Se lo explicó también a Marta cuando le dijo (porque fue a ella a quien le dijo): “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. / Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (vv. 25-26).  Nadie jamás había podido hacer esta afirmación y que lo pueda cumplir, pero Jesús incluso antes de decirlo a Marta, ya lo había demostrado en otros dos lugares con la hija de Jairo, y con el hijo de la viuda de Naim.  Esta sería una demostración más del poder de la naturaleza divina que residía en él.

   En días cercanos al día de la resurrección de Lázaro, Jesús, en su parábola de El Buen Pastor, había dicho acerca de sí mismo: “Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, / así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre;(B) y pongo mi vida por las ovejas. / […] / Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. / Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar” (Juan 10:14-18a).  Si Jesús, puede hacer esto con respecto a sí mismo, lo cual hizo en verdad el día de su crucifixión y su muerte, y aun estando verdaderamente muerto se devolvió a sí mismo la vida, cómo no lo hará también por otros.  Para él, esto no tiene ninguna imposibilidad.

   Amado oyente de esta preciosas verdades, habiendo Jesús demostrado que él tiene el control y poder sobre la muerte, esto es suficiente para que las veces que usted enfrente el quebrantamiento o dolor por un ser querido que es llamado a la eternidad, si este fue una persona que creyó en Jesucristo como su único y suficiente Señor y Salvador, que esta verdad de vida, sea para usted palabras que le traigan paz, consuelo, esperanza, y más fe en el único ser que además de proclamarse y demostrar que él es la resurrección también dijo que él es: LA VIDA (Juan 11:25a).

 

   CONCLUSIÓN: Para concluir, mis amados hermanos y oyentes, la muerte anda activa como sentencia segura para todo ser humano.  A veces llega pronto, a veces no tan pronto, pero llegará.  Estemos preparados con creer en Jesucristo desde ahora, para que cuando nos toque el momento de nuestra propia muerte, nuestros seres queridos que dejemos, no sufran quebrantamiento o dolor en el corazón, el cual no puedan superar durante el resto de sus vidas, sino que puedan saber con toda certeza que no fuimos a la condenación eterna, sino a la gloria eterna de Jesucristo el que por gracia nos tendrá en su cielo glorioso.  E igualmente, ayudemos a nuestros seres queridos para que crean en Jesucristo, para que así, el día que ellos partan de este mundo hacia la eternidad, nosotros mismos no suframos quebrantamiento, sino que la paz y consolación de Dios esté presente en nuestros corazones y sea evidente en nuestro semblante.  Que Dios bendiga con estos dones a todos los creyentes en Jesucristo.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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