EL MAGNIFICAT DE MARÍA: RESALTA ALGUNAS ACCIONES PERMANENTES DE DIOS.
Lucas 1:46-55.
INTRODUCCIÓN: Leemos en el Salmo 92: “Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; 2 Anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche, 3 En el decacordio y en el salterio, en tono suave con el arpa” (Salmo 92:1-3). Prácticamente, con el Magnificat del cuál hemos estado aprendiendo enseñanzas relacionadas con la adoración o alabanza a Dios, María, espontáneamente, pero de manera bien estructurada, cantó un salmo para alabar el nombre de Dios. No sabemos si lo cantó de mañana o si lo cantó de noche como menciona el Salmo 92 cuando dice: “Bueno es […] anunciar por la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche” (Salmo 92:2), pero lo que sí es evidente en la letra del Magnificat de María, es que con su canto ella también anuncia que Dios realiza acciones que no solamente las hizo en una ocasión en el pasado, en la historia, sino que lo sigue haciendo, o lo hace otra vez con tal de que los elegidos de Dios disfruten de manera permanente todo tipo de bendiciones de Dios. Los estudiantes de la gramática griega llaman verbos aoristos a los verbos que se usan en tales expresiones: Los verbos y frases en tiempo aoristo, describen una acción pasada sin hacer referencia a la duración de tal acción, pero que se entiende continúa llevándose a cabo. En la gramática de nuestro idioma español, se aproxima al pretérito perfecto simple que antes fue conocido como «pretérito indefinido». Por cierto, la palabra aoristo, significa “indefinido”, que muy bien describe las acciones de Dios que no son limitadas por el tiempo, sino que siguen teniendo vigencia por tiempo indefinido.
Por ejemplo, María dice de sí misma: “me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre” (Lucas 1:49), pero no es la primera vez que Dios hace “grandes cosas” con alguien o con todo su pueblo, sino que debido a que en toda la historia de su pueblo Dios ha hecho siempre “grandes cosas”, ahora, una vez más las está haciendo en la vida personal de María. Unos 400 años antes de María, por ejemplo, Dios le había dicho al profeta Jeremías: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3), indicando Dios con estas palabras que hay casos en el que Dios hace sus “grandes cosas” exclusivamente a personas que le oran a Él. Pero, las “grandes cosas” que Dios hace no terminaron para siempre con María, sino que Dios las sigue haciendo incluso en nuestro tiempo, en este siglo XXI. Esto es lo que voy a resaltar en la exposición de este momento.
Pero, lo que específicamente les voy a predicar ahora, basado en el Magnificat de María, según San Lucas 1, especialmente de los versículos 51-54, es que: Dios lleva a cabo acciones permanentes a lo largo de la historia para bendecir a sus elegidos. / ¿Cuáles son las acciones permanentes que Dios lleva a cabo a lo largo de la historia para bendecir a sus elegidos? / Observando las expresiones que María utiliza en el Magnificat, encontraremos que ella menciona algunas de tales acciones permanentes de Dios.
La primera acción permanente que Dios lleva a cabo a lo largo de la historia para bendecir a sus elegidos es que:
I.- HACE PROEZAS CON SU BRAZO.
Dice María acerca de Dios en el Magnificat, que: “Hizo proezas con su brazo” (Lucas 1:51a). El diccionario Oxford, define proeza como una acción de gran esfuerzo y valor; o sea, que no cualquiera persona puede hacerlo. Se trata de un hecho de alto valor, que en el contexto de la biblia y de la expresión de María, se trata de acciones que solamente Dios puede hacer, y nadie más. Pero, llama la atención que las proezas indicadas en el Magnificat, Dios las hace “con su brazo”. Obviamente se trata de un antropomorfismo, que le atribuye a Dios descripciones como si tuviese una forma humana, y que hace cosas o que siente como los humanos, pero, no porque le ocurriese igual que a los humanos, sino solamente para comprender desde la perspectiva humana cómo Dios actúa con un poder superior al de las capacidades humanas. Por ejemplo, una de las proezas que Dios hizo “con su brazo”, y que Moisés se los recuerda a los israelitas en la ocasión que también les recordó los 10 mandamientos que ellos estaban olvidando, fue: “Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido…” (Deuteronomio 5:15). Lo mismo dice unos 500 años después el autor del Salmo 136:11-12); o sea, que Dios usó “su brazo”, ah, y “extendido”, para dar libertad a su amado pueblo que había sido víctima de esclavitud.
