JESÚS TIENE PODER SOBRE EL PECADO DEPRAVADOR

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JESÚS TIENE PODER SOBRE EL PECADO DEPRAVADOR

Juan 1: 29-37.

 

   INTRODUCCIÓN: En la serie de predicaciones que han sido antes expuestas acerca de la depravación total se ha hecho notar que todos los seres humanos por el solo hecho de ser descendientes de Adán, somos pecadores sin excepción.  Desde el primer momento que comenzamos a existir en el vientre de nuestra madre, ya somos pecadores.  Cuando nacemos, de por sí ya somos pecadores, aunque no hayamos cometido intencional, voluntaria y personalmente un hecho pecaminoso. No hay parte alguna de nuestra alma, espíritu, o corazón (como sea que le llamemos) que no esté minada por el pecado, e igualmente no hay ni una sola parte de nuestro cuerpo físico que no esté minado por el pecado.

   En el mensaje de este momento, lo que voy a predicarles es que Diversos acontecimientos en la vida de Jesús demuestran que tiene poder sobre el pecado depravador.  En el último sermón que me tocó predicar acerca del tema de la depravación, también fue oportuno resaltar que Jesús aun poseyendo la naturaleza de un ser humano además de la naturaleza divina, él nunca fue un pecador, y que por lo tanto nunca fue depravado por el pecado.  Él no fue pecador de ninguna manera.  Suficiente testimonio acerca de esta verdad encontramos tanto en los evangelios como en las epístolas.  / Pero ¿qué acontecimientos en la vida de Jesús demuestran que tiene poder sobre el pecado depravador? / Permítanme presentarles algunos de estos acontecimientos.

 

   El primer acontecimiento en la vida de Jesús que demuestra que tiene poder sobre el pecado depravador, es:

I.- QUE LAS TENTACIONES NO LE HACÍAN PECAR.

   En Mateo tenemos la narración de 3 tentaciones que el diablo mismo, el supremo maestro de las tentaciones, le presentó personalmente a Jesús.  Le retó a que convirtiera las piedras en pan. ¿Lo podría hacer Jesús?  La respuesta es Sí, pero no lo hizo, porque estaría pecando al obedecer a un deseo del diablo, pero al cabo que Jesús ni ganas tenía de pecar.  Le retó a que se arrojara desde el pináculo del templo, diciéndole que entonces vendrían ángeles para que le recibiesen.  ¿Sería verdad?  Sí, pero no se arrojó Jesús, porque simplemente no se le antojaría cumplir la voluntad o deseo del diablo.  Por último, le pidió que le adorase, a cambio de darle a Jesús el gobierno espiritual del mundo que estaba bajo control del diablo.  Jesús no tuvo ni la menor atracción a la oferta del diablo, por lo que no le adoró.  Segurísimo que el diablo no le daría nada a Jesús, primero porque él no cumpliría su promesa; segundo, porque Jesús, juntamente con el Padre celestial tienen poder y soberanía sobre todos los reinos del mundo.  En los tres casos, Jesús no pecó, sino que demostró tener poder sobre el pecado, que por cierto no había en él, pero no permitió que la tentación le convirtieran en pecador, y que igual, por cierto, Jesús simplemente no podía pecar.

   Este el Jesucristo en quien hemos creído, y que ahora mora en nuestra vida, y que cuando las tentaciones se presentan ante nosotros, Jesús está listo para darnos el poder con las que las podamos enfrentar.  Al respecto de él, dice el apóstol que escribió a los Hebreos: no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:15-16).

 

   El segundo acontecimiento en la vida de Jesús que demuestra que tiene poder sobre el pecado depravador, es:

II.- EL ANUNCIO DE JUAN EL BAUTISTA ACERCA DE LA MISIÓN DE JESÚS.

   El apóstol Juan en su versión del evangelio, relata acerca de aquel histórico día cuando se dio un encuentro especial y extraordinario entre el profeta Juan el Bautista y Jesús.  Según el apóstol, Jesús vino al río Jordán en donde Juan el Bautista se encontraba predicando y bautizando.  Allí, ante la gente que iba para escuchar a Juan el Bautista sus predicaciones acerca del arrepentimiento, este profeta les dice: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).  Aun cuando Jesús todavía no había ido a la cruz para morir por el pago de la culpa humana (faltaban un poco más de 3 años), y cuando apenas Jesús a manera de ordenación para el ministerio, sería bautizado, siendo aquel día el primer día de ministerio, Juan el Bautista dijo que Jesús es: el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”.  Por naturaleza, Jesús, siendo nada menos que Dios mismo hecho hombre en la persona de él, tenía, por tanto, el poder de quitar el pecado depravador que pesa sobre la naturaleza de todo ser humano.

