HACED MORIR… LO TERRENAL EN VOSOTROS.
Colosenses 3:5-8.
1 Corintios 15:40-49.
INTRODUCCIÓN: Jesús en su diálogo con Nicodemo y con otros que le escuchaban, usó la expresión: “he dicho cosas terrenales”, cuando dijo: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3:12). Aquí “cosas terrenales”, significan el conocimiento de las cosas cotidianas que nos ocurren a los seres humanos, los cuales expresamos con palabras bien conocidas según el idioma que hablamos; se tratan de cosas conocidas en nuestra experiencia. Desde siempre el ser humano, para entender otras cosas de su nivel personal y terrenal de experiencia, se usan los ejemplos de una experiencia para ilustrar y ayudar a entender otras situaciones o explicaciones que todavía no han sido antes conocidas por uno. Por eso Jesús, le hablaba a Nicodemo de la experiencia del nacimiento humano terrenal, para hablarle de la experiencia del nuevo nacimiento celestial. Y como al parecer Nicodemo no entendía aun escuchando nada menos que del Maestro de Maestros, Jesús tuvo que reprocharle no solamente a él sino a los que estaban con él en ese momento, diciéndoles: “Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3:12). Quiera Dios que nosotros si podamos distinguir ahora las verdades y realidades celestiales, o espirituales que Dios quiere que muy oportunamente sepamos cada uno de nosotros.
En su primera epístola a los Corintios, el apóstol Pablo también usa la palabra “terrenal”, pero, para referirse al estado en el que se encuentra el ser humano después de haber comenzado a ser pecador, y es así como les dice a los creyentes de aquella ciudad: “Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49). Cuando Pablo se refiere a “la imagen del terrenal” se refiere nada menos que a la imagen de Adán, y con esta expresión hace alusión no solamente por haber sido creado del polvo de la tierra, ni tampoco solamente por el hecho de haber sido establecido por Dios para ser un habitante de este planeta tierra, sino que es un término bíblico para referirse a la naturaleza pecaminosa que todo ser humano posee en su ser y que lo ha heredado de Adán. Así que el término “terrenal”, corresponde más que al origen y hábitat del ser humano, se refiere a su naturaleza minada por la presencia y poder del pecado en la vida de todo ser humano comenzando desde Adán. La “imagen” de pecador que Adán tuvo está presente también en nosotros comunicado por generación ordinaria a toda su descendencia.
Pero, como el apóstol Pablo les dijo a los Corintios, no solamente que: “… hemos traído la imagen del terrenal”, sino que añadió algo verdaderamente relevante al decirles que: “traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15:49). Pero, ahora, ¿de quién se refiere San Pablo cuando habla “del celestial” y de “la imagen del celestial”? En el v. 47, les ha dicho a los Corintios que: “el primer hombre (o sea, Adán) es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor (o sea, Jesús), es del cielo” (1 Corintios 15:47). De aquí se entiende muy claramente que el “celestial” se refiere nada menos que a Jesús el Hijo de Dios, al indicarlo como: “el Señor”. Esta es una buena noticia. Estamos en el proceso de cambio de “imagen”, de lo “terrenal” de Adán a lo “celestial” de Jesús.
Bueno, pues, para que este cambio de “imagen” se vaya dando paso a paso en la vida de los que ya son creyentes en Jesucristo, el apóstol Pablo, en nuestro texto de Colosenses 3:5, exhorta, noten ustedes que no a incrédulos sino a personas ya creyentes, diciendo mandatoriamente: “Haced, morir, pues, lo terrenal en vosotros” (Colosenses 3:5). Es para nosotros mismos que estamos profesando esta bendita fe en Jesucristo, que tenemos que luchar en contra de “lo terrenal” que hemos heredado de Adán, y que todavía está presente en nosotros, digamos que no de manera absoluta sino residual, pero que no debemos vivir con ello sino que debemos dejar que mueran, o que más bien sean mortificados por el Espíritu Santo que mora también en nuestras vidas.
