PALABRAS DE VIDA PARA UN MUNDO DESHECHO POR LA MUERTE

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PALABRAS DE VIDA PARA UN MUNDO DESHECHO POR LA MUERTE.

MATEO 28:1-15.

 

  INTRODUCCIÓN:  El domingo pasado, mientras preparaba esta predicación consulté la estadística de muertes por Covid-19 aquí en nuestro país, aquí en México, y encontré la alarmante cifra de 201,429 víctimas, de un total de 2,224,904 casos confirmados; y a nivel mundial encontré que la cifra ha alcanzado la cantidad de 2,778,310 muertes, de un total de 126,751,929[1] casos.  Hoy una semana después, la cifra ha crecido en miles por día.  Y es que en estas cifras no se incluyen los que han muerto por otras causas en este mismo período por diabetes, por influenza, por cáncer, etc… Solamente en el 2020, según informó la OMS el pasado martes 2 de febrero (hace casi dos meses), que solamente el cáncer alcanzó a 19,3 millones de personas y se cobró diez millones de vidas en el mundo, convirtiéndose en la segunda causa de muerte[2].  ¿Puede usted calcular cuántas personas o familias han sufrido o están sufriendo en estos momentos la muerte de un ser querido?  Estoy seguro de que se cuentan también por millones, quizá de 2 a 4 personas por cada fallecido.  Quizá alguno de ustedes que ahora me está escuchando, se cuenta en estas cifras de tan indeseable y dolorosa experiencia.  Por eso quiero describir que estamos viviendo en UN MUNDO DESHECHO POR LA MUERTE.  Pero, no dejaré vuestras mentes en una estadística o pensamiento fatalista, sino que me propongo compartirles en este momento, las mejores palabras que podamos escuchar, que también estaré llamando en esta predicación como: PALABRAS DE VIDA.  Así que bien puede titularse esta predicación como: PALABRAS DE VIDA PARA UN MUNDO DESHECHO POR LA MUERTE. Estas palabras son las que hoy queremos exponer como parte de la serie de predicaciones, titulada: PALABRAS DE JESÚS PARA EL MUNDO DE HOY.

   De manera específica, basado en nuestro texto de Mateo 28 con respecto a la resurrección de Jesús mismo; y en otros textos evangélicos que no tuvimos la oportunidad de leer antes de iniciar mi exposición, pero que creo no son historias desconocidas para ustedes; lo que ahora me propongo predicarles es lo siguiente, que: Las palabras de vida de Jesús indican con evidencias contundentes que los seres humanos estamos destinados para resucitar a pesar de la fuerte realidad de la muerte. / ¿Cuáles son las evidencias contundentes que las palabras de Jesús indican que los seres humanos estamos destinados para resucitar a pesar de la fuerte realidad de la muerte?  / Permítanme compartirles en este momento, algunas de las evidencias contundentes de las que me estoy refiriendo.

 

   La primera evidencia contundente de que las palabras de vida de Jesús indican que los seres humanos estamos destinados para resucitar a pesar de la fuerte realidad de la muerte, es:

I.- QUE JESÚS HABLÓ A PERSONAS MUERTAS, Y RESUCITARON.

   No son muchos los casos, pero nadie ha tenido de sí mismo el poder para resucitar muertos, sin embargo, Jesús lo tenía de manera natural emanado de su naturaleza divina.  El primer caso que se trata de la hija de un hombre principal llamado Jairo, que San Marcos relata el caso diciendo que ya en casa de Jairo: “… tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. / Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente” (Marco 5:41,42).  El segundo caso se trata del hijo de una viuda que vivía en una ciudad llamada Naín, que San Lucas relata diciendo de Jesús que: “Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. / Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. / Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. / Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar” (Lucas 7:12-15).  El tercer caso se trata de un adulto llamado Lázaro, que San Juan relata diciendo que primero Jesús le dijo a Marta, una hermana de Lázaro: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. / Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25-26a), y que momentos después frente al sepulcro de aquel señor Jesús simplemente dijo: “¡Lázaro, ven fuera! / Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario” (Juan 11:43b-44a).

