EL MAGNIFICAT DE MARÍA: INDICA LAS ACTITUDES CORRECTAS DE UN ADORADOR

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EL MAGNIFICAT DE MARÍA: INDICA LAS ACTITUDES CORRECTAS DE UN ADORADOR.

Lucas 1:46-55.

    INTRODUCCIÓN: Son 4 los cantos conocidos como cantos evangélicos, de adviento, e incluso como navideños porque giran en torno al nacimiento de Jesucristo el Hijo de Dios.  Uno de los cantos se le conoce en idioma latín como El Magnificat, el cual fue entonado por María la madre de nuestro Señor al visitar a ella a su prima Elisabet, y entendió que tanto su prima, así como ella habían sido elegidas por Dios para la misión de ser correspondientemente madres del que sería el precursor del ministerio de Jesús (me refirió a Juan el Bautista), y de Jesús mismo.  Magnificat, no es una palabra mágica ni misteriosa, simplemente es una palabra en idioma latín que en español significa: Magnifica, o engrandece, tal como aparece en nuestras biblias en el versículo 46.  Es la traducción de la palabra griega Megaluni, primera palabra que ella utilizó al inicio su canto de adoración.

   Otros de los cantos son el Benedictus de Zacarías, el padre de Juan el Bautista quien con tal palabra bendice al Dios de Israel; el Gloria in Excelsis Deo, de los ángeles que anunciaron a los pastores de Belén que el Salvador ya había nacido; y el Nunc Dimitis, de Simeón, el anciano que cantó de satisfacción por haber conocido al Mesías de Israel, a Jesús, habiéndole tomado en sus brazos.

   En el “Magnificat”, bellísima canción de María la madre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo se puede apreciar diversos temas que estaré predicando en esta serie.  El tema que enfatizaré hoy, tomado de las diversas frases y palabras o vocabulario utilizado por María, es con respecto de las actitudes correctas que debe tener un verdadero adorador de Dios. Muchas personas aun cuando ya profesan la fe en Jesucristo no han aprendido a adorar correctamente a Dios.  Algunos creyentes adoran a Dios como puedan o más bien como quieran.  Pero, a Dios no se le adora como uno quiera, ni por alguna invención de maneras humanas de cómo adorarle.  La manera y las actitudes correctas para una adoración aceptable por Dios están bien indicadas a través de las Sagradas Escrituras.  Desde luego que la letra y narración de este cántico, El Magnificat, no es el único texto bíblico que contiene explicaciones o indicaciones de cómo se debe adorar a Dios de manera correcta, pues, hay otros muchos textos bíblicos que presentan dicha enseñanza, sin embargo, tanto en la letra de este bellísimo canto como en María misma, la persona que la canta, se percibe las actitudes correctas que debería tener toda persona que esté interesado, decidido, o de acuerdo en adorar a Dios.

   Basado entonces, en el texto del Magnificat de María, el texto bíblico que hemos leído o escuchado su lectura antes de iniciar esta exposición, lo que ahora voy a predicarles es que Dios debe ser adorado con actitudes correctas. / ¿Cuáles son, entonces, las actitudes correctas con las que Dios debe ser adorado? / Sigan el texto bíblico conforme les vaya indicando, y encontraremos juntos algunas de las actitudes correctas que se contienen en el texto del Magnificat de María.

 

   La primera actitud correcta con la que Dios debe ser adorado es:

 I.- CON EL ALMA o CORAZÓN.

   Adorar a Dios no es algo meramente de los labios o del cuerpo, no es meramente ponernos de pie cuando se entonan los cánticos espirituales, ni es meramente abrir nuestras Biblias cuando se va a leer la Palabra de Dios. Adorar a Dios es mucho más que solamente cualquier movimiento físico que se hace en el proceso de adorar.  Es verdad que participa nuestro cuerpo, nuestros pies, nuestras manos, nuestros ojos, nuestra garganta, nuestros pulmones, nuestra voz, etc…, pero el origen de la adoración nunca debe ser el cuerpo físico, sino el corazón también llamado en las Sagradas Escrituras como el alma o el espíritu. Mira como María dice al cantarle a Dios: “Engrandece mi alma al Señor; 47Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:46-47).  Engrandecer al Señor no significa que literalmente podamos hacer más grande a Dios de lo grandísimo que él es. Eso es imposible.  Lo que significa esta expresión es que cuando adora a Dios lo que se debe hacer es resaltar la grandeza de Dios.

