UNÁNIMES PARA AVANZAR LA MISIÓN DE LA IGLESIA
Hechos 1:1-4, 12-14.
INTRODUCCIÓN: La unanimidad es un ingrediente de la vida cristiana, muy necesaria con relación a nuestra unidad de conducta, de objetivos, de responsabilidad, y de lo que se debe sentir. Por ejemplo el apóstol Pablo a los romanos, les dice que sean: “UNÁNIMES entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes” (Romanos 12:16a). Es decir, todos deben sin excepción ser unánimes en la actitud y conducta de ser humildes. Cuando a los mismos romanos les dice que Cristo es quien da un mismo sentir a todos, les explica que es: “para que UNÁNIMES, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 15:6). Esto es unanimidad del objetivo de glorificar a Dios, lo que en términos doctrinales decimos que se trata del fin principal de la existencia del ser humano, en especial del que es un cristiano. El mismo apóstol Pablo le dice a los Filipenses: “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo UNÁNIMES por la fe del evangelio” (Filipenses 1:27). Esta unanimidad tiene que ver tanto con la conducta de “comportarse como es digno del evangelio”, así como de combatir UNÁNIMES por la fe del evangelio, lo cual se trata de una responsabilidad propia de la fe cristiana. Pero la unanimidad también tiene que ver con los sentimientos más nobles de la fe cristiana. Por ejemplo, el apóstol Pablo les dice a los mismos Filipenses: “completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, UNÁNIMES, sintiendo una misma cosa” (Filipenses 2:2). En este caso, lo que el apóstol Pablo les enfatiza es que lo que se debe sentir por los demás, no es una cuestión solamente de algunos, sino de todos. Todos debemos sentir lo mismo, especialmente el deber de amar a los demás; y después de sentir amor, no quedarse solamente con el sentimiento, sino con la acción qua haga evidente el amor que sentimos o decimos tener por nuestro prójimo, e incluso primeramente por nuestra familia, y también por nuestros hermanos en la fe.
En nuestro texto fundamento del mensaje de este momento, San Lucas nos comparte en la Historia de los Hechos del Espíritu Santo a través de los Apóstoles y de la iglesia primitiva, (y es lo que quiero predicarles ahora) que: Los creyentes seamos pocos o muchos debemos ser unánimes en todas las prácticas que sirven para avanzar la misión de la iglesia. Nosotros también como aquellos, tenemos que avanzar la misión de la iglesia, y para ello, se requiere que seamos unánimes. / ¿Cuáles son las prácticas que sirven para avanzar la misión de la iglesia, en las cuáles todos debemos ser unánimes? / Permítanme compartirles algunas de estas prácticas.
La primera práctica que sirve para avanzar la misión de la iglesia, en la cual todos debemos ser unánimes, es:
I.- EN LA ORACIÓN.
El día 40 después de la resurrección de Jesús, el día cuando subió al cielo, él les dijo a sus discípulos: “quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas 24:49b); y San Lucas dice que: “Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; / y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios” (Lucas 24:52-53). Así hicieron por lo menos durante los siguientes 10 días. Exactamente el día 10 de haberse ido Jesús, y estando sus discípulos en Jerusalén, dice San Lucas que “Todos éstos perseveraban UNÁNIMES en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos” (Hechos 1:14). La oración fue la primera práctica destacada de los discípulos antes de llevar a cabo la tarea de predicar el evangelio.
Pero el punto que quiero destacar con respecto a esta práctica de la oración, según Hechos 1:14, es que la llevaban a cabo ÚNANIMES. ¿No es eso que usted lee en ese versículo? La oración no debe ser una práctica solamente de algunos y de otros no; es un deber que toda la iglesia debe practicar sin excepción de alguno; pero es muy evidente que muchos creyentes no forman parte de la unanimidad en la oración cuando esta se lleva a cabo en las iglesias. Se requiere que cuando haya reuniones de oración, participemos con sentido de unanimidad en esta práctica. Según Hechos 4:24-31 su unanimidad en la oración les sirvió para avanzar la misión de la iglesia cuando el Espíritu Santo les dotó de denuedo para hablar la palabra de Dios a la gente.
