PALABRAS DE AMOR PARA UN MUNDO LLENO DE MALDAD

Los Sermones Más Visitados:428

PALABRAS DE AMOR PARA UN MUNDO LLENO DE MALDAD.

MATEO 26:17-29.

 

   INTRODUCCIÓN:  Así como a la noche del nacimiento de Jesús le llamamos noche buena, también quizá aquella última noche antes del día en el que Jesús fue crucificado, bien podría ser llamada noche mala. No me refiero a que la naturaleza propia de un día pueda servir para definirla como buena o mala, sino que la estoy llamando buena o mala, según lo que haya ocurrido en torno a Jesús. La noche buena se le conoce así porque evoca la noche cuando Jesucristo nació trayendo a este mundo el mejor bien que uno pueda recibir en esta vida: El amor de Dios.  Pero la noche mala a la que me estoy refiriendo es aquella noche en la que Jesús fue tratado como nunca había sido maltratado, y como también nunca más después fue maltratado.  Fue una noche en el que parcialmente se cumple la profecía del Salmo 2 que dice: “Se levantarán los reyes de la tierra, y príncipes consultarán unidos contra Jehová y contra su ungido” (Salmo 2:2).  Así lo evaluaron los primeros cristianos de Jerusalén cuando se les comenzó a intimidar para que no predicasen a Jesús.  Ellos, en su oración en la que pedían fortaleza y seguridad, al mencionar acerca de Jesús, le dijeron a Dios: Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, / para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera” (Hechos 4:27-28). Una lectura solamente de Mateo 26 y 27 nos ayuda a descubrir las penalidades que Jesús pasó aquella noche con Herodes, dos veces con Pilato, con el sumo sacerdote Caifás, con la gente que se opuso en contra de Jesús, además de la traición que Judas Iscariote le hiciera al entregarle, y de Pedro que le negó 3 veces aquella noche.  Aquella noche solamente fue un débil drama que representa la abundante maldad que siempre había existido y todavía existe en este mundo en el cual vivimos, mundo para el cual Jesús también tuvo y todavía tiene palabras de amor, las cuales podemos observar en nuestra lectura del evangelio según San Mateo 26:17-29.  Es acerca de tales palabras de amor que ahora voy a exponerles el mensaje de este momento que he titulado: PALABRAS DE AMOR PARA UN MUNDO LLENO DE MALDAD.

   Nuestra lectura de Mateo 26:17-29, lo podemos dividir en tres partes para efecto de este mensaje.  Los versículos 17 al 19 nos presenta las primeras palabras de amor de Jesús mientras ordenaba que se hicieran todos los preparativos para la celebración de la pascua que todos los judíos comían cada año justamente al caer la noche del día de aniversario con el que celebraban su libertad de Egipto.  Era como su fiesta de independencia.  Luego, los versículos 20 al 25 presentan a Jesús pronuncia otras palabras de amor, durante la primera parte de la celebración de la cena de pascua, en el que hace el triste y lamentable anuncio de que uno de sus propios discípulos le traicionará entregándole en manos de las autoridades que le llevarán a juicio y a muerte.  Y finalmente, los versículos 26 al 29, mencionan a Jesús pronunciando un tercer bloque de palabras de amor, justo en el momento en el que él instituye la santa cena como sacramento de nuestra fe en su persona y obra redentora.  De este lote de palabras de amor, específicamente les voy a predicar que: En la historia de la institución de la Cena del Señor, son evidentes los MOTIVOS HUMANOS por los cuales Jesús expresó palabras de amor para el mundo lleno de maldad. / ¿Cuáles son, en la historia de la institución de la Cena del Señor, los MOTIVOS HUMANOS EVIDENTES por los que Jesús pronunció palabras de amor para el mundo lleno de maldad, / En el desarrollo de este mensaje, les voy a compartir tres de tales MOTIVOS HUMANOS EVIDENTES.

 

   El primer MOTIVO HUMANO EVIDENTE por el cual Jesús expresó palabras de amor para el mundo lleno de maldad, según la historia de la institución de la Cena del Señor, es:

I.- LA MALDAD HUMANA.

