PALABRAS DE RECONOCIMIENTOS PARA QUIENES SE ENTREGAN PLENAMENTE

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PALABRAS DE RECONOCIMIENTOS PARA QUIENES SE ENTREGAN PLENAMENTE.

MATEO 26:6-13.

 

   INTRODUCCIÓN:  Creo que no hubo momento más rudo de palabras de confrontación que Jesús haya hecho, que las que dijo a los fariseos en un largo discurso en el que a los fariseos llamó: ¡hipócritas!  En el sermón anterior de esta serie hice una sencilla exposición de aquella ocasión de confrontación.  Pero, cuando alguien hace algo que es digno de ser reconocido, Jesús tampoco pasaba por alto expresar palabras de reconocimiento.  Por ejemplo, cuando un centurión le rogó a Jesús que le sanase a un siervo suyo, y Jesús le dijo que sí, que él irá a casa del centurión para sanar a su siervo, el centurión le dijo a Jesús: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. / Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace” (Mateo 8:8-9; cf. Lucas 7:6-8).  La respuesta inmediata de Jesús fue de reconocimiento público, pues Lucas (no Mateo) explica que Jesús: “dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe” (Mateo 8:10b; Lucas 7:9b).  Igualmente, cuando una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio. / Pero Jesús no le respondió palabra” (Mateo 15:22-23a).  “Entonces ella vino y se postró ante él, diciendo: ¡Señor, socórreme! / Respondiendo él, dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. / Y ella dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. / Entonces respondiendo Jesús, dijo (las palabras de reconocimiento que corresponde a la fe de aquella mujer): Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora” (Mateo 15:25-28).  Jesús, no solamente confrontaba a los que llevaban una vida fuera de orden, sino que también reconocía según como corresponda ya sea en privado o en público, la fe, la responsabilidad, la generosidad, y toda virtud que la gracia de Dios le permita al ser humano llevar a cabo.

   En el caso que hoy hemos leído, igualmente Jesús hace un reconocimiento público con respecto a una acción que aquella mujer, María de Betania, la hermana de Lázaro (cf. Juan 12:3ant), quien vino a Jesús en casa de Simón, no el Simón Pedro el discípulo de Jesús, sino un tal Simón de Betania, también conocido como Simón el leproso (cf. Marcos 14:3).  Esta María llegó a Jesús con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él” (Mateo 26:7).  Según San Juan, con ello también “ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume” (Juan 12:3). Un detalle relevante acerca de esta acción de María es que tal perfume, según decían los apóstoles, “podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres” (Mateo 26:9).  San Marcos dice que era de nardo puro” (Marcos 14:3), y que “podía haberse vendido por más de trescientos denarios” (Marcos 14:5a).  Se trataba de una fragancia fina, cuyo costo de trescientos denarios, era como el salario de trabajo de una persona durante el plazo de un año, sin quitarle nada para otros gastos personales.  Evidentemente, no era una acción de hipocresía, ni de vanagloria, sino de servicio, de gratitud, de arrepentimiento, y al mismo tiempo de humillación.  El reconocimiento de Jesús hacia la acción de aquella mujer consiste en haber dicho de ella: “¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. / […] / 12 Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. / 13 De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella” (Mateo 26:10, 12, 13).

   Basado en la acción que Jesús reconoció en María, y que no encontró en Marta la hermana de María, y que no encontró en Simón el dueño de la casa donde degustaron una deliciosa cena, y que evidentemente no encontró ni siquiera en sus 12 discípulos más cercanos; les voy a predicar que: Jesús reconoce las acciones de las personas que indican que hay una entrega total de uno mismo para Dios. / ¿Qué acciones reconoce Jesús que indican que hay una entrega total de uno mismo para Dios? / En esta predicación les voy a compartir algunas de estas acciones indicadoras.

 

   La primera acción indicadora de que hay una entrega total de uno mismo para Dios, que Jesús reconoce en las personas, es:

I.- CUANDO UNO OFRECE EN VEZ DE PEDIR.