La segunda práctica que sirve para avanzar la misión de la iglesia, en la cual todos debemos ser unánimes, es:
II.- EN LA DECISIÓN DE REUNIRSE.
San Lucas dice que “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos UNÁNIMES juntos” (Hechos 2:1). Esto fue justamente el día décimo después de que Jesús subió al cielo. Antes de la palabra UNÁNIMES que estamos observando, la palabra clave en este versículo no es la palabra “todos”, ni la palabra “juntos”, sino la palabra “estaban”. Nadie va a estar en un lugar, si no está decidido a estar allí. Son muy claros los énfasis que San Lucas hace de esta decisión de los creyentes, cuando dice que: 1) “estaban todos”, es decir que no faltaba uno; que: 2) “estaban … UNÁNIMES”, es decir que su objetivo era uno solo entre todos; que: 3) “estaban … juntos”, es decir que amaban encontrarse, mirarse, compartir juntos los momentos de sentirse y reconocerse hermanos de la misma fe, y creyentes del único y verdadero salvador de los pecadores elegidos por Dios. En Hechos 2:46 se nos dice que se reunían “en el templo”, y “en las casas”; y en Hechos 5:12 se nos dice que después del triste, fatal, y lamentable evento con Ananías y Safira, los creyentes: “… estaban todos UNÁNIMES en el pórtico de Salomón” (Hechos 5:12b). El pórtico era parte de un área del templo donde se reunían a escuchar que se les predicara acerca de Jesucristo.
Esta descripción que nos presenta San Lucas es como la que el autor del Salmo 133 presenta cuando dice: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía! 2 Es como el buen óleo sobre la cabeza, el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el borde de sus vestiduras; 3 Como el rocío de Hermón, que desciende sobre los montes de Sion; porque allí envía Jehová bendición, y vida eterna” (Salmo 133:1-3). Es muy metafórica esta descripción, pero ilustra la belleza de estar “todos unánimes juntos”. Pero, este ambiente fraternal deriva de tener la decisión personal de estar con los demás porque todos ellos son nuestra familia, los amados de Dios, los salvados por la gracia de Jesucristo. Que cada uno de nosotros tengamos el corazón decidido a encontrarnos con nuestros hermanos en la fe. Necesitamos tener esta unanimidad como marca de ser creyentes en Jesucristo porque el hecho de reunirnos sirve para avanzar la misión de la iglesia, pues es un testimonio que damos a la gente.
La tercera práctica que sirve para avanzar la misión de la iglesia, en la cual todos debemos ser unánimes, es:
III.- EN EL COMPAÑERISMO.
San Lucas dice por lo menos de los primeros 3000 creyentes que: “… perseverando UNÁNIMES cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2:46). Desde Hechos 2:1, Lucas ya ha mencionado que los creyentes “estaban todos UNÁNIMES juntos”; pero aquí en 2:46 dice que estaban UNÁNIMES tanto “en el templo” como “en las casas”. Más adelante en 5:12 menciona que también se reunían en un área específica del templo: “el pórtico de Salomón”. Esto no solamente implica la decisión de reunirse, sino que implica que había en ello un compañerismo porque especialmente cuando se reunían en las casas era para partir el pan, y para comer juntos. Esto es compañerismo. Cuando dice que partían el pan, no precisamente está indicando que se reunían a celebrar el sacramento de la santa cena, sino que era para comer juntos. La mención que hace de que “comían juntos con alegría y sencillez de corazón” describe y enfatiza con mayor claridad que en sus tiempos de aprendizaje del evangelio, en sus tiempos de oración, en sus tiempos de culto, practicaban el compañerismo unos con otros.
En cada reunión se fortalecía la amistad, la fraternidad como creyentes, también la generosidad, la hospitalidad, la alegría, y la sencillez, y muchas otras cosas. Es así como mientras más aumentaba el número de los creyentes, dice San Lucas que “la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común” (Hechos 4:32). Esto era parte de su vivencia de unanimidad en el compañerismo. Eso les sirvió para ser generosos unos con otros; y eso también sirvió para avanzar la misión de la iglesia, pues por esta y con esta unanimidad de compañerismo los creyentes iban “…teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47). Desde entonces, ya se estaba cumpliendo la petición que Jesús le hizo a su padre en su oración sacerdotal que hizo en el monte de los Olivos, la noche poco antes de su arresto, cuando le dijo a su Padre celestial con respecto de sus discípulos: “… no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23 Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:20-23).
