JESÚS NO TUVO PECADO QUE LO DEPRAVE
Juan 8: 46a.
2 Corintios 5:16-21.
INTRODUCCIÓN: Hemos estado aprendiendo lecciones con respecto a la doctrina de la Depravación Total, una de las 5 doctrinas conocidas como Doctrinas de la Gracia, o también como los 5 puntos calvinistas, las cuales exponen no necesariamente por Calvino, sino por los Gomaristas que unos años después de Calvino sistematizaron este conjunto de doctrinas. Sin embargo, ni los seguidores de Francisco Gomarus, ni Juan Calvino fue el creador de estas doctrinas, sino que desde el profeta Moisés (1500 a.C. aprox) y durante todo el desarrollo progresivo de la revelación contenida en el Antiguo Testamento (hasta el 400 a.C. aprox) parte de ellos ya estaba revelado e incluso consignado en las Sagradas Escrituras hebreas o judías. Hemos estado enfatizando que también Jesús lo enseñó, sin embargo, no lo enseñó como algo nuevo, sino como algo que debía remarcarse, enfatizarse, porque no siempre se tiene claro o presente. Mucho de su enseñanza lo tomaba de lo enseñado en el Antiguo Testamento.
Jesús, solía hacer correcciones a las interpretaciones insuficientes que muchos, incluyendo la religión oficial de su tiempo, enseñaban de manera parcial, o sea a medias. Jesús tuvo la iniciativa de enseñar el verdadero sentido de muchas enseñanzas. EN ocasiones él decía: “Habéis oído… x o y asunto, pero, yo os digo… y explicaba el verdadero y completo significado”. La doctrina de la depravación de todas las facultades humanas, y de todos los seres humanos, no fue la excepción, pues, en sus enseñanzas generales como ya ha sido indicado en los mensajes anteriores Jesús enseñó con respecto a la depravación total y cómo ello afecta también todas las áreas de la vida humana.
En cuanto a Jesús, por el hecho de que no solamente era Dios, sino que también era hombre, dos naturalezas en una sola persona; quizá alguien se pregunte: ¿Jesús habrá sido también pecador? ¿Habrán sido depravadas sus facultades, de tal manera que aplique también para él la depravación total que se dice de todos nosotros los seres humanos? La respuesta es que ni fue pecador, y por lo tanto tampoco hubo en él ningún tipo de depravación, ni total y ni siquiera parcialmente. Fue totalmente libre de depravación alguna.
Por tal realidad con respecto de Jesús, les voy a exponer en este mensaje que: Son diversos los afirmantes de que Jesús poseyendo la naturaleza de un ser humano además de la naturaleza divina, nunca fue un pecador que haya sido depravado por el pecado. / ¿Quiénes son los diversos afirmantes de que Jesús, aun poseyendo la naturaleza de un ser humano además de la naturaleza divina, nunca fue un pecador que haya sido depravado por el pecado? / Permítanme presentarles brevemente, alguna diversidad de afirmantes.
El primer afirmante de que Jesús, aun poseyendo la naturaleza de un ser humano, nunca fue un pecador que haya sido depravado por el pecado, es:
I.- UN ÁNGEL.
El ángel que le anunció a María que concebiría un hijo y que le llamaría Jesús, él mismo le explicó también que “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1:35). Es clara la indicación del ángel de que el niño “que nacerá” es “el Santo Ser”. Su calidad de “Santo”, garantiza, en primer lugar, que por naturaleza nace “Santo”, porque también fue engendrado no por un hombre pecador sino por la acción divina que desde el principio el ángel le describe a María que será: “El Espíritu Santo”. El engendrante es “Santo”, y por lo tanto el Hijo también será: “Santo”. Es un Hijo no nacido por voluntad de varón sino por voluntad de Dios, entonces, no puede ser pecador por su origen divino y no humano.
Cuando un ángel del Señor visitó también a José el entonces prometido de María, el ángel le dice a José: “no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. 21 Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:20-21). La explicación y justificación que el ángel le da a José con respecto del evidente embarazo es que: “del Espíritu Santo es”. Y dado que la misión de aquel niño que sería JESUS es que “él salvará a su pueblo de sus pecados”, no podría ser el salvador ni de todo un pueblo, y de ni una sola persona en particular, si él fuese pecador desde su concepción. Para ser Salvador, tendría que ser “Santo”, o sea, sin pecado. Y así fue Jesús desde su concepción, su nacimiento, y todas las etapas de su vida, así como lo sigue siendo hasta el día de hoy.