   Observen que en el versículo 7, San Mateo relata con respecto a Jesús, que: vino a él una mujer, con un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él, estando sentado a la mesa” (Mateo 26:7).  Una actitud muy común que la gente tenía cuando acudía a Jesús, salvo algunos casos, era para pedir, o en su caso, esperando recibir algo que podría ser desde comida hasta sanidad física, o ser liberado de algún demonio. Por ejemplo, algunas personas que en una ocasión fueron alimentados por Jesús entre un grupo de más de 5,000 personas, o que supieron de este evento milagroso, buscaron a Jesús al día siguiente solamente para otra vez de manera milagrosa les dieran de comer.  Jesús les descubrió y no les felicitó por ello, sino que les confrontó diciéndoles: “De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. / Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre” (Juan 6:26-27).  Pero, María la mujer de nuestra historia de este mensaje, no fue a Jesús para pedirle algo, sino que ella fue a él para ofrecerle o más bien para darle un obsequio líquido: un vaso de alabastro de perfume de gran precio, y lo derramó sobre la cabeza de él” (v. 7).

   No está mal pedir a Dios, tampoco está mal pedir algo a su Hijo Jesucristo, pero amados hermanos, hay momentos que también debemos acudir a Jesús para dar algo, obviamente conforme a las bendiciones que hemos recibido de él.  Si uno es pobre, pues no hay problema, uno puede dar de acuerdo con lo poco que uno tiene.  Pero, si uno tiene suficiencia económica como lo tenía María, pues uno, también debería responder con suficiencia y generosidad.  Pero, la idea, pues, de esto, es que ahora que uno comprende que Jesús es nuestro Señor y Salvador, uno debe acudir a él más para dar que para pedir.

 

   La segunda acción indicadora de que hay una entrega total de uno mismo para Dios, que Jesús reconoce en las personas, es:

II.- CUANDO UNO AGRADECE LOS FAVORES DE DIOS.

   Una acción como la de María, solamente puede ocurrir en un corazón verdaderamente agradecido de los favores recibidos de Dios.  En la versión de San Lucas se nos dice que esta María una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume” (cf. Lucas 7:37).  ¿Pecadora? Sí, eso nos dice San Lucas de manera respetuosa.  Por eso Jesús en casa de Simón usó de una parábola para activar la conciencia de Simón que no vio con buenos ojos la acción de María, precisamente por ser “pecadora”.   Simón se decía a sí mismo: Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (Lucas 7:39b).  La parábola que Jesús le dijo a Simón fue que: Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; / 42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más? / 43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. Y él le dijo: Rectamente has juzgado. / […] / 47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama” (Lucas 7:41-43, 47).  María estaba consciente de la magnitud y gravedad de su pecado, pero desde un tiempo para acá ella estaba valorando la grandeza del perdón divino que sobrepasa al pecado más grande, grave, y escandaloso que pueda existir.  Ella, comprendía que había sido perdonada no poco, sino mucho, como bien dijo Jesús de ella a Simón: “sus muchos pecados le son perdonados”.

   Ella inteligentemente hizo este adecuado ungimiento como un reconocimiento a la divinidad y mesianismo de Jesús, una profunda gratitud no solamente por haber sido ella perdonada mucho, sino porque recientemente Jesús también le había resucitado a su hermano Lázaro.  Una vida así no tiene que ir a pedirle a Jesús, sino al contrario tiene que ir a darle a Jesús las muestras y evidencias de su gratitud.  Bien pudo haber comprado un perfume adulterado que se viera demasiado y que costara poco, que no tenga la misma pureza ni aroma, pero no, ella no dudó en derramar en la cabeza y pies de Jesús aquella carísima esencia de nardo puro.  No le ofreció una gran cena como lo hiciera Simón el leproso de Betania, pero hizo lo mejor que pudo para Jesús.  Mucha razón y gratitud tenía María para ungir a Jesús con tan costosa fragancia.    ¿Usted no ha hecho, o no haría algo similar? Esto es lo que uno hace cuando uno comprende lo grande que es el amor de Dios hacia nuestra vida miserable de pecado que hemos tenido durante nuestra vida, especialmente cuando vivíamos sin Dios.