Para ayudarles en este proceso, lo que específicamente ahora les voy a predicar basado en Colosenses 3:5-8, es que: Los creyentes en Jesucristo tenemos suficientes RAZONES para hacer morir de nosotros “lo terrenal”. Recuerden que está afirmación y terminología se aplica según su contexto bíblico que tiene que ver con nuestra naturaleza minada por el pecado cometido inicialmente por Adán. / ¿Cuáles son estas razones? / En este mensaje les compartiré cinco de estas RAZONES por las que los creyentes en Jesucristo debemos hacer morir de nosotros “lo terrenal”.
La primera RAZÓN por la que los creyentes en Jesucristo tenemos que hacer morir de nosotros, “lo terrenal”, es:
I.- PORQUE SE CENTRAN EN EL PLACER PERSONAL Y NO EN DIOS.
Basado en la lista de algunos pecados que clasifica como ejemplo de “lo terrenal en vosotros”, y resaltando entre ellos: “fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5b), podemos observar con claridad que se trata de prácticas centradas nada menos que en el placer personal. Ninguno de ellos tiene el mínimo enfoque de dar la gloria a Dios.
En las Sagradas Escrituras, se enseña que los seres humanos debemos vivir para dar gloria a Dios, y no para nuestros placeres personales. El apóstol Pablo en su epístola a los Filipenses, al describirles que Jesús ha sido exaltado como Señor en los cielos, dice que es con el fin de que: “en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, PARA GLORIA DE DIOS PADRE” (Filipenses 2:10-11). Es para dar la gloria a Dios que comenzamos nuestra vida de fe en Cristo, y no para caer o regresar a los placeres terrenales. Además, no solamente se vive para la gloria de Dios como modo inicial y final al mismo tiempo, sino que, en otro versículo escrito a los Corintios, San Pablo les explica que: “Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo PARA LA GLORIA DE DIOS” (1 Corintios 10:31); es decir, que toda la vida nos debemos centrar en Dios, y en todo lo que hagamos, así que debemos descartar los placeres que buscan distraernos de vivir “para la gloria de Dios”.
Debemos centrarnos en Dios y no en lo terrenal. Un ejemplo de ello, registrado en el libro de los Salmos, con unos 1000 años antes de Pablo, es el caso del salmista Asaf, que entre su colección de salmos del 73 al 83, en el salmo 73 le dice a Dios: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? y fuera de ti nada deseo en la tierra. 26 Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Salmo 73:25-26). El que fuera de Dios no desea nada terrenal, es aquel o aquella persona creyente y temerosa de Dios que vive para la gloria de Dios, y no para placeres personales.
La segunda RAZÓN por la que los creyentes en Jesucristo tenemos que hacer morir de nosotros, “lo terrenal”, es:
II.- PORQUE SON PRÁCTICAS DE LOS HIJOS DE DESOBEDIENCIA, Y NO DE NOSOTROS.
Después de referirse San Pablo a lista de cosas que se centran en el placer personal y no en Dios, dice acerca de tales placeres que son: “cosas por las cuales la ira de Dios viene”, y al final del versículo 6 que dice que dicha ira viene “sobre los hijos de desobediencia” (Colosenses 3:6).
En Romanos 1, Pablo al describir parcialmente a los hijos de desobediencia menciona que se trata de personas que: “no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:21-23). Estos son hijos de desobediencia por inclinarse a la idolatría.
Más adelante en el mismo capítulo añadiendo en la lista a personas que se entregaron a la práctica de pecados sexuales, menciona que: “… mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, 27 y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, …” (Romanos 1:26-27). Lo hicieron siendo hijos de desobediencia sin haber querido o podido creer en Jesucristo.
Y casi al final del capítulo 1, siempre de su epístola a los romanos, dice el apóstol Pablo que tales personas viven en desobediencia “estando atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; 30 murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, 31 necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia” (Romanos 1:29-31). Nosotros, ya no somos hijos de desobediencia desde el momento que comenzamos nuestra fe en Cristo, si estuvimos envueltos en algunas de estas prácticas, ya allí acabó eso para nosotros. Desde entonces, con el poder divino y santo que mora en nosotros, podemos hacer morir estas cosas terrenales, y podemos dejarlas de practicar. Es más, de antemano, aunque todavía no hayamos echado mano del poder divino y santo, ya no somos contados entre los hijos de desobediencia, porque Dios sabe que con su poder y ayuda, ya no seremos más así.
