LA DEPRAVACIÓN DE LA VIDA ESPIRITUAL.
Juan 5:37-40 y otros.
INTRODUCCIÓN: En el contexto de los versículos de nuestra lectura bíblica para este mensaje, Jesús, enfatiza que ni el mismo testifica por su propia cuenta a su favor, sino que sus testigos son las obras que él hacía y que le fueron asignadas por su Padre celestial, dan testimonio acerca de su investidura divina y salvadora, pues les dijo: “las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí” (Juan 5:36b2). Luego les dice también que otro de sus testigos es su Padre celestial, pues les dice: “También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí” (Juan 6:37). Y luego, prácticamente felicita a todos sus oyentes que sabían que en las Sagradas Escrituras que ellos tenían en su tiempo podían encontrar la enseñanza de cómo echar mano de la vida eterna, y les dice acerca de tales Escrituras: “y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:40), otro testigo de Jesús. Pero, a pesar de todos estos testigos a favor de Jesús, incluyendo las mismas Escrituras que testifican de él, había un gran problema en sus oyentes, problema que no es distinto al nuestro y de mucha gente de la actualidad, incluso de aquellos que ya están o estamos en el círculo bendito de la iglesia de Jesucristo. El problema está implícito en la afirmación que Jesús hace con respecto a las personas humanas diciendo: “y no queréis venir a mí para que tengáis vida” (Juan 5:40). Aunque las obras de Jesús eran y siguen siendo una viva invitación para que los seres humanos acudamos a Jesús, aunque el Padre celestial ha hecho siempre su labor de mostrarnos el camino para acudir a Jesús; y aunque muchos leen o escuchan la palabra de Dios revelada en las Sagradas Escrituras no solamente las del Antiguo Testamento existentes desde los tiempos terrenales de Jesús, sino ahora, hasta las del Nuevo Testamento que fueron escritas después de Jesús; a pesar de todos estos sublimes y benditos testigos de Jesús, Jesús siempre tiene un reclamo a la humanidad: “y no queréis venir a mí para que tengáis vida”.
Como hemos aprendido en mensajes anteriores, la voluntad de todos los seres humanos está afectada por la presencia y poder del pecado. Por eso, nadie tiene voluntad propia para “venir” o acudir a Jesús. A pesar de que la palabra de Dios tiene la guía suficiente para llevarnos a Cristo, a pesar de que predicamos acerca del “venir” a Jesús, a veces hasta los mismos predicadores, igual que los oyentes, simplemente, aun sabiéndolo, realmente no vamos a Jesús. ¿No es cierto? Jesús al decir: “y no queréis venir a mí para que tengáis vida”, no solamente hace una invitación a acudir a él para tener vida, sino que da la respuesta de que el problema de esta falta de voluntad se debe a una condición espiritual que se llama muerte espiritual. No muerte física porque todo aquel que oye las palabras de las Escrituras está físicamente vivo y funcionando su sistema auditivo, pero en lo espiritual simplemente está muerto, pues, es precisamente que “para que tengáis vida” que Jesús hace su llamado de que uno acuda a él.
En este mensaje, basado en diversos textos del evangelio de Jesús según San Juan, lo que voy a predicarles es que: Jesús enseña las verdades acerca de la condición espiritual del ser humano y cómo se puede obtener la vida espiritual y eterna. / ¿Qué verdades enseña Jesús acerca de la condición espiritual del ser humano y cómo se puede obtener la vida espiritual y eterna? / En este mensaje, les compartirá acerca de algunas verdades enseñadas por Jesús acerca de la condición espiritual del ser humano y cómo se puede obtener la vida espiritual y eterna.
La primera verdad enseñada por Jesús acerca de la condición espiritual del ser humano, y de cómo obtener la vida espiritual y eterna, es que:
I.- EL SER HUMANO NO TIENE VIDA ESPIRITUAL EN SÍ MISMO, PERO LA PUEDE OBTENER EN JESÚS.