 

   La tercera acción indicadora de que hay una entrega total de uno mismo para Dios, que Jesús reconoce en las personas, es:

III.- CUANDO UNO DA AL QUE VIVE Y NO AL QUE HA MUERTO.

   Esta memorable mujer, María, también había escuchado a Jesús decir que estaba yendo hacia Jerusalén donde próximamente iba a morir, pero decía también que resucitaría.  No se trataba de un anuncio común, pero ella supo también que momentos antes de resucitarles a su hermano Lázaro, Jesús le había dicho a Marta, hermana de María: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:25).  Por esto también, María no dudó en ungir a Jesús con ello.  Quizá otras personas se hubiesen reservado el perfume para ungirle una vez haya muerto, y otros probablemente no lo hubiesen usado para ello.  Prueba de ello es que nadie ofreció algo así para el ungimiento del cuerpo muerto de Jesús después de su crucifixión, sino que las mujeres que se encargarían de ungirle anduvieron comprando las especias aromáticas que usarían para ello. Pero María, hizo esto mientras Jesús estaba todavía en vida.

   Por eso Jesús dijo a sus discípulos, pero especialmente por causa de Judas Iscariote, y también por causa de Simón el que le había invitado a cenar en su casa: “… ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues ha hecho conmigo una buena obra. / […] / … al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura” (Mateo 26:10b, 12).  Por esta acción de María, Jesús no quedó sin reconocerle también la importancia y valor de su acción, que, si bien para algunos no fue bien vista la acción, para Jesús sí.  Jesús recibió esta dádiva estando en vida.  Esto vale mucho más que si le hubiesen ungido con ello en el tiempo después de su muerte.  Amados hermanos, tenemos a un Jesús vivo, a quien podemos darle nuestras expresiones de servicio y gratitud, haciendo lo que él espera que hagamos de anunciar al mundo el evangelio que él trajo a este mundo para que fuese predicado a toda criatura.  Si Dios le ha concedido a usted la bendición de tener recursos para apoyar esta divina obra de la expansión del evangelio, no dude usted en hacerlo porque el Cristo de Dios no está muerto, sino que vive para siempre.  Jesús reconoce esta sencilla acción humana.

 

   La cuarta acción indicadora de que hay una entrega total de uno mismo para Dios, que Jesús reconoce en las personas, es:

IV.- CUANDO UNO TIENE VERDADERA FE EN DIOS.

   Jesús no pasa por alto ningún detalle que uno haga, por más mínimo que sea o que parezca, pues aún si se trata de algo invisible que ocurre en el corazón como es la fe que se genera en el corazón.  En la versión de San Lucas, se menciona que luego de la confrontación que Jesús hizo a Simón, Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. / Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados? / Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz” (Lucas 7:48-50).  Lo que podemos observar, además del perdón de pecados que Jesús le confirma a esta noble mujer, es la segunda afirmación que le hace directamente a ella, con las palabras: “Tu fe te ha salvado, ven en paz”.  La fe que uno llega a tener en Dios es lo que Jesús va a reconocer en el corazón de las personas, no importa si se trata de algo que ocurre en el corazón de uno, y los demás no tienen la facultad de poder mirar cómo surge, como se desarrolla, y como se vive esta fe, pero Jesús sí lo ve, y no va a quedar sin dar el reconocimiento correspondiente a tal persona.  Es por eso que Jesús le declaro perdón a ella, y luego le declaró salvación; lo mismo que Dios ha dispuesto para cada uno de los que creemos en él.

