HACED MORIR… LA IDOLATRÍA.
Colosenses 3:5.
INTRODUCCIÓN: Como ustedes saben el primero de los Diez Mandamientos dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3); y nos hacemos la idea que idolatría es solamente cambiar al único Dios vivo y verdadero por la adoración de otros “dioses” creados por la imaginación y artesanía humana, o utilizando objetos celestes, animales, e incluso personajes imaginarios, atribuyéndoles algún poder divino que en realidad no tienen. En el libro de los salmos se resaltan algunos de estos como ídolos, especialmente los que tiene forma humanoide, pero sin vida. Contrastando el gran poder de Dios con el nulo poder de aquellos ídolos de los tiempos del salmista, como de alrededor del 1000 a.C, dice por ejemplo el autor del salmo 115 que: “Nuestro Dios está en los cielos; todo lo que quiso ha hecho. 4 Los ídolos de ellos son plata y oro, obra de manos de hombres. 5 Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos, mas no ven; 6 Orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no huelen; 7 Manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; no hablan con su garganta. 8 Semejantes a ellos son los que los hacen, y cualquiera que confía en ellos” (Salmo 115:3-8). Es verdad que quienes desde la antigüedad adoraron a alguno de este tipo de ídolos, se puede decir como Pablo dijo a los Colosenses: “que es idolatría”. Pablo al explicarles esto a los romanos acerca de este tipo de idolatría, les dice que se trata de personas que “… cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén” (Romanos 1:25).
Pero, la idolatría tiene una definición mucho más amplia que solo rendir culto o adoración a un objeto hacia algo que la misma mente y voluntad humana le ha atribuido falsamente algún poder o divinidad que en realidad no lo tiene. La idolatría, es algo más que adorar un dios ídolo; es reemplazar a Dios en cualquier área de la vida humana. Por ejemplo, Dios debe estar en el centro del matrimonio, cuando al que uno pone en ese centro no es al único y verdadero Dios, entonces allí hay idolatría, aunque uno no sea adorador de algún dios ídolo. Es en este contexto que el apóstol Pablo dice a los Colosenses: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;” (Colosenses 3:5). ¿Observaron que después de mencionar la lista pecados o cosas terrenales que debemos hacer morir de nosotros que son: 1) “fornicación”, 2) “impureza”, 3) “pasiones desordenadas”, 4) “malos deseos”, y 5) “avaricia”; luego añade una nota relevante diciendo: “QUE ES IDOLATRÍA”? Es decir, cada uno de estos pecados o prácticas que el apóstol Pablo categoriza como “terrenal”, aunque ninguno es propiamente un culto a algún dios ídolo, siempre son hechos o sentimientos ejecutados de “idolatría”. En otras palabras, cualquier cosa que hagamos pasando por alto a Dios, ya convertimos así nuestra acción en un ídolo, y por lo tanto ya hemos hecho así “idolatría”.
Es esta idolatría de hechos y sentimientos que, en vez de tener a Dios en el centro de la vida, o sea, en el corazón, le reemplazan por alguna de estas cosas bien definidas por San Pablo en la categoría de “terrenal”; y que cada uno de estos pecados son los que debemos hacer morir de nosotros, pero si primero hacemos morir “la idolatría” que está arraigada en nuestro corazón, las demás cosas terrenales que pudieran estar allí alojados irán muriendo más fácilmente uno por uno. El problema esencial es la idolatría; eso hace que desviemos nuestro corazón de cualquier otra manera impulsiva y pecaminosa, pero que también tenemos que ver que todo esto muera de nosotros.
Basado tanto en Colosenses 3:5 que nos indica: “Haced morir… la idolatría”, y basado en otros textos narrados por San Lucas en los Hechos de los Apóstoles, y en la epístola de Pablo a los Romanos, lo que hoy específicamente voy a predicarles es que: Existen razones por las que un creyente en Jesucristo tiene el deber de hacer morir de su vida la idolatría. / ¿Cuáles son las razones por las que un creyente en Jesucristo tiene la responsabilidad de hacer morir de su vida la idolatría? / Permítanme compartirles algunas de tales razones.
