LA FAMILIA DEBE ESTABLECERSE PRIORIDADES ETERNAS.
Hechos 5:1-11.
INTRODUCCIÓN: La iglesia surgió no solamente con varones porque así parece cuando hacemos una lectura simple de los primeros capítulos del segundo libro de San Lucas: Hechos de los Apóstoles. La iglesia surgió con familias, y sigue siendo formada tanto por individuos como por familias. Hechos 2 solamente enfatiza que en su predicación el apóstol Pedro se dirigió a los “varones hermanos” (v. 29); pero en el contenido de su predicación les enfatiza que las promesas de Dios son para ellos y sus hijos (v. 39), lo cual indica que el mensaje del evangelio es no solamente para los padres varones y los hijos varones, sino para toda la familia. El contexto escritural de la promesa a la que se refiere es Joel 2 donde la promesa del Espíritu Santo claramente involucra a miembros de la familia de todas las edades y sin importar si es masculino o femenino, pues Dios dice por medio del profeta Joel que: “derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones” (Joel 2:28). El evangelio y el don del Espíritu Santo no es solamente para los varones o padres de familia, sino que también lo es para los hijos y para las hijas. Cuando en Hechos 2 dice San Lucas que creyeron “como tres mil personas” podría referirse solamente a varones sin contar el número de mujeres, pero podrían también estar incluidas en este número, así como podría estar incluidos algunos o muchos hijos e hijas. Ahora, en su relato de Hechos 4 expresamente dice San Lucas que: “el número de los varones era como cinco mil” (Hechos 4:4b), pero no quiere decir que no había mujeres esposas o hijas, e incluso hijos varones. Hechos 5 es el testimonio de que matrimonios y familias enteras como la de Ananías y Safira habían creído en Jesucristo. Lamentablemente, el matrimonio de Ananías y Safira no es el matrimonio ideal y ejemplar para nadie, pero el caso de ellos nos es muy útil para aprender cómo establecer en nuestras familias, especialmente nuestras prioridades que tienen que ver con lo que es eterno.
Por eso en este mensaje lo que les voy a predicar es que: Los creyentes en Jesucristo, juntamente con los miembros creyentes de nuestra familia debemos tener prioridades eternas. / ¿Cuáles con las prioridades eternas que debemos tener los creyentes en Jesucristo juntamente con los miembros creyentes de nuestra familia? / Permítanme presentarles mediante un sencillo análisis de nuestro texto bíblico, algunas de tales prioridades eternas.
La primera prioridad eterna que debemos tener los creyentes en Jesucristo, juntamente con los miembros creyentes de nuestra familia, es:
I.- PREFERIR LAS COSAS CELESTIALES, EN VEZ DE LAS TERRENALES.
Según San Lucas en Hechos 4, describiendo el estilo de vida de los creyentes de Jerusalén, nos dice: “que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, 35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hechos 4:34-35). Nunca hubo una ley en la iglesia primitiva, ni instrucción de algún apóstol, que obligara a los creyentes a que vendieran sus propiedades y que la repartieran. De manera voluntaria decidieron hacerlo, porque hacerlo así no es nada incorrecto. Es en ese contexto que se resalta que un creyente llamado José y Bernabé como sobrenombre “como tenía una heredad, la vendió y trajo el precio y lo puso a los pies de los apóstoles” (Hechos 4:37). ¿Por qué esos creyentes hacían esto? Jesús diría que lo hacían por tener por más alto valor su esperanza de tener entrada en el cielo eterno de Dios al saber que han sido librados de una condenación que era eterna. Aquellos creyentes lo que estaban haciendo es seguir la enseñanza de Jesús que dice: “No os hagáis tesoros en la tierra, […] 20 sino haceos tesoros en el cielo, […] 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19a, 20a, 21).
