HACED MORIR… LA SABIDURÍA TERRENAL.
Colosenses 3:5.
Santiago 5:13-17.
“¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. 14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15 porque esta SABIDURÍA no es la que desciende de lo alto, sino TERRENAL, animal, diabólica. 16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17 Pero la SABIDURÍA que es DE LO ALTO es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía” (Santiago 3:13-17).
INTRODUCCIÓN: Además de Colosenses 3:5, otro pequeño pasaje bíblico y apostólico que habla acerca de algo “terrenal” es en Santiago 3:13-17. Como usted habrá observado en su lectura, se trata de una “sabiduría (que) no es la que desciende de lo alto”. En realidad, debido a que no procede de Dios, no puede verdaderamente ser sabiduría. El apóstol Santiago le da tres calificativos a tal falsa sabiduría y le llama: “terrenal”, “animal”, y “diabólica” (cf. Santiago 3:15). Estos tres adjetivos, bien pueden ser relacionados con los 3 enemigos del cristiano: 1) el mundo, por ser “terrenal”, 2) la carne, por ser “animal”, y 3) el diablo, por ser “diabólica”. En este mensaje, no abordaré los calificativos: “animal” y “diabólica”, sino solamente estaré enfatizando, más bien combatiendo el calificativo “terrenal”, o que también puede describirse como “del mundo”. La razón de abordar solamente el aspecto “terrenal”, nada más es por concordar con el tema general de nuestra serie que es: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros” (Colosenses 3:5a).
Pero, antes de avanzar más en la mención de la palabra sabiduría que será muy recurrente en este mensaje, tenemos que hacer notar que sabiduría no es lo mismo que conocimiento. Tener conocimiento no es lo mismo que tener sabiduría, y tener sabiduría terrenal no es lo mismo que tener sabiduría de lo alto, o de Dios. El conocimiento se adquiere de diversos medios como por medio de maestros, de libros, de la investigación que uno puede hacer en campo o en línea en el internet en las enciclopedias, diccionarios, blogs, libros digitales, y demás documentos existentes en ella; pero sabiduría es mucho más que conocimiento; es la aplicación del conocimiento a la vida práctica con la finalidad de solucionar situaciones o problemas. Hasta aquí podemos hacer una pregunta: ¿por qué dos personas que tiene estudios universitarios y de posgrado, que por cierto pudieran ser dos sicólogos, terminan divorciándose tiempo después de haberse matrimoniado? No es porque les faltaba conocimiento, sino lo que les faltó es la sabiduría para poder aplicar bien sus respectivos conocimientos a sus vidas. ¿No es cierto? Intentaron sobresalir, pero sus respectivas sabidurías fueron insuficientes por no ser sabiduría de Dios, sino “terrenal”. Es por eso que debemos ocuparnos en conocer la sabiduría de lo alto, o sea, la de Dios, que da éxito a todo proyecto humano que se somete a su poder.
De manera específica lo que voy a predicarles en este momento es que: Los creyentes en Cristo debemos hacer morir de nuestra vida todas las expresiones de sabiduría terrenal que impiden que uno tenga una sabia mansedumbre. / ¿Cuáles son las expresiones de sabiduría “terrenal” que los creyentes en Cristo debemos hacerlas morir de nuestra vida porque impiden que uno tenga una sabia mansedumbre? / Basado en nuestro texto de Santiago 3:13-17, les voy a presentar en este mensaje, cuatro expresiones de sabiduría terrenal que debemos hacer morir de nuestra vida, porque impiden que uno tenga una sabia mansedumbre.
La primera expresión de sabiduría “terrenal” que los creyentes en Cristo debemos hacer morir de nuestra vida porque impide que uno tenga una sabia mansedumbre, es:
I.- LOS CELOS AMARGOS.
En el versículo 14, el apóstol Santiago dice: “Pero si tenéis celos amargos” (hasta aquí por el momento, y pasemos al versículo 15 donde leemos): 15 “porque esta SABIDURÍA no es la que desciende de lo alto, sino TERRENAL, animal, diabólica” (Santiago 3:14-15). Ser celoso, tiene su aspecto positivo, bueno, y saludable como cuando ejercemos celos por la persona que amamos, y en su dimensión correcta queremos que nos preste la atención debida solamente a nosotros, y no a otra persona, estando nosotros también dispuestos hacer lo mismo y al 100% a favor de la persona amada; no es egoísmo, sino amor abnegado. Esto es correcto, pero también tiene su aspecto negativo que el apóstol Santiago llama: “celos amargos”. Para algunas personas, según su propia y limitada percepción meramente humana, este tipo de celos es lo mejor y más sabio que puede pensar, reflexionar, y aplicar, pues, es lo que ha aprendido de los malos procederes que ha observado o escuchado de otras personas que no supieron canalizar bien sus celos personales.