  Cuando Jesús da la instrucción a sus discípulos dónde podrían preparar la cena de pascua para que aquella noche todos cenaran juntos, él ordenó que fueran a la ciudad (sería la ciudad de Jerusalén).  Desde el día de su entrada triunfal, Jesús y sus discípulos, todos los días por la tarde/noche se iban a alguna aldea cercana a descansar.  Y cada mañana regresaban a Jerusalén.  Así que aquella mañana, Jesús ordenó que sus discípulos fueran a la ciudad, y “a cierto hombre”, que no se nos dice quién es, pero que era conocido de Jesús y también de los discípulos.  Lo que los discípulos le dirían a aquel “cierto hombre” era: “El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos” (Mateo 26:18b).  Los discípulos contactaron a aquel hombre quien les facilitó la casa, y luego prepararon la cena de pascua que degustaron aquella noche en la que Jesús convirtió parte de los elementos de la cena de la pascua, en la Santa Cena que sacramentalizará su persona y obra redentora, los elementos que nosotros comemos y bebemos acompañados por la presencia real de Jesucristo.  Pero, lo que quiero enfatizar ahora es la primera parte de las palabras que Jesús envió como mensaje por medio de sus discípulos a aquel dueño de la casa donde se llevó a cabo la mencionada cena.  Las palabras que revelan el primero MOTIVO HUMANO EVIDENTE que indican su amor por la humanidad, fueron: “El Maestro dice: Mi tiempo está cerca” (v. 18b).

   ¿Por qué habría dicho: “Mi tiempo está cerca”?  Jesús lo había estado diciendo desde unas semanas atrás, “… que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, …” (Mateo 16:21); que “… será entregado en manos de hombres, / y le matarán; …” (Mateo 17:22-23); y que “… será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; / y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; …” (Mateo 20:18-19).  Así que su indicación a aquel hombre con respecto de que su tiempo estaba cerca se refiere al hecho de que estaba cerca el tiempo de su muerte, y ciertamente fue aquella noche que se fraguó todos los pasos religiosos, civiles, políticos, de traición, de negación, y hasta de abandono todo en contra de Jesús porque aquella noche, arreció la maldad en contra de él.  Los habitantes de la ciudad de Jerusalén, capital del reino del pueblo de Dios, lugar en el que Dios desde los cielos ponía los pies sobre la tierra, allí se estaba llevando a cabo el colmo de la maldad humana, principalmente por gentes de su propio pueblo, pero también por extranjeros como los Herodes, como Poncio, y otros.  La maldad se hizo absolutamente evidente contra Jesús el Dios y hombre.  Nada diferente que cuando en los tiempos de Noé “vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. / Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón” (Génesis 6:5-6).  Por eso Jesús sabía que su tiempo estaba cerca, porque podía percibir la maldad que se fraguaría en su contra.

   ¡Qué hubiese hecho usted si en ese tiempo en vez de ser presbiteriano, o bautista, o romano, luterano, anglicano, pentecostés, nazareno, etc…, si usted hubiese sido fariseo, o saduceo!, o ¡Qué hubiese hecho usted si en vez de ser pastor o anciano o diácono de la iglesia, usted hubiese sido un levita, un sacerdote, o el mismo sumo sacerdote!  ¡Qué hubiese hecho usted si usted fuera el gobernador Poncio, o el rey Herodes, o el oficial del pretorio, o el centurión que comandó la crucifixión de Jesús!  ¿Cree usted que hubiese sido más piadoso que ellos?  No lo creo.  La maldad de por sí surge en el corazón humano producido por el poder del pecado al que Eva y Adán en representación nuestra le dieron entrada en nuestra naturaleza.  Si fuese mi caso, quizá pude haber sido un sacerdote o quizá el sumo sacerdote de aquel tiempo, y creo que mi corazón pudo haber sido de maldad contra Jesús.  Así que las palabras de Jesús enviadas a aquel hombre de Jerusalén eran una expresión del conocimiento anticipado que Jesús tenía con respecto a lo que la maldad humana le haría a él hasta llevarle a la muerte.  Por supuesto que Jesús pudo haber tomado una decisión diferente como ir a otra ciudad, como volver al cielo de donde provino, dejando a toda la humanidad en la condición eterna de maldad, pero no decidió nada de esto, sino con amor a la humanidad llena de maldad, se decidió enfrentar a la maldad humana, aunque ellos decidieran crucificarle.  Así que, por el hecho de saber que su muerte era segura, y no la evadió, sino que aceptó que era necesario que eso le ocurriese para bien de la humanidad, por eso lleno de amor no dijo que lo evadiría, y que, por cierto, Simón Pedro le invitó a escapar de ello; pero no, Jesús lleno de amor dijo: “Mi tiempo está cerca”, palabras que expresan amor a este mundo lleno de maldad, porque él iría a la muerte, para traer solución a nuestro problema de maldad que nos persigue en la vida.

