UNA FE FIRME Y VIGOROSA

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UNA FE FIRME Y VIGOROSA

Colosenses 3:1-17.

 

   INTRODUCCIÓN: Estos dos últimos años en particular, no solamente la pandemia ha dado un golpe duro a la humanidad en cuestión de salud, sino también diversos movimientos y diversas corrientes sociales modernas han estado desde diversos frentes golpeando a la vida, a la familia, corrompiendo el orden establecido por Dios. Por desgracia, no solamente personas y familias que no son de la fe cristiana están promoviendo o están de acuerdo con tales corrientes sociales, sino personas y familias que dicen estar en la profesión de la fe cristiana, promueven y viven más de acuerdo con las ideas posmodernistas que con los principios bíblicos establecidos nada menos que por Dios mismo. Esto podría traer consecuencias en nuestros propios hijos, nietos, bisnietos, y en las siguientes generaciones de nuestros descendientes, si no enfrentamos con una fe firme y vigorosa estas situaciones de nuestro mundo actual.  Pero, amados hermanos, todavía estamos a tiempo para desarrollar una fe firme y vigorosa y con ella enfrentar las situaciones adversas y pecaminosas que ya están ocurriendo alrededor.  Ya son una realidad, ya son una amenaza a la integridad espiritual y moral de la familia según Dios, ya son una ofensa abierta y deliberada en contra de Dios.  Nosotros no debemos ser parte de tales situaciones.  Nosotros somos llamados a ser la “sal de la tierra” (Mateo 5:13), y la “luz del mundo” (Mateo 5:14).

   Basado en el texto bíblico de Colosenses 3:1-17 que ya hemos leído, voy a predicarles en este momento, que: Los creyentes en Cristo, necesitamos una fe firme y vigorosa para los diversos aspectos de nuestra vida. Quiero aclarar que hay una diferencia entre una fe firme y una fe vigorosa. Una fe firme es sin duda que una fe real que no deja de creer (valga la redundancia) lo que bien debe ser creído; es el fundamento de la fe vigorosa, pero una fe vigorosa es la misma fe firme que no se limita únicamente en creer lo que cree, sino que con ella se actúa conforme a lo que se cree.  / ¿Cuáles son los diversos aspectos de nuestra vida en los cuales los creyentes en Cristo necesitamos una fe firme y vigorosa? / Nuestro texto de Colosenses 3, dividido por grupos de versículos, nos enlista algunos aspectos de nuestra vida en los cuales los creyentes en Cristo necesitamos una fe firme y vigorosa.

 

   El primer aspecto de nuestra vida en el cual los creyentes en Cristo necesitamos una fe firme y vigorosa, es:

I.- EN NUESTRO CAMINAR HACIA LA ETERNIDAD.

   Los primeros cuatro versículos, nos describe a los creyentes como personas que, aunque nos vemos con vida, en realidad desde que Cristo murió, nosotros también morimos juntamente con él. ¿Entiende esto usted? Dice el versículo 3 que: “… habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (v. 3).  No se trata de lo que Pablo dice a los Efesios, de estar muertos en delitos y pecados (cf. Efesios 2:1), ni tampoco se trata de que ya morimos para estar de una vez en la eternidad, sino que la sentencia de la muerte anunciada a Adán, ya se aplicó en nosotros desde la muerte de Cristo, pero aquí seguimos vivitos, sin todavía ser llevados al cielo.  Antes de ir al cielo, lo cual es una cosa segura, no vamos al infierno, ni al mítico purgatorio, sino lo que ocurre es que: “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”.

