LA DEPRAVACIÓN EN EL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL

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LA DEPRAVACIÓN EN EL CONOCIMIENTO ESPIRITUAL.

Juan 3:1-12.

 

   INTRODUCCIÓN: En este mensaje el enfoque que les plantearé es que la depravación del ser humano es notoria en el conocimiento.  Ya por naturaleza, si queremos aprender algo, tenemos que proponernos aprenderlo ya sea por la observación, por el escuchar, o por la práctica; sin embargo, no todo lo que observamos, escuchamos, o incluso lo que practicamos, aprendemos bien.  Ustedes sabrán, por ejemplo, que algunas áreas de las matemáticas no siempre nos resultan fácil aprenderlo.  Algunos incluso, han tenido que abandonar la escuela porque adquirir conocimiento no les es fácil.  Eso es evidencia de que nuestra capacidad de adquirir conocimiento, así como de hacer práctico dicho conocimiento, no es tan fácil.  Es solamente un área de nuestra vida cotidiana, escolar, o académica en la que se refleja el efecto depravativo del pecado.  Cuando olvidamos algo, no solo en matemáticas, sino con respecto de cualquier otro conocimiento, es siempre por el efecto depravativo del pecado.  Si es que alguien, o usted mismo, resulta ser un genio en algo, es necesario saber que tal capacidad no se genera propiamente de la naturaleza de pecado que nos acompaña y nos mal asiste durante toda la vida, sino que se trata siempre de una gracia divina que de manera común y a veces especial, es otorgado a tales personas.

   Pero, lo mismo ocurre con respecto del conocimiento espiritual que deberíamos tener los seres humanos.  Habemos seres humanos que por más que se nos enseña las verdades espirituales con respecto de Dios, a veces, o muchas veces, o finalmente, aunque no siempre, las rechazamos.  Es por eso que surge la incredulidad, la idolatría, y la apostasía que rechaza incluso todo o aun lo poco que uno ha comenzado a conocer.  En su epístola a los romanos San Pablo se refiere a esta categoría de personas, de las que dice que: “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. 22 Profesando ser sabios, se hicieron necios, 23 y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:21-23).  La causa de esta actitud o reacciones es nada menos que la depravación total.

   Pero, de manera muy particular, lo que en este mensaje les voy a predicar es que: La depravación del ser humano pecador afecta de diversas maneras su conocimiento espiritual.  / ¿De qué maneras la depravación del ser humano pecador afecta su conocimiento espiritual? / En esta predicación les explicaré acerca de algunas maneras cómo la depravación afecta el conocimiento espiritual.

 

   La primera manera cómo la depravación del ser humano pecador afecta el conocimiento espiritual, es:

I.- IMPOSIBILITANDONOS EL CONOCER A JESÚS COMO LA LUZ DE DIOS.

   Justo en los primeros versículos del primer capítulo que el apóstol Juan escribe en su versión del evangelio, es interesante que con respecto de Jesús como la luz, dice en el versículo 5, que: “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:5).  En cuanto al final de esta afirmación apostólica de que “las tinieblas no prevalecieron contra ella”, hay un detalle muy preciso en la traducción de la versión La Biblia de las Américas que con respecto de esta segunda parte del versículo 5 afirma más claramente que lo que ocurrió con Jesús es que “las tinieblas no la comprendieron” (Juan 1:5b, LBLA).  Aquí, “las tinieblas” no se refiere a la ausencia de luz, sino a las personas que como también dice Jesús: “viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden” (Mateo 13:13). La causa de esta afectación es nada menos que el resultado del pecado de incredulidad y desobediencia cometido por Adán en su posición de representante de todos los que serían sus absolutos descendientes.  “Las tinieblas” en el lenguaje del apóstol Juan es una expresión que indica el grado profundo en el que contrario a la luz, ha caído no por experiencia sino por descendencia todo ser humano.  Esta afectación que impide al ser humano no conocer o comprender, o no ver, ni oír, ni entender las realidades y verdades espirituales, es solamente parte de la problemática espiritual que el pecado trajo sobre la vida humana con respecto al conocimiento espiritual.

