PALABRAS DE SALVACIÓN PARA UN MUNDO LLENO DE PECADO

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PALABRAS DE SALVACIÓN PARA UN MUNDO LLENO DE PECADO.

LUCAS 23:33-43.
33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.
35 Y el pueblo estaba mirando; y aun los gobernantes se burlaban de él, diciendo: A otros salvó; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios.
36 Los soldados también le escarnecían, acercándose y presentándole vinagre,
37 y diciendo: Si tú eres el Rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Había también sobre él un título escrito con letras griegas, latinas y hebreas: ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS.
39 Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
40 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41 Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo.
42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.
JUAN 19:25-27.
25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena.
26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo.
27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
LUCAS 23:44-45.
44 Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
45 Y el sol se oscureció, y el velo del templo se rasgó por la mitad.
 
MARCOS 15:34-35.
34 Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
35 Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías.
 
JUAN 19:25-30.
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed.
29 Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca.
30 Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
LUCAS 23:46.
46 Entonces Jesús, clamando a gran voz, dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró.

 

  INTRODUCCIÓN:     Vivimos en un mundo lleno de pecado en el que no hay persona que no haya sido alcanzado e influenciado por ello desde el tiempo de Adán y Eva hasta el día de hoy.  El pecado ha alcanzado no solo afectar personas como primeramente afectó a Eva, y luego también a Adán; sin embargo, también ha afectado matrimonios como luego fue evidente también entre Adán y Eva; y luego también ha alcanzado y afectado a familias enteras como ocurrió con Adán, Eva, y sus hijos Caín y Abel. Y conforme la raza humana se ha ido multiplicando, han surgido miles de maneras de ser afectada por el poder y la presencia del pecado en nuestra naturaleza humana.  Pecado, según la definición de los Catecismos Menor y Mayor de Westminster, en respuesta la pregunta 14 y 24 correspondientemente, es: ‘la falta de conformidad con la ley de Dios o la transgresión de ella’; o sea, es no estar de acuerdo con Dios y en consecuencia actuar de manera contraria a lo establecido por Dios.  Por la existencia del pecado comenzado desde el inicio de la vida humana, no se puede esperar menos de los seres humanos mientras no queramos someternos a la voluntad de Dios.  Transgredimos la ley de Dios cuando a lo que Dios dice que no lo hagamos, lo hacemos sin preocuparnos en que por ello estamos no solamente desobedeciéndole sino al mismo tiempo ofendiéndole; y cuando a lo que Dios dice que lo hagamos, pues simple y sencillamente no lo hacemos, actuando de esta manera de forma irresponsable que nos cuenta como pecado.  Cuando Jesús nació y vivió en este mundo, él no encontró un mundo santo, ni siquiera en su propio pueblo, aunque en teoría su pueblo escogido era un pueblo santo. Sus sacerdotes en especial, deberían ser también gente santa, pero a juzgar por la actitud de los sacerdotes fariseos y saduceos de quienes leemos en los evangelios, no daban evidencia de la verdadera santidad que deberían vivir.  Lo que Jesús encontró en su propio pueblo escogido, fue un pueblo lleno de pecado.  Por eso desde el momento de la anunciación del nacimiento de Jesús, un ángel de Dios le dijo a José: llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21).  Pero, “su pueblo” en este contexto, no era solamente los israelitas, sino la totalidad de los escogidos de Dios de todos los tiempos y lugares del mundo, entre los cuáles estamos nosotros, y aquellos que han de creer en él, entre los cuales puede tratarse nada menos que de usted.  Y si así era el pueblo escogido de Dios, no era de esperarse menos pecado del resto del mundo, sino que por la naturaleza común, el mundo que no está en una relación espiritual con Dios es más entregada al pecado; y eso le llena de pecado, y por ello se encuentra en un sinfín de depravaciones sociales, morales familiares, y personales, además que también se encuentra bajo pena de condenación eterna.

