EVIDENCIAS DE QUE UNO RECIBE LA PALABRA DE DIOS

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EVIDENCIAS DE QUE UNO RECIBE LA PALABRA DE DIOS

Hechos 2:41.

 

   INTRODUCCIÓN: La palabra de Dios es poderosísima por sí sola, sin embargo, siempre que se predica es acompañada también por el poder del Espíritu Santo, para que juntos, palabra y Espíritu Santo comuniquen el mensaje de Dios al ser humano no solamente al oído o al intelecto sino directamente al alma.  Al mismo tiempo que la palabra de Dios está siendo predicada, el mismo Espíritu Santo y la misma palabra de Dios, los dos juntos, generan en el corazón de cada oyente, la fe (cf. Romanos 10:17) o cualquier otra respuesta que cada uno debe demostrar en ese momento o a partir de ese momento. En ese proceso de la predicación de la palabra de Dios, y siempre auxiliado por el poder de la palabra de Dios y del mismo Espíritu Santo, el oyente puede decidir recibir la palabra de Dios para su vida, pero también puede decidir no recibirla.  En caso de que el oyente decida recibir la palabra de Dios, esta decisión no puede pasar desapercibida como si fuese algo totalmente en privado para el alma o corazón de una persona, sino que siempre y finalmente va a ser evidente de que la ha recibido.  Es decir, siempre va a haber evidencias de que uno verdaderamente ha recibido la palabra de Dios. En el contexto de la predicación del apóstol Pedro y de Lucas, recibir la palabra es una expresión sinónima de recibir con fe toda la verdad con respecto a Jesús.

  Aquel día de Pentecostés, cuando el apóstol Pedro predicó a los habitantes de Jerusalén que ellos habían sido culpables de que Jesús haya sido injustamente crucificado, y después de escuchar todas las exhortaciones que el apóstol les dijo en su predicación, dice el texto bíblico que al escucharlo, la primera evidencia que comenzó en el interior de sus corazones pero que después también fue evidente de manera exterior, es que “se compungieron de corazón” (Hechos 2:37).  Este efecto interno en el corazón se debió a que no rechazaron la palabra de Dios, sino que la recibieron.  Pero hubo más evidencias exteriores en aquellos nuevos creyentes o recibidores de la palabra de Dios, de los cuales dice San Lucas en Hechos 2:41, con respecto de la palabra que el apóstol Pedro les predicó, que: “… los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas”.

   De estas palabras relatadas por San Lucas, voy a predicarles en este momento que: Cuando una persona verdaderamente recibe la palabra de Dios hay evidencias que lo confirman. / ¿Cuáles son las evidencias que confirman que una persona verdaderamente ha recibido la palabra de Dios? / Basado especialmente en Hechos 2:41, les voy a compartir dos de entre otras EVIDENCIAS que confirman que una persona verdaderamente ha recibido la palabra de Dios.

 

   La primera evidencia que confirma que una persona verdaderamente ha recibido la palabra de Dios, es que:

  1. ACEPTA RECIBIR EL BAUTISMO.

   Según el versículo 38, como parte final del sermón que el apóstol Pedro predicó a los habitantes de Jerusalén aquel memorable día de Pentecostés, al exhortar a la gente enfatizándoles lo que ellos deberían hacer, lo que les requirió como esencial fue el arrepentimiento, pero también les requirió el bautismo testimonial, pues les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hechos 2:38).  Debido a que bautizarse realmente es algo externo fácil de hacer, nunca es lo primero que es requerido. Lo primero que es requerido es que uno se arrepienta de sus pecados y reciba la palabra de Dios, que como ya he dicho antes implica recibir con fe la persona y evangelio de Jesucristo, pues el bautismo tal como lo explica la respuesta 94 del Catecismo menor de Westminster es un “… lavamiento con agua, en nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo, [que] significa y sella nues­tra unión con Cristo”.  Si no hay unión con Cristo, entonces es porque no ha habido realmente recibimiento de la palabra; y si no ha habido recibimiento de la palabra, pues, tampoco ha habido arrepentimiento; pero, si alguien pidiese ser bautizado primero sin antes tener esta unión con Cristo, sin haber recibido la palabra de Dios, lo único positivo que le va a ocurrir es que tal persona es aceptada como parte de la iglesia visible, sin embargo como “la eficacia del bautismo no está ligada al preciso momento en que es administrado” (Cf. CFW. XXVIII.6), uno tiene todavía el recurso de recibir verdaderamente la palabra de Dios.  Pero, el bautismo es necesario como un testimonio externo y público del arrepentimiento que hay en uno, y como un testimonio y evidencia natural de que uno ha recibido la palabra de Dios con el correspondiente arrepentimiento que le exige al pecador.