   El profeta Jeremías, 600 años antes que Juan el Bautista, le tocó predicar un mensaje especial ante un grupo de personas que habían abandonado el culto a Dios, comenzando a adorar a dioses falsos como los baales.  Jeremías, les explica ilustradamente acerca del intenso poder que el pecado tiene sobre los seres humanos en general, y no solamente para ellos que habían dejado la adoración a Dios y que ahora estaban adorando a los falsos dioses, sino que todo ser humano tiene esta realidad en su vida por ser automáticamente culpable de ser pecador.  Las palabras de este profeta fueron: Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor” (Jeremías 2:22).  El tenor de esta ilustración es que el pecado es tan intenso que no está en la superficie de la piel humana de tal manera que se pueda quitar con cualquier insumo de lavandería, sino que está tan profundo en el alma humana de tal manera que no lo puede quitar nada, ni nadie que no tenga por naturaleza tal poder.  Y en este caso, Jesús es anunciado por Juan el Bautista como mejor que la lejía; y yo diría que mejor que el cloro, que el detergente más potente que se pueda conseguir en la tienda, o que algún detergente de uso industrial.  Jesús, sí es el “que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).

   No hay pecado que pese sobre cualquiera de nosotros que no pueda ser arrancado de nuestra vida por Jesús.  No hay otro ser, ni acción, ni elemento alguno en todo el mundo y el universo que pueda quitar pecados.  Los ministros de culto no quitamos pecados, las iglesias no quitan pecados, los sacramentos como el bautismo no quitan pecados.  Solamente Jesús, repito y recalco que es el “que quita el pecado del mundo”.  Ojalá que usted haya acudido a Jesús para que él le quite los pecados que tanta carga y daño le han hecho a usted en su vida personal y quizá hasta familiar.

 

   El tercer acontecimiento en la vida de Jesús que demuestra que tiene poder sobre el pecado depravador, es:

III.- LAS DECLARACIONES QUE ÉL HIZO A DIVERSOS PECADORES.

    San Mateo nos narra la historia de un paralítico que no solamente fue sanado por Jesús, sino que al paralítico le dijo: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mateo 9:2).  El mismo poder del pecado todavía presente en el ser de una persona es capaz de causar mayores daños en cualquier área del ser, sea en el interior del alma misma causando tristezas, alteración del carácter, etc…, pero también en el cuerpo, como las enfermedades.  Cuando el pecado de una persona es perdonado por Jesús, el efecto también se va a reflejar en uno mismo.  Aun las enfermedades pueden ser sanadas.  Por eso es relevante e importante en el relato de San Mateo que Jesús antes de sanar al paralítico, lo primero que le dijo fue: Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados” (Mateo 9:2).

   Otro caso, relacionado con Jesús, y que ocurrió en casa de un tal Simón fariseo, donde una mujer llegó llorando al grado de lavar con sus lágrimas los pies de Jesús.  Besaba los pies de Jesús, y le ungió incluso con un perfume de no poco valor.  Dice San Lucas al respecto: “Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados. 49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es este, que también perdona pecados? 50 Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz” (Lucas 7:48-50).  Simón había estado criticando a Jesús, diciendo de él:Este, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora” (Lucas 7:39b).  Todos sabían la realidad de vida de esta mujer, incluso Jesús, pero, lo relevante es que después de haber sido declarado para ella el perdón de sus pecados, esta mujer jamás regresó a la práctica de sus pecados que Simón le señalaba.  Así es Jesús, “quita el pecado”, y el ser humano es transformado a una mejor vida que glorifique a Dios.

   De esta manera, Jesús demuestra tener poder sobre el pecado depravador que no deja de hacer estragos en la vida de uno, pero cuando el perdón de Jesús se hace realidad en uno, la vida cambia. Si se da cuenta de que hay algún pecado en la vida de usted y que no puede dejar de practicarlo, deje que Jesús le quite dicho pecado.  Él puede hacerlo.

 

   CONCLUSIÓN: Para ir concluyendo, les recuerdo que: Jesús tiene poder sobre el pecado de nosotros los seres humanos.  Primero, porque a él en su condición de ser humano el pecado nunca le pudo dominar todas las veces que el diablo en persona quiso tentarle.  Segundo, porque sigue siendo verdad que: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29), tal como lo dijo Juan el Bautista.  Y tercero, porque según los casos del paralítico, y de aquella mujer en casa de Simón el fariseo, cuando Jesús perdona, la vida cambia.

   Ahora, permítanme decirles que el mismo Jesús de aquellos tiempos, y que ahora mora en el corazón de los que hemos creído en él, pero que al mismo tiempo está sentado en el cielo a la diestra de Dios Padre Todopoderoso, todavía sigue teniendo el mismo poder sobre el pecado.  Por ejemplo, el autor de la epístola a los hebreos describiendo a Jesús como Sumo Sacerdote no de los judíos ni de otra religión, sino de los que creemos en él, que: Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:14-16).  Es decir, cualquiera que sea nuestro problema con el pecado, ya sea que se presente como tentación, o que alguien haya caído en cualquier pecado, si se acude a él, el resultado será misericordia, gracia, y socorro.

  Jesús tiene poder en contra del pecado que nos asedia, y que todavía está presente en nuestras vidas.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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