    Es precisamente para este mundo lleno de pecado, mundo del cual somos parte, que Jesucristo el Hijo de Dios, tuvo y todavía tiene nada menos que palabras de salvación tanto para nuestras experiencias de la vida presente como también de la vida futura de la eternidad. Jesús no tiene y nunca tuvo la intención de condenar a nadie a una vida depravada fuera de todo lo que está establecido por Dios como lo que en la actualidad, sino que tuvo y todavía tiene el objetivo de abrirnos los ojos para que salgamos y no nos sigamos metiendo en vivir contrario a la voluntad de Dios.  Jesús quiere que experimentemos por medio de él, la salvación que anunció y que todavía tiene vigencia para la humanidad de nuestro tiempo.  Esta salvación tiene doble aplicación; no solamente salva de la condenación eterna, sino que tiene poder para salvar también del actual poder del pecado que daña nuestra vida personal, nuestra vida de familia, y que también busca dañar la vida social en general.  Jesús quiere eliminar el poder del pecado con el que hemos estado lidiando durante toda nuestra vida; pero, finalmente no solamente pretende salvarnos del poder actual del pecado, sino de la presencia del pecado para toda nuestra vida eterna.  Esto requiere que cada persona esté dispuesta para aceptar la dádiva de salvación que, con sus propias palabras, Jesús ofrece.  Estoy seguro de que hay personas que se han dado cuenta de su propia realidad de pecado y que, en su familia, con el esposo o la esposa, o con los hijos, están sufriendo las consecuencias de su propio pecado, pero no saben cómo salir de la degradante realidad que en este momento están viviendo.  Por eso que Jesús quiere darles a conocer, o darnos a conocer, cómo se puede salir de dicha condición espiritual.

   Durante su ministerio, Jesús anunció sus palabras de salvación de diferentes maneras.  Por ejemplo, se trata de palabras de salvación cuando dijo: no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mateo 9:13); cuando dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28); cuando dijo: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas” (Juan 12:46); y cuando dijo: “no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo” (Juan 12:47).  Pero, hay muchas más palabras de salvación que Jesús pronunció.   En esta predicación no voy a predicarles acerca de estas palabras que ya mencioné, sino tres de las siete palabras dichas por Jesús mientras se encontraba crucificado. Aclaro que las otras 4 palabras que no escogí incluir en este sermón, no los menosprecio, ni deshecho como si no tuviesen valor alguno.  Yo sé que ustedes aman esas otras 4 palabras, y yo también amo tales benditas palabras; pero, hoy solamente predicaré 3 de las 7.  Usaré la primera palabra de intercesión de Jesús por quienes habían planeado, dictaminado, y ahora ejecutando su crucifixión, por quienes oró diciendo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Usaré también la segunda palabra dirigida al ladrón arrepentido a quien Jesús le confirmó: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso (Lucas 23:43); y para concluir usaré la sexta palabra de informe de Jesús a su Padre celestial, y al mismo tiempo es una palabra de garantía para aquellos por quienes él estaba dando su vida, cuando dijo: “Consumado es” (Juan 19:30). A este conjunto de palabras, en este momento le estoy llamado PALABRAS DE SALVACIÓN PARA UN MUNDO LLENO DE PECADO.

   De manera específica, lo que en este momento les voy a predicar con este conjunto de PALABRAS DE SALVACIÓN, es que: Cada palabra pronunciada por Jesús desde la cruz del Calvario contiene VERDADES SALVADORAS CAPACITANTES para enfrentar el mundo lleno de pecado. / ¿Qué verdades salvadoras capacitantes contienen cada palabra pronunciada por Jesús desde la cruz del Calvario, para enfrentar el mundo lleno de pecado? / Me propongo compartirles en esta ocasión, tres VERDADES SALVADORAS CAPACITANTES contenidas en la primera, segunda, y sexta palabra pronunciadas por Jesús en la cruz del Calvario, que sirven para enfrentar el mundo lleno de pecado en el cual vivimos.

 

   La primera VERDAD SALVADORA CAPACITANTE que se encuentra contenida en la primera palabra de salvación pronunciada por Jesús desde la cruz del Calvario, para enfrentar este mundo lleno de pecado, es:

I.- QUE EL PERDÓN DE PECADOS QUE UNO NECESITA PARA COMENZAR UNA NUEVA VIDA, SE OBTIENE EN JESÚS.

