NO HAY TIEMPO QUÉ PERDER

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NO HAY TIEMPO QUÉ PERDER

Hechos 9:1-6, 11-20.

 

   INTRODUCCIÓN:  Todos alguna vez o muchas veces en nuestra vida, hemos hecho algo que posteriormente nos damos cuenta de que solamente fue una pérdida de tiempo. ¿Cómo lamentamos no haber invertido nuestro tiempo en hacer lo útil, correcto, y hasta lo más productivo que debimos haber hecho? Eso fue lo que le sucedió a Saulo un joven que perdió el tiempo persiguiendo a la iglesia de Jesucristo cuando lo que debió haber hecho desde el principio era unirse a la iglesia, y reconocer a Jesucristo como el Hijo de Dios y Señor de la vida y de la iglesia.  Pero, bueno, un día se encontró con Jesucristo, y desde entonces Saulo rectificó su proyecto de vida.  No perdería más el tiempo en cosas no agradables a la voluntad de Dios, sino que, a partir de entonces, haría la voluntad de Dios, y así lo hizo.

  Basado en nuestra lectura bíblica de Hechos 9:1-16, 11-20, que contiene parte de la historia del entonces el joven Saulo de Tarso, les voy a predicar que: Cuando un creyente decide obedecer a Jesucristo antes que a los hombres, asume sin perder más tiempo, los compromisos propios de la fe. / ¿Cuáles son los compromisos propios de la fe que debe asumir inmediatamente un creyente cuando decide obedecer a Jesucristo antes que a los hombres? / En este mensaje les voy a compartir algunos de estos compromisos propios de la fe que uno debe asumir inmediatamente (sin más tiempo que perder).

   El primer compromiso propio de la fe que un creyente debe asumir inmediatamente al decidir obedecer a Dios antes que a los hombres es:

I.- OBEDECER LA VOLUNTAD DE JESÚS.

   En Hechos 4, leímos que los apóstoles Pedro y Juan fueron encarcelados por haber sido instrumentos para la sanidad de un cojo de nacimiento, a quien solamente le ordenaron en el nombre de Jesucristo que se levante, y en seguida a este hombre se le enderezaron sus huesos y acomodaron sus tendones. Pero, antes de ser liberados de su encarcelamiento gestionado por el sumo sacerdote de Jerusalén, dice San Lucas que: “… les intimaron que en ninguna manera hablasen ni enseñasen en el nombre de Jesús. 19 Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; 20 porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. 21 Ellos entonces les amenazaron y les soltaron, no hallando ningún modo de castigarles” (Hechos 4:18-21).  La respuesta de Pedro y Juan es muy entendible de que cuando uno es creyente que se ha convertido en discípulo de Jesucristo, uno sabe que la prioridad es obedecer a Dios.  Así lo hicieron no solamente Pedro y Juan, sino todos los apóstoles, pero también así lo han hecho millones de creyentes de todos los tiempos, y así lo haremos también nosotros.  ¿No es así?

   Pero, que contraste con un joven llamado Saulo que se profesaba fariseo, y que debería ser un verdadero hombre de Dios, pero no era más que un enemigo de la obra de Dios.  Observen nada más que en su plan de perseguir a los creyentes, ¿a quién acudió? Leemos en Hechos 9:1 que Saulo “… respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote” (Hechos 9:1).  El sumo sacerdote del templo de Jerusalén, de corte fariseo, era el real perseguidor de los creyentes.  Saulo solamente estaba al servicio del sumo sacerdote.  Observen nada más qué fue a hacer Saulo con el sumo sacerdote.  Dice el versículo 2 que: “le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén” (Hechos 9:1-2).  Creía que estaba sirviendo a Dios porque servía a los intereses del sumo sacerdote, pero estaba equivocado porque solamente estaba sirviendo a los hombres, mas no a Dios.  Pero por la gracia de Dios, en el camino a Damasco de Siria, Jesús resucitado y ascendido al cielo le salió al encuentro de Saulo y le confrontó.  En el versículo 6 dice San Lucas que Saulo: “Él temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (Hechos 9:6a).

