PARA QUE SEAN AFIRMADOS VUESTROS CORAZONES.
1 Tesalonicenses 3:11-13 (v.13).
“Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros, 13 para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (1 Tesalonicenses 3:12-13).
INTRODUCCIÓN: Cada mensaje de esta serie contiene la expresión “vuestros corazones”. El de este momento, también. Solamente que en esta ocasión la frase completa consiste en que dice: “para que sean afirmados vuestros corazones” (v. 13a). Es decir, hay algo que debe estar ocurriendo en uno para que pueda existir tal afirmación o firmeza en la fe que en algún momento de nuestras vidas hemos aceptado. No se trata solamente de comenzar sino también de afirmarse. Un caso negativo en las Sagradas Escrituras es lo que ocurrió a algunos que comenzaron bien en la fe, pero al poco tiempo el apóstol Pablo les amonesta diciéndoles: “¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” (Gálatas 3:3). Esos son lo que no tienen su corazón afirmado porque no trabajan en sus vidas para que poco a poco se vayan afirmando en la fe y la práctica de vivir para Cristo y su evangelio. Este descuido ocurre en el corazón.
En las palabras del apóstol Pedro según el texto de este mensaje, expresando una profunda preocupación por las personas que descuidan que su corazón este afirmado en Jesucristo, encontraremos que: Hay elementos espirituales que todo creyente debe implementar en su vida para que el corazón sea afirmado. / ¿Cuáles son los elementos espirituales que todo creyente debe implementar en su vida para que el corazón sea afirmado? En este mensaje les voy a compartir 3 de tales elementos espirituales.
El primer elemento espiritual que todo creyente debe implementar en su vida para que el corazón sea afirmado en el evangelio de Jesucristo, es:
I.- ABUNDAR EN AMOR UNOS PARA CON OTROS Y PARA CON TODOS.
En 1 Corintios 13, el capítulo que habla acerca de la preminencia del amor concluye el apóstol Pablo explicando que: “… ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13). Es interesante que dice que el mayor de estos tres dones divinos es “el amor”. Además, considerando el orden en el que presenta estos tres dones divinos, primero “fe”, luego “esperanza” y luego “amor”, es significativo observar que después de iniciar con la “fe” la relación espiritual con Dios; en consecuencia, es natural hay que crecer en otras áreas de vida espiritual. Después de haber creído hay que crecer tanto en la seguridad de la “esperanza” que conlleva haber creído, como al mismo tiempo también hay que crecer en “amor”.
Crecer en “amor”, sin duda que no es algo que surge en automático, sino que también se va desarrollado poco a poco en el creyente, pero es importantísimo en el plano de nuestra relación con las demás personas comenzando con la familia, y luego con los hermanos en la fe, y con el prójimo en general, de tal manera que el apóstol dice que: “es el mayor… es el amor”. Y el apóstol Pedro según sus palabras para los creyentes en general les expresa el deseo de que: “el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros” (v. 12). Este crecimiento y “abundar en amor” es un elemento espiritual que cuando está presente y activo en nuestra vida y experiencia, entonces el corazón del creyente se afirma en Jesucristo y su evangelio.
Cada vez que usted tenga la oportunidad de compartir amor mediante pequeñas acciones que traigan beneficio a otras personas, usted se está afirmando en el amor de Jesucristo. Y si usted cada vez hace más cosas con amor por otras personas, usted se está afirmando en la fe en Cristo, y en Dios, porque “… Dios es amor” (1 Juan 4:8).
El segundo elemento espiritual que todo creyente debe implementar en su vida para que el corazón sea afirmado en el evangelio de Jesucristo, es:
II.- CRECER EN SANTIDAD DELANTE DE DIOS NUESTRO PADRE.
Observen que al principio del versículo 12 el apóstol Pablo habla acerca de dos cosas que finalmente es el Señor que hace que estas cosas sean una realidad en los creyentes. La primera de estas cosas es: “Crecer”. Y la primera aplicación que le da a esta bendición es “crecer y abundar en amor” (v. 12). Pero, como ya hemos visto antes, se crece en fe, se crece en esperanza, y se crece en amor, en realidad también se crece en santidad, como parte del proceso de ser: “afirmados vuestros corazones” (v. 13a), pues, inmediatamente después de esta indicación de la necesidad de ser “afirmados”, dice que como resultado se debe ser “irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre” (v. 13b).