   Justo en el momento que terminaban de colgar a Jesús en la cruz, seguramente en su mente estaba haciendo un recuento de cuánta maldad le habían hecho, por lo menos desde la noche anterior.  Judas le había vendido por una miserable, pero nada despreciable cantidad de 30 piezas de plata.  Anás y Caifás, representantes de la religión le habían juzgado.  Los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, le trajeron al concilio, en el que fue condenado por declararse el Cristo, y el Hijo de Dios (cf. Lucas 22:66ss).  Pilato le había juzgado, pero hallado no culpable de nada (Lucas 23:3-4).  Herodes con sus soldados le menospreció y escarneció, vistiéndole de una ropa espléndida; y volvió a enviarle a Pilato (Lucas 23:11ss).  En su segundo juicio ante Pilato fue hallado sin culpa, pero por prevalecer la exigencia de los sacerdotes, Pilato, dice San Licas que “entregó a Jesús a la voluntad de ellos” (Lucas 23:25b).  Luego, los soldados del pretorio desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, / y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! / Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza” (Mateo 27:28-30). Al terminar este suplicio de Jesús en el pretorio, los soldados le hicieron cargar la cruz donde le estarían crucificado, lo cual solamente cargó por un tramo seguramente no tan largo, porque providencialmente la cruz fue arrastrada por uno llamado Simón de Cirene, hasta el lugar donde se efectuó la crucifixión de Jesús.  Mientras Jesús recordaba todas estas cosas, y mientras “… los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, / 40y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. / 41De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: / 42A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. / 43Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere; porque ha dicho: Soy Hijo de Dios. / 44Lo mismo le injuriaban también los ladrones que estaban crucificados con él” (Mateo 27:39-44); Jesús elevó una oración a su Padre celestial diciéndole: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

  No sabían lo que hacían en el sentido de que no sabían que aquella extraordinaria muerte, realmente estaba bajo el control no de sus pecaminosas voluntades y leyes romanas, sino de Dios mismo como los primeros creyentes lo entendieron y le dijeron a Dios: “Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, / para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera” (Hechos 4:27-28).  La muerte de Jesús era nada menos que un acto divino ejecutado contra su propio Hijo para cobrarle a él la culpa de los seres humanos, especialmente por sus elegidos a quienes Él se propuso salvar.  Dios estaba utilizando como instrumento de su ira, la maldad de aquellos semejantes nuestros, sin que Dios los utilizara como títeres, sino que cada uno era totalmente responsable de actuar bajo su propia voluntad, contándole a cada uno como pecado.  Ellos, incluso sabían que estaban actuando mal, ni siquiera conforme al derecho romano, y tampoco conforme al derecho canónico judío, sino por su propia y pecaminosa voluntad.  En este grado de impiedad que pesaba sobre cada uno de ellos, su culpa no era liviana sino verdaderamente pesada, meritoria de condenación eterna; si tomar en cuenta que de por sí por ser descendientes de Adán y Eva ya de por sí, por ello eran pecadores reos de condenación; y sin tomar en cuenta también toda la gran cantidad de pecados cometidos en todos los momentos de sus vidas.

   Jesús, tal como sentía compasión por toda la gente (cf. Mateo 9:36), sintió compasión también por ellos, y pidió a su Padre celestial que les concediera la gracia de ser perdonados. Jesús, de por sí tenía el poder para perdonar pecados (Mateo 9:1-6), pero en su muerte como acto redentor, se convierte en intercesor para obtener de Dios el perdón de los pecados de todos aquellos que habían sido sus verdugos; pero, obviamente solamente recibirían aquel perdón, solamente aquellas personas que reconocieran que estaban mal delante de Dios.  Tan pronto como Jesús muriera en la cruz, y se desatara una serie de milagros portentosos, la oración de Jesús comenzó a surtir efecto. “El centurión romano y los que estaban con él guardando a Jesús”, reconocieron públicamente que Jesús: “Verdaderamente este era Hijo de Dios” que “Verdaderamente este hombre era justo” (Mateo 27:54: Marcos 15:39; Lucas 23:47). Aquellos que reconocieron su culpabilidad, y se arrepintieron de ello, sin duda que recibieron el correspondiente perdón que Jesús imploró para ellos.  Poco tiempo después de la muerte, resurrección, y ascensión de Jesús, cuando crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén”; (nos informa san Lucas que) “también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe” (Hechos 6:7).  Quizá no exactamente los mismos sacerdotes que fueron aguerridos opositores de Jesús, sin embargo, aquellos que pudieron seguir unidos contra Jesús, no lo hicieron, sino que ahora estaban obedeciendo a la fe.  Jesús había obtenido el perdón de pecados también para todos ellos, y ahora ellos lo estaban aceptando para sus vidas.  Debió ser una verdadera convicción la de estas personas, porque ellos siendo verdaderos y legítimos sacerdotes, bien podían optar si así lo hubiesen querido, de recurrir al ofrecimiento de sacrificios para intentar obtener el perdón de sus pecados, y auxiliados por la ministración de un sacerdote compañero suyo les hubiese declarado que efectivamente estaban perdonados, pero no hicieron esto, sino que obedecieron a la fe en Jesús, porque se dieron cuenta que en la persona, palabras, y muerte de Jesús, se encuentra el perdón de los pecados personales.

