HASTA QUE EL LUCERO DE LA MAÑANA SALGA EN VUESTROS CORAZONES.
2 Pedro 1:16-21 (v.19).
“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones” (2 Pedro 1:19).
INTRODUCCIÓN: El apóstol Juan nos dice que Jesús expresó de sí mismo: “Yo soy… la estrella resplandeciente de la mañana” (Apocalipsis 22:16). En la biblia, esta expresión también se usa para describir figuradamente al diablo en el contexto de la belleza original y gloriosa que tuvo antes de pecar mientras se mantuvo fiel a Dios su Creador, pero tal belleza gloriosa fue arruinada en él por su orgullo, peor que el orgullo del citado rey de Babilonia en Isaías 14:12; por lo que la luz del ahora diablo, quedó apagada para siempre por causa de su orgullo y desobediencia a Dios. Ahora solamente resplandece eternamente la luz de Jesucristo, el Hijo de Dios. Jesús usa esta expresión al nivel del conocimiento y la comprensión humana que se tiene acerca de la luminosidad de tal estrella. Lo que él resalta con tal comparación de sí mismo es la gloria de su ser; y razón tuvo para compararse metafóricamente con tal astro, pues, aunque en realidad se trata de una referencia a un pequeño astro que aparece en el horizonte del oriente por las madrugadas, por el hecho de ser el astro más luminoso antes del amanecer, así es y mucho más es Jesús de glorioso.
No todos los detalles de tal lucero de la mañana le aplican a Jesús. Por ejemplo, el aspecto pequeño de tal estrella en comparación con el astro rey, el sol, o con la luna misma, no aplica para Jesús quien finalmente es nada menos que Co-creador con Dios el Padre, siendo así por derecho divino, Señor de todo lo creado. La razón de usar Jesús esta comparación es solamente para resaltar el aspecto de que así cómo en la oscuridad de la noche, “la estrella resplandeciente de la mañana” (valga la redundancia) resplandece, así y mucho más, Jesús también resplandece en la obscuridad o tinieblas que el pecado impone al mundo y al corazón de todos los seres humanos.
Además, el uso comparativo de tal astro luminoso no siempre tiene la misma aplicación. Por ejemplo, en otro contexto, Jesús dijo también a los tiatirenses que: “Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin […] le daré la estrella de la mañana” (Apocalipsis 2:26-28). Claramente, por el hecho de ser algo que se dará a un ser humano no corresponde a la naturaleza gloriosa y divina del ser de Jesucristo, sino en este caso es una referencia al privilegio de gobernar junto a él en la eternidad, el universo entero, una prerrogativa gloriosa que Jesús compartirá únicamente con sus fieles y vencedores discípulos.
En el texto del apóstol Pedro en el que usa la expresión: “el lucero de la mañana”, también tiene una aplicación distinta. No se refiere a Jesús, pues, como se puede apreciar en sus palabras es que tal “lucero de la mañana” va a salir “de vuestros corazones”, pero no está diciendo que Jesús tenga que salirse de nuestros corazones. Entonces, definitivamente no se está refiriendo a Jesús con esta expresión. Con ella el apóstol Pedro se refiere en este caso a la palabra de Dios que ha sido albergada en el corazón del creyente en Jesucristo, y que tal palabra divina se refleja en la vida del creyente mediante una vida conforme a la conducta de Jesucristo, convirtiéndose así también el creyente en “luz del mundo”, tal como Jesús dijo en su primer sermón: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo 5:14a).
Estas palabras del apóstol Pedro en 2:19, nos enseña que la palabra de Dios tiene aspectos relevantes para el corazón humano. / ¿Cuáles son estos aspectos relevantes que la palabra de Dios tiene para el corazón humano? / Las palabras del apóstol Pedro registradas en nuestro texto nos indican algunos de tales aspectos relevantes:
El primer aspecto relevante que la palabra de Dios tiene para el corazón humano, es que:
I.- SU EFECTIVA UTILIDAD ESTÁ DESTINADA PARA BENDECIR LOS CORAZONES DE LA HUMANIDAD.
Cuando el apóstol Pedro describe a la palabra escrita de Dios, preservada en su tiempo por un promedio de poquito más de 1400 años anteriores, dice primeramente refiriéndose a ella que: “tenemos también la palabra profética”. Esto tiene paralelismo y aplicación con la narración de la parábola de Jesús con respecto del rico y Lázaro cuando describiendo la respuesta que el rico recibe tras su petición de “Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento” (Lucas 16:27-28). La respuesta que el rico fallecido recibe es: “A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos” (Lucas 16:29). Lo que le estaban diciendo es que sus parientes todavía en vida en la tierra tienen también “la palabra profética”, o sea, escrita antes por los profetas desde Moisés el primer escritor de las Sagradas Escrituras hasta el último de los profetas que registraron la revelación que Dios dispuso que sea conocida por la humanidad.
Acerca de tal palabra profética, dice el apóstol Pedro a quienes la toman en cuenta que: “hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro”; tal como “el lucero de la mañana” alumbra desde que aparece “hasta que el día esclarezca”. En esta comparación de la palabra profética de Dios que “alumbra en lugar oscuro” se indica su utilidad, tal como son útiles las luces que usamos en nuestras casas, vehículos, o en lugares públicos mediante focos, lámparas, tiras leds, y de otras formas, modelos, y maneras, etc… Así es la función de la palabra de Dios, la de iluminar no solamente a comunidades cristianas donde ya se tiene a Jesucristo como el centro de la vida, sino a la humanidad en general. Cuando esta luz llega al corazón, a la vida, comienza a ser transformada a la condición que Dios desea que esté.