 

   El segundo MOTIVO HUMANO EVIDENTE por el cual Jesús expresó palabras de amor para el mundo lleno de maldad, según la historia de la institución de la Cena del Señor, es:

II.- LA TRAICIÓN HUMANA.

   En el siguiente bloque de versículos, ahora en presencia de sus discípulos reunidos.  Quizá acaban de comenzar la cena, cuando repentinamente “mientras comían” (v. 21), Jesús hace un espeluznante anuncio diciendo a todos los discípulos: De cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar” (v. 22); y momentos después mientras todos se cuestionaban en sus conciencias y le preguntaban a Jesús: “¿Soy yo, Señor?”, Jesús agregó: “El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar” (v. 23).  Y entre la pregunta que todos le hacían a Jesús, le tocó el turno a Judas quien al momento de preguntarle a Jesús: “¿Soy yo, Maestro?”  la respuesta que recibió fue: “Tú lo has dicho” (v. 25).  La entrega de Jesús no fue hecha por gente como los sacerdotes fariseos, aunque ellos fueron los autores intelectuales de tal maldad contra Jesús; sino que todo fue silenciosamente ejecutado por un miembro del mismo grupo de sus doce discípulos.  El traidor estaba con él, era Judas.  Jesús lo supo desde antes.

   En este hombre se cumplen dos profecías.  Una dicha por el autor del Salmo 41 cuando dijo: “Aun el hombre de mi paz, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar” (Salmo 41:9); y siglos después el profeta Zacarías predijo dicha traición diciendo: “Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. / Y me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová al tesoro” (Zacarías 11:12-13).  No le era desconocido a Jesús que Judas ya le había vendido en 30 piezas de plata, por eso le confrontó en aquel momento, pero lamentablemente Judas no demostró arrepentimiento, sino que aun sabiéndose descubierto simplemente salió de la cena y se fue a encontrarse con quienes ejecutarían el arresto de Jesús.  Se percibe que Judas sabía con anticipación que después de la cena, Jesús y los demás discípulos irían a orar durante unas tres horas en el huerto: Getsemaní, hacia donde lleno de cinismo fue en busca de Jesús, y como si nada sucedería le dio un beso como señal para que los alguaciles identificaran quién era el hombre vendido a quien tendrían que arrestar en ese momento.  ¡Qué vergüenza! ¡Qué traición la de Judas a su Maestro, a nuestro Salvador!