Los celos amargos, son destructivos tanto para uno mismo como para la persona o personas celadas. Conlleva, no amor, sino ira, enojo, etc… y pensar o reaccionar así, hace evidente que uno no tiene o no está aplicando en su trato con alguien o con los demás, la sabiduría que procede de Dios, y si no es de Dios, entonces, se trata de algo propiamente “terrenal” porque es el estilo de vida y reacciones enfermas o tóxicas de no pocas personas que nos rodean, y que mal influencian la vida hasta a los que profesamos la fe cristiana. Vivir así, no concuerda con la “sabia mansedumbre” que nosotros debemos practicar, y que debe ser vista en nuestro trato con los demás, y con nuestra propia familia en particular, e igualmente en la amplia relación fraternal con otros creyentes en Jesucristo. Ningún creyente debería tener “celos amargos”, porque destruyen las buenas relaciones matrimoniales, familiares, y hasta fraternales de nuestra fe.
Mejor aprendamos de la palabra de Dios, la sabiduría que es de Dios, para que, en todo caso, en toda circunstancia, resalte nuestro amor verdadero, y no los terrenales, animales, y diabólicos “celos amargos”.
La segunda expresión de sabiduría “terrenal” que los creyentes en Cristo debemos hacer morir de nuestra vida porque impide que uno tenga una sabia mansedumbre, es:
II.- LA CONTENCIÓN EN EL CORAZÓN.
Después de haber analizado la primera expresión del versículo 14 que decía: “Pero si tenéis celos amargos” (ahora, analizaremos la siguiente expresión, pero lo haremos usando la frase base de la oración gramatical que al principio del versículo 14 dice: “pero si tenéis”. Así que de esta manera podemos leer): “Pero si tenéis […] contención en vuestro corazón”, (y ahora pasemos al versículo 15, donde con respecto a esta segunda expresión nos dice lo mismo, que: “[…] esta SABIDURÍA no es la que desciende de lo alto, sino TERRENAL, animal, diabólica” (Santiago 3:14-15). Además de los “celos amargos”, ahora dice que la “contención” en el corazón es también sabiduría terrenal. Esto lo practican algunos profesantes de la fe cristiana. Lo hacen en la iglesia, lo hacen en su trabajo, lo hacen en propia familia, y en cualquier lugar, y eso, evidentemente no es ser sabio conforme a la sabiduría de Dios.
¿Qué es la “contención”? No se refiere a contenerse como un acto de la voluntad para no actuar de manera precipitada y con ira o enojo, para evitar causar daño ya se verbal o físico a alguien. “Contención” en el contexto que la usa el apóstol Santiago, se trata de ganas de pelear; de no estar contento si uno no inicia una riña; de querer en cualquier momento que surja algún conflicto por cosas insignificantes como por causa de diferir en el significado de una palabra, o respecto a desaprobar maliciosamente una buena alternativa con respecto a determinados asuntos o conversaciones. El problema de fondo que existe en tales personas no es que lo aprendieron de otros de otros que han hecho y hacen lo mismo, sino que el problema está en su propio “corazón”, pues lo que la descripción de lo que el apóstol Santiago indica como impropio para los creyentes en Cristo es la “contención en vuestro corazón”. Hacerlo es indicación de que uno no tiene en su corazón la sabiduría de Dios, sino solamente una sabiduría terrenal.
Es necesario que reemplacemos estos males que se alimentan del corazón, y que al externarse son dañinos para uno mismo, así como para otros. Dejemos mejor que el Espíritu Santo establezca su fruto que no es para ser contencioso, sino para ser amoroso, gozoso, pacífico, paciente, benigno, bondadoso, confiado, manso, y templado de carácter (cf. Gálatas 5:22-23). Esto es lo que necesita nuestro corazón cuando tenemos tendencia de ser contenciosos. Mejor llenémonos del fruto del Espíritu, y seremos más sabios en nuestras actitudes y acciones.
La tercera expresión de sabiduría “terrenal” que los creyentes en Cristo debemos hacer morir de nuestra vida porque impide que uno tenga una sabia mansedumbre, es:
III.- LA JACTANCIA.