El segundo afirmante de que Jesús, aun poseyendo la naturaleza de un ser humano, nunca fue un pecador que haya sido depravado por el pecado, es:
II.- JESÚS MISMO.
Al grupo de judíos a quienes Jesús les dijo: “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36), luego de una larga discusión que ellos tuvieron con Jesús, él les preguntó: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46a), pregunta que por cierto revela la gran integridad de Jesús. Ninguno de ellos se atrevió a señalarle pecado alguno.
Acerca de las tres tentaciones que, según San Mateo, el diablo le presentó a Jesús, realmente sobre ninguno fue atraído ni en lo más mínimo, porque no había en él ninguna causa o poder depravatorio que le inclinase e interesase por alguno de los ofrecimientos del diablo. La noche mientras Jesús cenaba su última Pascua con sus discípulos, y en el que tuvo un largo discurso dirigido a ellos, en algún momento él mismo les dijo con respecto del diablo tentador, que: “Viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Juan 14:30). Cierto, el diablo NO tenía, ni tuvo, ni tiene nada en Jesús, para que Jesús se inclinara o fuese atraído al pecado en sí, y ni siquiera a la tentación misma.
Jesús, tuvo la integridad de poder decir lo que realmente es, lo que tiene y lo que no tiene. En este caso, de manera congruente con su vida, podría afirmar sin temor a quedar mal con alguien, de que no tiene en su ser ni en sus dichos o hechos, pecado alguno que le pueda ser señalado.
El tercer afirmante de que Jesús, aun poseyendo la naturaleza de un ser humano, nunca fue un pecador que haya sido depravado por el pecado, es:
III.- SU TRAIDOR.
Después de haber sido arrestado para llevarle a juicio, Judas, el mismo hombre que pactó ante renombrados sacerdotes y ancianos el costo de la entrega de Jesús y que había cobrado por ello unas miserables 30 piezas de plata, pocas horas después, dice San Mateo acerca de este Judas, que “viendo que (Jesús) era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos” (Mateo 27:3), dijo entonces: “Yo he pecado entregando sangre inocente” (Mateo 27:4a).
Aunque Judas quizá se refería a la inocencia de Jesús como solamente a una simple inocencia moral por haber sido él mismo un testigo de que Jesús no había cometido ninguna transgresión o falta humana contra la ley de Dios, ni contra la ley romana, sabiendo él que no eran ciertos los cargos con los que los sacerdotes y ancianos acusaban a Jesús con tal de que fuese sentenciado a muerte. En este sentido, Jesús era más que inocente; era, como ya he explicado antes, un “Santo”, verdadero “Santo” de Dios por el poder de la naturaleza divina que moraba en su ser Divino-humano.
El cuarto afirmante de que Jesús, aun poseyendo la naturaleza de un ser humano, nunca fue un pecador que haya sido depravado por el pecado, es:
IV.- SU JUEZ.
Me refiero al gobernador romano Pilato que tuvo el deshonor de juzgarle. Cuando a Pilato le tocó juzgarle por exigencia y presión de los sacerdotes, ancianos, y mucha gente que solamente había sido aleccionada o engañada para que dijeran que Jesús era un blasfemo en contra de Dios, y un traidor en contra de la autoridad del imperio romano, mientras Pilato se encontraba en su silla de juez, su propia esposa envió a decirle: “No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él” (Mateo 27:19). Dios había estado poniendo una percepción espiritual en esta mujer natural de que el hombre a quien su esposo está juzgando no es un hombre ordinario que por pecador estaba cometiendo injusticas contra los mismos judíos, ni contra la ley de Dios que administraban los mismos judíos, ni contra ningún aspecto de la misma ley romana. Por eso ella, ante su esposo se refirió a Jesús como “ese justo”, y le rogaba de esta manera a Pilato que tenga cuidado de no equivocarse contra este hombre inusual.
Luego, aunque Pilato no tuvo el valor moral y ético de pronunciar una correcta sentencia con respecto de Jesús, finalmente dijo a la audiencia que le llevó a Jesús en calidad de acusado: “Pues ¿qué mal ha hecho?” (Mateo 27:23), e “Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros” (Mateo 27:24). Por lo menos, aun en su sentencia injusta, reconoció públicamente a Jesús como “este justo”. Ni idea tenía Pilato de lo que abarcaba la justicia de Jesús, sin embargo, en su propia ineptitud lo afirmó. Lo que realmente significa la justicia de Jesús, es que él no era un pecador, y que no estaba pecando contra nada ni nadie que le hiciera merecedor de ser juzgado y sentenciado por una ley humana o un juez humano.