Así que haber liberado de Egipto a los israelitas, es una verdadera proeza, porque nadie lo hubiese podido hacer, sino solo Dios quien sí decidió hacerlo. Todas las acciones que Dios llevó a cabo para defender a su pueblo amado son consideradas en la historia de las Sagradas como verdaderas proezas, porque no hay otro Dios que las pueda hacer. María estaba comprendiendo que el anuncio del nacimiento de Jesús también era una proeza más de Dios a favor de la humanidad, especialmente de los escogidos de Dios. Por otra parte, considero que también es una proeza que Dios encarnado en Jesucristo al haber dado su vida a favor de los pecadores que Él se propuso librar de la condenación eterna. Cuando Jesús fue crucificado y sus manos fueron atravesadas por clavos de la muerte, también utilizó sus brazos extendidos en la cruz para dar su vida por los pecadores que debimos pagar por nuestros propios pecados. Nuestra salvación por medio de Jesucristo es para nosotros una gran proeza que Dios sigue llevando a cabo por medio de Jesucristo.
Por este motivo nosotros debemos también de cantar como testimonio de nuestra fe, como si fuera el Magnificat, el himno DULCE COMUNIÓN en cuya letra Elisha A. Hoffman expresa un reconocimiento de la utilidad siempre vigente del brazo de Dios, al decir al principio de cada una de sus tres estrofas: “Dulce comunión la que gozo ya en los brazos de mi Salvador”, “¡Cuán dulce es vivir, cuán dulce es gozar! En los brazos de mi Salvador”, y “Nunca temeré, ni desconfiaré en los brazos de mi Salvador”.
La segunda acción permanente que Dios lleva a cabo a lo largo de la historia para bendecir a sus elegidos es que:
II.- ESPARCE A LOS SOBERBIOS.
Después de decir que Dios “Hizo proezas con su brazo”, ahora añade que Dios: “Esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones” (Lucas 1:51b). Lo primero que trae a la mente estas palabras de María, es la ocasión cuando la gente antediluviana quiso construir una gran torre para hacer famosa una ciudad que se propusieron hacerla de renombre. Según Moisés, ellos dijeron lo siguiente: “Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. 5 Y descendió Jehová para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. 6 Y dijo Jehová: He aquí el pueblo es uno, y todos estos tienen un solo lenguaje; y han comenzado la obra, y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer. 7 Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. 8 Así los esparció Jehová desde allí sobre la faz de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad” (Génesis 11:4-8).
Lo que podemos identificar en este acto divino, es que Dios no acepta la soberbia, y en cualquier momento Dios va a tratar, así sea un grupo de personas o así sea con una persona en particular; así sea toda una ciudad o país, o así sea el gobierno de la misma, o así algún grupo de personas dentro de su iglesia misma que se aprovechan del beneficio de la democracia, o así sea una sola persona que se demuestra soberbio; Dios en su momento tiene que tratar con tal actitud. Siglos de historia que María conocía estaban llenos de muchos casos de soberbia en el mismo interior del pueblo de Israel, y ella sabía cómo Dios había tratado a los soberbios. Dios siempre evidenciará a los soberbios, y se encargará de que la forma de pensar de tales personas siempre termine en vergüenza o para propio mal de ellos mismos. Es por ello, que nosotros debemos tener cuidado de no caer en la soberbia de pensamientos y actitudes porque ello no es agradable a la mirada de Dios.
Cuando Jesús nuestro Señor dijo que “… del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, 22 los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, …” etc…, también dijo que, del mismo lugar, o sea, del corazón, entre otras cosas también sale “la soberbia”, así como “la insensatez” (Marcos 7:21-22). Y si de algún corazón sale “la soberbia”, aplica lo mismo que el apóstol Pablo dice a los romanos: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen” (Romanos 1:28). Por eso dicen también los apóstoles Santiago y Pedro que: “Dios resiste a los soberbios” (cf. Santiago 4:6; 1 Pedro 5:5). Eso es lo que Dios hace para que el soberbio no le cause daño a los que son de Dios. De esta manera, Dios también protege a su iglesia, así como la vida de cada uno de los que somos creyentes en Jesucristo.
