EL SEÑOR ENCAMINE VUESTROS CORAZONES.
2 Tesalonicenses 3:4-5 (v. 5).
“Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado. 5 Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo” (2 Tesalonicenses 3:4-5).
INTRODUCCIÓN: La palabra clave de esta predicación es la palabra “encamine”, expresado en tiempo presente continuo, como una acción que inicia en algún momento pero que seguirá llevándose a cabo. Se trata de una acción de la cual Dios es especialista para con los seres humanos porque lo hace justo en el lugar donde todo nuestro ser, alma y cuerpo, es controlado; en el corazón. Por eso el deseo que el apóstol Pablo le expresa a los Tesalonicenses, es que “el Señor encamine vuestros corazones” (v. 5a1). El corazón, por su naturaleza pecaminosa, no es apto de ninguna manera por sí solo para emprender un caminar en la voluntad de Dios, sino que se le hace necesario que sea encaminado. El libro de proverbios describiendo a las personas que tomamos malos caminos precisamente por causa de nuestro corazón, dice: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte” (Proverbios 14:12). Así es como nos engaña y mal encamina nuestro propio corazón; pero, Dios, actuando en nuestro propio corazón lo que hace es encaminarnos a buenos y mejores caminos. Como observamos en el final del versículo 5, tal encaminamiento que menciona el apóstol Pablo no es a cualquier destino sino hacia las virtudes de la vida cristiana; los cuales no son caminos de muerte, sino todo lo contrario, ya que encamina corazones hacia: “al amor de Dios y a la paciencia de Cristo” (v. 5a2-b). Esto es mejor, pues todos necesitamos ser encaminados a tales virtudes como a otras muchas más virtudes que vamos a necesitar en el transcurso de nuestra vida cristiana.
Basado en el texto bíblico que hemos leído para este mensaje, lo que les voy a predicar es que: El encaminamiento de nuestros corazones a las virtudes de la vida cristiana es provisto desde diversas fuentes. / ¿Cuáles son las diversas fuentes por las que es provisto el encaminamiento de nuestros corazones a las virtudes de la vida cristiana? / En esta exposición les voy a compartir cuáles son estas fuentes.
La primera fuente por la que es provisto el encaminamiento de nuestros corazones a las virtudes de la vida cristiana es:
I.- DIRECTAMENTE POR EL SEÑOR: DIOS EL PADRE.
Podemos observar que el versículo 5 comienza diciendo que: “El Señor encamine vuestros corazones”. ¿Quién es el que encamina corazones? La respuesta es clara: El Señor. Entendemos que cuando en el Nuevo Testamento, tanto en los evangelios como en las epístolas por lo general cuando se usa la palabra “Señor” es para referirse a Cristo que es Señor, pero en este caso se refiere a Dios el Padre a quien también le corresponde el título divino de “Señor”. Se refiere al Padre como Señor porque en el final del versículo 5, se indica que “el Señor” que encamina el corazón lo hace hacia “la paciencia de Cristo”, el segundo “Señor” de la divinidad con el mismo poder y gloria que “el Señor” Padre.
Pero, en fin, Dios el Padre tiene todo el poder para encaminar el corazón de todo pecador y más el corazón del creyente, hacia toda virtud que uno necesite para cumplir su función que le corresponda tanto en la iglesia, como en la familia, el trabajo, o la sociedad en general. El encaminamiento necesario no lo dan los consejeros de familia o personales de la iglesia, ni el pastor, sino nada menos que directamente por “el Señor”. Cuando las personas estamos encaminadas a toda vivencia que glorifica a Dios con nuestros pensamientos, palabras, actitudes, y hechos, el crédito de tal encaminamiento no es para humano alguno, sino para Dios quien directamente hace la obra necesaria y correspondiente directamente desde nuestro corazón.
La segunda fuente por la que es provisto el encaminamiento de nuestros corazones a las virtudes de la vida cristiana es:
II.- LA PRESENCIA DE CRISTO: DIOS EL HIJO.