Jesús a un grupo de personas que le quiso seguir de un pueblo a otro, supuestamente para escucharle y aprender de sus enseñanzas, pero que en realidad era solamente porque un día antes había hecho un milagro de multiplicar unos panes y unos peces, alimentando a miles de personas con ellos, les dijo: “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. 55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. 57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente” (Juan 5:53-58). Cuando Jesús dice: “asimismo el que me come, él también vivirá por mí” (6:57), no hay nada místico en esto. Jesús, solamente estaba ilustrando que acudir a él en sentido espiritual no consistía en seguirle de pueblo en pueblo, y de ir a comer los panes y peces que él bien multiplicaba, sino que al que deben de comer era a él, porque él es el Pan de Vida, no aquellos panes y peces multiplicados. Jesús ilustrando incluso la utilidad del Pan o maná que durante mucho tiempo hizo llover para que los israelitas recolectaran como alimento para mantenerse alimentados y vivos, ni siquiera aquel pan o maná era para la vida espiritual sino solo para la vida física, sin embargo, Jesús, era no cualquier pan, ni pan solo para el alimento del cuerpo, sino Pan de vida, porque como él dijo refiriéndose a sí mismo: “el que come de este pan, vivirá eternamente”.
Jesús no estaba diciendo literalmente que le comieran y bebieran su sangre, sino más bien que creyeran que él es el alimento y la bebida que el ser humano necesita para tener vida no física, sino espiritual, pues como él afirma, “no tenéis vida en vosotros” (6:53) si no le comen a él (es, decir, sino creen en él), aunque coman de los panes y peces que él les podía servir. Pero acerca del que se apropia de él, y no de la comida material, dice Jesús que tal persona “tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero” (6:54); es decir, que en él se obtiene vida espiritual la cual es eterna porque conecta al ser humano con el Dios que es eterno; y además, aunque es verdad que uno inevitablemente morirá algún día, eso no es problema porque además de que no se pierde la vida espiritual que es eterna, el cuerpo que alguna vez estará muerto, también será resucitado; esto será un privilegio solamente para aquellos que se alimentan espiritualmente de Jesús, y no solamente de las ricas y deliciosas comidas que hacemos en casa o que compramos en cocinas económicas o restaurantes.
No se trata de si lo hemos escuchado o leído en la biblia, o si alguien nos lo ha predicado o enseñado, tampoco se trata de ir una y otra vez a reuniones y más actividades de la iglesia, sino de creer en Jesús para alimentar con vida divina y espiritual nuestra alma. Creer en él sustituye nuestra muerte espiritual en vida espiritual. Esto es lo que ocurre a todo los que creemos en él, así lo dijo el apóstol Pablo a los creyentes de Éfeso a quienes les escribió: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1).
La segunda verdad enseñada por Jesús acerca de la condición espiritual del ser humano, y de cómo obtener la vida espiritual y eterna, es que:
II.- LA VIDA ESPIRITUAL QUE SE OBTIENE EN JESÚS REQUIERE DE EXPONERSE A OIR LAS PALABRAS DE JESÚS.
Dice que el que “… El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida. 25 De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán” (Juan 5:24-25). Hay dos detalles en estos dos versículos. El primero que es lo que voy a resaltar en este punto, es que según palabras de Jesús citadas en el versículo 24, dice que: “El que oye mi palabra… tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”. Sus palabras indican que para superar la condición de muerte espiritual en el que uno se encuentra, es necesario uno se exponga a oír las palabras de Jesús, lo cual trae como resultado, pasar “de muerte a vida”.
En mi experiencia de visitar y aconsejar personas, he tenido diversas sorpresas que la gente dice. Un caso que quiero mencionarles es que una persona que había antes profesado la fe, pero que se había alejado de la comunión de la iglesia, y evidentemente también de la comunión del Señor, al invitarle a que se congregue de nuevo, esta persona dijo: Pastor, muchas gracias por haber venido a invitarme, pero, la verdad estoy mal delante de Dios. Voy a resolver primero estos problemas, y después comenzaré a acudir a la iglesia como antes. ¿Creen ustedes que esto es posible y que es fácil? La verdad es que no. Nadie puede cambiar su estado de vida de pecado y muerte espiritual, si no expone su vida y sus oídos a escuchar la palabra de Dios. Jesús dice que solamente los que oyen su palabra pueden pasar de muerte a vida. El apóstol Pablo también enseñó a los romanos “que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17).