En este caso, el segundo elemento que fortalece nuestra afirmación es la “SANTIDAD”, es decir, que todo lo que hagamos, pensemos, y digamos no tenga la intención de pecar contra Dios sino todo lo contrario, que nuestras acciones deben tener siempre la firme decisión de agradar a la voluntad de Dios. Crecer en santidad, lo que esto significa es que cada momento y cada día de nuestra vida, sabiendo que por naturaleza somos altamente propensos a inclinarnos a pecar, debemos estar dispuestos a no vivir entregando deliberadamente nuestras facultades a la práctica de cualquier pecado. Cada día debemos dar marcha atrás a todo pecado que nos asedia, atrae, y que busca alejarnos de Dios.
El Dios y Padre que dijo: “sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios” (Levítico 20:7), al mismo de quien el apóstol Pedro se refirió cuando en su primera epístola escribió: “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 Pedro 1:15-16); y es por él por quien debemos ocuparnos en vivir con santidad, porque finalmente como lo recalca el apóstol Pablo a los Efesios: “Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:25-27). Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, desea tenernos sin “mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”, o sea, irreprensibles para el día glorioso de presentarnos definitivamente al Padre Celestial. De allí la importancia que ahora seamos santos delante de Dios nuestro Padre.
El tercer elemento espiritual que todo creyente debe implementar en su vida para que el corazón sea afirmado en el evangelio de Jesucristo, es:
III.- ESPERAR LA VENIDA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO CON TODOS SUS SANTOS.
En el texto bíblico de las palabras de Pablo a los Tesalonicenses, después de indicar la necesidad del deber de ser “irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre”, el apóstol añade un detalle acerca del tiempo que uno debe permanecer “irreprensible”, y al respecto dice: “en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (v. 13c). Con estas palabras, el apóstol resalta que un elemento más que afirma el corazón del creyente es el estar esperando “la venida de nuestro Señor Jesucristo”, lo cual implica que al mismo tiempo que practicamos la vida de santidad debemos también esperar el regreso de Jesucristo, sino no tendría importancia el ser santo, al igual que si le esperásemos sin querer ser santos, tampoco tendría valor para la eternidad.
Jesús, enseñando sobre la actitud humana con respecto a la espera de su regreso dijo: “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. 38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, 39 y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:37-39). En estas palabras, Jesús no se está refiriendo al comer indispensable y al beber los líquidos necesarios para la supervivencia, ni se está refiriendo al casamiento natural para la legítima formación del hogar; sino que se está refiriendo a todo tipo de inclinaciones de festejos desenfrenados sin importarle a la gente que ello pudiera ser una expresión de abierta rebeldía a Dios, y de desinterés en prepararse para la salvación eterna y para la siguiente venida gloriosa de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Quiera Dios que usted no esté en la lista de los que no están pendientes en esperar el regreso de Jesús, pues, es eso mismo que los lleva a vivir como si en realidad no fueran creyentes en él.
Es comprensible que así sea la actitud de los que no son creyentes, pero no debería ser así para los que somos creyentes en Jesucristo. Si uno dice que es creyente en Jesucristo, y uno no está en espera de su regreso, entonces ¿qué es lo que cree? Es necesario creer no solamente que Jesús es el Hijo de Dios, sino que también es el Salvador, y que también murió por nosotros, que resucitó de entre los muertos, que ascendió a los cielos, que se encuentra sentado a la diestra del Dios Padre Todopoderoso, pero que también regresará. Pero, lamentablemente muchos no le están esperando, incluyendo personas que manifiestan ser creyentes, sino que están viviendo como si no fuesen creyentes. La espera del regreso de Jesucristo es algo que también afirma a un corazón que verdaderamente ha puesto su confianza en Jesucristo y su evangelio para su salvación y vida eterna.
CONCLUSIÓN: Les ruego en el amor de Dios que ninguno de ustedes sea una persona indecisa, sino una persona afirmada en la fe en Jesucristo y su evangelio. Los indecisos no se preocupan en amarse “unos para con otros y para con todos” (v. 12), pero los que sus corazones se afirman en la verdad, sí lo hacen y pueden decir como el apóstol Pablo: “como también lo hacemos nosotros para con vosotros” (v. 12). Los indecisos no se preocupan por ser “irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre” (v. 13b), pero los que se afirman en el evangelio, sí procuran serlo porque saben que Jesús vendrá por personas que se ocupan en estar sin “… mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:27). Los indecisos viven y hacen lo que les venga en sus regaladas ganas, porque al fin y al cabo no están interesados en esperar el regreso de Jesús para el glorioso día final e inicio de la perfecta eternidad para los redimidos por el sacrifico de Jesucristo el Hijo de Dios, pero los que se afirman en Jesús no tienen otro interés que no tenga que ver con el regreso de Jesucristo y con los beneficios que esto traerá por los siglos de los siglos. Que todo aquel que ha escuchado esta predicación no sea indeciso, sino que implementen en su vida la práctica de estos elementos espirituales que contribuyen a la afirmación del corazón.
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