   Lo hermoso de este proceso, es que no solamente hemos muerto cuando Cristo murió, sino observen con qué buenas noticias comienza el versículo 1: “Si, pues, habéis resucitado con Cristo” (v. 1a), dando a entender que tras creer en Jesucristo somos contados también como resucitados desde que Cristo resucitó.  Pero, observen qué dice el final del versículo 1 en cuanto a dónde está Cristo ahora después de haber él resucitado. Dice de él que ahora “está… sentado a la diestra de Dios” (v. 1c).  Esto es en cuanto a Cristo.  Es verdad, que si Cristo “está… sentado a la diestra de Dios” (v. 1c), y si “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios”, la buena noticia es que se anticipa que también ya estamos también en los cielos.  Esto es únicamente, una expresión que garantiza que nuestra bendita fe, no es solamente una especulación o falsa esperanza, sino una segura realidad para nuestra eternidad.  Sin embargo, es evidente que todavía estamos aquí en este mundo lleno de pecado, perversiones de la vida, y aflicciones; pero estamos caminando en este proceso de llegar “donde está Cristo”. ¿No es así?

   Es por eso, que San Pablo dos veces de manera semejante, exhorta a los creyentes diciendo: “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (v. 1b), y “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (v. 2).  En esta búsqueda, y en este poner la mira “en las cosas de arriba” y “no en las de la tierra”, no lo podemos hacer si no tenemos una fe firme y vigorosa.  Una fe vigorosa no solamente hace que estemos seguros de que ya hemos sido salvados para toda la eternidad, sino que también hace que todos los días nos mantengamos buscando y mirando “las cosas de arriba”, esperando que llegue el momento “de partir y estar con Cristo” (cf. Filipenses 1:23), o de que Cristo vuelva para llevarnos a su eterna gloria.  Una fe vigorosa nos capacita para no distraernos de nuestra meta de estar donde Cristo está. Una fe vigorosa es la que nos mantiene alejados de las cosas “de la tierra”, para no ser absorbidos por el mundo y distraernos del camino que debemos estar siguiendo.

 

   El segundo aspecto de nuestra vida en el cual los creyentes en Cristo necesitamos una fe firme y vigorosa, es:

II.- EN NUESTRO HACER MORIR LO TERRENAL.

   Los versículos 5 al 7 son otro bloque de versículos que en sus primeras dos palabras tiene la exhortación: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros:” (v. 5a).  Estos versículos nos ayudan a reconocer nuestra realidad.  Es verdad que en Cristo tenemos el perdón de nuestros pecados tanto personales, como el que heredamos de Adán; pero también es verdad que Dios no retira la realidad de la naturaleza que corresponde a nuestra humanidad pecadora, sino que ha dejado en nosotros que vivamos siempre acompañados de esta naturaleza.  Por eso dice que lo que hemos iniciado una vida de fe en Cristo, todavía está “lo terrenal en vosotros”.  Pero esto terrenal no puede ser mayor que la gracia del perdón que Cristo ha tenido para nosotros, y que no puede imponerse el mal sobre el bien que Cristo tiene para nuestra vida.  Es por eso que se nos dice mandatoriamente: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros”.

   En realidad, no somos nosotros los que acabamos con el pecado que invade nuestra naturaleza, sino que es Cristo quien quita el pecado (cf. Juan 1:29), sin embargo, debemos ser intencionalmente responsables de no desear que ningún pecado permanezca establecido en nuestra vida.  En vez de desearlos, debemos odiarlos, por lo repugnantes que son, e impropios para la vida perdonada que Dios ha querido darnos ahora en Cristo.  Desde el mismo versículo 5 se nos presenta solamente una breve lista de pecados que debemos hacer morir de nuestra vida, y se resalta en los versículos 6 y 7, la gravedad de mantenerlos en nuestra vida.   Se trata de: “fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas” (Colosenses 3:5b-7).

   ¿Se identifica usted con alguno de estos problemas de pecado, o le recuerda que usted está involucrado en alguno similar a estos? Finalmente, sea cual sea el pecado, tenemos que ser comprometidos en hacerlos morir de nosotros.  Estoy seguro que ya hay muchos pecados que ya hemos hecho morir de nuestra vida, pues, no ha sido en vano la bendita fe que hemos abrazado; pero es muy seguro que todavía dejamos pasar a este nuevo año, pecados que todavía no mueren.  Son terribles, no mueren fácilmente, sino que se potencian en diversas variantes.  Es por esto que si uno no tiene una fe vigorosa, podríamos quedarnos esperando pasivamente que se mueran solos, pero no es así que se mueren. Se mueren si estamos pendientes de hacerlos morir, pero solamente podemos estar pendientes de hacerlos morir, si nuestra fe es vigorosa.