Ya hemos considerado las primeras dos expresiones mencionadas en el versículo 14. Ahora, vamos por la tercera expresión. Comenzaremos después de la mitad del versículo 14, donde dice: “NO OS JACTÉIS”, (y otra vez, hasta aquí por el momento, y saltando las siguientes cinco palabras, pasamos al versículo 15 que dice): “porque esta SABIDURÍA no es la que desciende de lo alto, sino TERRENAL, animal, diabólica” (Santiago 3:14-15). La jactancia, según dice el apóstol Santiago, no es de la sabiduría de Dios, sino es algo que las personas aprenden o aprendemos de alguna influencia “terrenal”.
Pero ¿qué es la jactancia? ¿qué es jactarse? Es hablar de uno mismo delante de otras personas dando a entender que por lo que somos o tenemos somos como que más importantes que los demás o como si fuésemos grandes personalidades de esta vida, cuando lo que uno dice de sí mismo no es más que palabras altaneras o altivas, arrogantes, orgullosas, soberbias, de alarde, de actitud de presumir. Si acaso, sea verdad que alguien tenga alguna distinción o que sobresalga en algún detalle de la vida, no es necesario andar contándolo, sino hay que ser humildes. Hay personas que se jactan de lo que son, de lo que tienen, o de lo que hacen, y por falta de humildad lo andan contando con tal de que sean vistos como grandes personalidades. A estas personas les parece muy sabio ser así, pero sí que no es nada sabio tener y mostrar una actitud de jactancia.
En una comparación de versiones que hice con respecto a un par de frases del cántico entonado por Ana, la mamá del profeta Samuel, después de qe hubo nacido su hijo. Dice ella en su cántico: “No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; cesen las palabras arrogantes de vuestra boca; …” (1 Samuel 2:3a-b). Esta es la jactancia, hablar “palabras de grandeza” o “palabras arrogantes” acerca de uno mismo. Es altanería. Y la versión Dios Habla Hoy traduce la misma parte del canto, diciendo: “Que nadie hable con orgullo,
que nadie se jacte demasiado, …” (DHH); es decir, jactancia es cuando habla con orgullo de sí mismo. La Nueva Versión Internacional dice: “Dejen de hablar con tanto orgullo y altivez; ¡no profieran palabras soberbias!” (NVI). Esta traducción describe decir “palabras soberbias” que no son nada más que expresiones de orgullo y altivez. La versión Palabra de Dios para Todos, dice al respecto: “No sigan haciendo alarde ni hablen con orgullo” (PDT). Se trata de hacer alarde (o sea, querer solo llamar la atención). Y la Traducción en Lenguaje Actual dice con un sentido más fuerte: “¡Cállense! ¡No sean tan orgullosos!
¡No hablen como la gente presumida!” (TLA). Jactarse, es hablar solo por presumirse, y que al respecto dice que en vez de andarse presumiendo, mejor: ¡Cállense!
Es probable que alguna vez, o muchas veces, nos hemos comportado con jactancia. ¿Usted se ha comportado así? ¿Verdad que le pareció que usted era el que más tenía la razón, y que se lo sabía de todas, todas? Es esto que debemos evitar porque no es sabiduría de Dios, sino “terrenal”, y que por lo tanto tenemos que ver que muera este mal hábito de nuestro hablar. Tampoco fue carácter de nuestro Señor Jesucristo jactarse de su obra de redención a favor de sus escogidos, aunque en el caso de él, si lo hiciera está en todo su derecho divino y santo de hablar de él porque él no es un pecador sino nada menos que Dios Hijo de Dios.
La cuarta expresión de sabiduría “terrenal” que los creyentes en Cristo debemos hacer morir de nuestra vida porque impide que uno tenga una sabia mansedumbre, es:
IV.- MENTIR CONTRA LA VERDAD.
Ahora, vayamos directo a las últimas cinco palabras del versículo 14 donde leemos: “ni mintáis contra la verdad; (y seguimos directo y derecho en el versículo 15 que completa lo anterior diciendo): 15 “porque esta SABIDURÍA no es la que desciende de lo alto, sino TERRENAL, animal, diabólica” (Santiago 3:14-15). ¿Ya ven? También mentir contra la verdad, no es sabiduría de Dios, sino sabiduría “terrenal”, es decir, practicada por aquellos que no toman en cuenta a Dios en sus vidas, aunque así parezcan serlo. En este caso, no se refiere al acto de mentir al prójimo, a la familia, o alguien de la iglesia, lo cual también de por sí es incorrecto, sino se refiere al mentir “contra la verdad”. Se trata de hablar con falsedad, decir algo que no es verdad como si lo fuera.