La cuarta práctica que sirve para avanzar la misión de la iglesia, en la cual todos debemos ser unánimes, es:
IV.- EN LA ADORACIÓN.
El texto que mejor describe esta verdad tiene que ver con la ocasión cuando los apóstoles Pedro y Juan fueron puestos en libertad después de ser encarcelados injustamente por pronunciar el nombre de Jesús de Nazaret a un cojo de nacimiento, y este fue sanado. Cuando Pedro y Juan se reunieron con los creyentes y les contaron cómo los trataron por el sumo sacerdote y otros miembros de su consejo religioso, y qué amenazas les hicieron si seguían usando el nombre de Jesús para predicar o bendecir enfermos, etc…, dice San Lucas que los creyentes, “… ellos habiéndolo oído, alzaron UNÁNIMES la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay” (Hechos 4:24). Es verdad que se trata de oración, pero observen que el tenor de la oración antes de que sea de petición, primeramente, es de adoración porque reconocen que Dios es “Soberano Señor”, que es “Dios”, y que es el Creador. Y lo relevante que San Lucas nos describe acerca de esta adoración es que aquellos creyentes: “alzaron UNÁNIMES la voz a Dios”. Esta unanimidad para adorar a Dios también es necesaria entre nosotros en la actualidad. Adoración, no es solamente cantar en un culto, ni tampoco solamente decir palabras que reconocen la deidad de Dios. En su sentido más amplio, adorar consiste en vivir agradando a Dios en todo. Adoramos aun con nuestra conducta cuando estamos dando buen testimonio de nuestra fe en Dios ante la gente; adoramos también cuando en nuestras conversaciones usamos lenguaje no grosero, ni de doble sentido, ni ofensivo, sino edificante. Pero, en el caso de las palabras pronunciadas por los creyentes que oraron por los apóstoles y por la propagación del evangelio, fueron palabras de adoración.
Finalmente, lo que les quiero enfatizar en este momento, es que cuando acudimos a los cultos de nuestra congregación, lo que hacemos también es adorar. Nuestra adoración resulta que también es un testimonio que contribuye al avance de la misión de la iglesia, porque la gente que nos conoce y que días tras día y semana tras semana nos ve reunirnos en el templo, se dan cuenta que estamos comprometidos con algo que es verdaderamente importante, si no, no acudiríamos al culto para adorar. Nuestros vecinos se dan cuenta cuando salimos de casa Dios y nos vamos a la adoración; ese sencillo y aparentemente desapercibido acto nuestro, contribuye también al avance de la misión de la iglesia porque es un testimonio de la importancia de adorar a Dios que hacemos los que hemos conocido el poder salvador de Dios. Si usted comprende la importancia de estar en unanimidad en la adoración, entonces, cada vez que usted se sienta tentado a no presentarse a la adoración planeada en día y horario en nuestra congregación, decida mejor ser unánime con los que adoran, y decida no descuidar adorar a Dios juntamente con otros adoradores.
CONCLUSIÓN: Se requiere que todos los que formamos parte de esta comunidad cristiana donde nos reunimos, tengamos una actitud unánime con respecto a la oración, a la decisión de reunirse, al compañerismo, y a la adoración. Cuando se convoque a oración, no deje usted de presentarse y traer sus motivos de oración, y si no los tiene, preséntese usted para orar por los demás, y por la obra de Dios en general. Cuando haya reunión en el templo, en las casas, o en otro lugar, decida usted estar allí. Es parte de la unanimidad. Cada vez que haya culto, no deje usted de presentarse para adorar a Dios. No espere usted que la música le satisfaga a usted, no espere que otros hagan cosas para que usted se sienta satisfecho de estar en la adoración. El que debe quedar enteramente satisfecho de lo que usted hará y ofrecerá es Dios. En eso consiste el culto.
En resumen, practiquemos la unanimidad en todos estos aspectos que sirven para avanzar la misión de la iglesia, y que al mismo tiempo glorifican al Dios que nos ha dado salvación por medio de Jesucristo su Hijo.
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