   Esto tiene también para nosotros una enseñanza que nos declara el gran amor de Jesús. Alguien que es traicionado y que descubre la traición podría responder con venganza. Jesús, siendo nada menos que el Hijo de Dios, pero al mismo tiempo no menos que Dios sino igual a Dios, tenía todo el derecho divino de tomar venganza.  Dios había anunciado en diversas ocasiones: “Mía es la venganza” (Deuteronomio 32:35; cf. Romanos 12:19; Hebreos 10:30), por lo tanto Jesús tenía el poder de ejecutar venganza tanto contra Judas como contra todos aquellos que lo juzgarían aquella misma noche, pero Jesús no usó su derecho de venganza, aunque no quedó sin demostrarles a la compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos” (Juan 18:3) que él tenía el poder de impedir su prepotencia y fuerza con armas.  En el primer instante que dieron el primer paso más cercano para arrestarle, justo cuando Jesús les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra” (Juan 18:6). Jesús hizo que todos ellos cayeran a tierra, inmóviles para llevar a cabo el arresto, demostrándoles así Jesús que si es que lo arrestaban era solamente porque él lo permitía, y porque él se entregaba solito y voluntariamente.  Y a decir verdad, no solamente Judas fue el traidor, sino que también muchos sacerdotes fueron traidores, el sumo sacerdote Caifás fue también un traidor; Herodes y Poncio también fueron traidores, los alguaciles que le arrestaron fueron traidores; de cierta manera Pedro que andaba lejos siguiendo a Jesús como para que no se diera cuenta la gente que él era de los discípulos de él, también fue traidor en cada una de sus tres negaciones; e incluso todos los mismos discípulos fueron traidores al no permanecer junto a Jesús en el momento de su arresto sino que cada uno huyó hacia donde pudo.  De cierta manera, admiro a Pedro que se plantó delante de Jesús sacando su espada con la que cortó la oreja de uno que participó en la turba de arresto.  Pero, en este evento encontramos palabras de amor de Jesús a pesar de la traición que surge del corazón humano que obra con malicia.

   Judas supo que Jesús no le aborreció, sino que a pesar de su traición él le amaba.  Amarnos, es lo que Jesús también hace con nosotros los actuales seres humanos a pesar de que hagamos contra él algún tipo de traición contra sus palabras de amor.  Aunque Jesús también sabe que nosotros, y cómo nosotros le podemos fallar a manera de traición, él nos exhorta como cuando le dijo a Judas: “El que mete la mano conmigo en el plato, ése me va a entregar” (v. 23); lo primero que Jesús espera también de nosotros es arrepentimiento como solución para nuestra maldad, porque su corazón siempre está lleno de amor a pesar de los más viles actos como la traición a su causa redentora.  Le animo que usted analice sus acciones para determinar si usted no está traicionando a Jesús. Qué bueno que usted no resulte positivo en traición.

 

   El tercer MOTIVO HUMANO EVIDENTE por el cual Jesús expresó palabras de amor para el mundo lleno de maldad, según la historia de la institución de la Cena del Señor, es:

III.- LA NECESIDAD HUMANA.

   En los versículos 26 al 29, tenemos un bloque de palabras de Jesús que corresponden al lenguaje utilizado al momento de cenar la pascua judía con sus discípulos. Es el momento en el que Jesús instituye su Santa Cena usando elementos de la cena pascual, aunque San Mateo no incluye la instrucción propia de la institución cuando Jesús dice: “Haced esto en memora de mí” (Lucas 22:19), pues es San Lucas que nos indica propiamente la institución de la Santa Cena como sacramento.  San Mateo solamente se limita a indicar las palabras de Jesús al momento de darla a sus discípulos.  Por ejemplo, cuando entrega el pan, según Mateo, Jesús les dijo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo” (Mateo 26:26).  Y cuando les da la copa, les dice: “… Bebed de ella todos; / porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados” (Mateo 26:28-29).  Hay algunas palabras adicionales, pero con esto nos basta para observar el amor de Jesús en sus palabras que pronto se vuelven hechos más que palabras.  Especialmente, quiero enfatizar dos detalles de estas palabras de Jesús; ambos relacionados con la entrega de la copa.  Primero, mencionaré el segundo detalle; y después regresaré al primer detalle según su orden de aparición.