El quinto afirmante de que Jesús, aun poseyendo la naturaleza de un ser humano, nunca fue un pecador que haya sido depravado por el pecado, es:
V.- UN DELINCUENTE.
Ya estando Jesús en la cruz, uno de los dos malhechores crucificados junto a Jesús, refiriéndose a Jesús le dijo a su compañero malhechor: “Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas este ningún mal hizo” (Lucas 23:41). Las palabras muy espontáneas de este hombre pecador crucificado junto a Jesús, con las que describe a Jesús diciendo: “mas este ningún mal hizo”, destacan a Jesús no solamente como una persona libre de cargos delincuentes como las que cometían los ladrones y otros malvivientes en contra de la gente de Jerusalén donde estos cometían sus fechorías, sino que destacan su calidad de íntegro primeramente ante Dios, luego ante los mismos representantes de la religión, pero también ante la misma ciudadanía que durante los 33 años anteriores no le conocieron como malhechor.
Ni siquiera durante los últimos 3 años de haber sido un Maestro, y predicador del evangelio del reino de los cielos, le habían conocido una conducta incongruente con lo que predicaba con respecto de Dios y su reino. “Ningún mal hizo”, es una percepción iluminada que este malhechor estaba afirmando, lo cual en su condición de hombre pecador no podía expresar con mayor precisión, pues, más allá de que Jesús no había hecho “ningún mal” a alguien, primeramente, era porque Jesús no era un pecador, y por ello, nada había en él que le indujera a hacer mal a alguien, o a hacer mal en contra ni de la religión judía, ni en contra del poder imperial romano. Jesús era el hombre perfecto por la persona divina que representaba, no era descendiente ordinario de Adán, sino el Hijo de Dios, sin pecado, y que ahora colgaba en una cruz no por su culpa sino por culpa de otros, en realidad por los pecadores elegidos por Dios para salvación eterna.
El sexto afirmante de que Jesús, aun poseyendo la naturaleza de un ser humano, nunca fue un pecador que haya sido depravado por el pecado, es:
VI.- SU VERDUGO.
Al pie de la cruz, estuvo por obligación un hombre destacado en este aspecto de descubrir que Jesús había sido crucificado no por alguna culpa propia, sino por una negligencia de los sacerdotes, ancianos del pueblo, y por el pueblo mismo que aclamó: ¡Sea crucificado! Este hombre que hiciera este gran descubrimiento era un centurión, el mismo centurión que estuvo a cargo de comandar la crucifixión, quien presenciando y siendo testigo de los portentos que ocurrían extraordinariamente sobre el Calvario y sus alrededores, dijo en aquel mismo momento y con toda veracidad acerca de Jesús que: “Verdaderamente este hombre era justo” (Lucas 23:47).
Digamos en este contexto que, otro testigo de que Jesús no era un pecador era Dios mismo. El centurión solamente habló por lo que observaba, sin embargo, Dios estaba comunicando con poderosos hechos que Jesús es lo que dijo ser: El Hijo de Dios, lo que lo hacía sin pecado. En el Calvario hubo 3 horas de tinieblas a pleno medio día, que a decir por la fecha y por el tiempo de su duración, no se trataba de un eclipse. Se supo que en el templo a poca distancia del Calvario se había roto la cortina que separa el lugar santo del lugar Santísimo, y se rompió en dos de arriba hacia abajo, estando la parte de arriba lejos del alcance de un ser humano que la pudiese rasgar. Ocurrió también y se sintió un terremoto justo en ese momento, un evento no común en la región, ni frecuente por espacio no de años ni de décadas sino de siglos en lugares distantes de Jerusalén. Se supo que ciertas tumbas determinadas claramente no por el terremoto se abrieron, y fueron solamente la de personas que en su tiempo fueron conocidas como temerosas de Dios, y ni una sola tumba de no temerosos de Dios fue abierta. Se supo también en aquel momento estando Jesús todavía colgado en la cruz, que los restos de los temerosos de Dios ocupantes de aquellas tumbas resucitaron, y que por algún orden sobrenatural ninguno tuvo prisa de salir de sus respectivas tumbas sino hasta el tercer día cuando Jesús hubo resucitado.
