HACED MORIR… LA VANAGLORIA DE LA VIDA.
Colosenses 3:5.
1 Juan 2:16.
INTRODUCCIÓN: En este mensaje seguiré abordando el tema de los “malos deseos” que debemos hacer morir de nuestra vida por tratarse de cosas terrenales que Dios no quiere que se arraiguen en nuestra vida. En mensajes anteriores, he abordado dos aspectos de estos “malos deseos”, los cuales fueron: “los deseos de la carne”, y “los deseos de los ojos”, tal como el apóstol Juan lo presenta en su primera epístola universal donde de una manera similar a la de Pablo a los Colosenses, dice: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y LA VANAGLORIA DE LA VIDA, no proviene del Padre, sino del mundo” (1 Juan 2:16). Como usted ya habrá notado, también incluye una tercera cosa terrenal relacionada también con los deseos, una más de las cosas que en lenguaje de Juan son cosas que “hay en el mundo” y que “no proviene del Padre, sino del mundo” y que se trata de LA VANAGLORIA DE LA VIDA. Dije que está relacionada con los deseos porque la “vanagloria” es nada menos que el deseo desordenado de la alabanza propia delante de otras personas fundamentada en la ostentación de algo económico, social, intelectual e incluso espiritual que uno posee, por lo general con la intención de mostrarse superior. Y como ciertamente en su libro Vicios Brillantes, dice la profesora de filosofía del Calvin College: Rebecca Konyndyk DeYoung, que la vanagloria es “el deseo excesivo y desordenado por el reconocimiento y aprobación de otros”[1]. Para reforzar esta afirmación de lo “excesivo y desordenado” que es “la vanagloria”, esta misma profesora, en otro de sus libros, el de: La vanagloria: El vicio olvidado, dice que la vanagloria es el vicio triple “A” porque esencialmente busca tres cosas: la Atención, la Afirmación, y el Aplauso[2].
En cuanto a los tipos de vanagloria, cita otra publicación que: Hay una clase de vanagloria que es grotesca: la jactancia. Hablan todo el tiempo de lo que hacen o tienen, hablan todo el tiempo de sí mismos. O inventan cosas o agrandan las cosas descaradamente. Es un tipo de hipocresía. O tratan de llamar la atención con un comportamiento diferente, extravagante, para ser el centro de las miradas. También aparece la vanagloria sutil: Del que no quiere ceder en una discusión ni decir que se equivocó, no quiere dar marcha atrás jamás. O siempre encuentra motivos para pelear y discutir porque no puede ser que otro sea el centro de la reunión.
Tantas personas viven con esta actitud vanagloriosa, cumpliéndose, así como Pablo le dijo a Timoteo cuando le escribió: “que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. 2 Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, (y luego incluye a los: ¿quiénes?) “vanagloriosos” (2 Timoteo 2:1b-2a). Gente que solo quiera mostrarse superior a los demás porque sabe, conoce, o tiene algo en mayor cantidad que otros. Pero el que es creyente en Jesucristo no debe ser vanaglorioso, porque siendo “la vanagloria” uno de los aspectos de los “malos deseos”, entonces en consonancia con Pablo a los Colosenses, y de Juan en su primera epístola 2:16, “la vanagloria” es otra de las cosas acerca de las cuales se nos pide: “Haced morir… [los] malos deseos” (Colosenses 3:5).
Basado en los textos bíblicos que ya he mencionado, y otros que iré añadiendo durante el desarrollo de este mensaje, ahora mismo les estaré predicando que: El creyente en Jesucristo debe conocer las razones por las cuales debe hacer morir de su vida “la vanagloria de la vida”. / ¿Cuáles son las razones? / Síganme paso a paso en el desarrollo de este mensaje, y juntos iremos conociendo las razones para ello.
La primera razón por la que debemos hacer morir de nosotros “la vanagloria de la vida”, es:
I.- PORQUE NO CORRESPONDE A NUESTRA IDENTIDAD EN CRISTO.
Quiero comenzar este punto preguntando: ¿para qué Jesús fue crucificado? Sin duda que la respuesta es simple: Para que muera. Efectivamente ese fue el motivo. Pero, ahora quiero que reflexionen lo que el apóstol Pablo dice a los Gálatas, y que es verdad no solamente para él sino también para todos los creyentes como usted y yo. Él les dijo: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gálatas 2:20). Ahora, la pregunta que quiero hacer es: ¿por qué dijo que: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”? ¿Para qué seríamos nosotros los creyentes también crucificados? La respuesta también es simple y clara: Para que mueran de nuestra vida las cosas terrenales que están arraigadas en nuestro corazón.