La primera RAZÓN por la que un creyente en Jesucristo tiene el deber de hacer morir de su vida la idolatría, es:
I.- PORQUE ES UNA EVIDENCIA DE REBELDÍA.
Por naturaleza, uno de por sí es pecador por solamente el hecho de ser descendiente de Adán, nuestro humano representante, de quien heredamos la naturaleza pecadora. Por ello, somos tan capaces de cometer cualquier pecado que pueda existir, o en su caso que no nos es difícil inventar uno nuevo. De todas maneras, como se trata de actos que están en contra de la voluntad de Dios, de entrada son un acto de rebeldía o rebelión en contra de Dios. En Romanos 1, el apóstol Pablo habla de personas que conocen a Dios, pero no por medio de Jesucristo su Hijo, sino solamente por la naturaleza que demuestra “con toda claridad, siendo entendidos por medio de lo creado, de manera que no tienen excusa” (Romanos 1:20), y aunque hayan negado conocer por lo menos que Dios existe “lo que se conoce de Dios es evidente dentro de ellos, pues Dios se lo hizo evidente” (Romanos 1:19). De aquellas personas entonces, dice Pablo: “Pues aunque conocían a Dios, no le honraron como a Dios ni le dieron gracias, sino que se hicieron vanos en sus razonamientos y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se volvieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:21-23). Luego dice que: que “… cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos. Amén” (Romanos 1:25). ¿Cómo lo ve usted que, conociendo ellos a Dios, “cambiaron la gloria del Dios incorruptible por una imagen en forma de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles, no es rebeldía?
Pero, el caso de los que desde el tiempo de Jesús, y de los apóstoles como hasta la actualidad que conocemos a Dios, no solamente por la manifestación que la naturaleza hace de su existencia, sino por su revelación especial consignada en las Escrituras, por diversos medios por los que Él se reveló para sus escogidos, dándonos a conocer a Jesucristo como el Salvador para nosotros desde ahora y para siempre, si también nos volvemos a la idolatría, ¿no sería igualmente un acto de rebeldía? Si la rebeldía de los que solamente conocen y entienden de Dios por la evidencia de la naturaleza al convertirse en idólatras rechazan el testimonio de que Dios es el Creador, igualmente nosotros los que conocemos a Dios por medio de Jesucristo, si nos entregamos a la vida de idolatría descartando a Dios de nuestros sentidos humanos, también es un rechazo rebelde de que estamos de acuerdo de que Jesús sea nuestro Salvador. Noten ustedes que las palabras de Pablo a los Colosenses están dirigidas a personas como nosotros que habían conocido a Dios por medio de Cristo. Así que es a nosotros como creyentes que se nos dice también: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;” (Colosenses 3:5).
Nosotros, con más razón, siendo de Cristo, y que nos hemos visto alguna vez o frecuentemente, o permanentemente involucrado en alguna de estas cosas terrenales, debemos saber que eso indica que estamos en rebeldía contra Dios, y que tal actitud amados hermanos, NO ES PARA NOSOTROS. Podemos dejar de hacerlo, porque en Cristo somos dotados de capacidad espiritual para dejar de hacerlo. Dios todavía pregunta hasta el día de hoy a su pueblo: “¿Por qué querréis ser castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. 6 Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite” (Isaías 1:5-6); y “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana. 19 Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; 20 si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos…” (Isaías 1:18-20). La rebeldía nos pone en peligro. Así que vale la pena hacer “morir… la idolatría” que causa tanto daño a la vida humana.
La segunda RAZÓN por la que un creyente en Jesucristo tiene el deber de hacer morir de su vida la idolatría, es:
II.- PORQUE ES UNA REACCIÓN DE DEPRAVACIÓN.
