PALABRAS DE FORTALEZA EN MEDIO DE LA CONSTERNACIÓN

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PALABRAS DE FORTALEZA EN MEDIO DE LA CONSTERNACIÓN.

 

MATEO 16:15-22
15 El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
16 Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.(H)
17 Entonces le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
18 Y yo también te digo, que tú eres Pedro,[a] y sobre esta roca[b] edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella.
19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.(I)
20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo.
21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.
MATEO 17:22-23
22 Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres,
23 y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.
MATEO 20:17-19
17 Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo:
18 He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte;
19 y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará.
 
MATEO 27:57-61
57 Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús.
58 Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo.
59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia,
60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue.
61 Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

 

   INTRODUCCIÓN: Todos nos hemos sentido consternados en algún momento o muchos momentos de la vida, ¿no es así?  Son momentos en los que uno necesita ser fuerte para enfrentar dichos momentos. Pero, de dónde saca uno fuerzas cuando la consternación ha invadido el sentimiento humano. Uno se decae ante tales situaciones. “Consternación” es el sentimiento de dolor, pena, abatimiento o desconsuelo que sufre una persona, al experimentar o ser testigo de una situación o noticia de algo que no se puede comprender inmediatamente cómo es que está ocurriendo o ha ocurrido a uno mismo o a otros.   En el caso que hoy voy a compartirles se encuentran involucrados diversos personajes o grupos de personajes, que también sintieron consternación cuando escucharon a Jesús decir, a veces de manera alegórica, pero en otras ocasiones de manera literal, de que se aproximaba la ocasión de su muerte que sería inevitable; y cuando llegó el momento de ocurrirle lo que él mismo había anunciado, la consternación fue mucho más intensa que cuando solamente era un anuncio anticipado.

   Si alguien nos dijera que se encuentra en una condición cercana a la muerte, igualmente quizá reaccionaríamos pensando o diciendo: “Pero ¡cómo!”; y lo que naturalmente uno comenzaría a sentir es una impotencia de no poder hacer algo favorable al respecto, y el saber o darnos cuenta de que humanamente quizá no hay alguien que pueda hacer algo a fin de evitar tal situación, aumenta aún más la impotencia de nuestro sentimiento.  En esto hay consternación.  Y si tal persona muere, solemos no entender porque ocurrió tal deceso, si era una persona buena, si todavía era muy joven o pequeño, y no hallamos respuesta aceptable en nuestro acervo de conocimiento personal, a menos que uno conozca la verdad de que todo lo malo que ocurre en esta vida es consecuencia de la presencia del pecado que el ser humano representados desde las personas de Eva y Adán dimos entrada a la vida humana.  Sin embargo, aun con tal conocimiento acertado y verdadero, uno puede quedar consternado.

   Pero, lo que hoy me propongo compartirles en forma de homilía, una forma de exposición de las verdades cristianas es que: JESÚS SIEMPRE FORTALECE A SUS DISCÍPULOS CUANDO ENFRENTAMOS MOMENTOS DE CONSTERNACIÓN.  Seguimos como en los días anteriores, abordando los temas de nuestra serie: PALABRAS DE JESÚS PARA EL MUNDO DE HOY, y en este momento, usando diversos textos bíblicos con respecto a los diversos anuncios que Jesús hizo acerca de su inevitable e inminente muerte, el título de la presente homilía será: PALABRAS DE FORTALEZA EN MEDIO DE LA CONSTERNACIÓN.

 

I.- MATEO 16:15-22.

   En Mateo 16, se nos relata que cierto día que Jesús se encontraba en una ciudad de Palestina, llamada Cesarea de Filipo (en una región de la provincia de Iturea; región también conocida antes como el Golán; al pie del lado suroeste del Monte Hermón).  Esta pequeña ciudad se encontraba a 25 millas o 40 kilómetros al norte del Mar de Galilea. Allí tuvo lugar durante un tiempo de oración de Jesús y sus discípulos (cf. Lucas 9:18), aquella célebre conversación con ellos cuando les preguntó: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?” (Mateo 16:13); y “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mateo 16:15).  La mejor respuesta fue expresada por su discípulo Pedro quien le respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16b).  Este descubrimiento de Pedro, llevó a Jesús a explicarles algunas cosas con respecto a la supervivencia de la iglesia que Jesús estaba edificando, acerca de una comisión especial que le asignaba a Pedro; y a partir de aquella ocasión que ya todos los discípulos de Jesús estaban de acuerdo de que él verdaderamente es el Cristo, dice Mateo que: “Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día” (Mateo 16:21).  Observamos la consternación que este anuncio causó entre los apóstoles, al relatar Mateo que: “Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mateo 16:22).  A pesar del sentimiento consternado de los discípulos, la muerte de Jesús era necesario en el plan divino que ocurriese para la salvación de los escogidos de Dios.

 

II.- MATEO 17:22-23.