Pero, en ese mismo contexto, surgió el detalle de un matrimonio que quiso vender una propiedad habiendo dicho que daría todo el importe, pero a la hora de la entrega del importe solamente entregó una parte quedándose probablemente con la mayor parte. “Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad, 2 y sustrajo del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo sólo una parte, la puso a los pies de los apóstoles” (Hechos 5:1b-2). Ambos cónyuges solamente querían que los vieran como generosos, que los vieran como que estaban interesados por las cosas celestiales y eternas, pero la realidad era otra. Ellos estaban más interesados por las cosas terrenales que por las eternas, pues el que da para la causa del evangelio, está poniendo su corazón en lo celestial y eterno, pero el que se queda con lo que debe aportar, lo que está haciendo evidente es que lo que más ama no es lo celestial y eterno, sino lo terrenal, lo material, y lo temporal. El detalle es que, en el caso de Ananías y Safira, hubo una complicidad entre ellos, pues cuando Ananías “sustrajo del precio”, esto ocurrió “sabiéndolo también su mujer”. Esto es lo que no debe ocurrir en la familia. En la familia como en el matrimonio debe ocurrir lo que bien dice Salomón cuando escribió: “Mejores son dos que uno; […]. 10 Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero” (Eclesiastés 4:9a, 10a); pues, es triste ver que esposas se hacen cómplices de los pecados de su esposo, y esposos se hacen cómplices de los pecados de sus esposas sin decirles absolutamente nada para recordarles que están mal, sino que hasta se complacen en aliarse para pecar juntos contra Dios, su iglesia, la familia, y hasta contra el prójimo. No levantan al miembro de su familia, sino que igualmente se hacen cómplices de su pecado. Eso no está bien.
Aplicando el problema que Ananías y Safira tuvo, estoy seguro de que más de uno, y más de una familia hemos tenido ese problema, de no dar para la obra de Dios lo que deberíamos dar, e igualmente nos hemos quedado con ello; y lo peor, es que lo sabe tu esposa, tu esposo en su caso, tus hijos, o tus padres, y nadie dice nada en la familia en casa. A muchas familias les parece que eso no es un problema. Por ejemplo, si de dar el diezmo para la obra de Dios, si alguien de su familia lo deja de hacer, espero equivocarme, usted no se lo va a recordar ni exhortar a quien no lo hace; y si usted lo deja de dar, nadie de su familia le va a decir que usted está mal. Nos solapamos todos. Qué nos importa que en las predicaciones o en las cápsulas de mensajitos nos estén recordando nuestro deber de diezmar. Un poco de dinero, nos puede corromper como ocurrió con Ananías y Safira. Pero debemos estar alertas de que no nos ocurra, porque Jesús en una de sus parábolas dijo que el que tiene un corazón como la tierra con espinos, tal persona: “… oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa” (Mateo 13:22). Dios no quiere que seamos creyentes y familias creyentes infructuosas. Dios quiere que como familias cristianas pongamos nuestro corazón en lo celestial y eterno, en vez de lo que aquí en la tierra perece, y que no llevaremos a la eternidad. Esta debe ser una de nuestras prioridades eternas.
La segunda prioridad eterna que debemos tener los creyentes en Jesucristo, juntamente con los miembros creyentes de nuestra familia, es:
II.- SER LLENOS DEL ESPÍRITU SANTO, EN VEZ DE LAS LLENURAS DE SATANÁS.
La acción de Ananías y de Safira, es una evidencia no de que hayan quedado desprovistos del Espíritu Santo, sino que siempre estaba disponible para llenarles de cualquier don y excelencia que necesitaran, pero lo que es evidente es que ellos ya no estaban dejando que el Espíritu Santo hiciera en ellos su obra santificadora y llenadora de dones. En vez de que dejaran que el Espíritu Santo les llenara de dones, ellos dejaron que Satanás les llenara el corazón, por eso el apóstol Pedro le preguntó a Ananías: “Ananías, ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad?” (Hechos 5:3). El apóstol Pedro quedó corto en preguntarle a Ananías, solamente acerca de sus pecados de mentira y de sustracción; pero, antes que hiciera la sustracción, lo que hubo en su corazón fue ambición por el dinero. Es decir, Satanás, no solamente le llenó el corazón para mentir, sino también para tener una equivocada ambición; luego no hay duda de que con el fin de no compartir para los hermanos que menos tenían, Satanás le llenó el corazón de egoísmo para que no pensara en los demás sino solamente en él y su esposa; pero también le llenó el corazón de astucia para ponerse de acuerdo con su esposa de que no dijeran la verdad a los apóstoles, ni a los demás hermanos creyentes.