La tercera RAZÓN por la que los creyentes en Jesucristo tenemos que hacer morir de nosotros, “lo terrenal”, es:
III.- PORQUE SON COSAS QUE ASEGURAN LA EJECUCIÓN DE LA IRA DE DIOS, y NO NOS CORRESPONDE.
En las mismas palabras de Colosenses 3:6 en las que el apóstol Pablo indica que son prácticas de los hijos de desobediencia y que esta descripción ya no corresponde a los que somos creyentes, dice primeramente que tales prácticas son: “cosas por las cuales la ira de Dios viene…” (Colosenses 3:6). Y nosotros, no queremos esto que ya no debe ser para nosotros sino para los hijos de desobediencia, es decir, para los que no creen e Jesucristo. Además, en su epístola a los romanos dice el mismo apóstol que “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…” (Romanos 8:1a); o sea, que ya no pesa ninguna condenación en nosotros. ¿No es esto una buena noticia? Entonces, ¿para qué meternos en alguna de las tantas cosas terrenales que traen “condenación”, y que traen “la ira de Dios”?
Por ejemplo, en su epístola a los romanos, San Pablo con respecto de “la ira de Dios”, les dice: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad” (Romanos 1:18). En el punto anterior, ya les he compartido quiénes son tales personas sobre quienes vendrá esta “ira de Dios”. Y la “ira de Dios” consiste en que no permitirá que entre a su gloria eterna, ninguna de tales personas estando en su condición practicante de cualquier desobediencia de estas. Solamente permitirá la entrada a quienes hayan creído en Jesucristo su único Hijo eterno, y a quienes, por haber creído en Cristo, hicieron morir de sus vidas lo terrenal que habían estado cargando innecesariamente, y dejaron de practicarlas.
Estimado oyente, no hay nada más terrible que quedar separado de Dios por toda la eternidad. Será un estado angustiante eterno, no contar con su gracia, teniendo únicamente al enemigo eterno de las almas humanas con todo su séquito de demonios junto uno para atormentarles, aunado a que el lugar de tormento será un fuego igualmente eterno. No hay consejo más sabio, divino, y glorioso que: “Haced morir… lo terrenal en vosotros” (Colosenses 3:5a), pues si lo hacemos con la presencia y poder de Jesucristo y nosotros, y con la presencia y poder del Espíritu Santo, el resultado será que no seremos reos de “la ira de Dios”, sino benditos que seremos recibidos en su gloria eterna, donde él seguirá siendo nuestro centro de atención por los siglos de los siglos. No habrá entonces, nada más hermoso que estar en su presencia eterna.
La cuarta RAZÓN por la que los creyentes en Jesucristo tenemos que hacer morir de nosotros, “lo terrenal”, es:
IV.- PORQUE SON VIVENCIAS DEL PASADO QUE YA NO TENEMOS MÁS QUE CARGAR CON ELLAS.
Luego de haber explicado el apóstol Pablo que tales cosas no son para nosotros sino propios de los hijos de desobediencia, y luego de explicar que Dios nos libra de ellas para que no sean en nosotros una culpa en cuenta que obstaculice nuestra entrada a la gloria eterna, añade ahora que se trata de algo “en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas” (Colosenses 3:7); y allí acabó. No son para que carguemos con ellas en nuestra nueva vida en Cristo.