Es más Jesús añade una promesa más en el versículo 25 afirmando: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán”. San Mateo, apóstol que relata una serie de portentos ocurridos extraordinariamente mientras Jesús todavía estaba colgado en la cruz del Calvario, dice que en aquel momento “… muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; 53 y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos” (Mateo 27:52b-53). El efecto de la crucifixión y muerte de Jesús trajo VIDA a aquellos muertos, que por cierto, no eran muertos de vida espiritual, sino muertos en lo físico que en el tiempo pasado que les tocó vivir, vivieron como “santos” para Dios. Es probable que en ese proceso, hubo de por medio para ellos “la voz del Hijo de Dios” que les hizo volver a la vida física y levantarse de entre los muertos. Esto nos recuerda también cómo la voz de Jesús el Hijo de Dios, frente a la tumba de un creyente en él que había muerto unos 4 días antes, al decirle frente su sepultura: “¡Lázaro, ven fuera!” (Juan 11:43), inmediatamente aquel hombre creyente y realmente muerto, salió vivo desde el interior de la tumba que fue testigo de su muerte y resurrección.
Esa misma voz hablando hoy con su evangelio del reino de Dios a los hombres muertos espiritualmente nos llama también a una vida espiritual y eterna. Esto garantiza que cualquiera de nosotros que ahora escuchamos las palabras de Jesús, además de recibir de él la vida espiritual para poder vivir conforme a la voluntad de Dios, aunque algún día nos toque experimentar la muerte física, finalmente seremos como Jesucristo mismo, resucitados en incorrupción, inmortalidad, y victoria (cf. 1 Corintios 15:53-54). Vale la pena que desde ahora expongamos nuestros oídos para escuchar las palabras de Jesús consignadas en las Sagradas Escrituras, y predicadas tanto por un servidor, así como por muchísimos siervos de Dios en todo el mundo.
La tercera verdad enseñada por Jesús acerca de la condición espiritual del ser humano, y de cómo obtener la vida espiritual y eterna, es que:
III.- LA MUERTE ESPIRITUAL TIENE SOLUCIÓN CREYENDO EN EL QUE ENVIÓ A JESÚS A ESTE MUNDO, ES DECIR, EN DIOS EL PADRE.
El segundo detalle mencionado por Jesús en Juan 5:24 en este proceso de obtener vida en él, después de decir que: “… El que oye mi palabra […] no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24), dice a partir de la segunda frase: “y cree al que me envió” lo cual siempre tiene conexión con el complemento que aplica también para la primera frase que ya aclaramos, y afirma también para los que creen en el que envió a Jesús, o sea al Padre Celestial, que tal persona: “tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Juan 5:24).
Creer en el Padre celestial nunca debe ser con una fe aislada o independiente de la fe en el Hijo celestial, pues, Jesús en otra ocasión enseñó: “creéis en Dios, creed también en mí” (Juan 14:1b). Se debe entender que quien cree en Jesús es porque cree en el Padre, y que quien cree en el Padre no debe quedar sin creer en el Hijo, o sea, Jesús. Así que, si uno dice profesar que cree en Dios, no cree realmente en Dios si uno no cree también en su Hijo Jesús. Así que es obligatoriamente necesario creer tanto en el Padre como en el Hijo, pero no como si fuesen dos Dioses distintos, sino en ambos como un solo Dios. Creer en el Padre, así como en el Hijo, sin descartar creer también en el Espíritu Santo como procedente tanto del Padre como del Hijo, trae como resultado que uno recibe la vida espiritual que saca de la muerte espiritual a todo pecador que por causa del efecto depravador del pecado uno se encuentra sumido.
Por todo lo anterior podemos observar que contamos no con una ayuda parcial o limitad de Dios para nuestro problema humano de depravación de la vida, sino que contamos nada menos que con toda la intervención y apoyo de toda la mismísima Santísima Trinidad: Padre, Hijo, e incluso el Espíritu Santo. Las tres personas de la divinidad están implicadas en la gracia de darnos a los pecadores la vida espiritual que el pecado ha dañado por naturaleza en la vida de todo ser humano.
CONCLUSIÓN: Amado oyente, hoy Jesús también desea y espera que usted venga en fe a él para recibir de él la vida espiritual. La vida espiritual que uno recibe por creer en Jesucristo es la vida que nos hace vivir de manera apegada a la voluntad de Dios en todos los aspectos. Que ninguno de los que hoy han escuchado las palabras de Jesús se quede sin querer la vida espiritual que él otorga. Dígale usted hoy a Jesús el Hijo de Dios. Señor Jesús, hoy vengo a ti para que me des la vida espiritual que necesito para esta vida terrenal presente y para la vida celestial y eterna. Que la vida espiritual que procede de Dios sea una realidad en cada uno de nosotros. Dios bendiga a su iglesia.
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