En la novena bienaventuranza del sermón del monte pronunciado por Jesús, él hablo de este tipo de personas que mienten “contra la verdad”, cuando consolando a sus oidores les dijo: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo” (Mateo 5:11). Con estas palabras queda claro que cuando alguien dice algo contra alguien no siendo esto verdad sino una mentira, no es nada sabio sino una artimaña “terrenal” que no llega ni a una pizca de sabiduría. El caso registrado en Hechos 5 con respecto al matrimonio de Ananías y Safira, dos creyentes en Cristo de la primera generación en Jerusalén, quien habiendo dicho que vendería una propiedad que él tenía y que daría todo el dinero para la causa de Cristo (esto era la verdad del compromiso que hizo), pero a la hora de entregar el valor de la venta no lo dio todo sino solo una parte. Esto fue para él y para su esposa, mentir contra la verdad establecida en su compromiso. Por eso, el apóstol Pedro le dijo: “¿por qué llenó Satanás tu corazón para que mintieses al Espíritu Santo, y sustrajeses del precio de la heredad? 4 Reteniéndola, ¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios” (Hechos 5:3-4).
Mentir contra la verdad, no es poca cosa. Es un pecado que Dios ha dado a entender que se debería castigar con muerte, tal como ocurrió tanto con Ananías como con Safira su esposa, sin embargo, se hace evidente la gracia de Dios al no castigarnos con la muerte por causa de esta falta. Y para todos aquellos que tenemos el privilegio y la confianza de Dios para predicar su palabra, el predicar algo que no es lo que Dios dice en su palabra, se trata también de mentir “contra la verdad”, lo cual no es aprobable por Dios. Cualquier falsedad que llegásemos a decir contra alguien, igual es mentir “contra la verdad”. Si alguien hace así, sepa o recuerde que no es la sabiduría que Dios nos está enseñando, sino que es un producto pecaminoso de origen meramente “terrenal”, por no decir que también “animal” y “diabólico”.
CONCLUSIÓN: Como ustedes han podido observar, lo que la gente considera sabiduría que aprendieron del contexto de la sociedad en que vivimos, o del contexto de la misma familia que suele transmitir tanto sus escasos valores si es que los tienen, así como cualquier idea o costumbre equivocada que alguna vez aprendieron y que siguieron transmitiendo a sus generaciones posteriores porque pensaron que era lo más sabio y correcto que habían aprendido, NO ES SABIDURÍA DE DIOS. Pero, usted hoy se ha sorprendido de que ahora, siendo usted cristiano, le está siendo enseñado que hay que hacer morir de uno mismo lo que es “terrenal” y la sabiduría “terrenal” es una de ellas. La alternativa es que usted ahora tiene que conocer cuál es la sabiduría de Dios.
Considerando que San Pablo les explica a los Corintios que: “para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:24), usted ya está dotado de la sabiduría de Cristo. Entonces, ¿por qué no cultivar Su sabiduría, dejando entonces la sabiduría terrenal que ha estado perpetuando en usted mismo, y que sin duda y sin falta afectará a sus hijos y nietos, confundiéndoles con respecto de la verdad y la sabiduría divina?
Ahora, escuche usted cómo Dios transmite su sabiduría. Dice el apóstol Pablo a los Corintios: “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1 Corintios 1:21). La predicación amado oyente es fuente de la sabiduría de Dios para combatir la sabiduría terrenal. La predicación es sabiduría de Dios porque se deriva de la palabra revelada de Dios, a menos que alguien predique mintiendo contra la verdad. Por eso a los romanos San Pablo también les dice: “… transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). Cuando la palabra de Dios es escuchada, aceptada, aprendida, y obedecida, la sabiduría “terrenal” muere, y se construye en uno la sabiduría de Dios, la sabiduría de lo alto, según palabras del apóstol Santiago.
Quiera usted que Cristo y su palabra, le sirvan para hacer morir en usted la sabiduría terrenal que todavía conserva en su experiencia. Sea usted sabio según Dios, y se reflejará esta sabiduría en la mansedumbre de sus conversaciones, actitudes, y acciones.
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