La segunda de las dos virtudes hacia la que el Señor encamina nuestros corazones es a “la paciencia de Cristo” (v. 5b). ¿Notaron de quién es esta “paciencia”? ¿De quién? De Cristo. Esto implica que también la presencia de Cristo en el corazón de todo creyente sirve no solamente para ocupar espacio en él sino para aplicar y dejar su modelo de carácter en nosotros, el cual debe ser visible en toda nuestra manera de vivir. Pero, lo que quiero que observen es que no solamente el Padre, obra en nuestro corazón para que en nuestro corazón se formen virtudes como “la paciencia”, sino que Cristo quien también está presente en nuestro corazón es una fuente que está desarrollando esta virtud y otras virtudes más en nosotros.
Dice el apóstol Santiago: “Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor” (Santiago 5:7a). Esto lo dice en el contexto de la salvación, de que uno no se vaya a fastidiar y querer alejarse del camino del Señor, especialmente cuando nos topamos con personas que, en vez de ayudarnos en el avance de nuestra vida cristiana, nos estorban, nos ofenden, nos molestan, etc… Tomemos en cuenta que la paciencia de Cristo en todas las adversidades que él enfrentó, le llevaron a cumplir con toda responsabilidad y fidelidad la misión de dar su vida en sacrificio para lograr la salvación de todos aquellos que entre los perdidos y condenados estábamos elegidos para salvación
La paciencia es algo que necesitamos no solamente cuando algo o alguien nos pudiera estar fastidiando, sino que lo necesitamos desde que creímos en Cristo hasta todo el tiempo de nuestra vida o hasta que el regrese (lo que ocurra primero), para que nos conservemos siempre creyentes hasta el momento final de nuestra vida. Dejemos entonces, que el carácter de Cristo se impregne en nuestro corazón y “la paciencia” para salvación no hará falta en nuestra vida. Con esta paciencia, no quedaremos a medio camino de la vida de fe, sino que seremos perseverantes hasta el tiempo que Dios tenga establecido para cada uno de nosotros. Cristo es la fuente de la paciencia que necesitamos.
La tercera fuente por la que es provisto el encaminamiento de nuestros corazones a las virtudes de la vida cristiana es:
III.- EL FRUTO DEL ESPÍRITU: DIOS EL ESPÍRITU SANTO.
Ahora, quiero que observen que después de decir en el versículo 5: “Y el Señor encamine vuestros corazones”, añade específicamente, pero sin duda que solamente como ejemplo entre otras muchas más virtudes, que el encaminamiento del Señor, en este caso con respecto del deseo de Pablo por los Tesalonicenses es hacia: “al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo” (v. 5). Seguramente que eran dos cosas específicas a la que ellos tenían que crecer. ¿Cuáles son estas dos virtudes? El amor, y la paciencia. ¿Recuerdan que estas dos virtudes son parte del fruto del Espíritu? En su epístola a los Gálatas san Pablo les orientó diciéndoles: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, 23 mansedumbre, templanza; …” (Gálatas 5:22-23a). En esta lista del fruto, el amor es el primero de la lista, y la paciencia es el cuarto elemento de la lista. Ambos frutos del Espíritu son las virtudes a las que los creyentes en algún momento tenemos que ser encaminados, pero este encaminamiento ocurre gracias a que también el Espíritu Santo que ha venido a morar en nuestro corazón, produce estos frutos.
Ningún creyente queda sin que Dios por medio de la fuente de su Espíritu Santo, le produzca el amor y la paciencia que necesita para su vida práctica, aun si el corazón de tal creyente ha estado antes más mal encaminado por las fuentes del pecado. La obra del Espíritu Santo en nuestro corazón, también nos encamina hacia el amor y hacia la paciencia. Sabiendo que este Espíritu Santo de Dios está en nuestro corazón, dejemos que él nos encamine no solo en estos dos aspectos, sino que también nos encamine al gozo, la paz, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la templanza, y como dijo Jesús este Espíritu Santo también encamina hacia la enseñanza de todas las cosas que debemos saber, así como las que habiéndolas olvidado nos las hará recordar (cf. Juan 14:26d,e), y en todo caso nos guiará a toda la verdad (cf. Juan 16:13).