   Explicando lo que ocurrió con aquella gente que recibió la palabra que les fue predicada por Pedro, dice San Lucas: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:41).  Lo que podemos observar como un efecto de la palabra escuchada y acompañada del poder del Espíritu Santo, es que tan pronto uno ha creído en Jesucristo, recibiendo así la palabra de Dios, es tan natural que uno desee y acepte que sea bautizado.  Es así como “fueron bautizados… aquel día como tres mil personas”.  Con este acto se hace una confesión pública que uno se ha hecho creyente en Jesucristo.  Con este acto se indica públicamente que uno renuncia a la vida impía y equivocada que uno llevaba antes.  Con este acto uno representa que ante el público que observa su decisión, que uno ha sido lavado previamente en su alma por la obra redentora de Jesucristo.  Así que el bautismo es el símbolo sagrado que significa y sella nuestra unión con Cristo.  Por eso les pedimos encarecidamente a todos los que se han arrepentido de sus pecados para salvación, que hagan su profesión de fe, para que sean bautizados; pero igualmente no bautizamos a cualquier persona a la ligera, tal como se explica en la respuesta 95 del Catecismo Menor de Westminster donde leemos que: “El bautismo no debe administrarse a los que están fuera de la iglesia visible hasta que no profesen su fe en Cristo y su obediencia a él”.  Si uno ha recibido la palabra de Dios, y con ello uno ha creído en Cristo, ahora lo que sigue como parte del efecto de recibir la misma palabra de Dios, es recibir también el bautismo ordenado por Jesucristo, de acuerdo con la instrucción que le dio a sus apóstoles cuando les dijo: “haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).  En cuanto uno comienza a ser discípulo de Cristo, el bautismo si es que no se ha recibido previamente desde la infancia, es el primer sacramento que uno debe desear y aceptar recibir.

 

   La segunda evidencia que confirma que una persona verdaderamente ha recibido la palabra de Dios, es que:

  1. DESEA AÑADIRSE A LA IGLESIA.

   Según el versículo 41, lo primero que ocurrió con los que recibieron la palabra predicada es que: “… fueron bautizados”; pero junto con el acto sacramental de ser bautizados, relata San Lucas que: “se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:41).   No solamente se bautizaron para luego desparecer de la relación con los demás creyentes que componen la iglesia de Cristo, sino que aquellas tres mil personas “se añadieron” a la comunidad de los creyentes que como leemos en los versículos siguientes se reunían no solamente cada primer día de la semana o domingo, ni tampoco los domingos y los miércoles como se reúnen algunas iglesias de la actualidad, sino que se reunían “cada día”, en el templo y en las casas (cf. Hechos 2:46, 47).

   En el versículo 41, San Lucas dice que aquellas personas que se bautizaron también “se añadieron”, pero en la segunda parte del versículo 47 dice también que “el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47b). Efectivamente, es “el Señor” Jesucristo quien hace el real añadimiento de una persona a la iglesia, sin embargo, cuando uno se ha expuesto a escuchar la palabra de Dios, el Espíritu Santo regenera la voluntad de una persona tanto para que pueda uno recibir la palabra predicada, recibir así a Cristo en la vida, pero también para desear recibir el bautismo correspondiente, así como para que uno decida añadirse a la iglesia.  Finalmente, lo que pareciera ser una decisión humana, en realidad es del Señor Jesucristo que nos une a su iglesia.  El apóstol Pablo explicando a los Corintios que aun cuando él había iniciado la labor de plantación de la iglesia en esa ciudad, y luego Apolos había sido pastor de aquella iglesia, “el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Corintios 3:6), y no ellos.  Pero, cuando San Lucas dice que aquellas como tres mil personas “se añadieron” a la iglesia de Jerusalén, lo que está indicando no es que tales personas se estaban añadiendo por su propia cuenta e intereses religiosos, sino que es el resultado de la obra divina ocasionada por la palabra que les había sido predicada con el poder del Espíritu Santo.