 

   El tercer aspecto de nuestra vida en el cual los creyentes en Cristo necesitamos una fe firme y vigorosa, es:

III.- EN EL CONTROL DE NUESTRO CARÁCTER.

   Un tercer bloque de versículos son los que van del 8 al 11, pero basta con enfatizar algunos detalles.  Observen que el versículo 8 comienza diciendo: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas:” (Colosenses 3:8a).  Queda claro hasta aquí que siempre hay cosas que tenemos que dejar, y no algunas, pues no debemos ser selectivos en dejar unas y quedarnos intencionalmente con otras, pues claramente dice la palabra que hay que dejar también: “todas estas cosas”.  Pero observen la pequeña lista que continúa en el mismo versículo 8 y en el 9: “ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, 10 y revestido del nuevo,” (vv. 8b, 9, 10a).  Esta lista que es breve, solamente son algunos ejemplos de actitudes que tienen que ver con el carácter sobre el cual no se tiene control alguno, pues hay más de estas cosas que cada uno de nosotros tiene de manera diversa y en diferente grado de afectación.

   Pero, observen en los versículos en la segunda parte del versículo 9, y la primera parte del versículo 10, en las que el apóstol Pablo nos da dos razones, que tenemos los creyentes para dejar estas cosas del carácter.  La primera es que ya nos hemos ¿qué? “despojado del viejo hombre con sus hechos” (v. 9b). ¿Quién es este “viejo hombre con sus hechos”?  Es Adán y sus hechos.  Nuestra fe en Cristo nos ha despojado de la culpa de Adán que pesaba sobre nosotros, y que hacía que nuestro carácter sea el más pésimo que pueda haber.   La segunda razón es que ya nos hemos ¿qué? “revestido del nuevo”, ¿revestido?  Sí, ahora, Dios ha puesto en nuestra vida, un nuevo vestido de carácter que no es el de Adán.   Y cuando dice: “nuevo”, ¿nuevo qué? Nuevo hombre.  Y ¿quién es este nuevo hombre? Es Cristo.  Estamos revestidos ahora de Cristo.  El modelo de su carácter está depositado también en nosotros.

   Pero, igualmente, vuelvo a recalcar: Solamente una fe vigorosa hará que sometamos este aspecto de nuestra vida, para que el efecto de nuestra nueva vestidura funcione en nosotros desarrollando el carácter de Cristo.  Una fe débil no conquistará estas bendiciones en nuestra vida, aunque han sido puestas a nuestro alcance.  Aun en este aspecto de nuestra vida, necesitamos que nuestra fe sea vigorosa, si no, nos quedaremos habituados con el carácter que siempre hemos tenido.

 

   El cuarto aspecto de nuestra vida en el cual los creyentes en Cristo necesitamos una fe firme y vigorosa, es:

IV.- EN EL DESARROLLO DE UN CARÁCTER CRISTIANO.

   En el siguiente bloque de versículos 12 al 15 observemos que primero se nos dice: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados” (v. 12a).  No está diciendo que los creyentes debemos vestirnos nuevamente cuando ya estamos vestidos de Cristo el nuevo hombre, sino que está resaltando que somos ¿qué? “escogidos de Dios, santos y amados”; y entonces, es a la altura de este honor que debemos estar vestidos, no en la ropa exterior que usamos, sino en el desarrollo del carácter divino y cristiano que el nuevo hombre Cristo está infundiendo en nuestra vida.

   Este carácter divino y cristiano es: “de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; 13 soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. 14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. 15 Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Colosenses 3:12-15).

   No solamente hemos sido llamados a dejar el carácter de la naturaleza pecaminosa, sino que también somos llamados a tomar el carácter de la naturaleza divina de Cristo.  Esto requiere de esfuerzo, de consagración, de voluntad, porque si dejar lo malo no es fácil, implementar lo bueno tampoco es tan fácil, pero sí es posible si nuestra fe no se limita solamente en creer que esto va a ocurrir en nosotros porque se trata de una dádiva de Dios, sino que se requiere de una fe con vigor, dispuesta y comprometida a poner en práctica estas dádivas que han sido regaladas a nuestra vida.  Si no hay vigor en nuestra fe, dejaremos más a un lado estos atributos divinos comunicables de la gracia de Dios, que los atributos de la naturaleza del pecado que nos ha acompañado en toda nuestra vida.  Por esto, necesitamos que nuestra fe sea vigorizada.