   Hoy, cómo va usted a enfrentar este mundo lleno de pecado, cuyo pecado ha estado presente en la vida de usted, y que probablemente desde el interior de su propia familia ha sido víctima, o quizá la parte culpable de infligir algún daño a quienes le rodean o rodeaban de entre sus seres queridos.  Hoy, usted está herido(a) por todo esto, originado por el pecado que domina la vida humana cuando esta no está sometida a Dios.  Hoy, usted puede recurrir a Jesús, y pedirle perdón por los pecados que pesan sobre usted también.  La oración de Jesús que desde la cruz dijo: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34), fue hecha también por usted; y el perdón obtenido por Jesús no solamente por su oración sino por su muerte redentora, pueden perdonarle a usted también.  Comience usted hoy, pidiéndole perdón a Dios en el nombre de Jesús por todo pecado que usted haya cometido, para que así su vida esté capacitada para enfrentar este mundo lleno de pecado.

 

   La segunda VERDAD SALVADORA CAPACITANTE que se encuentra contenida en la segunda palabra de salvación pronunciada por Jesús desde la cruz del Calvario, para enfrentar este mundo lleno de pecado, es:

II.- QUE LA SALVACIÓN QUE UNO PUEDE ENCONTRAR SOLO EN JESÚS, REQUIERE DE UN PREVIO ARREPENTIMIENTO.

   Cuando usted tenga oportunidad de hacerlo, pero ojalá que sea lo más pronto posible, lea en la Biblia por lo menos Éxodo 20 (el capítulo de le entrega de los Diez Mandamientos), y sea honesto en responderse a sí mismo si usted no hace todo lo que Dios allí prohíbe; y sea honesto también en responderse a sí mismo si usted no ha dejado de hacer lo que Dios allí ordena hacer.  Solamente una persona deshonesta consigo mismo, con sus semejantes, y con Dios, va a concluir en que nunca le ha fallado a Dios en estas cosas, tal como un joven rico que un día se acercó a Jesús y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? / 17El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. / 18Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. / 19Honra a tu padre y a tu madre; y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. / 20El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?” (Mateo 19:16-20; cf. Marcos 10:17b-21; Lucas 18:18-21).  Pero, el apóstol Santiago nos aclara con respecto a esta ley de Dios que, “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; / pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. / Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:8-10).  Muy pronto aquel joven rico se percató que su vida de amor hacia el prójimo era su punto débil, y quedó evidenciado de que en realidad era un pecador que estaba viviendo en transgresión de la ley.  Además, tenemos que saber o recordar que la palabra de Dios nos recuerda desde el tiempo que fueron escritos los salmos 14, y 53 que: No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (cf. Salmo 14:1, 3; 53:1,3).  El rey y sabio Salomón también descubrió esta verdad y escribió su conclusión diciendo: Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” (Eclesiastés 7:20).  Bajo este estándar bíblico, todos somos pecadores de estar inconformes con la ley de Dios, porque de una u otra manera, transgredimos su ley.  De nada sirve también que alguien diga que no está inconforme con la ley de Dios, afirmando que está de acuerdo con dicha ley divina, si en la práctica uno es hallado culpable de fallar hasta con solamente una desobediencia.  Cualquiera que sea nuestro caso, específicamente el caso de usted, usted necesita arrepentimiento de sus pecados, y solamente así Jesús le regalará su salvación que ofrece en sus palabras.

   En el contexto de la segunda palabra de Jesús, está la historia de dos ladrones que fueron crucificados uno a cada lado de Jesús.  Estaban a punto de morir.  Lo que debería preocuparles era la salvación de sus almas antes que sus cuerpos, pero en aquel momento uno de ellos solamente le estaba preocupando su cuerpo colgado en la cruz, y no estaba preocupado por su alma ni dónde pasaría su vida en la eternidad.  San Lucas dice acerca de aquel que: “Uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros” (Lucas 23:39).  San Lucas, relatando la reacción que tuvo el otro contra su compañero de delincuencia, dice de él: “… el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación? / Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo” (Lucas 23:40-41).  Este segundo ladrón, se declaró arrepentido de haberse inclinado al pecado y maldad de robarle al prójimo, y aceptó delante de su compañero que: “recibimos lo que merecieron nuestros hechos”.  En ese tenor de sus pensamientos, se dirige a Jesús diciéndole: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42).  Se nota que se había enterado de lo que Jesús predicaba, o quizá en algún momento de su vida le haya escuchado predicar sobre su reino.  Parece ser que no había entendido muy bien qué era y dónde estaba y estaría el reino de Jesús.  Es por eso que su petición fue de acuerdo a lo que limitadamente él había entendido.  Pero, lo que aquí cuenta es que recurrió a la persona correcta, a Jesús, a quien le hizo semejante pero válida petición que tiene que ver con la vida futura.  Y la respuesta que recibió fue nada menos que: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).  La gloriosa eternidad es descrita por Jesús como paraíso, expresión que resalta lo bello que debe ser semejante lugar celestial.