   Cuando el apóstol Juan describe el ministerio anterior de su tocayo el profeta Juan el Bautista, dice de él con relación a Jesús que: “Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz. Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; …” (Juan 1:7-10a).  Podemos decir que tanto Juan el Bautista, contemporáneo de Jesús, así como los creyentes de la iglesia de la actualidad somos testigos y predicadores de la luz, no de la luz como testimonio personal, sino de la luz como esencia divina que revela a Jesucristo a la humanidad.  Con respecto de esta persona divino-humana que físicamente estuvo presente entre los israelitas el antiguo pueblo escogido de Dios del siglo I d.C., dice el mismo apóstol Juan: pero el mundo no le conoció” (Juan 1:10b).  No quiere decir que no hayan conocido el rostro físico de Jesús de tal manera que no le pudiesen identificar si le viesen de nuevo en algún otro lugar, sino que en Jesús no pudieron conocer que verdaderamente era y es el Hijo de Dios, que es el Salvador de Su pueblo sumido en la oscuridad de la vida pecaminosa.  Simplemente vieron en él a un simple hombre meramente humano que no tiene nada de Divino y Salvador, tal como en la actualidad mucha gente considera a Jesús.  Su respectiva depravación no les permitió conocer a Jesús como era debido.  Por cierto, incluso los que dicen conocerlo también pueden manifestar deficiencias de conocimiento; por ejemplo, eso le sucedió a Felipe siendo ya nada menos que un apóstol de Jesús a quien le dice: “… Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: ‘Muéstranos el Padre’?” (Juan 14:8-9). ¿Qué es esto sino depravación del conocimiento espiritual?

   Pero, a aquellos a quienes Dios les capacita para superar su depravación en cuanto al conocimiento, pueden decir como el apóstol Juan que en Jesús: “vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14b,c).

 

   La segunda manera cómo la depravación del ser humano pecador afecta el conocimiento espiritual, es:

II.- LIMITANDONOS EN EL CONOCIMIENTO DE LO ESPIRITUAL.

   Alguna vez leí acerca de un caso que ilustra la falta de conocimiento que los maestros de la misma palabra de Dios podemos evidenciar.  Es normal, nunca lo sabemos todo, pero hay cosas esenciales que sí las deberíamos saber.  El caso que leí y que quizá usted ha sabido acerca de ello, es el caso de aquel supervisor de los maestros de la Escuela de Formación Cristiana de cierta iglesia, que entró al salón de los niños para evaluarlos acerca de los primeros capítulos del libro de Josué, quien preguntó a los niños quién derribó los muros de Jericó, lo cual ninguno pudo responderlo.  Pero, el colmo es que le pidió a la maestra de aquellos niños que se les explicara brevemente la historia en cuestión, y ella evidentemente no sabiendo tal historia, dijo: No se preocupe hermano, averigüe usted cuánto cuesta repararlo, y haré lo posible de pagarlo; aunque sea haciendo venta de antojitos cada semana después del culto.  No sé si en la realidad en algún lugar se dio este caso, pero es evidentemente que se trata de humor, pero que resalta la realidad que debe haber en muchos maestros, si es que no en todos para ser más realistas.

   Jesús también encontró esta falta de conocimiento espiritual en Nicodemo, nada menos que un “maestro de Israel”.  No poca dignidad, pues era un maestro.  Cuando Nicodemo, preocupado por su ignorancia, y movido por la gracia de Dios acude a Jesús para tener un encuentro con él, la pregunta que Jesús le hizo y que reveló la realidad de su ignorancia fue: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3b).  El quedó sorprendido e impactado por tal orientación e indicación de Jesús, a lo que preguntó fundamentado no en su dignidad de maestro sino en su ignorancia: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?” (Juan 3:4).  Fue la depravación pecaminosa que le tenía en esta limitación de no saber un conocimiento que por ser esencial debería saberlo.  Luego de cierta explicación, Jesús le preguntó: “¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? 11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. 12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3:10b-12).  A veces, nos podemos ubicar en esta condición de que ni explicado entendemos o aprendemos fácilmente por causa de la depravación en el conocimiento.  Dios nos conceda superar la afectación de nuestro conocimiento espiritual.

   El apóstol Pedro, en su segunda epístola animando a todos aquellos que ya profesamos la fe en Cristo, a que superemos nuestro conocimiento espiritual para sobreponernos a la realidad de la depravación, dice: “creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (2 Pedro 3:18a).  Mientras crezcamos en el conocimiento de nuestro Señor, y crezcamos en el conocimiento de toda espiritualidad que concierne a nuestra vida de fe y relación con Jesucristo, la depravación va quedando atrás y disminuida. No seamos como la maestra que por tanto tiempo se quedó sin conocer la historia del derribamiento de los muros de Jericó, ni como el maestro Nicodemo que durante toda su experiencia de maestro no sabía una verdad que era muy esencial para su labor de enseñanza. Para auxiliar nuestra incapacidad contamos con la intervención del Espíritu Santo de quien Jesús dijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26).  La buena noticia de esta situación es que los elegidos y llamados de Dios no estamos abandonados en la depravación de nuestro conocimiento espiritual, sino que somos fortalecidos ni siquiera por el pastor o por metodologías de la enseñanza y aprendizaje, sino con el Espíritu Santo de Dios.

