PURIFICAD VUESTROS CORAZONES

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PURIFICAD VUESTROS CORAZONES.

Santiago 4:8.

 

Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones (Santiago 4:8).

 

   INTRODUCCIÓN: El corazón del ser humano es como el puerco que cuando recién ha sido bañado, tiene ganas de revolcarse de nuevo en el lodo; así es el corazón que a pesar de que Cristo y el Espíritu Santo han entrado en él para hacer su morada, siempre le da ganas de pecar.  Dependiendo que tan decidido esté el corazón de sujetarse al gobierno divino que está en él, el corazón hace o no, todo lo posible de mantenerse limpio o purificado, porque Cristo y el Espíritu Santo hacen que el mal que ha estado alojado en su interior vaya saliendo poco a poco.  Es un proceso tardado, pero al ir transcurriendo el tiempo de cada día, tal corazón no puede ser peor, sino mejor.  Sin embargo, cuando el corazón decide no dejar que la presencia de Cristo y del Espíritu de Dios tome el control para santificar la totalidad de su interior, dicho corazón se vuelve más profano y con abundantes cosas pecaminosas que salen de su interior que hacen que la persona lleve una vida descontrolada o descarriada.  Dicho corazón no puede quedar bien si no es purificado; por eso el apóstol Santiago, a todo aquel que es creyente en Jesucristo, le exhorta diciendo: “purificad vuestros corazones” (Santiago 4:8d).

   Para encontrar más comprensión acerca de esta exhortación: “Purificad vuestros corazones”, hice algunas comparaciones de cómo es traducida esta frase en otras versiones siempre en español, en las cuales se puede apreciar que: Cuando sea necesario que el creyente en Cristo purifique su corazón debe cumplir con las responsabilidades correspondientes. / ¿Cuáles son las responsabilidades correspondientes que el creyente en Cristo debe cumplir para que cuando sea necesario purifique su corazón? / Sigan las palabras enunciadas en las diversas traducciones y encontraremos juntos algunas de tales responsabilidades.

 

   La primera responsabilidad que el creyente en Cristo debe cumplir cuando sea necesario que purifique su corazón, es:

I.- DEJAR LA INCONSTANCIA.

   La Nueva Versión Internacional dice con respecto a la misma frase junto con su contexto inmediato anterior: “¡Ustedes los inconstantes, purifiquen su corazón!” (NVI).  Definitivamente una persona que demuestra inconstancia en la vivencia de la fe es porque su corazón no está en total condición purificada, no porque la purificación del Espíritu Santo esté siendo ineficaz o de obra incompleta o insuficiente en tal corazón, sino porque la persona que representa tal corazón está dejando que cualquier impureza esté ocupando y gobernando en su interior.  En este caso, para que tal persona deje la inconstancia, se hace necesario que purifique su corazón.

   La inconstancia a la que se refiere el apóstol Santiago no es propiamente la inconstancia de asistir a las reuniones o cultos de la iglesia local, sino a la inconstancia de querer estar una breve temporada en las cosas de Dios, y luego en las cosas del mundo, luego otra vez en las cosas de Dios, y luego nuevamente en las del mundo.  Tal persona no es constante en lo que respecta a Dios, no tiene una fidelidad al Cristo de Dios que profesa creer. No cumple la petición de Jesucristo mismo que encarecidamente solicita a todo aquel que consiente en ser su creyente y discípulo: Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Juan 15:4). El inconstante es el que dice que cree en Jesús, pero al poco tiempo vive como si no fuese creyente.  Es como aquel de quien Jesús mismo dijo en su parábola del Buen Sembrador, que: oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; 21 pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza” (Mateo 13:20b-21).

   Una persona así necesita purificar su corazón de la inconstancia. Su corazón necesita ser purificado de la pecaminosa tendencia a inclinarse voluntariamente a las cosas del mundo que se contraponen contra Dios. Si usted puede darse cuenta de que ha tenido este estilo de vida práctica de inconstancia de estar en Cristo, entonces, usted necesita retirar de su corazón la impureza de la inconstancia.

 

   La segunda responsabilidad que el creyente en Cristo debe cumplir cuando sea necesario que purifique su corazón, es:

II.- DEFINIR AMAR SOLAMENTE A DIOS.

   Por su parte la versión Dios Habla Hoy, al traducir nuestra frase en cuestión junto con su contexto posterior, dice: ¡Purifiquen sus corazones, ustedes que quieren amar a Dios y al mundo a la vez!” (DHH).  Definitivamente, esto está claro. El que no tiene un corazón purificado, sus deseos hacia Dios no son firmes.  No puede decir como en su momento el salmista Asaf expresó cuando dijo: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Salmo 73:25), pero si además de las cosas celestiales o divinas, uno también desea las cosas de la tierra, pues definitivamente es un indicativo de que el corazón de tal persona necesita purificación.  La razón de tal necesidad es porque uno quiere “amar a Dios y al mundo a la vez”, pero tal vacilación no es aceptable por parte de Dios.  El corazón del creyente no debe estar contaminado con amor al mundo, pues si lo está, entonces necesita ser purificado definiendo que solamente debe amar a Dios.