   Tiempo después cuando Jesús ya no estaba aquí en la tierra, sino en su cielo eterno, quizá unos 60 años después de su ascención, Jesús reveló a Juan muchas cosas de aquel tiempo, así como de muchas cosas con respecto al tiempo del fin.  Pero, entre las cosas de aquel tiempo, hubo, por ejemplo, mensajes que Juan debería escribir a siete iglesias que ya estaban establecidas en Asia Menor.  De esto podemos leerlo en el Apocalipsis de Juan, en los capítulos 2 y 3.  Al respecto leemos, por ejemplo, en el caso del mensaje para la iglesia de Tiatira a la que el apóstol Juan tenía que escribirles (Apocalipsis 2:18-29), que Jesús les dice: Yo conozco tus obras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras” (v. 19).  Como usted pudo notar, Jesús, aun desde su cielo conoce, entre otras cosas, la fe de todos los integrantes de toda una iglesia, pero también la fe de manera individual.  Así, que usted debe saber que, si usted es una persona de verdadera fe en Dios y en su Hijo Jesucristo, su fe no está desapercibida de los ojos de Jesús.  Él tiene reconocimiento para usted.  Jesús desde su cielo, y desde el corazón de usted donde también está morando por creer en él, reconoce esta gracia en usted, y por ello no le dejará sin recompensa.  Él dijo: “El que cree en mí, tiene vida eterna” (Juan 6:47); “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Juan 7:38); “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).  ¿No son estas palabras, suficiente reconocimiento que se traducirá en acciones divinas para personas de fe como usted?  Claro que sí lo son.

 

   La quinta acción indicadora de que hay una entrega total de uno mismo para Dios, que Jesús reconoce en las personas, es:

V.- CUANDO UNO SIMPLEMENTE SIRVE PORQUE HAY UNA NECESIDAD.

   El costo de la dádiva de María indica que no escatimó cuánto es lo máximo que debería usar para él; pero esto, no significa que estaba haciendo buenas obras para conseguir algún favor divino, pues ya hemos visto que su motivo para hacer este acto fue por gratitud por diversos favores que Jesús había hecho por ella misma y por su familia; pero Jesús usaría esta acción para darle una buena lección a los grandes descuidos que Simón su propio anfitrión de la ocasión había tenido para con él.  Un detalle revelador que aporta San Lucas es que el Simón que ofreció a Jesús aquella cena (cf. Juan 12:2), era nada menos que un fariseo (cf. Lucas 7;36, 39). ¿Sabe usted cuál era una de las intenciones de los fariseos cuando hacen algo? Jesús decía de estos fariseos que: “Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres” (Mateo 23:5a).

   No sería extraño que este Simón haya invitado a Jesús solamente para ser visto, y a su vez no para tratar bien a Jesús, pues los fariseos eran la fracción mayoritaria que se oponía al ministerio de Jesús.  Es raro que como fariseo le haya invitado, pues era más común ver a Jesús comiendo con publicanos y pecadores que con un fariseo. Digo esto, porque hubo varios detalles que debió hacer o pudo haber hecho en su casa para con Jesús, pero no lo hizo; por eso cuando él se quejó de lo que María hizo, Jesús le reclamó a Simón: “… ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. / No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. / No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume mis pies” (Lucas 7:44-46).  Esta reprensión de Jesús a Simón, indica que este hombre fariseo no tuvo una entrega completa de su parte al invitar a Jesús a una cena en su casa; pero María no fue así, sino que aquel ungimiento con nardo lo hizo además que, por gratitud, también con una intención de servir a Jesús, dando algo sumamente valioso con el servicio añadido de sus propias lágrimas, y el enjugado de pies a Jesús con sus propios cabellos.  Esto lo hizo como un presente merecido por Jesucristo.  Por supuesto, NO era farisea sino simplemente una mujer que se había convertido en discípula de Jesús, y dispuesta a entregar todo de sí misma por servirle. Otra lección que aprendemos de este evento del ungimiento de Jesús es que debemos hacer tanto las grandes como pequeñas acciones, no para ser vistos por los demás, sino simplemente para servirles, lo cual es del agrado de Dios, y que no quedará sin reconocimiento.

 

   La sexta acción indicadora de que hay una entrega total de uno mismo para Dios, que Jesús reconoce en las personas, es:

Vl.- CUANDO UNO ENTREGA EN VEZ DE SUSTRAER.