Hay un caso registrado por San Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles, en Hechos 14, donde se relata que había en la ciudad de Listra, provincia de Licaonia, un sacerdote, pero no de Dios, sino de Júpiter. Se entiende porque no era territorio del pueblo de Dios donde Dios revelaba su conocimiento y voluntad, sino que era una ciudad ajena al pueblo de Dios. Así que como era de esperarse, la mente y vida entera de aquel sacerdote estaba entregada a la idolatría de Júpiter, seguramente con otros muchos más que le seguían. Además, en aquella ciudad había también adoradores de Mercurio. Cuando los apóstoles Pablo y Bernabé llegaron a aquella ciudad, un cojo de nacimiento que después de haber escuchado predicar a Pablo tuvo fe, y en algún momento Pablo le dijo: “Levántate derecho sobre tus pies. Y él saltó, y anduvo” (Hechos 14:10). Esto, fue visto por la gente de Listra que inmediatamente, según el único conocimiento incorrecto que había en sus mentes y pensamientos, comenzaron a decir: “Dioses bajo la semejanza de hombres han descendido a nosotros. 12 Y a Bernabé llamaban Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque este era el que llevaba la palabra” (Hechos 14:11-12). Una mente sin conocimiento acerca de Dios, o sea, una mente alimentada solamente por mentiras, y que carece del conocimiento de la verdad acerca de Dios, no puede más que reaccionar conforme a lo que sabe. Aquellas personas solamente sabían de Júpiter y Mercurio, y entonces, pensaron que Pablo y Bernabé eran Júpiter y Mercurio. Esto es lo que hace la influencia del poder del pecado.
El pecado que antes estaba solamente en el diablo manifestado en la serpiente tentadora en el Edén es lo que confundió el conocimiento y pensamiento de Eva, quien finalmente cambió sus pensamientos a duda, incredulidad, deseo de comer lo prohibido, deseo de centrar sus ojos en lo prohibido, le ganó la codicia por la supuesta sabiduría que iba a tener y compartir con Adán, y a luego la desobediencia (cf. Génesis 3:6). Es lo que aprendieron juntos Adán y Eva, y eso los llevó al pecado, y desde entonces, dice el profeta Moisés en el Génesis que: “Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra…” (Génesis 6:1), “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5). Esta afectación de depravación del pensamiento es lo que perdura hasta el día de hoy en el pensamiento de la humanidad. Es lo que siempre ha tenido en idolatría a la humanidad. Eso hizo que aquella gente de Listra con sus pensamientos depravados por el poder del pecado pensaran que los apóstoles de Jesucristo sean “dioses” cuando no lo eran; aun cuando la gente había escuchado que Pablo les estaba predicando no de Júpiter ni de Mercurio. Aun cuando se enteraron de que aquel cojo de nacimiento fue sanado en el nombre de Jesús. Es más, el caso empeoró. Dice San Lucas que: “el sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba frente a la ciudad, trajo toros y guirnaldas delante de las puertas, y juntamente con la muchedumbre quería ofrecer sacrificios” (Hechos 14:13).
Los que ahora somos creyentes en Jesucristo, siempre estamos afectados con depravación en nuestros pensamientos por la presencia del pecado que todavía permanece en nosotros. Pero, si bien, su presencia permanece en nosotros, su poder ya no tiene absoluto dominio sobre nosotros. Es por lo que se nos manda: “Haced morir… la idolatría” (Colosenses 3:5) que es la madre de los demás pecados, porque cuando la idolatría desplaza a Dios de nuestra vida, entonces somos tan capaces de caer en la práctica de cualquier cosa que demuestre nuestro amor hacia lo que es “terrenal” y que no vale la pena centrarse en ello. Lo que necesitamos hacer para que la idolatría muera de nuestro corazón es lo que dijo Jesús: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Cuando la mente y los pensamientos se ocupan en amar a Dios, la idolatría muere.
La tercera RAZÓN por la que un creyente en Jesucristo tiene el deber de hacer morir de su vida la idolatría, es:
III.- PORQUE ES UNA MUESTRA DE IGNORANCIA.