La cuarta fuente por la que es provisto el encaminamiento de nuestros corazones a las virtudes de la vida cristiana es:
IV.- LA PALABRA QUE SE OBEDECE.
No solamente, las personas divinas del Padre, Hijo, y Espíritu Santo, son las que nos encaminan, sino que observen bien con qué letra comienza el versículo 5. ¿Con qué letra? Comienza con la “Y” griega. Qué importancia tiene esta letra para entender el sentido de la lectura. Pues la función de esta “Y”, es enlazar lo antes dicho en el versículo 4 con la expresión de que “El Señor encamine vuestros corazones” del versículo 5. Con la “Y” de por medio, entendemos entonces que hay algo que debe ser hecho antes, para que se tenga como resultado el ser encaminado por “El Señor”. Y se trata de hacer u obedecer nada menos que la palabra del evangelio Dios que se nos predica o enseña, pues dice el apóstol Pablo a los Tesalonicenses en el verso 4: “Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado” (Colosenses 3:4).
Lo que el apóstol les está diciendo es que, por estar haciendo, o sea, obedeciendo la palabra de Dios que les era mandado por la predicación y enseñanza del mismo apóstol y de otros predicadores, por ello, “el Señor” les encaminaría sus corazones. No se tendrán que quedar estancados sin crecimiento en otras virtudes que se requieren en la vida cristiana. Pero, se trata no solamente de un hacer una vez y ya, sino que se trata de un hacer continuo, pues, la indicación del apóstol junto con el reconocimiento que les hace es “que hacéis y haréis lo que os hemos mandado”. Nadie crece en virtudes, si uno solamente comienza a obedecer, y de pronto o en algún momento abandona la obediencia acerca de lo aprendido. Es necesario ser perseverantes en la obediencia a la palabra de Dios para que el crecimiento o encaminamiento hacia toda virtud sea evidente.
Aunque Dios de manera directa, de quien solamente basta que diga la palabra necesaria, y así puede ocurrir que el corazón de cada uno de nosotros sea hecho capaz de adquirir virtudes como el amor y la paciencia, y de hacer que todo nuestro ser ponga en práctica tales virtudes, no obstante, se necesita ser obediente a la palabra misma de Dios, enseñada en todas las Sagradas Escrituras. Por la guía de la palabra de Dios es también encaminado nuestro corazón hacia la práctica de todo bien.
CONCLUSIÓN: Gracias damos a Dios que en medio de las desorientaciones de nuestra vida o de nuestros corazones, no estamos solos, sino que contamos con la orientación y encaminamiento de Dios el Padre, de Dios el Hijo, y de Dios el Espíritu Santo, pero también la palabra revelada en las Sagradas Escrituras y que se nos predica y enseña entre 8 a 12 veces por mes reunidos como iglesia. Ha valido la pena que en algún momento de nuestra vida hayamos creído en Jesucristo. Por eso, Dios nos ha estado haciendo crecer en todos los aspectos de su gracia. Si algún presente entre nosotros no ha tenido esta experiencia de iniciar una vez para toda la vida su relación de fe con Jesucristo, le animamos a que tome la decisión de ser un creyente en Jesucristo. Ello va a cambiar primeramente el destino de su eternidad, que ya no será en la condenación sino en la vida eterna; al mismo tiempo que usted crea en Jesucristo como su único y suficiente Señor y Salvador, comenzará a tener en su vida, cambios que jamás antes usted había visto en su carácter en todas sus relaciones humanas, porque si, por ejemplo, lo que usted sabe que le falta en su vida es amor o paciencia, nuestro texto bíblico de este mensaje nos dice claramente que: “El Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios y a la paciencia de Cristo”. Esta es la vida que usted va a estar disfrutando. Y, además usted también aprenderá a amar a Dios con todo su corazón.
Damos gracias al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, que no nos tienen abandonado, sino que en conjunto están interesados por nuestro bien tanto terrenal como eterno. Ellos como un solo Dios nos encaminan a toda virtud que nos hace falta en la vida.
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