EN VUESTROS CORAZONES NO PENSAR ANTES CÓMO HABÉIS DE RESPONDER.
Lucas 21:7-15 (v.14).
“Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa; 15 porque yo os daré palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan” (Lucas 21:14).
INTRODUCCIÓN: ¿Alguna vez has tenido que defender tu fe, o explicar lo que tu crees, e incluso presentar el mensaje de salvación que el evangelio tiene para los seres humanos? Probablemente te has visto en el aprieto de que no sabes qué decir, o cómo le harás para salir bien de la ocasión. Es cierto que el apóstol Pedro dice a los creyentes en general: “estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; 16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo” (1 Pedro 3:15b-16). Es decir, debe haber una intencionalidad de querer prepararse aprendiendo, en primer lugar, palabras, frases, o versículos del texto bíblico que nos van a ser útiles en algún momento de nuestra vida para hablar siempre la verdad delante de cualquier persona. Debe haber también en uno, una intencionalidad de aprender el o los conceptos que contienen las diversas doctrinas emanadas de la misma palabra de Dios. Eso no quiere decir que nos la sepamos de todas, todas, pues, en la vida siempre tendremos qué aprender más sobre determinado tema; por lo tanto, nadie debe descuidar la lectura, la memorización y el estudio del texto bíblico; también nadie debe descuidar aprender las lecciones de las clases bíblicas, y la exposición de los sermones que se imparten en la iglesia en diversos días y horarios de cada semana; porque para explicar o responder preguntas sobre la fe, nadie lo puede hacer si se encuentra en total ignorancia acerca de ello.
Pero, cuando nos encontremos en la necesidad y responsabilidad de responder, predicar, o enseñar cualquier verdad con respecto a nuestra fe en Jesucristo, él dijo: “Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa” (Lucas 21:14). Basado en esta instrucción de Jesús, lo que en este mensaje voy a predicarles es que: Ante las responsabilidades de predicar y enseñar el evangelio, o de dar testimonio, explicar y defender el motivo o el contenido de nuestra fe, los creyentes tenemos razones especiales por las que no debemos preocuparnos acerca de qué y cómo dar las explicaciones necesarias. / ¿Cuáles son tales razones especiales? / Basado en diversos textos de las Sagradas Escrituras, voy a compartirles tres razones especiales.
La primera razón especial que los creyentes tenemos por la que no debemos preocuparnos acerca de qué y cómo dar las explicaciones necesarias antes las responsabilidades de predicar y enseñar el evangelio, o de dar testimonio, explicar y defender el motivo o contenido de nuestra fe, es:
I.- PORQUE JESÚS ESTÁ COMPROMETIDO A DARNOS LA PALABRA Y SABIDURÍA NECESARIA PARA ESAS OCASIONES.
Después de instruir Jesús, que cuando llegue el momento en el que sus discípulos tenemos la responsabilidad de hablar, decir algo con respecto a nuestra fe, del cual dice: “Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa” (Lucas 21:14), añade la solución extraordinaria diciendo, o más bien prometiendo lo siguiente: “porque yo os daré palabra y sabiduría” (Lucas 21:15a). La palabra en griego que Jesús utilizó y que indica “no pensar antes cómo habéis de responder” es (προμελεταν) PROMELETÁN, palabra que se usaba para referirse a un discurso que se practicaba antes de ser presentado. Ni siquiera nos dará una clase con una o dos horas de anticipación, sino que en el preciso momento ocurrirá que él dará la palabra y la sabiduría necesaria para decir lo que se necesita decir.
En este caso de intervención de Jesús, no vamos a necesitar un bosquejo, ni breves apuntes, y menos un documento con una redacción completa de lo que se tiene qué decir, porque justo en ese momento, Jesús no dejará sin auxilio a ninguno de sus discípulos que no esté listo para enfrentar con responsabilidad, claridad, contundencia, y eficiencia la explicación que en ese momento hay que presentar. Desde luego que no es incorrecto ni malo estudiar y hacer apuntes, así como usar apuntes y bosquejos en los que se ordena lo que se debe decir en largos discursos o sermones; pero, habrá casos, cuando estas cosas no serán los apoyos didácticos que nos auxiliarán, sino justa y solamente Jesucristo.
Todas las veces que todos los creyentes en Jesucristo necesitemos las palabras necesarias para evangelizar a los no creyentes, para predicarle a otros creyentes, o para defendernos ante los opositores del evangelio, Jesús las dará. Jesús no quedará pasivo, sino que sin falta entrará en acción para ayudarnos en nuestra defensa. No significa que siempre saldremos ilesos, pues podríamos incluso enfrentar inevitablemente la muerte; sin embargo, habremos cumplido en dar testimonio de la importancia, relevancia, y valor del evangelio de cual se oponen lo enemigos de la fe, y ello podría traer conversiones de los mismos enemigos de la fe. En esos casos no necesitamos preparar de antemano ningún discurso, sino que el Señor Jesús hará que hablemos palabras de amor, de fe, de esperanza, y de salvación para el bien de nuestros interlocutores.