   Nuestro Señor y Salvador Jesucristo cuando en su célebre sermón del monte predicó a la gente acerca del servicio que se debe prestar a Dios, exhortó a sus oyentes advirtiéndoles que en la realidad: Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).  Esto de escoger entre Dios y las riquezas, es lo mismo que enfatiza el apóstol Santiago, entre “amar a Dios y al mundo a la vez”.  Por supuesto que sí se puede, pero de ninguna manera es aceptable ni valioso para Dios.  Desde el momento que comience para alguien un poco de amor para el mundo, ese amor para el mundo va a crecer, y Dios va a ser desplazado; es en este caso que no debe ser así, sino que es necesario definir AMAR solamente a Dios.  Esto será enteramente aceptable, pues evidencia que el corazón de tal persona se encuentra en un estado purificado.

 

   La tercera responsabilidad que el creyente en Cristo debe cumplir cuando sea necesario que purifique su corazón, es:

III.- TOMAR LA DECISIÓN POR DIOS.

    La Traducción en Lenguaje Actual con respecto a nuestra frase clave de este mensaje, dice muy bien que “Los que quieren amar a Dios, pero también quieren pecar, deben tomar una decisión: o Dios, o el mundo de pecado” (TLA).  El corazón que no está purificado, con frecuencia siempre se va a encontrar envuelto y caído en “el mundo de pecado”; pero si desea purificarse para que su corazón no tenga esta pecaminosa inclinación, lo que debe hacer es “tomar una decisión”, pero que sea la correcta.  Santiago, según esta versión, requiere que los elementos a considerar en esta decisión, es: “o Dios, o el mundo de pecado”; pero obviamente para que la decisión sea correcta, pues, tiene que optarse por Dios.

   En los tiempos de Josué el sucesor del profeta Moisés quien dirigió no solamente la conquista del territorio de la tierra prometida, sino también la vida espiritual de los israelitas resulta que recién estaban ocupando la tierra prometida, muchos de ellos dejaron de servir al único Dios vivo y verdadero.  Entonces, Josué como parte clara y concisa de un largo discurso dirigido a la multitud que convocó para una confrontación necesaria, les dijo: “… escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Josué 24:15).  Lo que resalta en esta exhortación es que no se puede vacilar o alternar, ni servir al Dios verdadero o a los dioses falsos, sino que si verdaderamente uno profesa ser del Dios verdadero, entonces, hay que decidir servir solamente al Dios verdadero.  Es lo que Josué le indica a la gente que él por su parte eso hará, diciéndoles: “pero yo y mi casa serviremos a Jehová”.  No Jehová mas otros dioses, ni solo otros dioses como si fuese a Jehová, sino solamente a Jehová Dios.

   Decidir solamente por el Dios verdadero es lo que nosotros tenemos que hacer en la actualidad para la vivencia de nuestra fe.  Tomar esta decisión hace evidente que uno tiene un corazón ya purificado y que seguirá purificado de toda impureza que afecta su buena relación espiritual y de fe con Dios, pero, si uno no puede decidir solo por Dios, el corazón de tal persona necesita ser purificado de la impureza de infidelidad a Dios, y de la idolatría que reemplaza a Dios, etc.  Dios purifique nuestros corazones.

 

   La cuarta responsabilidad que el creyente en Cristo debe cumplir cuando sea necesario que purifique su corazón, es:

IV.- CONCENTRAR LA MENTE EN DIOS.

  Ya hemos hablado en otras versiones acerca de que amar “a Dios y al mundo a la vez” (DHH) es indicación de un corazón no purificado lo cual no es correcto, y que tomar una decisión” (TLA) optando por Dios es lo mejor y correcto como evidencia de un corazón purificado, sin embargo, la versión Palabra de Dios para Todos, tiene una indicación complementaria relevante.  Usando otras palabras que también indican el sentido correcto de la RV60, y refiriéndose a la necesidad de tener un corazón purificado, lo que leemos en esta versión es: Concentren su mente en Dios, ustedes que quieren seguir a Dios y al mundo” (PDT).  Lo que ocurre en el corazón no purificado es que no concentra “su mente en Dios”, pues su mente y pensamientos están más centrados en sus intereses e inclinaciones a los que quiere acudir en el mundo; este es el tremendo problema de quienes “quieren seguir a Dios y al mundo”.