Pero, lo que quiero recalcar en este punto, es que como creyentes en Jesucristo, para nuestra salvación eterna no se necesitó crucificar nuestro cuerpo, pues siendo pecadores no tendría ningún valor para obtener con ello el perdón de nuestros pecados y nuestra salvación eterna. Oiga usted, pero ¿cuándo fuimos con Cristo juntamente crucificados, que no se sintió? Desde el momento que creemos en Jesucristo, se aplica en nosotros una réplica de la crucifixión de Jesús, no para nuestro cuerpo, sino para los pecados o cosas terrenales o “del mundo” (como dice San Juan), con el fin de que mueran de nuestra vida. Es de ese modo que ahora podemos decir como Pablo y con Pablo, que “Con Cristo estoy juntamente crucificado”.
Por lo anterior, entonces, ahora que estando nosotros también crucificados para la muerte de las cosas terrenales a las que les hemos dado cabida en nuestra vida, no sería congruente que nosotros mismos de manera consciente y voluntaria dejemos que las cosas terrenales reinen o imperen en nuestros corazones, vida, pensamientos, voluntad, emociones, sentimientos, etc… Y aplicado al pecado que estamos combatiendo, ¿cómo podremos dejar que “LA VANAGLORIA DE LA VIDA” resalte en nosotros, cuando lo que Dios quiere es que, mediante nuestra crucifixión espiritual, ese y todos los demás pecados se mueran de nosotros? Esta es una razón que tiene que ver con nuestra identidad de ser de Cristo, por la que debemos hacer morir de nosotros en este caso la vanagloria, que probablemente no solo a veces, sino muchas veces se puede ver en nosotros.
La segunda razón por la que debemos hacer morir de nosotros “la vanagloria de la vida”, es:
II.- PORQUE NO NOS AYUDA A SER COMO NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO.
Cuando el apóstol Pablo explica a los Efesios que Dios nos dio apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:12), añade que el tiempo de esta labor de todos estos siervos de Dios será “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). ¿Escucharon hasta qué se espera que lleguemos todos a dos cosas?: 1) “a la unidad de la fe y de conocimiento del Hijo de Dios”, es decir, que todos tengamos las mismas virtudes espirituales que deben desarrollarse en nuestra alma; y, 2) que lleguemos “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”; es decir, que todos como cuerpo de Cristo, pero cada uno en lo particular, nos asemejemos más a Cristo.
Pero ¿cómo vamos a llegar, “a… la estatura de la plenitud de Cristo”, para ser más como Cristo si “la vanagloria” con la que vivimos no corresponde a Cristo? Nuestro Señor Jesús no fue “vanaglorioso” con ningún aspecto de su vida, o éxito alguno de su ministerio; incluso cuando él fue tentado por el diablo, y pudo haberle hecho al diablo alguna demostración de que él superior ante él, y que es superior ante los retos que él le ponía, Jesús prefirió no convertir las piedras en panes para ni siquiera gloriarse (que no sería vano, porque sería su derecho divino); prefirió no saltar desde la punta del templo hasta el suelo ya sea con o si ángeles que le recibieran, igual para no gloriarse por ello; prefirió no aceptar la propuesta del diablo de recibir de él el poder de los reinos del mundo que él le mostró, igual para no gloriarse del poderío que pudo haber tenido, aunque de todas formas dicho poder de por sí le pertenece a Jesús.
Es este Cristo que rechazó del diablo, el poder, la fama, y muchas cosas terrenales más, para evitar que “la vanagloria” toque su ser, aunque él no necesitaba nada de estas cosas, por ser el legítimo dueño de estas cosas; y que aun siendo dueño de ellas no se glorió jamás en menosprecio de quienes no tenemos lo que él tiene. Es esta calidad espiritual de Jesús que debemos anhelar, y que solo se puede lograr si hacemos morir de nuestra vida “la vanagloria” que no nos ayuda en nada a ser como Cristo.
La tercera razón por la que debemos hacer morir de nosotros “la vanagloria de la vida”, es:
III.- PORQUE NO CONCUERDA CON LA GRACIA DE DIOS QUE RECIBIMOS.
