NO ENDUREZCÁIS VUESTROS CORAZONES

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NO ENDUREZCÁIS VUESTROS CORAZONES.

Salmo 95:6-11

Hebreos 3:7-15; 4:7.

 

Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones (Hebreos 3:7-8a).

 

   INTRODUCCIÓN: Continuamos usando versículos de la biblia que usan la frase: “vuestros corazones”.  Hoy nos corresponde el que dice: “No endurezcáis vuestros corazones”, que se cita primero por el rey David en Salmo 95, luego es citado 2 veces en la epístola a los Hebreos, tanto en el capítulo 3 como en el capítulo 4.  Cada expresión o frase que hemos venido analizando en predicaciones anteriores, nos describe o la realidad de la condición caída y pecadora de nuestro corazón humano, o alguna acción que Dios realiza en su trabajo con nuestro corazón para hacerlo mejor librándole y alejándole de su estado o condición de contaminado por el pecado.  En nuestro texto de hoy, el apóstol exhorta, por cierto, no a los incrédulos sino a los creyentes a que no endurezcamos nuestro corazón contra la voz de Dios, pues, por el solo hecho de ya ser creyente no quiere decir que nuestro corazón ya no tenga problemas espirituales o que ya esté totalmente concordante o de acuerdo con Dios. ¡No! El corazón del creyente es tan capaz de reaccionar como lo hace un incrédulo, por eso el apóstol no duda en dirigirse a los creyentes hebreos para decirles que no endurezcan su corazón.  Sin embargo, hoy estaremos tomando estas palabras también como una exhortación para nosotros.

   Para el desarrollo de esta predicación, recurriré al Salmo 95 para ir descubriendo en el contexto original del rey David, qué es lo que el salmista dijo con estas palabras a sus oyentes y lectores originales de su tiempo.  Pero, lo que con ello voy a predicarles en este momento es que: Los creyentes en Cristo podemos evitar de diversas maneras endurecer nuestro corazón a la voz de Dios. / ¿Cuáles son las diversas maneras como los creyentes en Cristo podemos evitar endurecer nuestro corazón a la voz de Dios? / Me propongo compartirles en esta exposición algunas maneras de cómo evitar endurecer nuestro corazón a la voz de Dios.

 

   La primera manera de cómo los creyentes en Cristo podemos evitar endurecer nuestro corazón a la voz de Dios, es:

I.- ACEPTANDO QUE LA PALABRA QUE SE NOS LEE O PREDICA PROCEDE DEL ESPÍRITU SANTO.

   El que escribió la epístola a los Hebreos que incluye el texto que hoy estamos usando como fundamento de esta exposición, creía en la inspiración que dio el Espíritu Santo a los escritores de las Sagradas Escrituras.  En sus palabras dice: Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones (Hebreos 3:7-8a).   Estas palabras son una cita escrita en forma de salmo por el rey David como unos 1000 años atrás, pero lo que está diciendo él, es que quien lo dice es “El Espíritu Santo”, sin duda que resaltando que, aunque David lo haya escrito, la inspiración no fue propia de David sino de “El espíritu Santo”.  Tales palabras del apóstol son una cita del Salmo 95:7-11, con las que David hizo un llamado a los súbditos de su reino a no ser como habían sido sus antepasados de unos 400 años atrás, cuando Dios los hubo sacado de Egipto.  El autor de la versión epistolar de estas palabras deja claro que quien dijo o más bien, quien dice estas palabras no es no siquiera el mismo apóstol, ni tampoco el entonces ya milenario rey David, sino “El Espíritu Santo”, aunque David haya sido el primero quien humanamente las pronunció y escribió.  Hacerle caso a lo que escribió el autor de la epístola, o a lo que dijo y escribió el rey David en su salmo, es hacer caso a Dios y a su Espíritu Santo el inspirador de estas palabras. No considerarlo ni aceptarlo como inspirada por él, y pensar que solamente es un escrito de ficción, de fábula, de parlanchinería, o de simple habladuría, es nada menos que evidencia de un corazón endurecido en contra de Dios.

   Aquellas palabras de David dirigidas a su pueblo en el siglo X a.C, son las mismas dirigidas a los creyentes hebreos en el siglo I d.C, y son estas mismas que se están hoy dirigiendo a cada uno de nosotros en este momento. El mismo Espíritu Santo que puso estas palabras en la boca y en la pluma de David, es el mismo Espíritu Santo que vía epístola envió a los hebreos las palabras que dicen: Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:7-8a); y es el mismo Espíritu Santo que nos habla hoy por medio de la predicación de esta palabra inspirada para hacernos saber no solamente que no debemos endurecer nuestro corazón contra Dios y su Espíritu Santo, sino para también hacernos saber que podemos evitar tener un corazón endurecido.