 

   El quinto aspecto de nuestra vida en el cual los creyentes en Cristo necesitamos una fe firme y vigorosa, es:

V.- EN EL INTERÉS POR LA PALABRA DE DIOS.

   El último detalle que quiero resaltar en este mensaje, lo tomaré del versículo 16 que dice: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales” (Colosenses 3:16).  Se puede observar con una gran facilidad que no se nos pide que solamente leamos un versículo o medio versículo diariamente en una literatura devocional.  No se nos pide que solamente escuchemos la lectura o las lecturas bíblicas que se incluyen en los cultos dominicales.  Esto representaría una falta de vigor en nuestra fe.  Lo que pide el apóstol Pablo es que “la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”.

   Además, no se nos dice que únicamente lo leamos. Algo relevante que el apóstol Pablo presenta en el centro de estas palabras es que usemos las palabras de Cristo, ¿cómo o para qué?: “enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría”.  Esto implica otras cosas, como que usemos las palabras de Cristo en nuestras conversaciones, en nuestros cantos si acaso alguna vez escribimos un canto propio, y que aprendamos a cantar los salmos, himnos y cánticos espirituales que contengan las verdades de la palabra de Cristo.

   Pero ¿quiénes hacen esto?  Solamente los que tienen una fe vigorosa. Si a la fe le falta vigor, uno ni siquiera quiere leer la palabra de Dios; si acaso, solamente lee un versículo de vez en cuando.  Uno ni siquiera la canta ni en la casa, y hasta en el culto de la iglesia a duras penas balbuceamos alguna alabanza o himno.  No hay vigor ni para confesar la fe mediante el canto, ni para entonar el canto que adora a Dios.  Es evidente, que necesitamos permanentemente una fe vigorosa para que podamos tener interés en la lectura y aprendizaje abundante de la palabra de Dios.

 

     CONCLUSIÓN:  Amados hermanos, ahora dando la aplicación final de este mensaje. NO es congruente que alguien que diga ser creyente en Jesucristo, y por ello afirme que cree que es salvo, y por ello incluso se congrega con verdaderos creyentes, pero también participa y es cómplice de los movimientos sociales actuales y posmodernistas que contravienen los preceptos de Dios, tal persona o no tiene una fe verdadera, o le falta vigorizar su fe.  Esta es la situación que ahora ya tenemos que estar enfrentando, y que va a estar repercutiendo en nuestras propias y respectivas familias.  Recordemos que “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17), por lo que tenemos que exponernos siempre a la lectura de la palabra de Dios, y para escuchar la predicación de la palabra de Dios.  Eso va a generar en nosotros no solamente una fe inicial para salvación, sino una fe perseverante hasta “estar con Cristo”.  Propónganse escuchar todas las predicaciones que van a ser expuestas aquí mismo a toda la iglesia.  La palabra de Dios nos formará una fe vigorosa que cree y actúa en todo tiempo y circunstancia, no solo para comenzar nuestro caminar con Cristo, sino para permanecer en él, y finalmente para estar con él para siempre.

   Este primer mensaje ha sido solamente introductorio a manera de un llamado a vigorizar más nuestra fe mediante la vivencia de la palabra de Dios que en esta iglesia se estará predicando durante este presente año que Dios nos está concediendo iniciar.  Los pastores y predicadores en general, estaremos compartiendo y aplicando la palabra de Dios, para que cada uno de nosotros desarrollemos o crezcamos en la práctica de una fe firme y vigorosa.  No se pierda usted cada una de estas predicaciones que serán vigorizantes para nuestra fe.

   Que Dios les bendiga mis amados hermanos.

diegoteh

diegoteh.org

El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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