Una persona que se vanagloria por lo que sabe, por lo que tiene, por lo su prestigio en la sociedad, por su alcurnia antecedida o todavía rodeada por gente ilustre, por sentirse y creerse mejor que los demás, y/o que por pensar que lo que tiene es gracias a alguna habilidad que con el paso del tiempo ha desarrollado; es una persona que no sabe que, si no fuera porque Dios ha querido bendecirles, no tendría nada de todo lo que ahora disfruta. Suele tratarse de personas que no comprenden que sin merecer algo, Dios ha estado aplicando generosamente y con Su gracia todo tipo de bendiciones a sus vidas que nunca han merecido y que jamás merecerán. Es comprensible por tratarse de personas que no están en contacto con la fe cristiana, y que no tienen la experiencia de ser salvos en Cristo; pero, tratándose de quienes ahora hemos sido salvados por Jesucristo, no puede ser que actuemos vanagloriosamente ignorando la gracia con la que Dios nos ha investido no solamente con respecto de nuestra salvación sino con otras bendiciones incluso materiales, sociales, económicas, intelectuales, etc…
El apóstol Pablo en su epístola a los Efesios recalca esta verdad diciéndoles: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). Si nosotros mismos hubiésemos conseguido por nuestros propios medios y obras nuestra salvación, bueno, pues creo que hasta Dios nos daría el privilegio de gloriarnos por tratarse de un logro que efectivamente fue gracias a nuestro esfuerzo, crédito, y gloria personal; pero no fue así en cuanto a nuestra salvación, sino que siendo que la salvación la recibimos totalmente “por gracia”, Pablo mismo explica que fue o es así, “para que nadie se gloríe”. Pero, siendo, que todo lo que somos y tenemos en la vida, también lo hemos recibido “por gracia”, entonces, para que nos vanagloriamos de todo ello; pues, hasta ofendemos a Dios con actitud de “vanagloria”. Es por esto entonces, que debemos hacer morir de nuestra vida la “vanagloria”, porque siendo que todo lo que tenemos y somos, realmente es producto de la gracia de Dios y no de nuestra producción, no tenemos ni causa ni motivo para vanagloriarnos de ello, por lo que quien sí se merece que le demos la gloria es Dios.
La cuarta razón por la que debemos hacer morir de nosotros “la vanagloria de la vida”, es:
IV.- PORQUE MANIFIESTA SUPERIORIDAD Y MENOSPRECIO HACIA LOS DEMÁS.
En una ocasión que Jesús dijo una parábola con respecto de la humildad y la oración, y que inevitablemente incluye el tema de “la vanagloria”, evidenció la realidad y diferencia espiritual que había entre un grupo religioso, la de los fariseos, y personas del grupo de funcionarios de gobierno de los tiempos de Jesús, los publicanos. Jesús hablando de uno de los del grupo fariseo dijo: “El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano” (Lucas 18:10-14). Esto es ser vanaglorioso, que aquello que bien uno debe hacer como una responsabilidad seria y con humildad entre uno y Dios, y que uno no tiene que decirlo ni siquiera en una oración y ni siquiera en un testimonio. Observe usted nada más como este fariseo se sentía superior al publicano al presumir lo que hace; y esto no debe ser así. Y observe además cómo en su afán de quedar él bien, menosprecia al publicano, categorizándole como gente impenitente en cuyo corazón no hay regeneración alguna, como si estuviese desprovisto del favor de Dios. El hombre vanaglorioso así se ostenta, con superioridad y con menosprecio hacia otros. ¡Qué mal de su parte!
Pero, qué diferencia con lo que Jesús dice acerca de un publicano. Dijo de él en la parábola: “Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:13-14). No hay en este hombre una actitud de “vanagloria” sino de humildad. No se autoproclamó santurrón, ni superior, ni digno, o sea, que para nada se enalteció. Este es el tipo de creyentes que debemos ser: humildes y no como superiores a los demás.
El apóstol Pablo en su epístola a los romanos, combatiendo esta actitud de superioridad que quizá había no entre gente no creyente, sino precisamente en el corazón y práctica de los que como nosotros ya eran creyentes en Jesucristo, les dice: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, QUE NO TENGA MÁS ALTO CONCEPTO DE SÍ que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, …” (Romanos 12:3). Esta es una amonestación de no rebasar los límites de la humildad a la superioridad, así como pensar “de sí con cordura”. La cordura nos hace tener los pies siempre en la tierra, y no arriba de todos como si uno fuera superior a los demás pecadores, cuando en realidad somos igualmente uno de ellos, pero amado por Dios para salvación eterna.
La quinta razón por la que debemos hacer morir de nosotros “la vanagloria de la vida”, es:
V.- PORQUE IMPLICA TENER UN AMOR EQUIVOCADO.