E igualmente quedo corto en describir de qué tantas cosas Satanás llenó el corazón de Ananías, así como el de su esposa; pero, esto es porque ellos dejaron que su corazón sea llenado por este malvado enemigo de Dios, enemigo de la iglesia, y enemigo de nuestras almas. Pero, ellos fueron los que no dejaron que el Espíritu Santo de Dios les llene el corazón de todo lo que es bueno, santo, y agradable delante de Dios. Necesitaban bondad, generosidad, gratitud, y humildad, en vez de mentira, robo, ambición, egoísmo, astucia, soberbia, etc… Y la verdad del asunto es que, hasta el día de hoy, Satanás sigue llenando corazones de personas, de matrimonios, y de familias enteras que se dejan llenar por él. Él es quien llenaba el corazón de muchos fariseos de los tiempos de Jesús a quienes él dijo que: “estáis llenos de robo y de injusticia” (Mateo 23:25), que “estáis llenos de hipocresía e iniquidad” (Mateo 23:28), que “estáis llenos de rapacidad y de maldad” (Lucas 11:39). Él es quien llena el corazón de las personas que hacen a un lado a Dios de sus vidas, quedando “… atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; LLENOS de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” (Romanos 1:29-31). ¿De qué manera o maneras, o con qué pecado o pecados Satanás ha influenciado la vida de usted y de su familia, y cómo ha llenado el corazón suyo y de los miembros de su familia? No deje que Satanás se lo llene. Deje que el Espíritu Santo y Divino se los llene de sus dones y fruto.
Recuerden que nuestro Señor Jesucristo se encontró en esta tentación. Satanás quiso llenarle el corazón de todo tipo de pecados cuando retó a Jesús que convirtiera las piedras en pan. Claro que Jesús lo podía hacer, pero no lo tendría qué hacer en obediencia a los caprichos de Satanás. Quiso llenarle el corazón de pecados cuando retó a Jesús que demostrara que si se aventaba desde lo alto del templo de Jerusalén no caería porque los ángeles de Dios vendrían a ayudarle que no cayese. Claro que podría ser así, pero Jesús no cayó en hacer lo que Satanás quería. Quiso llenarle el corazón de pecados cuando le ofreció a Jesús que le daría todos los reinos del mundo con fama y poder de por medio, si Jesús postrado le adorara. Lo que Jesús hizo, sin duda que él lleno del Espíritu Santo le recordó a Satanás la verdad de las Sagradas Escrituras; y dice San Mateo que a Jesús: “El diablo entonces le dejó” (Mateo 4:11a).
A nosotros los creyentes de todos los tiempos, el apóstol Pablo en su epístola a los Efesios escribió: “Ni deis lugar al diablo” (Efesios 4:27), y el apóstol Santiago escribió también al respecto: “resistid al diablo y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Personas, matrimonios, y familias pueden ser llenados sus corazones por Satanás, solamente si le dan lugar, y si no le hacen resistencia. Esto depende de cuál sea la prioridad eterna de cada persona y familia. ¿Cuál es la prioridad eterna de usted y de su familia? ¿Es dejar ser llenado por el Espíritu Santo, o se la está llenado el padre del infierno? Todos los creyentes, y nuestras familias, debemos ocuparnos en que seamos llenados de “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22-23a) por el Espíritu Santo, pero no solamente llena de esto, sino también de sabiduría, entendimiento, ciencia, consejo, fortaleza, piedad, y temor de Dios; y de muchos otros dones divinos, según el propósito de Dios para nuestra vida. Cualquiera que sea la manera de cómo su corazón es llenado por Satanás, la alternativa con beneficio eterno es que deje usted que su corazón sea llenado por el Espíritu Santo. Por ejemplo, a los que tienen adicción de abusar de vino y embriagarse, San Pablo les dice: “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Efesios 5:18).
La tercera prioridad eterna que debemos tener los creyentes en Jesucristo, juntamente con los miembros creyentes de nuestra familia, es:
III.- GLORIFICAR A DIOS, EN VEZ DE FINGIR GLORIFICARLE.
Las preguntas y la afirmación que el apóstol Pedro le hace a Ananías cuando le dice: ¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? 4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3-4), son muy claras de que cuando uno ha prometido algo, como dije antes, aunque no directo a Dios por medio de una oración, y aunque sea a la iglesia o a sus representantes, pero también cuando prometemos algo a alguna persona en particular, es considerado por Dios como algo totalmente serio y sagrado que uno debe cumplir; y si uno no lo cumple, Dios considera que le hemos mentido a Él. No importa a quién uno haya mentido, Dios considera que a quien uno ha mentido es a Él; y eso no le glorifica a Él. ¿Recuerda usted en lo personal, pero también en lo familiar, alguna situación en el que han caído igualmente en mentir a Dios? No es mi intención hacer que alguien se sienta más culpable, ni es mi intención avergonzar a alguien, sino solamente deseo hacer la observación de que podría ser que haya alguna familia entre nosotros que no esté verdaderamente glorificando a Dios, sino que esté cayendo sin que se dé cuenta en el mismo pecado de Ananías y Safira de no glorificar a Dios.