   Poco más de una semana (después de por lo menos 6 a 8 días, cf. Mateo 17:1,22; Lucas 9:28, 37, 43), habiendo descendido de Cesarea de Filipo, a territorio de la provincia de Galilea, el relato bíblico según San Mateo dice que ahora: “Estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, / y le matarán; mas al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera” (Mateo 17:22-23).  En el subtítulo que se encuentran en las biblias, arriba del versículo 22 de Mateo 17, se indica que: Jesús anuncia otra vez su muerte.  Esto quiere decir que Jesús ya estaba insistiendo en informar por lo menos a sus discípulos, acerca de la inminente realidad y propósito divino que él tenía que cumplir como parte de su misión, porque verdaderamente él es el Cristo, el Mesías.  Pero, la reacción que sus discípulos tuvieron en esta ocasión, nos lo comparte Mateo al final del versículo 23 donde se lee: “Y ellos se entristecieron en gran manera” (Mateo 17:23b).  Esta es la consternación con la que también nos podemos identificar en diversos momentos de nuestra vida, cuando enfrentamos situaciones que no esperábamos ver que ocurra, y que no estábamos listos para que ello sea parte de nuestra experiencia.

 

III.- MATEO 20:17-19.

   En el transcurso de no más de una semana después, ahora encontramos a Jesús ya habiendo atravesado hacia el sur toda la provincia de Galilea, toda la provincia de Samaria al sur de Galilea, y lo vemos ya en territorio de la provincia de Judea (cf. Mateo 19:1).  San Mateo nos indica ahora que Jesús se encuentra platicando con el joven rico (cf. Mateo 19:16-30) que San Lucas ubica cuando Jesús estaba a un poco más de 25 kilómetros de llegar a Jerusalén, y antes de llegar a Jericó donde encontró a Bartimeo y a otro ciego a quienes él sanó (cf. Lucas 18:18-30).  San Lucas ubica que aun antes de llegar Jesús a la entrada de Jericó, justo después de su conversación con aquel joven rico, leemos sobre el versículo 31 de Lucas 18 que: Nuevamente Jesús anuncia su muerte, y que según Mateo antes de ser abordado por la mamá de Juan y Jacobo, a hacer una petición fuera de lugar a favor de estos dos hijos suyos, hijos de Zebedeo que andaban con Jesús como sus discípulos.  En este contexto, quizá a solamente un par de días antes de llegar a Jerusalén en aquella célebre entrada triunfal que hizo sobre un pollino, Mateo relata que: “Subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo: / He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; / y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará” (Mateo 20:17-19; cf. Lucas 18:31-34).  San Lucas añade algo más que Mateo no menciona, y describe la consternación de los discípulos en aquel momento, explicando: “Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía” (Lucas 18:34).  Mis amados hermanos, prácticamente esto también ocurre a mucha gente en la actualidad que no comprenden ni entienden el porqué de la muerte de Jesús.  Ojalá que usted tenga la bendita gracia divina de comprender lo necesario al respecto.

 

   Permítanme compartirles dos explicaciones, primero acerca de la muerte de Jesús, y luego acerca de su resurrección.

   La primera explicación es esta: Es con respecto de su muerte.

EXPLICACIÓN 1:

   La muerte de Jesús no correspondió al propósito ordinario por el cual todos morimos o moriremos, sino que correspondió a un propósito extraordinario que con poder divino, estaba enfrentando la culpabilidad de todos aquellos a quienes Dios el Padre se había propuesto salvar para no recibir la pena eterna de la culpa que merecemos por nuestra naturaleza de pecadores.  Es por eso que su muerte no sería definitiva, sino que con el mismo poder de su naturaleza divina unida a su naturaleza humana es también resucitado para nunca más morir otra vez.  Pero esta resurrección de Jesús significaría que, habiendo Jesús vencido de esta manera a la muerte, PRIMERO, que nuestros pecados quedan totalmente pagados ante Dios, y quedamos sin deuda pendiente para pagarle, sino solamente se espera que creamos que Jesús realmente hizo esto por nosotros.  SEGUNDO, que, por aquella obra de Jesús, y por la decisión de creer que él hizo esto por nosotros, nuestra muerte, ya no podrá ser eterna, de tal manera que Jesús hará que un día establecido en el calendario divino, seremos nuevamente regresados a la vida completa en cuerpo y alma.  Así lo explicó Jesús cuando camino a Jerusalén, se encontró con Marta la hermana de Lázaro camino a los sepulcros de Betania a quien le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. / Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto? (Juan 11:25-26).  Esto es lo que Jesús predicaba y sigue pidiendo el día de hoy, que uno crea que en él está el poder de la vida, que no precisamente consiguió por su muerte, sino que por naturaleza divina el poder de la vida siempre había residido en él.  Su muerte fue únicamente para pagar la culpa de nuestros pecados, y para impedir que nuestra muerte sea eterna, sino solamente temporal, entre tanto que llegue el día glorioso de la resurrección de todos aquellos que creemos en él.

 

   La segunda explicación es esta: Tiene que ver con su resurrección.