  Ahora, comprendiendo que Jesús es el Señor de la iglesia y que es él quien debe ser servido y no el sumo sacerdote, Saulo sin perder más tiempo, tomó inmediatamente la decisión de ya no más perseguir a los creyentes, y de dejar de servir al sumo sacerdote y a los intereses del fariseísmo.  Saulo no le dijo a Jesús: Señor, gracias por ayudarme a entender que estaba equivocado; ni, Señor, perdóname por haber perseguido a los creyentes de ti y de tu iglesia; ni le dijo: Señor, voy a necesitar unos días para pensar cómo corregir mi vida delante de ti, y ver cómo hacerle para que no se moleste conmigo el sumo sacerdote de Jerusalén, y después por favor búscame de nuevo para ver cómo te puedo servir o si arreglo esto pronto yo te invoco haciendo una oración para ponerme a tus órdenes.   Nooo, Saulo se dio cuenta que había perdido mucho tiempo haciendo lo que es incorrecto sirviendo a los intereses de la persona incorrecta; así que, en ese mismo día, en ese mismo momento en el camino a Damasco, inmediatamente sin perder más tiempo, se dirigió a Jesús diciéndole: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?”.  Desde entonces, Saulo fue constituido por Jesús como uno de sus apóstoles, es decir, uno de sus enviados, porque la palabra apóstol significa enviado.  Ya no sería más enviado del sumo sacerdote ni de los fariseos.  Años más tarde cuando Saulo, más conocido como Pablo en 5 de sus 12 epístolas, en la salutación que escribió en ellas se identifica como “apóstol de Jesucristo”, o sea, “enviado de Jesucristo”, no del sumo sacerdote. ¡Qué gran diferencia!  Luego siempre añadía: “por la voluntad de Dios” (1 Corintios 1:1; 2 Corintios 1:1; Efesios 1:1; Colosenses 1:1; 2 Timoteo 1:1).  Antes servía a la voluntad de hombres, pero desde su encuentro con Jesucristo, todo aquello se acabó. A partir de entonces, sirvió a la voluntad de Dios. Ya nunca más se consideró enviado del sumo sacerdote sino enviado o apóstol de Jesucristo; ya no estaba sirviendo por voluntad de hombre, sino por voluntad de Dios el Padre y de Jesucristo su Hijo.

   Esto es lo que también debemos hacer, obedecer la voluntad de Dios antes que la voluntad de los hombres.  Y no hay tiempo que perder.  Hoy es tiempo de tomar esta decisión.  Ni siquiera hay qué esperar mañana o la próxima semana. Decide servir a Jesucristo.  Pregúntale también qué quiere que usted haga.

 

   El segundo compromiso propio de la fe que un creyente debe asumir inmediatamente al decidir obedecer a Dios antes que a los hombres es:

II.- RECIBIR EL BAUTISMO CON AGUA.

   En el encuentro de Saulo con Jesús, quedó cegado de la vista por causa de aquel resplandor glorioso con el que Jesús se le presentó.  De allí, Saulo, por instrucción misma de Jesús, fue llevado a la misma ciudad de Damasco a casa de un discípulo llamado Judas.  En otro punto de la ciudad vivía otro creyente muy consagrado a la oración, llamado Ananías, a quien Jesús también se le apareció en visión diciéndole: “Levántate, y ve a la calle que se llama Derecha, y busca en casa de Judas a uno llamado Saulo, de Tarso; porque he aquí, él ora, 12 y ha visto en visión a un varón llamado Ananías, que entra y le pone las manos encima para que recobre la vista” (Hechos 9:11-12).  Dice San Lucas que: “Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo. 18 Y al momento le cayeron de los ojos como escamas, y recibió al instante la vista; …” (Hechos 9:17-18a).  Pero, antes de concluir la visita de Ananías a Saulo, dice San Lucas acerca de Saulo: “… y levantándose, fue bautizado” (Hechos 9:18b).  No perdió más tiempo para ser bautizado; ni siquiera esperó la semana siguiente, pues ¿cuánto tiempo estuvo en Damasco en casa de Judas donde Ananías le encontró?  Dice el versículo 9 que solamente 3 días.  Así que no sé si hasta el tercer día fue bautizado, o si desde el primer día de su estancia en Damasco, pero lo que es claro es que no es como muchos de los que ahora dicen ser creyentes que pasan muchos años no queriendo ser bautizados. Aun para el bautismo, tampoco hay tiempo que perder.