   Al explicar el primer detalle con respecto de la copa de la cual Jesús dice a sus discípulos que: “esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada”, añade luego que ello ocurre “para remisión de los pecados”.  Al describir que su verdadera sangre servirá para “remisión de pecados”, Jesús estaba anunciando, pero ya no como lo había hecho en otras ocasiones solamente con palabras, sino que ahora lo estaba ilustrando con símbolos y elementos visuales y sensibles de la cena de pascua, que su muerte ya muy cercana estaba relacionada con los pecados que asedian a la humanidad, pero de manera muy particular a los elegidos de Dios.  Así que, con el símbolo de la copa, acompañado de sus palabras, estaba indicando que el objetivo de su muerte será intervenir por el perdón de los pecados humanos, la gran NECESIDAD HUMANA de perdón de nuestros pecados.  Esto fue lo que motivó a Jesús a hablar con amor, y a morir por amor a nosotros que tanto necesitábamos su amor para la remisión de nuestros pecados.  Cuando Jesús habla de “remisión de pecados”, se refiere a que estos serían removidos de una persona para ser enviados al olvido, de tal manera que Dios mismo ya no nos mire con pecado, sino que nos mire perdonados y santos cuyos pecados ya no nos cuenta más para condenación.  Esto es lo que anunciamos cuando bebemos de la copa de la Santa Cena, que nos mantenemos en la aceptación de su obra remitidora de nuestros pecados.

   Ahora, el segundo detalle que quiero enfatizar en este punto es que, al dar la copa Jesús dijo: “Bebed de ella todos” (Mateo 26:28).  Dijo que quienes la deben beber son “TODOS”, pero sabemos que no es “todos” en el sentido de que una vida profana también la deba y necesite beber, sin que la persona y obra de Jesucristo lo haya apropiado a su vida.  Primero es necesario ser creyente y discípulo de Jesucristo, para estar en condición de verla.  “TODOS”, indica que “todos” los que son sus creyentes y discípulos no se deben privar del privilegio de beberla como sacramento, pero que también implica aceptar el compromiso de estar dispuesto como Jesús hasta la muerte si eso llega a ser también necesario para nuestra vida.  Pero, “todos”, significa también que no importa el trasfondo de la vida que uno haya tenido antes, no hay distinción social que se prefiera o alguna que esté vetada para beber de la copa de la sangre derramada.  Todos, indica que había lugar para aquel que había sido un publicano despreciado como Mateo; que había lugar para los que eran pescadores, eran varios de ellos; para el rico y para el pobre.  La remisión de pecados representada en el sacramento, y que Jesús ejecutó con su muerte en la cruz al día siguiente de la institución de su santa cena, es para todos aquellos elegidos de Dios el Padre por quienes Jesús dio su vida de manera eficaz para la remisión de los pecados.  Usted y yo debemos asegurarnos de que Jesús ha remitido nuestros pecados al perdón eterno de tal manera que no nos cuente para condenación.  Esto es un ofrecimiento divino que no aplica por categorías sociales, sino que se entrega sin consideración de categoría alguna; es para “todos” los que creen en Jesús.  Por eso esperamos que cada vez que celebremos la Cena del Señor, no nos rezaguemos nosotros mismos; y que, si nuestra conciencia nos acusa de estarle fallando a Jesús, debemos inmediatamente enmendar nuestra vida, y a la brevedad recibir tanto el pan o la copa, símbolos de la obra redentora y presencia de Jesucristo en nosotros.

 

   CONCLUSIÓN: Y para concluir, amados hermanos: Estamos en un mundo lleno de maldad, pero en la perspectiva divina, cada creyente en Jesucristo no pertenecemos a este mundo, sino que estamos aquí solamente por un breve tiempo de paso.  El apóstol Pablo en su epístola a los Filipenses explica con respecto a los que somos creyentes en Jesucristo, que: “… nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20).  Pero, mientras estamos aquí, estamos inmersos en la maldad del mundo.  Damos gracias a Dios que, por su amor por nosotros envió a su Jesucristo su Hijo Unigénito para amarnos a pesar de nuestra maldad humana, de nuestra traición humana, y de nuestra necesidad humana.  Valoremos la muerte de Jesús que recordamos en la institución del sacramento de su Santa Cena, pero también en el acto de su crucifixión que estaremos recordando en el siguiente mensaje.  ¡Que el amor de Jesús expresando en sus palabras y en sus hechos redentores, sea una realidad en la vida de cada uno de ustedes mis amados hermanos!  ¡Dios les bendiga con “su gran amor con que nos amó!” (Efesios 2:4).

diegoteh

diegoteh.org

El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *