DIOS ENVIÓ A VUESTROS CORAZONES EL ESPÍRITU DE SU HIJO.
Gálatas 4:6.
“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:6-7).
INTRODUCCIÓN: Desde aquel día de Pentecostés ocurrido 10 días después de la ascensión de Jesucristo, el Espíritu Santo de Dios ha estado trabajando en los corazones humanos. Su obra, comienza en las personas antes de que todo corazón esté listo para entregarse en fe a la persona salvadora de Jesucristo el Hijo de Dios. Luego, se encarga de traer convencimiento a nuestra vida de que somos pecadores, y que necesitamos relacionarnos con fe con Jesucristo el Salvador. Es así como un día respondimos a Dios con arrepentimiento, y entregamos nuestra vida al Hijo de Dios.
Sin embargo, nuestro texto habla de una etapa de nuestra relación con Dios que ocurre después de nuestro arrepentimiento para salvación y vida eterna, que ocurre después de haber iniciado nuestra relación de fe en Jesucristo. Es a esta etapa que San Pablo se refiere cuando dice a los Gálatas: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo” (Gálatas 4:6). El Espíritu Santo que el mismo Espíritu tanto del Padre como del Hijo, es llamado aquí por San Pablo con respecto a Dios como el “Espíritu de su Hijo”. Es una referencia de que el Espíritu enviado a los corazones de los humanos hijos de Dios, es el mismo que moró y que siempre morará en la persona humano-divina de Jesucristo.
Basado en nuestro texto bíblico de Gálatas 4:6, les voy a predicar en este momento que: “Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo”, por razones de progreso espiritual. / ¿Cuáles son las razones de progreso espiritual por las cuáles San Pablo dice que “Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo”? / Les voy a compartir en esta exposición, 3 razones de progreso espiritual que al respecto encuentro en las palabras del apóstol.
La primera razón de progreso espiritual por la cual “Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo”, es:
I.- PORQUE VERDADERAMENTE DIOS NOS CONSIDERA SUS HIJOS.
La expresión con la que el apóstol Pablo inicia el versículo 6 dice muy claramente esta verdad: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo” (Gálatas 4:6ab). Una razón por la cual Dios envió al Espíritu Santo al corazón de los que creen en su Hijo, es porque a los creyentes en Cristo, Dios nos considera sus hijos. Y si en su Hijo Jesucristo está el Espíritu Santo que ambos comparten, Dios no ha querido dejar a sus hijos terrenales sin contar con la presencia y morada del Espíritu Santo y eterno para sostener la vida eterna y espiritual del alma o corazón. Esto es lo que San Pablo afirma diciendo: “… por cuanto sois hijo, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo”. Es claro que nos dio al Espíritu de su Hijo, Espíritu mismo de él como Padre, por la simple pero bendita razón de que “sois hijos”. Los hijos de Dios, comenzando con el eterno y divino Hijo de Dios es indispensable que contemos con su Espíritu en nuestros corazones.
Esto implica que, así como Jesucristo es verdaderamente ¡Santo, Santo, Santo!, también nosotros los hijos terrenales de Dios debemos manifestar una vida de santidad que corresponde al efecto de la presencia del Espíritu Santo en nuestros corazones. Los hijos terrenales de Dios no podemos quedar sin demostrar que somos santos por el Espíritu Santo del Padre y del Hijo que ha sido enviado y ha llegado a morar en nuestros corazones, tal como Jesús nunca dejó de mostrarse santo, como hasta el día de hoy sigue siendo santo, porque el Espíritu Santo que por naturaleza original está en él, le hace inevitable y poderosamente santo. Demos gracias a Dios porque nos considera sus hijos, y porque nos da su Espíritu Santo, que también comparte con su Hijo, y que por ello el mismo y único Espíritu Santo es llamado: “Espíritu de su Hijo”.
La segunda razón de progreso espiritual por la cual “Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo”, es:
II.- POR QUE NUESTRO CORAZÓN NECESITA DEL ESPÍRITU SANTO.
Recordando en este momento la manifestación del Espíritu Santo ocurrido aquel día de Pentecostés en Jerusalén, a 10 días del regreso de Jesús al cielo, así como en otras manifestaciones similares que ocurrieron en otras ocasiones, es apropiado reflexionar acerca de lo que San Pablo dice a los Gálatas, de que: Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo”. Es decir, Dios no envió a su Espíritu Santo o Espíritu de su Hijo, solamente para aparecer como “lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo” (Hechos 2:3-4) como a los apóstoles en Jerusalén; o como para ser visto con alguna forma como Jesús en su bautismo “vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él” (Mateo 3:16b), sino que vino a este mundo no para moverse sobre la faz de las aguas, o sobre las cabezas de los creyentes, sino para que su destino sea nada menos que los “corazones” de todos aquellos que creemos en Jesucristo.