Por eso en otro pasaje bíblico, más bien un testimonio propio del apóstol, compartiendo a los Filipenses, les dijo: “… Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: 5 circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; 6 en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. 7 Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (Filipenses 3:4b-7). Todas estas confianzas humanas como Pablo mismo les llama, son también cosas terrenales, que, aunque siendo de carácter religioso pareciera que se tratan de cosas celestiales, pero no, Pablo dirá más adelante que son nada más que “basura”. Y tiene razón, hay orgullos y logros de la vida, que no tienen qué acompañarnos como parte de nuestra vida de fe y esperanza en la eternidad. Ni el saber que fuiste bautizado alguna vez, ni ser hijo de una familia reconocida en algún círculo religioso, ni por ser parte de una asociación religiosa, y ni por ningún servicio que uno haya prestado a la iglesia de Cristo, sirve de credencial para la eternidad, sino solamente el Cristo en quien nosotros ya hemos creído. Así, que, todo lo terrenal, que nos impide vivir bajo el agrado de Dios, queda en la basura de lo terrenal.
Y haciendo San Pablo, una evaluación más objetiva, dice: “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. 12 No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. 13 Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:8-14). Sus palabras nos indican la disposición que tuvo y que también nosotros debemos tener, de no cargar con las cosas terrenales del pasado en nuestra vida. Lo que cuenta no es el cúmulo de cosas terrenales, sino el mirar a Cristo en la eternidad en lo celestial, y proponernos como Pablo: “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, 14 prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (v. 14). Solamente mirando la esperanza celestial que vale más que cualquier cosa terrenal, podremos hacer morir las cosas terrenales que todavía seguimos cargando innecesariamente.
La quinta RAZÓN por la que los creyentes en Jesucristo tenemos que hacer morir de nosotros, “lo terrenal”, es:
V.- PORQUE SON COSAS QUE, CON CRISTO EN NOSOTROS, PODEMOS DEJARLAS.
Como un añadido a la primera lista del versículo 5 de cosas que explícitamente ha dicho que debemos hacer morir de nosotros porque son cosas terrenales, ahora en la segunda parte del versículo 8 añade otras cosas, como: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca” (Colosenses 3:8b). Tampoco crean que es una lista completa, sino solamente unos cuántos ejemplos de otras cosas que no dejan de ser terrenales. Pero, lo relevante que quiero enfatizarles ahora, es que desde la primera parte del versículo 8 ha dicho: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas:” (Colosenses 3:8a); y lo que está diciendo con estas palabras es que las cosas terrenales no tienen que estar con nosotros porque sean tan difíciles de dejar, sino que dada la petición de que sean dejadas, entonces, sí se pueden dejar tiradas por el camino, y muertas de tal manera que nadie las pueda tomar para llevárselas.
Este dejar “estas cosas”, no depende de poder alguno que resida en nosotros, sino es por el poder de la misma presencia de Jesucristo en nuestra alma, juntamente con la presencia del Espíritu Santo, quienes nos capacitan para poder dejarlas. Por supuesto, que pareciera que nosotros las dejamos como si con mucho gusto hubiésemos querido dejarlas, pero no, el poder que actúa para dejar cualquier cosa “terrenal” o pecaminosa, siempre será una acción divina haciendo efectiva y eficaz la obra correspondiente en nosotros en contra de la destrucción de lo “terrenal” en nosotros.
La instrucción ya está dada; y es: “ahora dejad también vosotros todas estas cosas” (Colosenses 3:8a). Usted decide, ahora, no después; pues si no lo decide desde ahora, difícilmente lo decidirá después. Decida usted ahora dejar “todas estas cosas”, y así se estará muriendo de su vida cada una de las cosas terrenales que hace tiempo que usted las hubiese dejado en el camino de la vida, pero no iba a poder porque le faltaba Cristo y su Espíritu Santo, pero si puede porque ellos están en usted.
CONCLUSIÓN: Para concluir, amados hermanos, a partir de este mensaje, y los siguiente de la presente serie, iremos aprendiendo a hacer morir una diversa relación de cosas terrenales que han estado hostigando nuestra vida espiritual procurando sesgarnos de Dios. Aprenderemos cómo hacer morir… la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos, la avaricia, entre otros como la misma idolatría, y la sabiduría terrenal. Dios les bendiga y nos ayude en Cristo a hacer morir y dejar las cosas terrenales que no son dignas de acompañarnos en el camino hacia Dios, pues lo único que hacen es procurar alejarnos de Él. No se pierdan los siguientes mensajes de esta serie.
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