Es verdad que uno necesita amarse a sí mismo, pero la vanagloria es un indicio de amor hacia uno mismo con sentido equivocado, porque se trata de un amor fuera del límite correcto permitido. En la vanagloria hay un exceso de amor hacia uno mismo al grado que por ello, uno pierde amor por el prójimo, y lo que es esencial también se pierde el amor que uno debe tener para Dios. Cuando Pablo le dijo a Timoteo: “que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos” (2 Timoteo 2:1b), le añadió que lo que hará que sean tiempos peligrosos es: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos”, (y al darle la descripción de cómo son este tipo de hombres, más bien de personas, menciona primero que son ¿qué?:) “avaros”, (y luego ¿a quiénes incluye? A los) “vanagloriosos” (2 Timoteo 2:1b-2a). Esta es entonces la razón por la que debemos hacer morir de nosotros “la vanagloria de la vida”, porque se trata de un amor hacia uno mismo, pero en exceso, fuera del límite adecuado, y porque cuando uno se vanagloría, uno pierde respeto incluso sobre el prójimo, y lo que es peor uno deja de amar a Dios.
En un mensaje anterior he explicado que para hacer morir de nuestra vida cualquier cosa terrenal, no ocurrirá a menos que amemos a Dios sobre todas las cosas. Es por eso que si hay algún mandamiento supremo es el de amar a Dios. Fue así como Dios instruyó a los israelitas en el conocido credo Shemá, cuando les dijo que: “amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5), y que Jesús también dijo acerca de ello que: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento. 39 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:37-39). Después de Dios, el amor al prójimo es el segundo mandamiento, y como si fuese un tercer nivel de amor para uno mismo, ello queda en tercer lugar, por lo que el problema con la vanagloria es que lo que debe ir en tercer lugar queda en primer lugar, el lugar que le corresponde a Dios, y cuando esto ocurre, la vanagloria funciona como una “idolatría” más en el corazón, según Pablo mismo lo indica a los Colosenses en 3:5. Es por eso que tenemos el deber de hacer morir de nosotros “la vanagloria”, para amar a Dios en primer lugar sobre todas las cosas.
CONCLUSIÓN: Por todo lo anterior, permítanme concluir diciéndoles que en verdad tal como lo he predicado, tenemos suficientes y sobradas razones por las que debemos hacer morir de nuestra vida el problema de “la vanagloria de la vida” de la que hemos solido presumir sin que tengamos necesidad de hacerlo. Si hay algo o alguien del cual es lícito gloriarnos, y no es vanagloria gloriarnos de él, es Dios, tal como dice el autor del Salmo 34 que: “En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos y se alegrarán” (Salmo 34:2); e igualmente todos juntos podemos decir como el autor del Salmo 44 que: “En Dios nos gloriaremos todo el tiempo, y para siempre alabaremos tu nombre” (Salmo 44:8). Y como dice el apóstol Pablo a los Corintios: “Mas el que se gloría, gloríese en el Señor; 18 porque no es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquel a quien Dios alaba” (2 Corintios 10:17-18). Este Señor, al que Pablo se refiere es Jesucristo; y si Jesucristo es Señor y Salvador de usted, entonces gloríese en él. Es el gloriarse que vale la pena, porque no se enfoca en nosotros sino en Dios. El que con su vanagloria “se alaba así mismo”, la verdad es que “no es aprobado”. Y como dice la profesora DeYoung, que la vanagloria es “el deseo excesivo y desordenado por el reconocimiento y aprobación de otros”[3]; entonces, de qué sirve que otros reconozcan y aprueben nuestras vanaglorias, si en todo ello no contamos con la aprobación de Dios. Mejor entonces, que por todo lo que tenemos y que viene de Dios, gloriémonos en Jesús nuestro Señor mis amados hermanos, y entonces nuestra vanagloria morirá, y además eso nos hace contar con la aprobación divina. Esto es lo que debemos proponernos desde ahora, si la vanagloria está siendo nuestro problema. Hagamos morir de nosotros la vanagloria de la vida.
Que Dios les bendiga.
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[1] Rebecca Konyndyk DeYoung, Glittering vices: a new look at the seven deadly sins and their remedies (Grand Rapids, MI: Brazos Press, Div of Baker Publishing Group, 2009), 60.
[2] Rebecca Konyndyk DeYoung, Vainglory: the forgotten vice (United States: William B Eerdmans Publishing Co, 2014), 25.
[3] Rebecca Konyndyk DeYoung, Glittering vices: a new look at the seven deadly sins and their remedies (Grand Rapids, MI: Brazos Press, Div of Baker Publishing Group, 2009), 60.
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