En aquel momento, el centurión, pero estoy seguro de que también otras muchas personas lo hicieron, estaba analizando, reflexionando, e interpretando todo lo que estaba ocurriendo, y estaba asimilando lo que todo ello tenía que ver con Jesús el crucificado. No había duda de que Dios estaba diciendo de que su Santo Hijo, no era culpable de pecado alguno, por la razón de que no era un pecador. Las palabras del centurión que son las que se recogen de aquel momento histórico son expresadas como si Dios hablase por medio de él diciendo: “Verdaderamente este hombre era justo” (Lucas 23:47).
Y el séptimo afirmante (más bien, este es un grupo de afirmantes) de que Jesús, aun poseyendo la naturaleza de un ser humano, nunca fue un pecador que haya sido depravado por el pecado, es:
VII.- SUS APÓSTOLES.
Voy a mencionar primeramente las palabras del apóstol Juan quien era uno de los más apegados a Jesús, y que estuvo más tiempo cercano con él. En su primera epístola escribió de Jesús diciendo: “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él” (1 Juan 3:5). En su epístola, en algún momento de las décadas 80’s o 90’s del primer siglo, en el que hubo unos 50 años posteriores para que Juan analizara mejor la vida que observó y conoció de Jesús, sin embargo, él no cambió de opinión, sino que con justicia describió a Jesús diciendo que: “no hay pecado en él”, refiriéndose no solamente a su tiempo terrenal, sino que también lo seguía y seguirá siendo desde que subió al cielo de regreso.
Otro de los apóstoles que afirma esta realidad propia de Jesús, es el apóstol Pablo que en su segunda epístola a los Corintios, y refiriéndose a Jesús les escribió: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Con esta afirmación, el apóstol Pablo está indicando que cuando Jesús fue llevado a la cruz, fue llevado no por alguna falta por él cometida, aunque tampoco por virtud de su santidad, sino por causa de nuestro pecado humano. San Pablo no está diciendo que Jesús se hizo pecador, sino tomó sobre sí mismo el pecado de todos nosotros, para que castigándole a él con la muerte, nosotros aparezcamos como que hemos pagado por nuestros pecados, pero, siendo él quien realmente los pagó. La validez de este proceso es real solamente porque Jesús el hombre, pero también Hijo de Dios, “no conoció pecado”. Es claro.
Y un último apóstol que voy a citar es a Pedro quien en su primera epístola dirigida a todo creyente en Jesucristo, dice: “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; 22 el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; 23 quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente” (1 Pedro 2:21-23). También él afirma de Jesús que “no hizo pecado”, resaltando como parte de ello que “ni se halló engaño en su boca”, que “no respondía con maldición”, que “no amenazaba”, entre otros.
Este es el Jesús no pecador que nos presentan los apóstoles; y que por no ser pecador, no había en él nada que le inclinase a pecar.
CONCLUSIÓN: Con toda esta exposición nos damos cuenta de que Jesús es libre no solamente del efecto depravador del pecado, sino que de entrada él fue totalmente libre de la presencia misma pecado en todo su ser; y si fue libre de la presencia del pecado, pues, automáticamente es libre también del poder del pecado. No hubo pecado en él que le causara efectos depravadores ni en su conocimiento, ni en sus afectos, ni en su voluntad, sus acciones, y ni en su vida espiritual. Jesús no heredó la naturaleza pecaminosa que todos los seres humanos heredamos de Adán. Al ser Jesús libre de pecado, garantiza que él es el único que podía y ha podido ser el salvador de los pecadores que para toda la eternidad estábamos en condenación eterna. Nunca hubo, nunca ha habido, ni habrá porque no podrá haber otro como Jesús que pueda ser sin pecado que pueda ser el Salvador de la humanidad.
Damos gracias a Dios de que Jesús no haya heredado la naturaleza de pecado cometido por Adán o por cualquier otro ser humano, y que ni él por su propia cuenta desobedeció al Padre celestial como lo hiciera Adán. Es por eso que Jesús no tenía en su naturaleza humana, nada que le indujera a pecar, aunque sí pudo percibir sobre él el poder del pecado tal como el autor de la epístola a los Hebreos al describir a Jesús como sacerdote dice que: “… no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado” (Hebreos 4:14). Y gracias a Jesús que por no haber sido pecador, y por no haber en él nada que lo induzca a pecar, pudo llevar a cabo una tarea muy especial, tal como el apóstol Pedro reconociendo a Jesús como el Cristo, dice que: “… Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, …” (1 Pedro 3:18).
Gracias a Jesucristo, Dios y hombre, pero sin pecado, es que hoy podemos ser socorridos de entre el pecado para nuestra salvación eterna.
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