   El bautismo, en realidad no es una opción para el que es creyente mientras no hay algún impedimento real.  Incluso cuando hubiese impedimento, debería procurarse la manera de administrarse y ser recibido.  Hay creyentes que suelen evitar el bautismo, pero el que es creyente no tiene por qué rechazarlo ni omitirlo en su experiencia.  Es la manera de confirmar visiblemente que uno ha sido lavado de sus pecados por la sangre redentora de Jesucristo, tan solo por haber creído en Jesucristo.  No bautizarse, es rechazar a Jesucristo mismo.  En el caso de los primeros casi 3,000 mil convertidos a Jesucristo el día de Pentecostés en Jerusalén, relata San Lucas que tras la predicación del apóstol Pedro: “los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas” (Hechos 2:41).  No se rehusaron, ni lo pospusieron para el día de Pentecostés del año siguiente.  Y en el caso del Eunuco que fue evangelizado por el diácono Felipe, dice también San Lucas en Hechos 8, que: “… yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? 37 Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. 38 Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó” (Hechos 8:36-38).  Tampoco se rehusó, es más, él lo pidió.

    Lo que quiero recalcar en este punto, es que todo aquel que es creyente, debe asumir inmediatamente la responsabilidad de bautizarse, sin perder más tiempo. Si es el caso de usted, ¿no cree que ya debe recibir el bautismo correspondiente a la fe en Jesucristo que usted ha tenido el privilegio de recibir?  ¿Por qué lo pospone más?  No hay tiempo que perder.

 

   El tercer compromiso propio de la fe que un creyente debe asumir inmediatamente al decidir obedecer a Dios antes que a los hombres es:

III.- REUNIRSE CON LOS DISCÍPULOS MÁS CERCANOS.

   Habían transcurrido 3 días desde que Jesús salió al encuentro de Saulo. Esos primeros tres días estuvo en casa de un tal Judas en la ciudad de Damasco. Esos tres días estaba convaleciente del efecto potente del “resplandor de luz del cielo” (Hechos 9:3), luz de la gloria de Jesús que le rodeó que le causó una ceguedad temporal (vv. 8, 12, 18), que le tardó 3 días.  Esos mismos tres días, dice San Lucas que Saulo “no comió ni bebió” (v. 9), pero cuando recuperó la vista: “… habiendo tomado alimento, recobró fuerzas. Y estuvo Saulo por algunos días con los discípulos que estaban en Damasco” (Hechos 9:19). Esto es lo que quiero enfatizar.  Que “estuvo… por algunos días con los discípulos en Damasco”. No perdería más tiempo haciendo otra cosa que no sea estar también con los discípulos.

   Saulo no regresó a Tarso de Cilicia, su ciudad natal (Hoy parte de Turquía). Estaba a 400 kilómetros al norte de Damasco[1], viajando primero un poco por tierra, luego un tramo por mar mediante un pequeño golfo en la parte norte del mar mediterráneo que conecta Siria con Cilicia.  También podría ir por tierra rodeando el golfo más al norte, aunque serían como unos 225 kilómetros más, como uno 625 kilómetros de Damasco.  Pero, no se fue a su pueblo.  Primero, decidió quedarse “por algunos días con los discípulos en Damasco”.  Esta es una respuesta que indica la veracidad de su conversión, entrega, y compromiso con Jesucristo antes que con los hombres.  Una persona que se convierte al evangelio se interesa en reunirse con otros creyentes en Jesucristo.

   Después de aquellos “algunos días con los discípulos en Damasco”, ahora el perseguido era él, porque algunos judíos de Damasco que se oponían que Cristo fuese predicado querían matarle, pero los discípulos que estaban en Damasco lo ayudaron a salir de la ciudad, descolgándole de noche en una canasta en el muro de la ciudad.  Entonces, viajo de nuevo a Jerusalén, a unos casi 350 kilómetros al sur de Damasco. En línea recta serían solamente 218 kilómetros[2], pero en su tiempo no había aviones, sino que todo era a pie o a caballo, y las distancias se recorrían en días, semanas, y a veces hasta en meses. Pero, en este viaje que hizo a Jerusalén nos explica San Lucas que: “Cuando llegó a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos; pero todos le tenían miedo, no creyendo que fuese discípulo” (Hechos 9:26), pero observen que su prioridad cambió.  Ya no le interesaba perder el tiempo en ir a visitar al sumo sacerdote, sino que su prioridad era “juntarse con los discípulos”.  Cuánta falta hace que los creyentes de ahora, sintamos la necesidad de juntarnos con alta frecuencia con otros discípulos de Jesucristo.  Por fin, un creyente llamado Bernabé, “… tomándole, lo trajo a los apóstoles, y les contó cómo Saulo había visto en el camino al Señor, el cual le había hablado, y cómo en Damasco había hablado valerosamente en el nombre de Jesús. 28 Y estaba con ellos en Jerusalén; …” (Hechos 9:27-28a). El énfasis que hace San Lucas es describir que Saulo “estaba con ellos (con los discípulos) en Jerusalén”.