   Nuestra alma, o espíritu, o corazón que es lo mismo, debe adorar a Dios, debe gozarse en el Señor. Cuando uno acude a la casa del Señor vamos completos con cuerpo y alma; y Dios espera que, si nos hemos propuesto adorarle, le adoremos con el alma y no solo con la garganta, los labios, o la voz.  No es solamente una actitud externa de pararse, sentarse, arrodillarse, levantar las manos, o aplaudir con ellas, inclinar la cabeza, cerrar los ojos, etc…, sino que la correcta y verdadera adoración surge primeramente del alma o espíritu, en otras palabras, del corazón.  Es lo que Jesús le explicó en una ocasión a la mujer conocida como la mujer samaritana, a quien le dijo: Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:24).

   En este y en cualquier momento, todos, todos, adoremos con nuestra alma, de todo corazón, al único que es digno de recibir adoración.

 

   La segunda actitud correcta con la que Dios debe ser adorado es:

II.- CON GOZO.

   Ya hemos observado que en los versículos 46 y 47, para enfatizar el origen espiritual de la adoración que se debe dar a Dios, María utiliza las expresiones: “Alma”, y “espíritu”.  Pero, ahora, observemos que en el versículo 47, en donde utiliza la palabra “espíritu”, añade una descripción diciendo que su espíritu “se regocija en Dios …” (Lucas 1:47).  Mira cómo María adora o engrandece a Dios. No le da una adoración fría, mecánica, o superficial a Dios, sino que le adora con todo su ser y con intensidad.  Cada palabra de su canto estaba tan llena de intensidad para Dios, que ella misma disfruta cantarle. No se sentía obligada a cantarle, sino que le daba a Dios una adoración no fría ni superficial sino con pasión y con entrega del corazón.  Estaba sintiendo en lo más profundo de su corazón lo que le está expresando a Dios con su voz.  Pero, no solamente lo está sintiendo, sino que por cada palabra que le dice a Dios, ella también se está regocijando por ello, pues, no era poca cosa que ella haya sido escogida para ser la madre del Hijo de Dios, tal como para nosotros no es poca cosa que el mismo hijo de María e Hijo de Dios también more y reine en nuestros corazones.

   El apóstol Pablo, invitando y motivando a los Filipenses a tener una vida de gozo, les explica que por el solo hecho de que Jesucristo estaba en sus corazones por haber creído en él, deberían manifestar por ello no un poco de gozo, sino regocijo; pues, les dice: Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4).  Ese debe ser también el estilo de vida de nosotros, de regocijo, pero que también se refleje en nuestra adoración cada vez que tenemos que adorarle.

   Con nuestros cantos, con nuestras oraciones, y con nuestra vida en general, elevamos a Dios un Magnificat en reconocimiento de que él es grande.  Adorémosle no con tristeza o falta de alegría, sino con regocijo en el interior de nuestro espíritu, y que se refleje en nuestros rostros a través de nuestra mirada y de nuestras sonrisas.

 

   La tercera actitud correcta con la que Dios debe ser adorado es:

III.- CON HUMILDAD.

    Entre las primeras líneas de su cántico, María expresa la razón del por qué le canta a Dios para engrandecerle.  Ella dice: “porque ha mirado la bajeza de su sierva” (Lucas 1:48).  Reconoce que socialmente no es nada, ni siquiera es económicamente rica, y de paso es la desposada de un humilde carpintero.  Este cambio espontáneo e inesperado para ella, y que ahora se ha dado cuenta de que es una realidad, en ningún momento la enorgulleció sabiendo que sería nada menos que la Madre del Señor. Ella simplemente se conserva humilde, y en sus palabras en su canto de adoración refleja su humildad.  María se acerca al Señor reconociendo que Dios lo es todo y que ella es nada. Que Él es Soberano y que Él es su Rey.  Al autocalificarse y describirse como la “sierva” de Dios, y al reconocer que socialmente no es ni siquiera persona distinguida en la sociedad sino “la bajeza”, se puede percibir en ella que su adoración está investida de humildad. No es algo que ella pensó apropiado decir en aquel momento solamente por su experiencia extraordinaria, sino que en su vida ya se había o ya se estaba habituando a ser y legítimamente considerarse humilde.

