PRIMERO DONDE ESTAMOS
Hechos 2:5-13.
INTRODUCCIÓN: El domingo pasado celebramos el domingo de Pentecostés, con el énfasis de cómo el Espíritu Santo prometido por Dios, y habiendo ratificado recientemente Jesús su promesa de enviar al Espíritu Santo, dice la historia relatada por San Lucas que: “de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; / y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. / Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, …” (Hechos 2:2-4). Este acontecimiento, aunque había sido profetizado unos 800 años antes por el profeta Joel, y confirmado por Jesús mismo unos 54 días antes, su cumplimiento fue sin previa indicación de qué día específico ocurriría. Aunque en el plan de Dios todo está bien organizado, y no hay nada que ocurra fuera de tiempo, sino que todo ocurre a su tiempo, sin embargo, para la perspectiva humana, tal como lo relata San Lucas, ocurrió “de repente” (cf. v. 2). No solamente los apóstoles sino todo el mundo fue sorprendido por esta divina manifestación que marca el inicio de la consolidación de la iglesia de Jesucristo. Algunos lo interpretan como el nacimiento de la iglesia. Antes de esta manifestación del Espíritu Santo, el día de Pentecostés era una fiesta anual de acción de gracias, con unos 1500 años de historia, que se llevaba a cabo por haberse logrado las cosechas, y se efectuaba a siete semanas después de la fiesta de Pascua entre los israelitas. En el judaísmo, en la actualidad se conmemora el día en el que Dios les dio su ley a los israelitas en el monte Sinaí, a 50 días de haber salido de Egipto
En aquella ocasión anual de la fiesta de Pentecostés que se llevaba a cabo en la ciudad de Jerusalén, a 50 días de la Pascua, y a 50 días de la resurrección de Jesucristo, a solamente a 10 días de haberse regresado a su cielo, había venido a Jerusalén a esta celebración gente judía o israelita y hasta convertidos de otras religiones de muchos países, muchos de ello no sabían hablar el hebreo que se hablaba en Palestina entre los israelitas, ni el arameo que hablaban muchos judíos, ni el griego que dejó la influencia de Alejandro Magno. Muchos de los que estaban en Jerusalén en aquellas temporadas hablaban diversas lenguas cercanas y lejanas de la región que gracias a la manifestación divina del Espíritu Santo pudieron escuchar la predicación del evangelio en su propia lengua. Lo que apreciamos en este evento divino es que Dios estaba interesado en hacer llegar su evangelio no solamente a aquellas personas a quienes su Hijo, Jesucristo, les había antes predicado, sino a todos aquellos extranjeros que nunca pudieron escuchar en persona a Jesús. Aquí se comienza a cumplir el plan de Jesús como ordenó a sus discípulos que cuando viniera sobre ellos el poder del Espíritu Santo, ellos serían testigos de Jesucristo, “… en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8). El Espíritu Santo no comenzó su obra en uno o en diversos lugares lejos de Jerusalén, sino que justamente comenzó en Jerusalén donde estaban las gentes de lugares que se encontraban “hasta lo último de la tierra”. Por eso titulé el mensaje de este momento como: PRIMERO DONDE ESTAMOS.
Y lo que ahora quiero predicarles basado en nuestra lectura de Hechos 2:5-13, es que: En el lugar donde estamos viviendo hay grupos de personas que viven entre nosotros, que son a quienes primero debemos alcanzar con el santo evangelio de Jesucristo, antes de ir a otros lugares a llevar el evangelio. / ¿Quiénes son estos grupos de personas que viven justo donde nosotros estamos viviendo y que son a quienes primero debemos alcanzar con el santo evangelio de Jesucristo, antes de ir a otros lugares a llevar el evangelio? / A la luz de nuestro texto bíblico que nos relata lo ocurrido con personas aquel bendito día de la manifestación del Espíritu Santo en Pentecostés, les compartiré quiénes son estos grupos de personas que viven donde nosotros estamos viviendo, y que son ellos a quienes primeramente debemos alcanzar con el santo evangelio de Jesucristo.
El primer grupo de personas que viven justo donde nosotros estamos viviendo, y que son a quienes debemos alcanzar primeramente con el evangelio de Jesucristo, son:
I.- LOS QUE SE ENCUENTRAN VIVIENDO DE MANERA TEMPORAL EN LA COLONIA O CIUDAD.