   Si lo dijo David, o si lo dijo Pablo, o Apolos, otro profeta, predicador, misionero, apóstol, o pastor, antes que por ellos es la palabra del Espíritu Santo quien habla a través de los siervos de Dios para dar a nuestro corazón el mensaje de la voluntad de Dios.  Nuestro deber es aceptar que no es un simple recurso de un hábil escritor del pasado como de un profeta o apóstol, ni lo es de la habilidad de un elocuente predicador o pastor de la actualidad, sino del Espíritu Santo.  Por esto, no debemos endurecer nuestro corazón contra la palabra de Dios que nos es leída o que leemos nosotros mismos, o que alguien nos lo predica, o que por la gracia de Dios nosotros mismos encontramos en ella la voluntad de Dios cuando la estudiamos.

 

   La segunda manera de cómo los creyentes en Cristo podemos evitar endurecer nuestro corazón a la voz de Dios, es:

II.- CONSIDERANDO NO REPETIR EL MISMO ERROR QUE HA SIDO ANTES COMETIDO.

   El contexto de las palabras citadas por el autor de la epístola a los Hebreos, al decir: Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones” (Hebreos 3:7-8a); tiene que ver con dos eventos citados por David en su versión original de estas palabras al decir según el Salmo 95: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, como en el día de Masah en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres, me probaron, y vieron mis obras” (Salmo 95:7c-9).  David como rey está recordando a sus súbditos que sus antepasados de hace unos 400 años atrás endurecieron sus corazones contra Dios en dos lugares llamados, uno Meriba y el otro Masah, no queriendo que ahora ellos cometieran el mismo error que en el pasado cometieron sus padres.

  El endurecimiento que claramente hubo en ellos se trató de un asunto del corazón de sus padres antepasados. Su dureza de corazón consistió en que ellos al ver que en el desierto no tendrían suficiente agua y comida durante su viaje a la tierra prometida, olvidando que el Dios que los guiaba era verdaderamente poderoso, y que se los había demostrado. Sin embargo, decidieron quejarse en contra del plan de Dios para sus vidas de llevarlos a través del desierto hacia la tierra prometida, lo que causó que Dios les tuviese que imponer diversos castigos mortales.  Por ese endurecimiento de corazón que fue frecuente (no solamente en Meriba y Masah), sino en otras ocasiones durante el lapso no menor de 40 años, casi toda aquella generación que salió de Egipto murió sin ver la tierra prometida a donde se les dijo que se les estaría llevando.  Por ello entonces, David no quería el endurecimiento de los corazones de sus súbditos, y les exhortaba a que evitaran tal actitud.

   Hoy, el mensaje es para nosotros los creyentes en Jesucristo, no de parte de David, ni tampoco de parte del apóstol autor de la epístola a los hebreos, sino por nada menos que de parte de “El Espíritu Santo” de Dios, por quien somos llamados a no endurecer contra Dios nuestro humano corazón, pues, endurecer nuestro corazón sería repetir el mismo error (o sea, pecado) que cometieron los israelitas durante su caminar hacia la tierra prometida. Gracias a Dios que con su ayuda siempre ha habido personas que en cada generación han sido firmes en procurar no caer en el mismo error; y en la actualidad cada uno de nosotros siempre con la ayuda de Dios podemos ser la generación de cristianos que por ningún motivo endureceremos nuestro corazón contra las sabias decisiones y guía de Dios para nuestra vida personal, matrimonial, familiar, social, labora, y hasta eclesiástica.

 

   La tercera manera de cómo los creyentes en Cristo podemos evitar endurecer nuestro corazón a la voz de Dios, es:

III.- TOMANDO NUESTRA RESPONSABILIDAD ESPIRITUAL COMO PARTE DEL PUEBLO DE DIOS.