   Pero, para quienes en verdad desean que su corazón no esté contaminado con el deseo de las cosas del mundo, nuestro Señor Jesucristo en respuesta a la pregunta de un intérprete de la ley que le hiciera un grupo de fariseos, les enseñó que: “… Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. 38 Este es el primero y grande mandamiento” (Mateo 22:37-38).  Un corazón purificado utilizará no solamente parte de su mente sino “toda” su mente para amar a Dios.  Entonces, si el creyente usa toda su mente, es indicación de que su corazón está purificado para emitir pensamientos de amor a Dios y solamente a él quien verdaderamente se lo merece; pero, si el creyente llegase a reservar sus pensamientos enfocándose a amar las cosas del mundo, entonces, su corazón está necesitando con sentido de urgencia se purificado de los pensamientos inadecuados que giran en su interior.

   Es para evitar permanecer en la impureza del corazón que a los que somos creyentes se nos ha dado el recurso divino de implantarnos la mente de Cristo el Hijo de Dios por medio del Espíritu Santo y la palabra de Dios, de tal manera que San Pablo afirma que nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16).  Y si tenemos la mente de Cristo, podemos centrar nuestra mente en Dios como sin duda en su vida terrenal Jesucristo nuestro Salvador lo pudo hacer.

 

   La quinta responsabilidad que el creyente en Cristo debe cumplir cuando sea necesario que purifique su corazón, es:

V.- SER LEAL SOLAMENTE A DIOS.

   Por su parte la Nueva Traducción Viviente, en su traducción dice: “purifiquen su corazón, porque su lealtad está dividida entre Dios y el mundo” (NTV), lo cual indica que no tenemos por qué dividir nuestra lealtad en una parte para Dios y otra para el mundo, aunque el mayor porcentaje sea para Dios y el mínimo para el mundo.  Dios no comparte ninguna gloria suya con nadie ni con nada. Él exige que el 100% de lealtad sea para él, pues, ni siquiera el 99.9% es aceptable para su satisfacción, pues, desde que el primer 1% de lealtad sea prestado a favor del mundo o a cualquier entidad, Dios no se satisface del corazón de tal persona.

   Es Dios mismo quien a través del profeta Isaías envía un mensaje especial a su pueblo Israel diciéndoles: Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria, ni mi alabanza a esculturas” (Isaías 42:8).  Dios no espera un poco de lealtad para él, y el resto de lealtad sea compartida con otras y ni con otra sola cosa.  Lo que Dios se merece recibir no lo comparte con nadie, ni nadie tiene el derecho de negarle a él lo que se merece para dárselo a otro ser o cosa alguna.  Si como según la NTV dice Santiago el apóstol, alguien tiene su lealtad “dividida entre Dios y el mundo”, tal persona necesita que su corazón sea purificado, y es una responsabilidad personal conseguir, obviamente en Dios, que tal corazón sea inmediatamente purificado.  Es solamente del corazón purificado que puede salir completa lealtad para Dios; y sí se puede.

 

   CONCLUSIÓN:  Qué bueno que el texto del mensaje de este momento nos exhorta diciendo: “Purificad vuestros corazones”.  Toda persona que ha caído en cualquier atracción del mundo y que por lo tanto ha hecho a un lado a Dios, necesita purificar su corazón.  Es importante tener un corazón purificado porque es un requisito indispensable para acercarnos a Dios para adorarle, pues en el Salmo 24 leemos la pregunta: “¿Quién estará en su lugar santo?” (v. 3b, RV60), que debe entenderse como: ¿Quién puede entrar y adorarlo en su templo santo?” (v. 3b, PDT), y parte de la respuesta dice: El limpio de manos y puro de corazón” (v. 4a, RV60). La adoración requiere de un corazón puro, que solamente se puede lograr cuando hay arrepentimiento y cuando hay confesión del pecado cometido, y cuando hay búsqueda del perdón divino.  Estos elementos son siempre provistos en nuestros cultos en el cual hay oportunidad de procurar la purificación de nuestros corazones.

   Pero, la base y fundamento principal que trae la real y completa purificación del corazón es la presencia de Jesucristo el Hijo de Dios en el corazón.  Si Jesús no está presente en su corazón porque nunca le ha pedido que él entre allí a tomar el lugar correspondiente, entonces, usted se está perdiendo la obra divina de la purificación que nadie más la puede hacer en su corazón.  Si usted desea que él haga esta labor en su corazón, por favor, dígale: Señor Jesús, ven a mi corazón, entra en él para que limpies mi corazón de todo aquello que lo ha ensuciado y lo mantiene sucio. Purifica mi corazón como el Padre Celestial desea encontrarlo y mirarlo.  No quiero vacilar entre Dios y el mundo, quiero ser fiel a Dios, pero no puedo si tú no purificas mi corazón.  Dame la capacidad para concentrar mi mente solamente en amar a Dios, y no ser distraído por el mundo y el pecado. Te lo pido por tu gracia y amor.  Amén.  Si usted le pide así a Jesucristo, su corazón será purificado como Dios quiere encontrar con su corazón.

   Que Dios bendiga nuestros corazones con su divina purificación.

diegoteh

diegoteh.org

El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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