   Los creyentes en Jesucristo que desean obedecer a Dios antes que a los hombres, debemos reunirnos con otros creyentes para adorar juntos a Dios y a su Hijo, nuestro Señor y Salvador Jesucristo; a estudiar juntos y a escuchar la predicación de la palabra de Dios; a orar juntos, a evangelizar juntos, y a servir juntos.  No descuide usted hacer esta voluntad de Dios.

 

   El cuarto compromiso propio de la fe que un creyente debe asumir inmediatamente al decidir obedecer a Dios antes que a los hombres es:

IV.- PREDICAR A CRISTO DONDEQUIERA QUE ESTEMOS.

   Pero, ahora observemos que cuando Saulo se quedó en Damasco algunos días, no fue solamente para ver y conocer a los que ya eran creyentes en aquella ciudad, sino que, durante su estancia en Damasco, dice San Lucas que “… predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios. 21 Y todos los que le oían estaban atónitos, y decían: ¿No es éste el que asolaba en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y a eso vino acá, para llevarlos presos ante los principales sacerdotes?” (Hechos 9:20-21).  Es interesante, ver a Saulo predicando a Cristo; esto quiere decir que primeramente sabía muy bien la verdad de los hechos acerca de Cristo, de su muerte, de su resurrección, y de su poder para sanar a los enfermos, echar fuera demonios, y hasta para resucitar a los muertos; pero aun sabiéndolo, él había preferido obedecer al sumo sacerdote y a todos sus allegados que querían aplastar y desaparecer a los discípulos que estaban surgiendo por miles no solamente en Jerusalén, sino en otras muchas ciudades de muchas partes del imperio romano.

  Sin embargo, ahora, tras su encuentro con Jesucristo, Saulo decidió ya no más perder el tiempo obedeciendo a los hombres sino a Dios, así que, en vez de perseguir a los discípulos y creyentes en Jesucristo, ahora no perdería el tiempo en causas incorrectas, sino que predicaría a Cristo afirmando y explicando siempre que él es “el Hijo de Dios”. La gente de Damasco estaba sorprendida de este cambio repentino de Saulo que casi no lo podían creer, pero era la evidencia de que ahora aquel perseguidor de los creyentes quiere hacer la voluntad de Dios y no la voluntad de hombres como el sumo sacerdote de Jerusalén y sus allegados que no aceptaron que Jesús “era el Hijo de Dios”.  Saulo ya no estaría más perdiendo el tiempo en acciones que no sean buenas ni provechosas tanto para él como para los escogidos y llamados de Dios.

   Es muy probable que usted también debiera ser predicador en nombre de Cristo, antes que perder el tiempo en otras ocupaciones que no necesariamente representan que uno está apegado a la voluntad de Dios. En realidad, no solamente los pastores, los ancianos de iglesia, y los seminaristas deben predicar a Cristo, sino todos los creyentes.  Predicar a Cristo, también, no necesariamente se puede hacer en los templos, o detrás del púlpito de un templo; aunque puede ser también en lugares públicos, pero también en nuestras conversaciones y con nuestro buen testimonio y ejemplo con los demás.  Igualmente nosotros, prediquemos a Cristo donde quiera que estemos.  Pablo lo hizo estando en Damasco, luego estando en Jerusalén, pero luego lo hizo en Cesarea, y luego hasta tuvo que ir a predicar a Tarso (cf. Hechos 9:30), a casi 1000 kilómetros de distancia, para que en su propia tierra supiesen que él ya era un discípulo y predicador de Cristo, y no un perseguidor.

 

   CONCLUSIÓN: Estimado oyente, ¿qué compromisos propios de la fe cristiana todavía necesita o debe asumir inmediatamente porque usted ya está decidido a obedecer a Dios antes que a los hombres?  En este tiempo, y en este lugar donde vivimos, y como parte de la naturaleza de la misión de la iglesia a la que nos congregamos con otros discípulos, necesitamos igualmente como Saulo: 1.- Obedecer la voluntad de Jesús, antes que la voluntad de otras personas; 2.- recibir el bautismo con agua, en caso de que alguien no haya recibido el bautismo; 3.- reunirse con los discípulos más cercanos con los que usted pudiera estar lo más frecuente posible; y 4.- predicar a cristo dondequiera que Dios nos establezca para vivir o trabajar.

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[1] http://distancia.1km.net/sy/damascus/tr/tarsus/ (Distancia entre Tarso y Damasco).

[2] http://distancia.1km.net/il/jerusalem/sy/damascus/ (Distancia ente Jerusalén y Damasco).

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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