Ahora, vayamos con Pablo a otra ciudad, de Listra provincia de Licaonia, a Atenas, Grecia, donde encuentra también a gente bastante idólatra. El relato de Lucas acerca de la visita y estancia de Pablo a esta otra ciudad se encuentra en Hechos 17:16-34, pero no analizaremos toda la narración sino solamente algunos detalles. Pablo sabía que todo lo que esta gente hacía estaba mal, por lo que no crean que él estaba muy complacido por conocer su idolatría. Dice el versículo 16 que: “su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría” (Hechos 17:16). Pero, aprovechando que “todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo” (Hechos 17:21), pues Pablo aprovechando que estos atenienses y extranjeros eran: “muy religiosos” (Hechos 17:22) como él les elogió, comenzó entonces a predicarles la verdad acerca del Dios verdadero el Dios de Israel que en verdad los atenienses no conocían, y Pablo sí, y precisamente es acerca de él quien predicaba.
Como un detalle muy peculiar es que al parecer estos atenienses no tenían una imagen humanoide acerca del verdadero Dios que pretendían adorar, sino solamente un altar que a entender por las palabras que el apóstol Pablo les dice, debe haber sido muy suntuoso, y estaba dedicado AL DIOS NO CONOCIDO. Qué buen detalle: no le conocían, pero le adoraban, aunque seguramente con imprecisiones pues no necesariamente todos ellos pensaban en el verdadero Dios sino cada uno podía pensar en el Dios no conocido que podría ser distinto al único verdadero, según como cada uno se lo pueda imaginar. Aprovechando también que Pablo quizá había leído o escuchado acerca de algún poema ateniense en el que el poeta correspondiente refiriéndose AL DIOS NO CONOCIDO, menciona del DIOS NO CONOCIDO que: “linaje suyo somos” (Hechos 17:28c), les dice entonces a aquellos atenienses: “Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres” (Hechos 17:29). Tenían que saber esta verdad fundamental que ellos, la verdad si bien lo sabían o se lo imaginaban, no lo estaban tomando en cuenta. Era evidente su (¿qué?) ignorancia.
Por eso, observen que lo siguiente que Pablo les dice es: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30). Dos cosas hay que observar. Primero que Pablo les dice que Dios ha “pasado por alto los tiempos de esta ignorancia”, es decir, que, si ya fueron ignorantes, ahora ya no tienen más que serlo. Estas debieron ser palabras fuertes pero sinceras para ellos, pues eran personas nada menos que de la misma cuna de la filosofía griega estoica y epicúrea. Hacían teología con su filosofía, pero no llegaban al conocimiento de la verdad con respecto a Dios; por lo que aquella ignorancia les llevó a la idolatría, y en consecuencia a vivir contrariamente a la voluntad del único Dios verdadero que ni siquiera han conocido. Lo segundo que debemos observar es que, “Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”. Es con el arrepentimiento de no haberle antes conocido que uno comienza a salir de la ignorancia. Es con la fe en Cristo que uno se sobrepone a la ignorancia; pero es con el conocimiento de la palabra de Dios que crecemos en conocimiento con respecto de Dios, y ya no siendo ignorantes sino conocedores del gran amor que Dios nos ha tenido, entonces podemos tomar la decisión de no practicar ningún tipo de “idolatría”, y así podemos obedecer la instrucción: “Haced morir… la idolatría”. Es nuestro deber hacer que la idolatría muera de nuestra vida porque tiene su antecedente en la ignorancia, y porque teniendo nosotros ahora toda la palabra necesaria de Dios para saber lo que no nos conviene, ¿por qué seguir intencionalmente en la ignorancia, si la palabra de Dios mata la ignorancia, la idolatría, y todo pecado?
La cuarta RAZÓN por la que un creyente en Jesucristo tiene el deber de hacer morir de su vida la idolatría, es:
IV.- PORQUE ES UNA FORMA DE ESCLAVITUD.