El corazón es donde comienza toda clase de pecado cuando es influenciado por Satanás, y Dios se ofende cuando uno deja que el pecado siga brotando más del corazón. En nuestro caso debemos también tener cuidado de no caer en el error de la mentira que brota del corazón, porque quien miente a alguien o a la misma iglesia, igualmente miente “al Espíritu Santo”, “a Dios”. La mentira es la misma táctica que desde el principio de la creación usó Satanás, la serpiente que engañó a Eva, cuando le dijo que no es cierto que si Adán y Eva comían del fruto no permitido morirían. La mentira de Satanás en ese entonces fue que le dijo a Eva: “No moriréis” (cf. Génesis 3:4b); pero la realidad después de la desobediencia a la que indujo tanto a Eva como a Adán demuestra lo contrario. Jesús, ante un grupo de judíos dijo de ese diablo Satanás, que: “no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira” (Juan 8:44b). Satanás el diablo, es así, porque nunca quiso, ni quiere ahora glorificar a Dios; y cuando uno es influenciado o llenado por él, uno actúa como él, dejando también de glorificar a Dios. Como diablo mentiroso influenció y llenó a Ananías y a Safira para mentir “a Dios” (v. 4), y es así como ellos, en realidad fingieron ser generosos cuando estaban más interesados en quedarse con lo que debieron haber entregado, y fingieron ser comprometidos con Dios porque quisieron ser vistos como era visto José Bernabé quien de manera total entregó el importe de la venta que hizo de una propiedad que tenía. No tuvieron como prioridad el glorificar a Dios, si no, no hubiesen dejado que sus corazones fueran mal llenados por Satanás de más pecaminosidad, y hubiesen dado el importe total de su venta con toda honestidad y rectitud primeramente ante Dios, pero también ante la iglesia.
Todo creyente en lo personal, pero también una familia de creyentes que tiene prioridades eternas con fundamento en el evangelio, primeramente, desea glorificar a Dios, y no se ponen de acuerdo, ni se solapan en nada con su propia familia para fingir algo delante de Dios y de su iglesia.
- Si de fe se trata, no se debe fingir que uno es creyente cuando no lo es, pero cuando uno lo es, se reconoce. Timoteo y su familia, son un buen ejemplo de no fingir la fe para engañar a la iglesia, porque si alguien o una familia o matrimonio miente en este detalle a la iglesia, qué más, pero a Dios no le podrán mentir. La consecuencia es que tales fingidores no tendrán vida eterna ni salvación. El apóstol Pablo reconoció en la familia de Timoteo esta integridad cuando le escribió diciéndole que: “la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5). Estos son creyentes individuales, pero de una misma familia que glorifican a Dios con tener fe y vivir con fe.
- Si de amor se trata, el apóstol Pablo, exhortó a los creyentes romanos que: “El amor sea sin fingimiento” (Romanos 12:9). El que finge amar, pero a espaldas de uno dice y hace cosas que daña a otros, no glorifica a Dios, sino que asimismo solamente finge glorificar a Dios. Ese fue también el problema de Ananías y Safira. Pero, ojalá que no sea también nuestro problema en nuestras familias; y si así lo ha sido, ahora sí, vale la pena ponerse de acuerdo con la familia para dejar de fingir glorificar a Dios, y glorificarle verdaderamente.
CONCLUSIÓN: Amados hermanos, en lo personal y en nuestra familia, establezcamos estas prioridades que tienen valor para lo eterno. Prefiramos las cosas celestiales, en vez de las terrenales, porque como dice el apóstol Pablo a los Colosenses “… buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:1-2). Dejemos que nuestros corazones en la familia sean llenados por el Espíritu santo, y no por Satanás; y glorifiquemos a Dios, en vez de fingir glorificarle. No sigamos el mal ejemplo de Ananías y Safira, sino sigamos el ejemplo de nuestro Señor Jesucristo, que “fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:15).
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