Observen ustedes los versículos 5 y 6 de nuestra lectura que dice que: “Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. / Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua” (Hechos 2:5-6). Esta gente procedente “de todas las naciones bajo el cielo”, no eran residentes de Jerusalén, pues, aunque San Lucas los describe como que “moraban entonces en Jerusalén”, realmente solamente estaban allí por un tiempo y luego se irían, aunque quizá regresarían el año siguiente y otros años posteriores, o quizá ya nunca más; aunque otros ya lo tenían como hábito desde años anteriores. Muchos de ellos no vieron lo que ocurrió con Jesús hace unos 50 días atrás, pero para este día de Pentecostés ya lo sabían por los rumores y testimonios que se comentaban en Jerusalén y hasta en otras ciudades. Pero Dios consideró importante darles a conocer de esta manera extraordinaria el mensaje del evangelio que también ellos podrían recibir para su propia salvación, y que luego podrían llevar hasta sus lugares de origen.
En nuestra ciudad, y en las colonias donde tenemos establecido un centro misionero, congregación, o iglesia, también se da este fenómeno de tener gente que vive de manera temporal. A veces, las iglesias pensamos que tales personas no nos ayudarían al crecimiento de la misión, congregación, o iglesia, porque pronto cuando finalice sus contratos de renta de casa se irán de la zona donde estamos. Y hemos tenido la experiencia de recibir a personas en esta situación que ahora ya no están con nosotros. Se fueron, pero no importa hermanos. Es parte de la dinámica de la propagación del evangelio y del crecimiento de la iglesia. Lo que primero importa es que el evangelio sea conocido tanto por gente establecida viviendo en nuestro entorno, como por gente que solamente estará muy poco tiempo por aquí. Eso es lo que Dios hizo en el día de la manifestación de su Espíritu Santo; y ese fue de por sí, su plan original cuando dijo a sus discípulos que comenzaran en Jerusalén, significando esto que también nosotros debemos comenzar aquí (bueno, ya se comenzó aquí), pero tomando en cuenta al segmento de población que solamente está de paso en nuestra zona. No descartemos a los que se encuentran en esta situación, pues luego ellos podrían llevar el evangelio a donde nosotros nunca podría ir. Es así como funciona la obra de Dios.
El segundo grupo de personas que viven justo donde nosotros estamos viviendo, y que son a quienes debemos alcanzar primeramente con el evangelio de Jesucristo, son:
II.- LOS QUE HABLAN UN LENGUAJE DISTINTO AL NUESTRO.
Específicamente el Espíritu Santo se manifestó sobre los apóstoles que en obediencia a la instrucción de Jesús desde que se fue hacía 10 días, se encontraban en Jerusalén reunidos. Y dice San Lucas que el Espíritu Santo, vino: “… asentándose sobre cada uno de ellos. / Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, …” (Hechos 2:3-4). La gente sobre la cual no se manifestó el poder del Espíritu Santo como en los apóstoles, dice San Lucas que: “estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. / Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? / ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?” (Hechos 2:6-8). Los apóstoles no eran gente de lenguaje refinado, sino que solo hablaban su propio dialecto, pero tampoco lo hacían con la mejor gramática. Es a esta manera de hablar que descubren a Pedro en el lugar donde juzgaban a Jesús cuando le dijeron: “Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre” (Mateo 26:73). Jesús así escogió a sus apóstoles. Y Dios el Padre y su Espíritu Santo, no descartaron bendecir a más personas con esta condición o característica idiomática.
Amados hermanos, aunque el evangelio también fue y es para personas que entienden los idiomas oficiales y populares, sin embargo, también es para los que no tienen el conocimiento de cómo hablarlo de manera excelente, a los que lo único que les importa es que se puedan comunicar con las personas de su grupo, sean entendidos y entiendan a los demás. Mientras tanto, también somos responsables de alcanzar a estas personas en esta categoría que viven en nuestro entorno. Dios nos ha hecho más fácil la tarea a nosotros que a los apóstoles en su momento, porque en nuestro contexto, las personas que hablan un lenguaje diferente al español que dominamos, ellos también hablan y entienden el idioma español. La barrera está destruida. Se les puede alcanzar con el santo evangelio de Jesucristo.