 

   La tercera manera cómo la depravación del ser humano pecador afecta el conocimiento espiritual, es:

III.- DISTRAYÉNDONOS CON LAS HISTORIAS, SIN OCUPARNOS DE SUS APLICACIONES.

   En San Juan 4, en la historia de la conversación de Jesús con la mujer samaritana, se puede apreciar el efecto de la depravación en el conocimiento espiritual. Aprovechando que la conversación tuvo efecto junto a un pozo donde aquella mujer se encontraba sacando agua, Jesús luego de pedir un poco de agua para beber, ahora sorprende a la mujer diciéndole: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva” (Juan 4:10b).  Es evidente que ella no entendió a la primera la noticia de que Jesús se estaba identificando a ella como agente especial del “don de Dios”, y al mismo tiempo ofreciéndole “agua viva”.  Ella no percibió la presencia de Jesús como una presencia divina, como cuando los caminantes a Emaús sin saber que con quien estaban conversando era con Jesús resucitado, sintiendo en ese momento un raro y extraordinario ardor en el corazón, pero ni se imaginaron por qué en ese momento.  Posteriormente, cuando descubren que aquel interlocutor del camino era Jesús, ellos se dijeron: “¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” (Lucas 24:32b).  En el caso de los caminantes aun cuando hubo alguna manifestación extraordinaria en su percepción sensorial, no percibieron que era Jesús, desde luego que por causa de la depravación del conocimiento espiritual.  La samaritana, ni siquiera sintió una experiencia sensorial, y su conversación no fue más que lo que ella sabía de historia sagrada.

   Uno de sus conocimientos sagrados, y que bueno que lo tenía, era la historia del patriarca Jacob, por lo que le dice a Jesús: “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?” (Juan 4:11-12).  La respuesta de Jesús no consistió en precisarle más detalles de la historia que ella sabía, sino que su respuesta fue espiritual pero muy aclaratoria, diciéndole a ella: “Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna” (Juan 4:13-14).  Este conocimiento espiritual que recibió como orientación en ese momento, produjo en ella un deseo por la vida eterna, que podía recibir directamente y nada menos que por medio de Jesús el agente de Dios que se encontraba justamente junto a ella; pero, no tenía idea de cómo podía ocurrirle esta bendición que Jesús le ofrecía; y todavía sin entender, ella le dijo a Jesús: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla” (Juan 4:15).

   A veces, cuando leemos las historias de la biblia, nos limitamos a observar nada más los detalles de la historia, y por ello no percibimos las lecciones espirituales que ellas tienen para nuestra vida de fe, así como para nuestra vida práctica y cotidiana. Esto se debe al efecto que la depravación causa en nuestro conocimiento espiritual, haciendo que lo único que podamos percibir son las historias, pero no sus aplicaciones espirituales para nuestra vida.  Pero, gracias a la epístola a los hebreos en la que se nos dice que todo lo contenido en las historias así como en los objetos del Tabernáculo o del Templo, aunque ocurridos o existentes con muchos siglos de anticipación a Cristo y con significado de otras realidades celestiales, su utilidad es que sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales” (Hebreos 8:5a).  En cada historia que conocemos o que conozcamos debemos procurar encontrar en ellas, la o las lecciones celestiales y divinas que comunican a nuestra vida una esperanza de lo eterno.  Fue hasta que ella entendió que Jesús es

 

   CONCLUSIÓN: Lo que este mensaje debe dejar en nuestro conocimiento espiritual, es que los seres humanos tenemos una fuertísima afectación en nuestro sistema espiritual de aprendizaje de lo divino y espiritual con respecto de la voluntad de Dios, precisamente por causa del pecado que por naturaleza heredamos de Adán.  No solamente estamos afectados en nuestra capacidad natural de aprendizaje, sino también en nuestra capacidad de aprendizaje de lo espiritual (de las cosas divinas y celestiales), por lo que somos por sí solos nada capaces de tener conocimiento espiritual con respecto de Dios, de sus personas divinas, y de su obra eterna y celestial, aun acerca de lo que Él hace en lo terrenal con la humanidad, sino que necesitamos de la gracia de Dios para poder conocer el proceder de Dios a favor de los elegidos de Él.  Pero ¡qué bendición!  No solamente necesitamos esa gracia, sino que él la provee para nosotros por medio de la obra de su Espíritu Santo que nos enseña, recuerda (Juan 14:26), y como también Jesús dijo, que: “cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad” (Juan 16:13); y está entre nosotros y en nosotros para llevar a cabo esta labor de superarnos contra la depravación de nuestro conocimiento espiritual.

   Sigamos creciendo mis amados hermanos en el conocimiento espiritual.  Dios nos bendiga en esta área.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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