QUE HABITE CRISTO POR LA FE EN VUESTROS CORAZONES

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QUE HABITE CRISTO POR LA FE EN VUESTROS CORAZONES.

Efesios 3:14-19 (v.17).

 

“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:14-19).

 

   INTRODUCCIÓN: Nuestra frase para hoy que contiene la expresión “vuestros corazones”, se encuentra en la primera frase del versículo 17 donde dice: “para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (Efesios 3:17a).  Y cómo usted puede darse cuenta se trata de una de las 4 peticiones (más exactamente se trata de la segunda petición) por la que el apóstol Pablo dice a los Efesios que doblaba sus rodillas para orarle al Padre de nuestro Señor Jesucristo, y pedirle que ellos tuviesen la experiencia de tener a Cristo habitando en sus corazones. Los 4 eventos mencionados por el apóstol, y por los cuales pide a Dios a favor de los creyentes de Éfeso, todo creyente lo debe experimentar.

   Primero, “el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu” (v. 16b); segundo, que “habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (v. 17a), lo cual es lo que voy a enfatizar en este mensaje; tercero, ser “plenamente capaces de comprender…cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede todo conocimiento” (v. 18-19b), tema que nos va a tocar desarrollar en otro mensaje; y cuarto, el ser llenos de toda la plenitud de Dios” (v. 19c). Todo este proceso tiene que ser una realidad en la vida de todo creyente.  Pero, por el momento, nos ocuparemos en comprender de que se trata lo segundo que San Pablo le dijo a los Efesios que pedía para ellos, el “que habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (v. 17a)

   Basado en este segundo deseo del apóstol Pablo a favor de los Efesios, lo que ahora voy a predicarles es que: Para que “habite Cristo por la fe en vuestros corazones” (v. 17a), es necesario cumplir con los requisitos correspondientes. / ¿Cuáles son los requisitos que se necesitan cumplir para que “habite Cristo por la fe en vuestros corazones”? / En este mensaje, les voy a predicar tres de estos requisitos.

 

   El primer requisito que se necesita cumplir para que “habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, es:

I.- QUE NO DEBEMOS DESCUIDAR NUESTRO CORAZÓN PARA DARLE LUGAR AL ENEMIGO ESPIRITUAL.

   Jesús entre sus enseñanzas que ilustran cómo cuando él se establece en el corazón, y el mal sale de aquel corazón, pero no crean que el mal queda satisfecho de haber salido, sino que siempre procurará regresar, precisamente porque el corazón está limpio, y él está ansioso de ensuciarlo nuevamente.  Jesús lo dijo así: “Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo, y no lo halla. 44 Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. 45 Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero. Así también acontecerá a esta mala generación” (Mateo 12:43-45).

   Esto puede ocurrir a toda persona que ha creído en Jesucristo.  Sin duda que así les ocurría a algunos o quizá a muchos de los Efesios, y así ocurre también a personas de nosotros en la actualidad. Hay que tener mucho cuidado con nuestro propio corazón, pues Dios mismo que sabe la debilidad del corazón humano, encargó al profeta Jeremías que le dijera a los judíos de su época, que: Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso” (Jeremías 17:9a). El corazón puede hacer que uno piense que está en lo correcto y bien delante de Dios, cuando en la realidad no es así; puede hacernos pensar que Cristo está en nuestro corazón cuando probablemente no sea así. Pero, no es que Cristo quiera salirse de nuestros corazones, sino que el mal es el que procura entrar en nuestros corazones, y ello hace entonces que debamos tener una profunda consciencia de no dar lugar al diablo (cf. Efesios 4:27), y a cambio dejar “que Cristo habite en nuestro corazón”.

   Un detalle que deriva de “Katoikéo”, la palabra griega usada por el apóstol Pablo, y que en realidad en su traducción al español mediante la palabra “habite” o habitar, en ambos idiomas significa alojarse permanentemente o habitar cómodamente. No deje usted que nada más entre en su corazón sino solamente a Cristo que desea habitar permanentemente en usted.

 

   El segundo requisito que se necesita cumplir para que “habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, es:

II.- QUE DEBEMOS DARLE A CRISTO EL LUGAR QUE LE CORRESPONDE EN NUESTRO CORAZÓN.

   Jesús enseñando a sus discípulos les enseñó que: “… El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él” (Juan 14:23). Tanto Cristo como el Padre y el Espíritu Santo mismo vienen al corazón del creyente, no para estar en la antesala del corazón, sino en el interior, pues Jesús afirma que él y el Padre: “haremos morada con él”; y con respecto del Espíritu Santo al que él describe como el Espíritu de verdad, les dice que: “mora con vosotros, y estará en vosotros” (Juan 14:17b).  Igualmente, en la misma ocasión les requirió a sus discípulos: Permaneced en mí”, pero les manifestó que él también quiere ocupar un lugar especial en ellos, que no es junto a ellos, ni detrás de ellos, sino que les dijo: “y yo en vosotros” (Juan 15:4).