   Con estos casos, hemos podido observar que las palabras de Jesús están cargadas de vida, que son capaces de levantar hasta a un muerto.  Estos casos en los que Jesús fue el protagonista divino para dar vida a un muerto nos demuestran de manera contundente que la muerte no es más ante el poder de Jesús quien con solamente decir una palabra, puede hacer que un muerto vuelva a la vida.  Es por esto que los creyentes en Jesucristo no tememos que nos llegue la muerte, ni vemos la muerte como el final de toda nuestra existencia, sino que la vemos como una experiencia necesaria de la existencia, en el que Jesús será quien con su palabra resucitará nuestros cuerpos sin importar la manera cómo antes hayan sido deshechos tras experimentar la muerte.  Es por esto que le invitamos a usted que en estos tiempos que la muerte está trayendo pesares y sufrimientos a millones de personas, que usted fortalezca su fe en el poder de Jesucristo, lo cual es verdaderamente esperanzador y consolador.

 

   La segunda evidencia contundente de que las palabras de vida de Jesús indican que los seres humanos estamos destinados para resucitar a pesar de la fuerte realidad de la muerte, es:

II.- QUE JESÚS EXPLICÓ A LOS SADUCEOS, QUE SI EXISTE LA RESURRECCIÓN.

   En los tiempos de Salomón, hubo un sacerdote que se llamó Sadoc, que era un descendiente de Eleazar, uno de los hijos de Aarón, el primer sumo sacerdote de los israelitas que Dios constituyó para que le ofrecieran sacrificios, y para que ministrara a su pueblo.  Sadoc, en tiempos de Salomón, después de la construcción del Templo, tuvo el privilegio de ser el primer sumo sacerdote en servir en dicho Templo.  En los tiempos de Jesús, unos 900 años después de Salomón, hubo un grupo de sacerdotes que fueron conocidos en lenguaje hebreo como los צדוקים, tsedduqim (que en español serían los Zadokitas), o sea, que pertenecen a la descendencia del sumo sacerdote Sadoc.  Fue un nombre que adoptaron para probar su legitimidad en el sacerdocio.  El nombre no les quedaba nada mal porque Sadoc significa «justo» o «recto»; y de esta manera se dieron a conocer como los justos o rectos en comparación con los sacerdotes fariseos que a juicio de los Zadokitas estaban equivocados en sus creencias.  Estos Zadokitas, o sea, descendientes de Sadoc, fueron nada menos que los famosos saduceos que se mencionan en los evangelios, y que se asociaron alrededor del año 175 a.C. como una división del sacerdocio para encabezar una secta dentro de la religión judía.

   En los tiempos de Jesús, además de la secta de los fariseos, los saduceos o los Zadokitas eran la otra secta más importante.  Algunas de las creencias de los saduceos no coincidían con las de los fariseos, pero tampoco con las enseñanzas de las Sagradas Escrituras existentes en aquellos tiempos, ni con las mismas enseñanzas que Jesús predicó cuando apareció en la escena de su ministerio.  San Lucas, en tiempos posteriores a Jesús, pero así lo habían creído desde antes los saduceos, nos informa que “… los saduceos dicen que los muertos no resucitan, y que no hay ángeles ni espíritus; en cambio, los fariseos creen en todas estas cosas” (Hechos 23:8).  Además, Flavio Josefo, un reconocido historiador no apostólico o canónico, nacido en el año 37 d. C (a casi 4 años de la muerte, resurrección, y ascensión de Jesús), y que murió en el año 100 d. C (después de la muerte de todos los apóstoles), dice también que los saduceos no aceptaban la predestinación, y en cambio enfatizaban el libre albedrío humano para escoger entre el bien y el mal.

   En su momento, Jesús, cuando fue abordado por los saduceos para averiguarle tentadoramente acerca de estos temas, solamente para ver si encontraban en él una mala interpretación, él les explicó que la resurrección de los muertos no es imposible, sino que es más real que la misma muerte, y que incluso es parte del proyecto de Dios para con los seres humanos (p.ej. Marcos 12:18-27).  Durante el tiempo del ministerio de Jesús fue noticia en Palestina que Jesús había resucitado a una muchacha, a un muchacho, y a un hombre adulto.  Todo esto lo supieron los saduceos.  ¡Cómo que no hay resurrección!  Quizá los saduceos decían que lo que Jesús hizo fue sanarles de una enfermedad grave, pero los mismos apóstoles y las familias que atestiguaron lo que realmente ocurrió con aquellos tres, fue que estando literal y totalmente muertos, fueron resucitados por Jesús.