  Tan pronto como Judas Iscariote específicamente se percata de que María había quebrado el vaso de alabastro, y tan pronto observa que María estaba vertiendo tan caro producto, y tan pronto llegó a su olfato la fina fragancia del nardo puro, dijo a los demás discípulos y a Jesús mismo, con una gran tristeza, pero más con profunda ambición: “¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y dado a los pobres?”  Pero San Juan también nos aclara el verdadero móvil que había en el corazón de este Judas.  Juan nos dice de Judas: “Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella” (Juan 12:5-6).  Este era una persona que siendo el tesorero del grupo de apóstoles de Jesús, osaba sustraer dinero para su uso personal.  Un poco de dinero le corrompía el corazón y las actitudes.

   Pero a María no le importó dar todo el precio de aquel perfume que equivalía a un año de trabajo y salario.  Este es un corazón que lleno de gratitud porque ha experimentado el perdón y el amor divino, entrega todo lo que tiene, sin importarle si no le quedaba algo para ella misma.  NO estoy seguro que no le haya dolido en el corazón, el derramar esta costosa fragancia, pero lo hizo sin haber tomado la decisión de vender tal fragancia en el que pudo haber recuperado por lo menos unos 300 denarios, y si así lo hubiese querido no lo donaba tampoco para los pobres, sino que libremente podía quedarse con ello, pero no, sino que decidió deshacerse del valor económico del producto fragante, con tal de entregarse en corazón entero a Dios.

   Así hizo una viuda pobre que, según San Marcos, “Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. / Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. / Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; / porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento” (Marcos 12:41-44).  No estaba pensando llevarse las ofrendas que otros dejaban, ni estaba pidiendo limosna en la entrada del templo, sino que de lo poco que tenía decidió dar todo.  De la misma manera, ninguno de nosotros busque beneficiarse de la obra de Dios, sino antes bien uno debe procurar aportar lo mejor que uno pueda dar a Jesús para su bendita y gloriosa obra que todavía se lleva a cabo aquí en la tierra.

 

   CONCLUSIÓN: Para concluir, mis amados oyentes, no está demás indicarles también que en una ocasión que Jesús explicó en una parábola un detalle del reino de los cielos, comparó este reino con un hombre que dejó 5, 2 y 1 talento a sus siervos para que lo invirtieran, y de regreso estaría recibiendo el doble de lo que les dejó.  Quizá muchos de ustedes ya saben que el que recibió un talento no hizo la inversión correspondiente, pero el que recibió 2, igual que el que recibió 5, hicieron ganancias con sus respectivos talentos, así que cuando su patrón regresó, uno le dio 4 talentos, y el otro le dio 10 talentos; y al final del día les dijo individualmente a estos dos: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor” (Mateo 25:21,23).  Ahora déjenme decirles que Jesús usó al hombre de la parábola para representar a él mismo que cuando regrese del lugar lejano al que se fue, su cielo, cuando él regrese vendrá con reconocimiento para los siervos fieles de su reino.  Fidelidad es lo que Jesús espera de cada uno de nosotros para no perdernos su reconocimiento en el cual hará entrega de un gozo eterno llamado vida eterna, el cual será un don suyo solamente para los que perseveran en la fe y en el servicio a él hasta el fin de sus vidas.

   Inmediatamente de esta parábola conocida como la parábola de los talentos, Jesús explicó que tras su regreso ejecutará un juicio para los habitantes de todas las naciones, en el que primero pondrá a unos a su izquierda y a otros a su derecha; y a los de su derecha le dirá: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:34).  Este es el reconocimiento de Dios que anhelamos, la herencia eterna del reino de Dios.  Así que vale la pena ser fieles al Dios que nos escogió para darnos su reino eterno.  No buscamos reconocimientos humanos ni terrenales, sino que buscamos el reconocimiento final de Dios para morar con él para siempre.  Recuerden que una vida consagrada y entregada plena y completamente a Dios, recibe nada menos que palabras, pero también acciones divinas que reconocen todo detalle que hacemos en el nombre de Dios.  ¡Que Dios les bendiga mis amados hermanos, y que Jesús en su momento, nos conceda sus benditos reconocimientos, dispuestos desde antes de la fundación del mundo para cada uno de nosotros!

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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