   Amado oyente, si usted como aquellos de Jerusalén, también ha recibido la palabra de Dios, ahora, el siguiente paso que usted debe dar es hacer la profesión pública de fe, bautizarse, y añadirse a la comunión y membresía de la iglesia. Por esto me permito decirle a usted que, la palabra de Dios enseña que, si usted es un creyente en Jesucristo, porque ha recibido la palabra de Dios que le ha sido predicada, usted no debe demorarse en añadirse a la iglesia. Usted debe dar evidencia de que ha recibido la palabra de Dios, añadiéndose a la vida cristiana de la iglesia de nuestro Señor Jesucristo.

 

   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, es bien sabido que hay personas que le huyen al bautismo y al deber de añadirse a la iglesia.  Le huyen al bautismo porque de alguna manera pretenden ser respetuosos a un elemento sacramental de la fe cristiana, sin embargo, es una ordenanza de Jesús de hacerlo públicamente como un testimonio de que uno ha recibido la palabra de Dios, y que uno está dispuesto a renunciar a cualquier pecado que uno estaba antes habituado a llevar a cabo.  Pero, la verdad del asunto es que esta renuncia al pecado no comienza en el momento del bautismo sino desde el momento que uno recibe la palabra, es decir, desde el momento que uno cree en Jesucristo como su Señor y Salvador.  Si usted ha creído en Jesús, usted ya está listo para recibir el bautismo, pues todo lo que usted estaba pensando que se asume cuando uno se bautiza, realmente se asume desde el momento que usted creyó.  Ahora, si usted no ha creído, y por lo tanto se puede decir que usted no ha recibido la palabra de Dios, entonces, allí está el problema. Comience usted recibiendo la palabra de Dios, porque si no la recibe, usted todavía está viviendo bajo condenación, pero si usted la ha recibido, pues ahora solamente falta que usted reciba el bautismo.

   Otros le huyen al deber de añadirse a la iglesia, por diversas razones.  Por ejemplo, piensan que no son perfectos y que no deberían añadirse a la iglesia, y prefieren no llegar muy frecuente a las reuniones. Otros, simplemente porque tienen otros intereses, no están dispuestos a añadirse a la iglesia para coordinarse con otros creyentes para servir juntamente con ellos la causa del evangelio. Pero, amados hermanos la iglesia no es el cielo donde está la gente perfecta; la iglesia es el hospital donde los pecadores alcanzados por la inmerecida gracia de Dios, nos reunimos para apoyarnos mutuamente a vivir siempre para la gloria de Dios y no para nuestros intereses personales, egoístas y siempre pecaminosos. En la iglesia nos unimos para servir al Dios que nos ama, y que por medio de su Hijo nos ha dado salvación eterna.  No hay mayor gratitud que podamos darle a Dios que nuestro servicio por medio de su iglesia.

   A los que no han tenido la oportunidad y el privilegio de bautizarse como nuestro Señor y Salvador Jesucristo lo ordenó y que no han tomado la decisión de añadirse a esta iglesia, espero que como aquellas más de 3,000 personas de Jerusalén, reciban esta palabra de Dios, y pronto se bauticen y se añadan a este privilegiado grupo de personas por quienes siendo aun pecadores Cristo murió por nosotros (cf. Romanos 5:8).

   El que verdaderamente ha experimentado el compungimiento de corazón esperado por Dios, primero recibe la palabra que le causa dolor por su pecado; segundo, se arrepiente de su propio pecado; tercero, se bautiza como símbolo, sello, testimonio y señal pública de que Jesús verdaderamente le ha perdonado su pecado; y cuarto, se añade a la iglesia para celebrar con otras personas perdonadas que Dios también le ha perdonado. No tienen que estarle insistiendo que se bautice o que se añada a la comunión y membresía de la iglesia; sino porque su corazón ha pasado por la verdadera compunción de corazón, entonces cumple sin tardanza y con obediencias estos elementos propios de la fe y de la vida cristiana.

¡Bendiciones mis amados hermanos!

diegoteh

diegoteh.org

El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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