 

   La tercera evidencia contundente de que las palabras de vida de Jesús indican que los seres humanos estamos destinados para resucitar a pesar de la fuerte realidad de la muerte, es:

III.- QUE JESÚS AL DECIR SUS ÚLTIMAS PALABRAS EN LA CRUZ, CAUSÓ UNA RESURRECCIÓN MASIVA.

   El mismo viernes mientras Jesús todavía estaba crucificado, dice la historia bíblica que cuando él después de haber dicho la séptima de sus frases con significado redentor, cuando dijo: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23:46bc), San Mateo relata que entre los diversos eventos que ocurrieron aquel momento, enlista que “… la tierra tembló, y las rocas se partieron; / y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; / y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mateo 27:50-53).  El poder de las palabras de Jesús, relacionadas con su muerte, trajo resurrección a mucha gente temerosa de Dios antes muerta. ¡Cómo que no hay resurrección!  Los saduceos no quedaron sin saber esto.  Los saduceos que en la teoría de su teología no sabían que habrá resurrección, ahora ya tenían suficientes evidencias para creerlo.

   En la actualidad, estimado oyente, usted también no permita que ninguna teología religiosa como la de los antiguos saduceos le hagan creer que no habrá resurrección.  Crea usted en la revelación y teología de Jesús y de sus apóstoles que enseñaron que nos espera una gloriosa resurrección, siempre y cuando creamos en Jesucristo como el Hijo de Dios, y como nuestro Señor y Salvador.  Dios y su santo Hijo, saben si usted cree en él o no.  Haga usted suyas las palabras de Jesús que dijo que él resucitará, pero que también dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Juan 11:45).  Lo dijo, lo demostró, lo experimentó, y ahora lo hará por usted.  Por eso confesamos como iglesia, con el Credo de los Apóstoles que: Creo… en la resurrección de la carne.  Ante estas evidencias contundentes del poder de Jesús ante el limitado poder de la muerte, es importante y vale la pena creer en que Jesús el Hijo de Dios, por su muerte redentora a la que voluntariamente él se sometió, tiene alcances benditos que garantizan que los que creemos en él, vamos a ser resucitados también por él. ¿No es esto un elemento más para que usted crea que Jesucristo es verdaderamente el Hijo de Dios, y que solamente en él hay salvación no solamente del alma, sino de todo el ser que finalmente también incluye al cuerpo que, aunque la muerte le destruya, Jesús le resucitará?

 

   La cuarta evidencia contundente de que las palabras de vida de Jesús indican que los seres humanos estamos destinados para resucitar a pesar de la fuerte realidad de la muerte, es:

IV.- QUE JESÚS DIJO QUE ÉL MISMO RESUCITARÍA, Y ASÍ SUCEDIÓ.

   Nuestro texto bíblico en Mateo 28:1-15, nos describe a dos mujeres “María Magdalena y la otra María” (Mateo 28:1), que un día como hoy domingo, amaneciendo, ellas fueron al sepulcro de Jerusalén donde Jesús fue sepultado al caer la tarde del viernes, pero se sorprendieron de que al llegar al sepulcro encontraron nada más a un ángel sentado sobre la piedra con la que estuvo sellada la tumba que ya estaba abierta.  Aquel ángel les dijo a estas dos mujeres: “… No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado. / No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor” (Mateo 28:5-6).  No fue Jesús quien las habló, sino un ángel, pero este ángel no habló por sí mismo al dar la buena noticia de la resurrección de Jesús a estas dos mujeres.  En estas palabras hay palabras de vida.  Pero, observen un gran detalle, que este ángel, al decir que “Jesús, el que fue crucificado. / No está aquí, pues ha resucitado, como dijo”.  Aunque el que las habló no fue Jesús, sino un ángel, éste al decirles a las dos Marías que Jesús: “ha resucitado”, observen según las palabras del final de la primera mitad del versículo 6 de Mateo 28, les recalcó que “ha resucitado”, ¿cómo?, “como dijo”.  Él ángel no estaba haciendo sino nada más citar los que Jesús había antes dicho.  Así que debemos saber qué fue lo que antes Jesús dijo.