   Pero, lo que finalmente quiero recalcar es que, uno no tuvo la bendición de escuchar para su favor semejante y bendita afirmación, obviamente, porque no hubo nadita de arrepentimiento en él.  Sin embargo, el otro que demostró y sinceramente expresó su arrepentimiento, le fue asegurado por Jesús mismo, no que sería librado de la muerte bajándole milagrosamente de la cruz, sino que desde ese mismo día, por el arrepentimiento que había en él, estaría gozando no solamente “el paraíso”, sino algo mejor que “el paraíso”, pues finalmente el cielo mismo es solamente una parte más dentro de todo aquello que es creado por Dios.  Pero, lo que Jesús le afirmó a aquel hombre arrepentido fue que: “estarás conmigo”, o sea, que desde ese mismo día estaría gozando nada menos que la presencia divina, que es más valioso que todo el vasto e inmenso cielo.  El primer ladrón, sin duda que se fue al destino eterno que corresponde a los que no se arrepienten, al lugar que se llama infierno.  Pero, el segundo ladrón, un hombre verdaderamente arrepentido, fue salvado del seguro infierno que le esperaba, al no haber desaprovechado los últimos minutos de su vida para arrepentirse y encontrar en Jesús su salvación eterna.

   Pero, para personas como usted que se arrepienten y que no están al borde de la muerte como aquel hombre, sino que tienen la oportunidad de seguir viviendo, igualmente reciben perdón, y también les es garantizado que tendrán como destino eterno, el paraíso de Dios.  Con el perdón de Dios, y con la garantía de salvación, somos transformados y capacitados para enfrentar este mundo lleno de pecado, para no seguir viviendo entregados voluntaria y deliberadamente al pecado, como lo fuimos antes de saber acerca de este bendito evangelio del reino de Dios que un día escuchamos que existe. No lo olvide usted, se necesita primero de arrepentimiento de estar pecando deliberadamente.

 

   La tercera VERDAD SALVADORA CAPACITANTE que se encuentra contenida en la sexta palabra de salvación pronunciada por Jesús desde la cruz del Calvario, para enfrentar este mundo lleno de pecado, es:

III.- QUE EL COSTO DE LA SALVACIÓN ETERNA QUE UNO RECIBE, HA SIDO PAGADO TOTALMENTE POR JESÚS.

   La sexta palabra pronunciada por Jesús en la cruz, fue: “Consumado es” (Juan 19:30).  En la traducción que usamos para nuestras lecturas públicas, se usa dos palabras: “Consumado es”; pero en realidad, Jesús pronunció una sola palabra en idioma griego, y que fue la palabra: “Tetelestai”.  La TLA, la PDT y la NTV traducen esta palabra griega como: Todo está cumplido”, y la NVI no hace mucha diferencia, pues similarmente dice: “Todo se ha cumplido”.  El famoso predicador Charles Spurgeon solía decir que se escribe con un poco de tinta, pero su significado es tanto como un océano.  Describe en una sola palabra el grande y completo trabajo redentor llevado a cabo por Jesucristo para un mundo inmensamente lleno de pecado.