La segunda razón especial que los creyentes tenemos por la que no debemos preocuparnos acerca de qué y cómo dar las explicaciones necesarias antes las responsabilidades de predicar y enseñar el evangelio, o de dar testimonio, explicar y defender el motivo o contenido de nuestra fe, es:
II.- PORQUE CONTAMOS CON LA FUNCIÓN ESPECIAL DEL ESPÍRITU SANTO QUE NOS ILUMINARÁ PARA DECIR LO QUE CORRESPONDE.
Como parte de sus enseñanzas de despedida, Jesús les habló ampliamente acerca del Espíritu Santo que supliría muchos detalles de su ministerio cuando él ya no esté más físicamente con ellos. Y al respecto, les dijo que: “… el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). Entonces, no hay de qué preocuparse, no hay qué “pensar antes cómo habéis de responder”. Jesús, garantiza que si hay algo que uno todavía no sabe “él (el Espíritu Santo) os enseñará todas las cosas”, y lo hará aun cuando en el preciso momento que hay que decir lo que corresponde, uno sabrá qué decir, y uno dirá la verdad en forma completa, clara, y correcta. Incluso cuando no recordamos con facilidad algo que ya tiene tiempo que habíamos aprendido, o que simplemente por no ser un tema de manejo cotidiano, seremos auxiliados por que el mismo Espíritu Santo que también está en nosotros, dijo Jesús que: “os recordará todo lo que yo he dicho”.
Solamente tenemos que hacer la prueba cuando nos toque la ocasión. Eso fue lo que sucedió con los apóstoles que la mayoría de ellos tenía poca, menos, o ninguna preparación escolar que la que nosotros tenemos en la actualidad. Cuando el Espíritu Santo les capacitó para decir lo que tenían que decir, fueron tan capaces de predicar y de enseñar en público ante no poca gente sino ante multitudes de personas por miles de las cuales muchas de ellas eran gente que sí tenía incluso hasta alta preparación teológica. La gente que no esperaba que ellos hicieran semejante labor, dice San Lucas que la gente: “viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13). Es decir, lo que habían antes aprendido mientras estuvieron con Jesús, ahora, bajo el poder del Espíritu Santo lo estaban hablando a la gente sin dificultad alguna. Gracias a la intervención del Espíritu Santo que había descendido sobre ellos.
La tercera razón especial que los creyentes tenemos por la que no debemos preocuparnos acerca de qué y cómo dar las explicaciones necesarias antes las responsabilidades de predicar y enseñar el evangelio, o de dar testimonio, explicar y defender el motivo o contenido de nuestra fe, es:
III.- PORQUE CUANDO JESÚS ES QUIEN DA LA PALABRA EL EFECTO ES PODEROSO.
San Lucas nos relata el caso de las palabras de un centurión cuyo siervo se había enfermado a punto de morir. El centurión mandó a unos ancianos de los judíos para que busquen a Jesús y le hagan venir a sanar al siervo enfermo. Cuando él se entera de que Jesús ya está en camino, él centurión va a su encuentro y le dice: “Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; 7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano. 8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a este: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace” (Lucas 7:6c-8). La historia del caso concluye diciendo que: “al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo” (Lucas 7:10). Esto significa que cuando Jesús habla, el resultado es poderoso. Lo mismo ocurrió incluso cuando Jesús encuentra a su amigo Lázaro ya muerto y sepultado desde ya hace varios días y en estado de descomposición, a quien le bastó con decirle: “¡Lázaro, ven fuera! 44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir” (Juan 11:43b-44). Sus palabras fueron suficientes para traer a la vida a Lázaro. Y así podemos encontrar en los evangelios no pocas, sino bastantes palabras dichas a otras personas que produjeron efectos divinos en tantas vidas humanas.
Razón suficiente tuvo Jesús cuando dijo: “Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa” (Lucas 21:14), porque entre las palabras que él ofrece darnos cuando las necesitemos, y las que pudieran ser solamente producto de nuestros pensamientos formulados de antemano, lo mejor son las palabras que él promete aportarnos. No hay duda de que sus palabras harán que el resultado deseado y esperado sea eficaz para con los adversarios del evangelio, tal como él mismo dijo de ellos que: “no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan” (Lucas 21:15b).
En cambio, la contribución de nuestros pensamientos y argumentos podrían resultar inadecuados, pues, los seres humanos tenemos la tendencia a interpretar no siempre bien la palabra revelada de Dios. Esta es la razón por la que el apóstol Pablo exhortó a los Corintios pidiéndoles: “… no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros” (1 Corintios 4:6). Por eso, mejor que Jesús nos dé las palabras y la sabiduría en el momento que lo necesitamos.
CONCLUSIÓN: Amados hermanos, no hay que confiar en nuestro propio corazón, sino que antes es necesario alimentarlo con la bendita palabra de Dios. Dejemos que Jesús siga siendo nuestro Maestro y Doctor del Evangelio; dejemos que el Espíritu Santo ilumine nuestros pensamientos y nos recuerde hasta lo que incluso llegamos a olvidar. Que, en nuestra labor de proclamar el evangelio, y en la presencia de Jesús todos los días hasta el fin del mundo, no nos haga falta la dádiva de su palabra y la sabiduría; y que nuestro corazón esté tranquilo de que la labor que nos ha sido encomendada por Jesucristo en su Gran Comisión no depende de nuestro corazón sino de la correcta exposición de sus propias palabras.
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