   Semanas antes de su muerte, Jesús anunció que tras su muerte también iba a: “resucitar al tercer día” (cf. últimas palabras de Mateo 16:21); que: le matarán; mas al tercer día resucitará” (Mateo 17:23a, primera mitad de este versículo); y que: “será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; / y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; (pero al final de su anuncio dijo): mas al tercer día resucitará” (Mateo 20:18b-19).  Así que la realidad de su resurrección comunicada por aquel ángel cuando les dijo a las dos Marías que Jesús: “ha resucitado”, fue la evidencia de que las palabras de vida de Jesús cuando anunció que resucitaría se habían cumplido, con el detalle de que a él no lo resucitó nadie, sino su propio poder divino que residía en él y en su Padre celestial y el Espíritu Santo con quienes estaba por naturaleza unido a ellos de manera indivisible e inseparable.

 

   CONCLUSIÓN: Amados oyentes, ante tanta evidencia contundente de que la resurrección es una realidad superior a la muerte, ¡qué triste es pensar que uno solamente vive, y luego de morir allí acabo todo!  Eso sí aumenta el pesar cuando uno se ve en riesgo de muerte, o cuando vemos a otros enfrentar la muerte.  Usted debe saber que habrá resurrección, y que eso es uno de los mensajes gloriosos que Jesús predicaba dentro de su ofrecimiento de vida eterna.  Es por eso que hoy queremos invitarle a usted que crea que el día que Jesucristo vuelva de nuevo a esta tierra, habrá una resurrección para todo ser humano que haya vivido.  Para los no creyentes en Jesucristo, siendo resucitados no recibirán cuerpos glorificados, sin embargo, serán cuerpos indestructibles que estarán sufriendo eternamente en el infierno destinado para los que no tomaron en cuenta a Dios en sus vidas.  No tendrán más oportunidad de cambiar de destino cuando llegue ese momento, porque esa decisión se toma cuando uno todavía está en esta vida.  En cambio, los que fueron creyentes en Jesucristo, será una resurrección gloriosa, uniéndose de nuevo sus almas con sus cuerpos, recibiendo una perfección absoluta que nada los hará sufrir, ni morir otra vez, y serán recibidos en la gloria eterna de Dios.  Así fue predicado desde el principio del cristianismo, como por ejemplo dice el apóstol Pablo: Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. / Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. / Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. / Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida” (1 Corintios 15:20-23).  Ahora que usted sabe que habrá resurrección y de la gloriosa, no cierre su corazón para no decidir creer en Jesucristo, sino que, sea usted su fiel creyente; y por ello, usted no será deshecho por la fuerte realidad de la muerte, sino que será una persona fortalecida para enfrentar esta experiencia que tarde que temprano le va a tocar.  No hay escapatoria, pero hay una gloriosa solución llamada resurrección.

   Si usted ha sido o es una persona que no sabía que un día cada vez más cercano habrá resurrección para todos aquellos que han muerto, esto debe ser PALABRAS DE VIDA para usted.  Solamente que hay un detalle esencial. Si su ser querido no fue creyente en Jesucristo, no hay nada más qué hacer por él o ella; pero si fue creyente en Jesucristo, esta verdad gloriosa de vida tiene aplicación para él o ella; pero lo que quiero dejarle a usted en su entendimiento es que si usted cree en Jesucristo como su único y suficiente Señor y Salvador, usted ya no tiene que temerle a la muerte, porque habiendo Jesús vencido con su resurrección a la muerte, usted y yo aunque no podamos evitar la experiencia de la muerte, seremos resucitados para vivir cuerpo y alma en la eternidad gloriosa donde se encuentra Jesucristo y su Padre celestial, esperando por nuestra presencia.  No permita usted que la muerte le deje sin esperanza de volver a vivir en cuerpo y alma.  Jesucristo es la solución para este mundo que ahora más que nunca se siente deshecho por la fuerte realidad de la muerte.   Que Dios bendiga su bendita palabra en la vida de cada de uno de nosotros.

 

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[1] https://news.google.com/covid19/map?hl=es-419&gl=MX&ceid=MX%3Aes-419

[2] https://news.un.org/es/story/2021/02/1487492

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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