   Esta palabra desconocida en nuestro vocabulario por tratarse de una palabra de otro idioma, era una palabra que tenía un uso común para declarar que una deuda había sido pagada, como cuando alguna vez uste había pedido fiado en la tienda de la esquina donde usted es conocido, y el tendero apunta el nombre de usted, así como el importe de lo que usted adeuda, pero que cuando usted va y paga su adeudo, el tendero toma un pluma y escribe la palabra PAGADO sobre la cuenta de usted; se usaba también para indicar que un trabajo había sido completado, como cuando terminamos un trabajo y decimos: ¡LISTO!  Igualmente, es como cuando en algunos establecimientos usted hace su compra, el que le atiende le entrega a usted una nota, luego usted pasa a la caja, y que, al momento de pagar, el cajero(a) le pone un sello que dice: PAGADO. Para estos usos, en griego, simplemente se decía: TETELESTAI.  También, en tiempos de la influencia helenista o griega, y todavía vigente en los tiempos de Jesús, en el templo de Jerusalén, luego que el sumo sacerdote inspeccionaba si los animales que se llevaban para el sacrificio cumplían con la norma requerida por Dios, este ministro para dar su aprobación decía: TETELESTAI, como diciendo: APROBADO.   Cuando Jesús pronuncia esta palabra, lo que estaba diciendo era algo así como: LISTO, PADRE CELESTIAL, YA CUMPLÍ LA MISIÓN QUE ME ENCOMENDASTE; pero, también estaba indicando que el pago por la culpabilidad de pecado que pesa sobre el ser humano estaba todo TOTALMENTE PAGADO.  A partir del momento que Jesús pronunció: “Consumado es”, nadie tiene que preocuparse en cómo pagar su culpa ante Dios.  Nadie tiene que preocuparse en cómo conseguir su salvación en Dios.  Uno, ni siquiera tiene qué completar lo que Jesús hizo, pues si alguien intenta completar con algún esfuerzo propio la obtención de su salvación, entonces, uno estaría negando que el sacrificio de Jesús haya sido completo y eficaz, uno estaría diciendo que Jesús no hizo ni suficiente ni completa su labor redentora.  Pero, no es así.

   Usted no tiene qué completar la obra de Cristo para que usted reciba la salvación eterna conseguida y ofrecida por Jesucristo, sino solamente tiene que creer, es decir, ejercer la fe en la persona y obra de Jesús.  El apóstol Pablo en su epístola a los Efesios, explica este asunto diciendo: Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; / no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).  Solamente se refiere fe, y no obras para ganar la gracia o el don de Dios, porque Jesús afirmó que: TETELESTAI, “Consumado es”, o que todo está cumplido, listo, pagado, o aprobado.  Por eso decimos que la salvación es por gracia, porque no tenemos que hacer algo nosotros, sino que todo lo que era necesario hacer, fue hecho por Jesús.

   Estimado oyente, ¿Cómo piensa enfrentar este mundo lleno de pecado, que está luchando fuertemente contra usted para intentar abatirle, que está luchando contra su matrimonio, contra sus hijos, contra su familia, queriendo arrastrarle para vivir alejado de Dios? Lo que usted necesita está disponible en Jesús de manera gratuita, de manera suficiente, de manera completa, de manera abundante.  Él le puede capacitar para enfrentar este mundo lleno de pecado, pudiéndolo usted salir de la adicción o malos hábitos que están actualmente teniendo el control de la vida de usted.  Jesús les puede capacitar como matrimonio para evitar la ruptura que se ha estado haciendo evidente ante todos desde un tiempo para acá.  Jesús le puede capacitar para no seguir los movimientos sociales que están en contra del diseño de Dios y en contra de su voluntad.  SI usted no ha tenido el valor de obedecer a Dios y se ha estado dejando arrastrar por las ideologías modernas, y eso está destruyendo su vida o la de su familia, Jesús le puede capacitar para superar esa debilidad y falta de valor que usted ha estado teniendo.  Jesús tiene todo el poder para hacer su obra completa en usted.  Solamente crea usted en él. Él hizo gratuito y sencillo la manera de cómo ser salvado por él mismo.

 

   CONCLUSIÓN: Concluyo recordándole que: Cada palabra pronunciada por Jesús desde la cruz del Calvario contiene VERDADES SALVADORAS CAPACITANTES para que podamos enfrentar este mundo lleno de pecado que quiere influenciarnos para pecar abierta y deliberadamente contra Jesús; pero su propósito en sus palabras es librarnos precisamente, primero del poder del pecado, pero poco a poco también de la presencia del pecado en nuestra vida.  Y recuerde usted siempre, 1.- que el perdón de pecados que uno necesita para comenzar una nueva vida se obtiene en Jesús; 2.- que la salvación que uno puede encontrar solo en Jesús, requiere de un previo arrepentimiento; y 3.- que el costo de la salvación eterna que uno recibe, ha sido pagado totalmente por Jesús.   Qué Dios bendiga nuestras vidas con sus palabras de salvación.

τετελεστάι

diegoteh

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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