   Jesús quiere estar no fuera de nosotros, sino “en” nosotros; y para ser más precisos, el desea estar justamente en nuestro corazón; y quien tiene esta experiencia como la tienen todos los verdaderos creyentes, pueden decir como dijo el apóstol Pablo a los Gálatas, que: “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20a). ¿En dónde específicamente? La respuesta es: En nuestro corazón.  Es por eso que cuando el apóstol expresa a los Efesios que ruega a Dios que en ellos “habite Cristo por la fe” les indica que tal habitación debe ser “en vuestros corazones”.

   Por eso debemos estar siempre seguros de que en verdad Cristo esté en nuestro corazón, porque ello prueba que verdaderamente somos sus creyentes.  Si él está en nuestros corazones es porque somos sus creyentes, si no está es porque uno no es creyente. Uno debe saber si en verdad Cristo está en nosotros.  El apóstol Pablo a los Corintios les invitó a hacerse la prueba para ver si daban positivo en tener a Cristo en sus corazones.  Debían saber si estaba o no estaba en ellos.  La instrucción que les dio fue: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2 Corintios 13:5). Es necesario que Cristo esté en el corazón de cada uno de nosotros porque ese es el lugar que le corresponde en nuestra vida.

 

   El tercer requisito que se necesita cumplir para que “habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, es:

III.- QUE EL CREYENTE TENGA EL INTERÉS DE CRECER EN EL MÁXIMO BENEFICIO QUE DA LA PRESENCIA DE CRISTO.

   El apóstol, después de indicar la necesidad de que “habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, indica que el propósito de su habitación es:a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento”, que a su vez esta comprensión y conocimiento del magno amor divino tiene un fin mayor que es “para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:17b-19b).  Cristo presente en el corazón es la base o fundamento para crecer en otras virtudes divinas para un mejor desarrollo en la vivencia de la fe.

   En otras palabras, lo que San Pablo está diciendo es que Cristo debe habitar en nuestro corazón; primero, para crecer en el conocimiento de todas las dimensiones posibles del “amor de Cristo” por nosotros; y así, luego podremos identificar que nuestra vida y nuestro corazón no está vacío sino lleno por “la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo” (Efesios 1:23), pues como bien dice de Jesucristo el apóstol Juan: … de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia” (Juan 1:16). Este es el crecimiento máximo que la presencia permanente de Cristo traerá en nuestra vida; pero se trata de un proceso de crecimiento que comienza cuando uno deja habitar a Cristo en el corazón.

   Justamente, cuando dejamos que Cristo habite en nuestro corazón, es cuando entonces crecemos al máximo en amor; al máximo en santidad, y al máximo en todo, pues recuerden que el amor es incluso mayor que la fe y a esperanza.  Y luego, al tener “toda la plenitud de Dios” por medio de la presencia de Cristo en el corazón, no hay nada más que le haga falta a uno.  Así que, si a usted le interesa tener esta calidad espiritual de amor y de la plenitud divina, máximos dones divinos destinados para hacer crecer al creyente en salud espiritual, es indispensable “que habite Cristo por la fe en vuestros corazones”, pues de lo contrario, no hay ni salvación, ni santificación, ni amor, ni llenura espiritual.

 

    CONCLUSIÓN:   Esta petición que el apóstol Pablo hizo para los Efesios, pues, no era solamente para aquellos Efesios, sino que se hace extensiva, válida, y necesaria para todo creyente de cualquier tiempo y de cualquier lugar. Todos los creyentes en Jesucristo necesitamos que él habite en nuestro corazón. Desde que se cree en él, el lugar que le corresponde a Cristo en nuestra vida es en nuestro corazón; no afuera de él, no lejos de él, sino dentro; por lo tanto, no dejemos que además del Padre, que además de Cristo y de su Espíritu Santo, otro extraño enemigo tome lugar en nuestro corazón, sino que sea solamente para Cristo y sus indivisibles e inseparables Padre y Espíritu Santo.  Sin él, el carácter, las relaciones humanas, y el mismo corazón quedan estancados, débiles, y sin el fruto debido que deben producir.  Recuerde usted, que solamente cuando Cristo está presente en el corazón es que hay crecimiento espiritual, hay salvación, hay santificación, y vida eterna.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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