   Recurriendo al contexto de las palabras del Salmo 95, podemos descubrir el significado que sin duda el autor de la epístola quiso comunicarle a los Hebreos.  Antes de que David les dijera: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestro corazón, como en Meriba, como en el día de Masah en el desierto, Donde me tentaron vuestros padres, me probaron, y vieron mis obras” (Salmo 95:7c-9), primero les dijo: Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. Porque él es nuestro Dios; nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.  (Salmo 95:6-7b).  De estas palabras lo que podemos observar es que al resaltar la relación que Dios tiene con su pueblo, David les deja claro a los súbditos de su reino que “Jehová es nuestro Hacedor”, y que Él es “nuestro Dios”.  Y también podemos observar que al describir la relación que el pueblo de Dios tiene con Él, David les afirma que “nosotros (¿somos qué?) el pueblo de su prado, y ovejas de su mano”.  Eran el pueblo de Dios en la generación que les tocó vivir, así como lo fueron sus padres antepasados de hace 400 años antes que ellos, e igual como en la actualidad nosotros también somos el pueblo de Dios.

   Pero, observen bien que lo que David pidió a los israelitas como pueblo de Dios para que puedan oír la voz de Dios, fue: “Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor” (Salmo 95:6).  Fue un llamado para que cumplieran los deberes espirituales que corresponden a la relación de fe entre el Hacedor o Creador y los creados, entre el Buen Pastor y las ovejas de su mano.  Estos deberes espirituales son: 1) la adoración a Dios, 2) el postrarse y 3) el arrodillarse delante de Él, deberes que no se pide solamente a los israelitas sino también a todos los que somos creyentes en Jesucristo, de todos los tiempos y lugares.  Por eso, insistimos una y otra vez acerca de la importancia y necesidad de reunirnos a los cultos donde podemos cumplir con estos deberes espirituales; y es en estos encuentros espirituales con Dios que sin duda vamos a poder escuchar la voz de Dios que mediante su palabra y Espíritu Santo va a hablar a nuestro corazón, y luego lo que se espera de nosotros es que no endurezcamos nuestro corazón a la voz de Dios.

   El que no quiere venir, el que no quiere adorar, ni postrarse, ni arrodillarse delante de Dios estando en condiciones físicas de poder hacerlo, lo que está ocurriendo en su corazón es que está quedando duro no contra mí, ni propiamente contra los directivos o ancianos de la iglesia, ni contra la iglesia presbiteriana, ni contra algún ser humano en particular, sino contra Dios.  Pero, sí podemos evitar la dureza del corazón contra Dios, tomando nuestra responsabilidad espiritual de congregarse para ser adoradores de Dios, de arrodillarnos ante él tanto en lo privado, así como en compañía de otros creyentes como cuando nos reunimos para nuestros cultos como iglesia de nuestro Señor Jesucristo.

 

   CONCLUSIÓN:  Para ir concluyendo con este mensaje, es importante que cada uno de nosotros analice si en este momento nuestro corazón se encuentra en buena relación espiritual con Dios o si pudiera estar endurecido contra Dios por algo que quizá usted no esté de acuerdo con él o por algo que simplemente usted no quiere hacer para la gloria del Dios nuestro Creador y también nuestro Salvador. Lo primero que cada uno debemos analizar es si verdaderamente hemos creído en Jesucristo como nuestro único y suficiente Señor y Salvador, pues, si alguno no ha tomado esta decisión, tal persona se encuentra en grande endurecimiento de su corazón, sin embargo, puede salir de esta situación.  Pero también, dando por hecho de que usted ya es un auténtico y verdadero creyente en Jesucristo, analice si no está retrocediendo contra la fe y la salvación eterna endureciéndose contra Dios.

   ¿Ha estado en disposición de reconocer que las palabras que leemos de la biblia y que se nos predica son de Dios, e inspiradas por el Espíritu Santo para el conocimiento de nuestros deberes y privilegios de parte de Dios? Si es así, usted no tiene un corazón endurecido, pero si está pensado que solamente es palabrería de charlatanes por invención humana, usted está teniendo un corazón duro.

   ¿Está usted haciendo esfuerzos con la ayuda de la gracia de Dios y el poder santificador de su Espíritu Santo, de no repetir los mismos pecados que antes cometía, o de los que la palabra de Dios dice que no es nada bueno y que la experiencia de otros en el pasado lo corrobora?  Si sigue repitiendo lo mismo, entonces, está teniendo un corazón duro, por lo que hay que dejar de reincidir en los mismos pecados.

  ¿Está usted siempre dispuestos a cumplir el llamado Davídico que dice: ““Venid, adoremos y postrémonos; arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor” (Salmo 95:6), o le falta voluntad y decisión para asumir estas responsabilidades espirituales? Esto demuestra si su corazón es duro o es apegado al corazón de Dios.

   En fin, Dios no quiere que seamos duros contra él, sino que al escuchar su voz seamos obedientes para Su gloria.  Que Dios les bendiga amada iglesia de Dios.

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diegoteh.org

El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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