EXPLICACIÓN 2:

   Un elemento que no podemos pasar desapercibido en este momento es que en cada una de las tres ocasiones de las últimas dos a tres semanas que Jesús anunció la inminente muerte que le esperaba, no omitió enfatizar desde la primera ocasión en Cesarea de Filipo, cuando hablando de sí mismo, tras lo necesario de su muerte, dijo que también iba a: “resucitar al tercer día” (cf. últimas palabras de Mateo 16:21).  Y en la segunda ocasión en Galilea, identificándose como El Hijo del Hombre, dijo también que: le matarán; mas al tercer día resucitará” (Mateo 17:23a, primeras mitad de este versículo). Y en la tercera ocasión, camino a Jericó, identificándose siempre como el Hijo del Hombre, dijo que: “será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; / y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; (pero también dijo al final de este anuncio): mas al tercer día resucitará” (Mateo 20:18b-19).  Esto nos hace descubrir que para enfrentar los momentos de consternación que les tocó, Jesús anunció con estas palabras, PRIMERO, que la esperanza de su resurrección debería fortalecerles en medio de la consternación surgía de sus débiles sentimientos; y SEGUNDO, que cuando real y verdaderamente haya resucitado, la realidad de su resurrección debe ser para todos los que seamos sus creyentes y discípulos, la fortaleza para cualquier tipo de consternación que nos venga a la vida.  Hoy, y ahora, no estamos esperando que Jesús resucite, porque él resucitó desde hace como 1988 años.  Hoy él no está en el Seol como los hebreos llamaban a la tumba, él no está en el Hades como los griegos llamaban a la tumba, él no está en los infiernos como también significa Seol y Hades en las Escrituras; él está vivo, él es la resurrección y la vida, la fortaleza de nuestros momentos sensibles de todas las debilidades que sentimos en la vida. Nuestras consternaciones hallan solución en Jesucristo el que vive para siempre.

 

IV.- MATEO 27:57-61.

   Y finalmente, Jesús estuvo durante una semana de domingo a domingo en Jerusalén donde llevó a cabo su ministerio de pasión en el transcurso de una semana que hemos estado conmemorando durante también una semana que concluye mañana, desde el día de su entrada triunfal en Jerusalén, hasta el día de su resurrección.  Ahora quiero traer a mención la narración de San Mateo acerca de lo que ocurrió allí en Jerusalén, a unas tres horas después, hasta 3 días después de la muerte de Jesús.  Dice Mateo que: “Cuando llegó la noche, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. / Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo. / Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia, / y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue. / Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro” (Mateo 27:57-61). ¿Qué hacían estas dos mujeres discípulas e Jesús “sentadas delante del sepulcro”?  ¿Estaban esperando ver que Jesús resucitara inmediatamente y que sean las primeras en verle salir vivito?  No.  Se estaban lamentando no haber podido preparar las especias con las que debieron haber ungido su cuerpo, pero ya no lo podían hacer porque a las 6 de la tarde, comenzaba en el sistema de horario de ellos, el nuevo día.  Así que de repente ya era sábado, el día semanal y sagrado de reposo, y no se permitía realizar en él ningún trabajo en obediencia al cuarto mandamiento de Dios.  Eso las debería tener apesadumbradas y tristes por compasión a Jesús ya muerto y sepultado.  San Marcos nos comparte que: “pasó el día de reposo (es decir, la noche con la que comenzaba el domingo, primer día de la semana; no amaneciendo el domingo), María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. / Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. / Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?” (Marcos 16:1-3).  Pero, observemos ahora, ¿cuál fue la reacción de ellas al enterarse por medio de un ángel que Jesús había resucitado?  Mateo nos explica que: “Entonces ellas, saliendo del sepulcro con temor y gran gozo, fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos. Y mientras iban a dar las nuevas a los discípulos, / he aquí, Jesús les salió al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron” (Mateo 28:8-9).  Lo que observamos aquí es que su consternación se cambió en gozo, su consternación se cambió en presteza para ir a dar la noticia a los demás discípulos, su consternación se cambió en adoración.  En otras palabras, la noticia de que Cristo vive es fortaleza para el corazón humano, tanto de hombres como de mujeres.

 

   CONCLUSIÓN:  Amada audiencia, no hay mayor noticia después de la muerte de Jesucristo con el cual él paga nuestra deuda de culpabilidad de pecado a Dios, que la resurrección de él mismo.  Su resurrección y los beneficios que ello conlleva para los que somos sus creyentes y discípulos, nos fortalece para enfrentar todo tipo de adversidades que nos vienen en la vida.  Y nuestra respuesta debe ser también de adoración a Jesús, al Padre, y al Espíritu Santo, porque por la vida de Jesucristo en nosotros, somos hechos fuertes en medio de nuestras debilidades.  Así que hermanos, como dijera el profeta Joel: “diga el débil: Fuerte soy” (Joel 3:10b).  ¿Amén?  Que la fortaleza de las palabras de Jesús, desaparezcan nuestros momentos de consternación durante toda nuestra vida.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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