Amados hermanos, esto no lo podían hacer los apóstoles, y por eso Dios les dio el extraordinario don de hablar lenguas que nunca en su vida habían conocido. Así comunicaron el evangelio de Jesucristo aquel bendito día de Pentecostés. Dice San Lucas que a: “Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, / en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de Africa más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, / cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios” (Hechos 2:9-11). Más que espectacular fue algo verdaderamente divino que generó no solamente creyentes, sino la expansión del evangelio por todas partes del imperio romano, y definitivamente también resultó en un crecimiento de la pequeña iglesia que comenzó solamente con los 11 apóstoles, unas “mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1:14), y otros más, que al principio, según San Lucas tomando como referencia la reunión del día en que eligieron al sucesor de Judas, “los reunidos eran como ciento veinte en número” (Hechos 1:15); pero muy pronto, la iglesia de 120 llegó a contarse por miles. Y los extranjeros que fueron alcanzados aquel día con el evangelio, se fueron a sus países con un mensaje que seguramente siguieron compartiendo. Así surgieron nuevas iglesias, porque a la gente que habla un lenguaje distinto, y que solamente estaban de manera temporal en Jerusalén, les fue predicado acerca de Jesucristo.
El tercer grupo de personas que viven justo donde nosotros estamos viviendo, y que son a quienes debemos alcanzar primeramente con el evangelio de Jesucristo, son:
III.- LOS QUE SE BURLAN DE LAS MANIFESTACIONES DIVINAS.
Por otra parte, además del grupo de los apóstoles, estaba el grupo de los extranjeros que hablaban lenguajes distintos de quienes San Lucas dice: “Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto?” (Hechos 1:12). La actitud de estos era buena, porque lo que buscaban era una respuesta. Pero, también había otro grupo de quienes dice San Lucas: “Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto” (Hechos 1:13). Aunque ellos estaban con esta actitud, el mensaje del evangelio también sería para ellos; y Dios estaba capacitando a sus apóstoles para hablarles también a ellos. Estos no fueron hablados en lenguas extranjeras sino en su propio idioma local.
El mensaje para ellos fue más fuerte, a quienes el apóstol Pedro les dijo: “éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día” (Hechos 2:15); y también les dijo: “Jesús nazareno, varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis; / a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; / al cual Dios levantó, sueltos los dolores de la muerte, por cuanto era imposible que fuese retenido por ella” (Hechos 2:22-24); y “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. / Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?” (Hechos 2:36-37).
Amados hermanos, es verdad que “no es de todos la fe” (2 Tesalonicenses 3:2), pero a aquellos que les es dada la fe (cf. Efesios 2:8), aunque ahora se burlan del evangelio, también se compungirá sus corazones, se arrepentirán, y se preocuparán por saber qué deben hacer como aquellos de Jerusalén que dijeron: “¿qué haremos?” (cf. Hechos 2:37). Pero esto solamente puede suceder si los creyentes en Jesucristo llevamos y compartimos el evangelio con estas personas que ahora solo tienen corazón para rechazar a Cristo. Pero, en algún momento de sus vidas, la gracia de Dios podrá regenerar sus duros corazones a un corazón receptivo, y muchos de ellos podrán venir a la fe salvadora por medio de Jesucristo.
CONCLUSIÓN: Amados hermanos, antes de pensar en ir como misioneros a otras colonias de la ciudad, a otras ciudades de nuestro país, o a otras naciones de nuestro continente o de los otros continentes, aquí están entre nosotros como nuestros vecinos, las personas que deben ser alcanzadas. Por eso el título y el enfoque de este mensaje es que evangelicemos PRIMERO DONDE ESTAMOS. Luego nos vamos de misioneros. Primero tenemos que llevar el evangelio a: 1.- los que se encuentran viviendo de manera temporal en la colonia o ciudad; 2.- los que hablan un lenguaje distinto al nuestro; y 3.- a los que se burlan de las manifestaciones divinas. Las iglesias que hace esto, cumplen la misión divina para la cual existe la iglesia. Iglesias así, son las que crecen y luego se multiplican. Hoy, ánimo de manera encarecida tanto a los miembros más antiguos o de menos tiempo de esta congregación, pero también a los que hoy estamos recibiendo en la membresía de esta congregación. Evangelicen aquí PRIMERO DONDE ESTAMOS.
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