Solamente una búsqueda rápida que hice en los primeros cinco libros de la biblia, encontré algunas características propias de nuestros humanos corazones, por las cuales todo corazón necesita la presencia del Espíritu de Cristo el Hijo, en su interior. Encontré que el corazón se aflige (cf. Génesis 45:26), el corazón se endurece (cf. Éxodo 7:3, 13-14, 22), el corazón se obstina (cf. Deuteronomio 2:30), el corazón se infatúa (cf. Deuteronomio 11:16), el corazón piensa perversidades (cf. Deuteronomio 15:9), el corazón puede hacerse mezquino (cf. Deuteronomio 15:10), el corazón se eleva sobre sus semejantes (cf. Deuteronomio 17:20), el corazón desmaya, teme, y se azora (cf. Deuteronomio 20:3), el corazón se apoca (cf. Deuteronomio 20:8), el corazón siente miedo (cf. Deuteronomio 28:67). Todos hemos sentido más de una de estas características, y en los demás libros de la biblia podemos encontrar más características como el que dice que: “engañoso es el corazón y perverso más que todas las cosas” (Jeremías 17:9). Todo esto hace que nuestros corazones necesiten al Espíritu de Cristo en nosotros, y esa fue la buena razón de Dios al enviarlo a nuestros corazones por ser también nada menos que sus hijos.
La tercera razón de progreso espiritual por la cual “Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo”, es:
III.- PORQUE SU PRESENCIA EN NUESTRO CORAZÓN HACE QUE AMEMOS A DIOS.
Qué es una de las cosas que hace el Espíritu de Cristo en nosotros. San Pablo dice acerca de Él: “el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6a3). Estoy seguro de que estas palabras pueden ser falsificadas por personas que aun no teniendo una vida arrepentida, pueden dirigirse a Dios llamándole “Padre”, o “¡Abba, Padre!”; así como Jesús dijo que: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mateo 7:21), porque sin duda que lo dicen de manera falsificada solamente por imitación y no por convicción y consagración a él. Es por eso que solamente un corazón en quien el Espíritu de Cristo ha sido enviado, puede dirigirse a Dios con una expresión de verdadero amor, de cariño hacia su ser Divino, pues la palabra aramea “¡Abba!” al cual se refiere el apóstol Pablo, equivale a decirle: Papito, a Dios, pero impregnado de un sentimiento santo y sincero de querer reconocerle como el mejor Padre que podría existir.
Tal expresión, aun cuando uno no tiene ninguna experiencia en las cosas de Dios, como por ejemplo quizá uno no sabe cantar una alabanza, e incluso si uno por ser nuevo o muy reciente en la fe, uno no sabe orar, el Espíritu Santo o Espíritu de Cristo, hace que a uno le salgan tales palabras que sirven para adorar y estar en conexión tanto con el Padre, como con el Hijo, y con el Espíritu Santo mismo. Es por eso que el apóstol Pablo dice a los romanos: “Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26). Damos gracias a Dios por habernos enviado a nuestros corazones, el Espíritu de su Hijo, que aun cuando no hayamos aprendido a orar, él habla por nosotros, gime desde nuestros corazones, llora desde nuestros corazones, hablando por nosotros al Padre eterno y amoroso, con debemos estar en conexión espiritual y de fe. Gracias a este don que los creyentes recibimos, pues es por obra del Espíritu de Cristo que somos impulsados o capacitados para amar a Dios, y así cumplimos el primero y más grande mandamiento que dice: “Amarás, pues, a Jehová tu Dios, y guardarás sus ordenanzas, sus estatutos, sus decretos y sus mandamientos, todos los días” (Deuteronomio 11:1), o en palabras de nuestro Señor y Salvador Jesucristo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37).
CONCLUSIÓN: Como les he estado indicando, estas tres razones son de progreso espiritual porque al ser hijos somos acompañados por el Espíritu de Cristo. Esto es progreso espiritual. Luego, siendo nuestro corazón tan vulnerable y pecaminoso, entonces el hecho de tenerlo en nuestro corazón implica progreso espiritual, porque su santidad domina nuestro pecado y además nos santifica. Y finalmente implica progreso espiritual porque es gracias a la labor del Espíritu Santo en nuestro corazón que comenzamos a amar a Dios, y por él mismo se acrecienta nuestro amor hacia Dios. Por esto, Dios se merece nuestra gratitud por habernos enviado a su Hijo Jesucristo, justamente en dónde lo necesitamos, en el corazón. Y no está demás observar que esta presencia del Espíritu de Cristo en nuestro corazón es el bendito resultado de haber creído en Jesucristo. Esto solamente ocurre en los corazones de los que creemos en Jesucristo como nuestro único y suficiente Señor y Salvador.
Si usted todavía no ha creído verdaderamente en Jesucristo, vale la pena que lo haga ahora mismo, para que desde ahora su vida sea transformada, y para que su corazón sea renovado de pecaminoso a santificado para la gloria de Dios.
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