   Es evidente que Dios tomó en cuenta la humildad de aquella muchacha. Tienen razón los apóstoles Santiago y Pedro cuando dicen que “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes” (Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5).  Dios recompensó extraordinariamente y de gracia la humildad de aquella señorita María, escogiéndola desde luego que inmerecidamente para ser nada menos que la madre del eterno Hijo de Dios.  La humildad de ella le valió la pena.  Pero, ahora que ha sido escogida por Dios para tan bienaventurada maternidad, ahora, ella no se cree la gran cosa, sino que sigue siendo humilde.  En su adoración a Dios se considera “su sierva”, y no una sierva altanera o soberbia, sino una sierva, con bajeza en sentido de humildad.  Es la actitud que Dios también espera de nosotros, primero como una actitud permanente de vida, y luego como un requisito indispensable para adorarle.

   El apóstol Pedro en su primera epístola, después de dirigirse a los ancianos de las iglesias, se dirige, por ejemplo, también a los jóvenes diciéndoles: Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; …” (1 Pedro 5:5ab).  La humildad es una característica necesaria en la vida, pero también en el acto de la adoración cuando nos presentamos ante Dios ya sea en un santuario o en privado, la humildad es una condición para que la adoración misma sea recibida y aceptada por Dios.

 

   Y la cuarta y última actitud correcta que voy a compartir ahora, con la que Dios debe ser adorado es:

IV.- CON GRATITUD.

   Observemos que en la primera parte del versículo 49, prácticamente desde el inicio de su canto, al justificar la razón de su canto, ella dice que lo expresa: Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso” (Lucas 1:49a).  Estas palabras, indican que lo que había en el corazón de María aún desde mucho antes de abrir la boca para pronunciar la primera palabra de su canto, era gratitud.  Estaba agradecida por haber sido elegida por Dios.  Estaba agradecida por haber sido visitada por un ángel.  Estaba agradecida al saber que había concebido sobrenaturalmente del Espíritu Santo.  Estaba agradecida de haber llevado una vida de humildad que ahora puede darse cuenta de que sí ha valido la pena ser humilde. Estaba agradecida de ver que no solamente ella, sino que también otras personas, hombres y mujeres como su prima Elisabet y su primo Zacarías el sacerdote, quienes para ese tiempo estaban también siendo objeto de una bendición especial de Dios.  Estaba agradecida también con Dios porque ahora ella estaba corroborando en experiencia propia que Dios verdaderamente hace “grandes cosas” con los humildes.  Dios siempre está comprometido con los suyos que le buscan, y que le oran, al grado de que él dijo: Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3).  Hacer cosas grandes es la especialidad de Dios que por cierto es Dios Grande.

   Por otra parte, con respecto a la práctica de la gratitud, los creyentes en Jesucristo somos instruidos para que la gratitud a Dios no sea en nosotros como algo ocasional, sino permanente, un hábito de todos los días, y de todo el día.  Por ejemplo, el apóstol Pablo a los Tesalonicenses, creyentes en Jesucristo, les dice: Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18).  Siempre hay muchas cosas por las cuáles todos deberíamos agradecer a Dios todos los días, o hasta muchas veces cada día.  Dios espera eso de todos los que creemos en su Hijo unigénito.  Tenemos muchas cosas por las cuales en nuestros actos de adoración Dios debe escuchar nuestras palabras de gratitud.

   ¡Qué bueno que hoy nos presentamos a la casa de Dios para adorarle, con actitud de gratitud!

 

   CONCLUSIÓN: Voy a concluir sencillamente repitiendo las palabras que nuestro Señor Jesús dijo a la mujer samaritana con respecto de la adoración a Dios: la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24).  Entonces, adore usted con la actitud correcta que Dios espera de cada uno de los que nos proponemos adorarle: 1) Con el alma, 2) Con gozo, 3) Con humildad, y 4) Con gratitud.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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