Cuando San Pablo le dice a los Colosenses: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría;” (Colosenses 3:5). Aunque Pablo no había sido el fundador de la iglesia de aquella ciudad, sino probablemente Epafras (cf. Colosenses 1:7), él estaba pendiente del desarrollo de una sana espiritualidad en cada creyente y una sana iglesia en la ciudad, por lo que tenía que instruirlos para que la idolatría del placer personal que desecha a Dios no reine en aquellos nuevos creyentes. Con estas palabras no les está hablando de conductas honorables, sino que les estaba indicando nada menos que de pecados que seguramente él conocía acerca de ellos previamente al envío de esta epístola suya. Son pecados del fruto de la idolatría.
A la luz de las palabras de Jesucristo, la comisión de estos pecados es esclavitud. Jesús, nótenlo por favor primeramente en Juan 8:31 que la siguiente enseñanza la da no a gente que no quería creer sino (¿a quiénes?) a “judíos que habían creído en él”. Pues, a estos que ya son creyentes les dice: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31b-32). Sí, ya habían creído, unos quizá poco antes, y otros en ese mismo preciso momento, pero les afirma que todavía necesitan ser libres. Es así como hay también entre nosotros quienes necesitamos ser libres de la idolatría de los pecados de inmoralidad mencionados en Colosenses 3:5. Quizá como aquellos judíos y nuevos creyentes en Jesucristo alguno diga: “… jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?” (Juan 8:36); y es válida la pregunta si alguno tiene duda. Y escuchen que la respuesta que Jesús dio a aquellos nuevos creyentes en él fue: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre” (Juan 8:34-35). Les dijo primero que el pecado (¿es qué?) es esclavitud. Pero, les dijo que “si vosotros permaneciéreis en mi palabra” (v. 31), “… conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (v. 32), y 36 “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (v. 36).
Los pecados de la lista de Colosenses 3:5 son elementos de esclavitud amados hermanos, que hacen idólatra a más de una persona. Pero, hacemos bien en permanecer en Cristo no amando lo terrenal. Es únicamente que estando con Cristo que podemos ser liberados de la esclavitud de la idolatría de los placeres inmorales, y de todo tipo más de pecado. Ahora, si estemos listos a cumplir con nuestro deber de hacer “morir… la idolatría” de nosotros, porque no es otra cosa más que una forma de esclavitud que aleja más de Dios al ser humano. Y si ahora Cristo es nuestro único y suficiente Señor y Salvador, ¿por qué dejar que la idolatría y demás pecados nos alejen de Dios? Que nunca más siga aconteciendo estas cosas en nuestra vida. En palabras del apóstol Pablo a los Gálatas: “Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses; 9 mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?” (Gálatas 4:8-9). Digamos adiós a la idolatría, hermanos.
CONCLUSIÓN: Amados oyentes, Dios quiere que le tengamos a Él en el primer lugar de nuestra vida. A partir de tenerlo en segundo lugar, o en otro lugar más lejano del primer lugar, ya seríamos nada menos que idólatras; y como ya hemos aprendido en este mensaje, la “idolatría” es grave porque es 1) una evidencia de rebeldía, 2) una reacción de depravación de los pensamientos, 3) una muestra de ignorancia, y 4) una forma de esclavitud. ¿Alguien tiene problema con la 1) “fornicación”, 2) “impureza”, 3) “pasiones desordenadas”, 4) “malos deseos”, y 5) “avaricia”; mencionados en Colosenses 3:5, u otros desórdenes como los mencionados en Santiago 3:14 como los “celos amargos”, la “contención”, la jactancia, y mentir contra la verdad, o los que dice el apóstol Juan en su primera epístola en 2:16: “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida”? Todos ellos hermanos, son asuntos de idolatría. Es necesario que, desde ahora, cada uno de nosotros haga caso a la exhortación apostólica de Pablo a los Colosenses: “Haced morir… la idolatría”.
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