El segundo aspecto relevante que la palabra de Dios tiene para el corazón humano, es que:
II.- EL PECADOR PUEDE DESCUBRIR EN ELLA LA LUZ DE CRISTO EN MEDIO DE LA OBSCURIDAD DE PECADO EN EL QUE VIVE.
El contexto de las palabras del apóstol Pedro indican que la utilidad de la palabra profética tiene su efecto en el corazón humano hasta el grado de que una persona que ha vivido en la obscuridad del pecado, su corazón espiritual sea iluminado con el conocimiento del santo evangelio de salvación y de santidad. Cuando el apóstol Pablo explica a los Corintios en qué condición se encuentra la gente que no ha creído ni conocido la palabra de Dios, les dijo: “nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; 4 en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo” (2 Corintios 4:3-4).
Es por causa del malo que actúa para cegar el entendimiento de las personas, que no es fácil apropiarse del evangelio de Jesucristo, ni de creer en la misma persona y divinidad de Jesucristo. Así estuvimos antes todos los que ahora somos creyentes de Jesucristo. Pero, lo que hace la palabra profética de las Sagradas Escrituras es nada menos que transmitir “la luz del evangelio de la gloria de Cristo”. Eso hace que la palabra de Dios sea una luz para todos nosotros los pecadores, como el lucero de la mañana es luz en la vasta oscuridad de la todavía noche antes de amanecer. Es con la palabra de Dios que quien todavía no es creyente de Jesucristo, encuentra la luz que le guía a la fe en Cristo, la verdadera “Luz del mundo” (cf. Juan 8:12; 9:15), no importa en que tan profunda sea la oscuridad en el que un pecador se encuentre.
No está demás indicarles que otra razón por que la palabra de Dios es descrita como “profética” no es solamente por haber sido dichas o escritas por profetas, sino porque tal calificativo indica que una de las funciones de dicha palabra de Dios es denunciar a la conciencia y corazón humano de que hay algo en la vida en la cual uno anda mal delante de Dios. Y esto lo debe saber toda la humanidad.
El tercer aspecto relevante que la palabra de Dios tiene para el corazón humano, es que:
III.- TODO CREYENTE DEBE CONOCERLA BIEN PARA IRRADIAR SU LUZ A LA HUMANIDAD.
Observemos que el apóstol Pedro dice que este lucero debe salir de nuestros corazones (v. 19c), pero ¿cómo va a salir de un corazón humano algo divino que uno todavía no tiene?; imposible. Observen que antes de hacer tal indicación, él mismo había dicho que hay que “estar atentos” y dirigiéndose a quienes lo están, les dice: “hacéis bien en estar atentos”. Pero, ¿”atentos” a qué? A “la palabra profética más segura” que “tenemos”.
Los creyentes debemos “estar atentos” para conocer y escuchar una y otra vez la palabra de Dios y atesorarla en nuestro corazón para que cargue el suficiente voltaje, amperaje, y Watts de energía divina, y sea capaz de irradiar la luz de la verdad y de la santidad a los que viven en la oscuridad de la incredulidad para que les amanezca la luz de Cristo en sus vidas tal como bendita y gloriosamente nos ha ocurrido a nosotros. Con la palabra de Dios en el corazón, el creyente se comienza a convertir en “el lucero de la mañana” o “luz del mundo” (cf. Mateo 5:15a) para quienes viven en las tinieblas del pecado.
Nuestro Señor y Salvador Jesucristo a un grupo de religiosos que no reflejaban en su vida y testimonio una conducta digna de los que profesan ser hijos de Dios, les dijo: “Escudriñad las Escrituras” (Juan 5:39); y es por eso que por ejemplo, el apóstol dijo a los Colosenses: “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, …” (Colosenses 3:16a,b). Igual, desde tiempos más antiguos se le encomendaba al pueblo de Dios, así como a sus líderes como a Josué a quien no por Moisés que ya había muerto sino directamente por Dios le fue dicho: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8). Es el conocimiento y la obediencia a la palabra de Dios la que hace a uno ser una luz en este mundo que tanto necesita personas que brillen para guiar, orientar, ayudar, servir, y anunciar el evangelio de salvación eterna.
CONCLUSIÓN: Dios quiere que usted brille como el lucero de la mañana, tal como Jesús es “la Luz del mundo” por la excelencia gloriosa de su naturaleza, y tal como la palabra de Dios es “el lucero de la mañana” por el mensaje que lleva a los corazones de los pecadores. También usted debe brillar como es digno de un creyente hijo de Dios por el hecho de tener en su vida a Jesús y su palabra, el poderoso brillo divino que debe salir de nuestros corazones obedientes y dedicados a Dios. Es más, hasta los gobernantes deben ser así, pues cuando Dios escogió y determinó que David hijo de Isaí sería el rey de Israel Dios mismo dijo de David: “Habrá un justo que gobierne entre los hombres, Que gobierne en el temor de Dios. 4 Será como la luz de la mañana, Como el resplandor del sol en una mañana sin nubes” (2 Samuel 23:3-4). No importa qué profesión u oficio usted desempeñe siendo creyente de Jesucristo, usted puede ser luz con la conducta, el ejemplo, y la vivencia de la palabra de Dios que aprendemos, que a decir verdad conocemos más ahora que lo que David en su momento conocía. Dios sea el generador de la luz que nuestros corazones deben iluminar en la oscuridad del mundo que anda apartado de Dios.
Comentarios