La tercera acción permanente que Dios lleva a cabo a lo largo de la historia para bendecir a sus elegidos es que:
III.- QUITA DEL TRONO A LOS PODEROSOS.
Siguiendo con su enlistado de acciones permanentes de Dios, María dice que Dios: “Quitó de los tronos a los poderosos” (Lucas 1:52a). Podemos comenzar con la observación de que, en el tiempo de los inicios de la formación del pueblo de Dios, cuando el pueblo digamos que eran solamente Abraham, su esposa Sara, su sobrino Lot, y un grupo de pastores de ganado que trabajaban con ellos, y que tuvieron que enfrentar a reyes poderosos de las ciudades-reinos donde ellos pasaban, y que salían a perseguirles, e incluso a secuestrarles como en una ocasión ocurrió con el sobrino Lot que fue secuestrado. Siendo esta familia de llamados de Dios para ser su pueblo, y siendo apenas unas pocas personas, salieron siempre triunfantes contra reyes considerados poderosos en aquellos tiempos. Pero, no fue por algún poder propios de esta familia por el cual salían siempre victoriosos, sino porque Dios estaba con ellos, y era él quien quitaba “de los tronos a los poderosos”. En otra ocasión del tiempo cuando los israelitas ya comenzaron a ser gobernados por reyes propios, así lo hizo Dios con el rey Saúl. Dios mismo consintió que Saúl gobernase a Israel, pero cuando a este por cierto le ganó la soberbia y la rebeldía, entrometiéndose a hacer cosas sagradas que no le correspondían a él hacerla sino a un sacerdote, Dios le quitó del trono de Israel, para poner a David, a quien Dios consideró como un hombre conforme al corazón de Dios.
Lo mismo hizo Dios con otro rey que no era del pueblo escogido de Dios, sino un rey de otra nación, la de Babilonia, sobre quien no por no ser del pueblo escogido no por ello Dios no tenga dominio y señorío sobre él, pues el Dios de Israel que es también el Dios nuestro, es Rey de reyes, y Señor de Señores, de cualquier reino o nación. Por cierto, es Dios quien pone y quita reyes, así como presidentes de la república, gobernadores, presidentes municipales, comisarios, y todo tipo de autoridades ejecutivas, judiciales, legislativas, educativas, familiares, eclesiásticas, políticas, etc… Nabucodonosor, el rey de aquella Babilonia, quien llenó su corazón de soberbia llegó a decir: “¿No es esta la gran Babilonia que yo edifiqué para casa real con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad? 31 Aún estaba la palabra en la boca del rey, cuando vino una voz del cielo: A ti se te dice, rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti; 32 y de entre los hombres te arrojarán, y con las bestias del campo será tu habitación, y como a los bueyes te apacentarán; y siete tiempos pasarán sobre ti, hasta que reconozcas que el Altísimo tiene el dominio en el reino de los hombres, y lo da a quien él quiere. 33 En la misma hora se cumplió la palabra sobre Nabucodonosor, y fue echado de entre los hombres; y comía hierba como los bueyes, y su cuerpo se mojaba con el rocío del cielo, hasta que su pelo creció como plumas de águila, y sus uñas como las de las aves” (Daniel 4:30-33).
Con tal de que el pueblo de Dios goce de sus libertades, privilegios, tanto espirituales como legales, administrativos, comunicativos, expresivos, y sociales, Dios ha tenido que recurrir a su potestad de QUITAR REYES. Quitar “del trono a los poderosos”. El poder de Jesús ha ejecutado esta bendición a favor del pueblo de Dios a lo largo de la historia del cristianismo. Es por esto que del himno FIRMES Y ADELANTE, de Sabine Baring-Gould, los creyentes cantamos: “Tronos y coronas pueden perecer, de Jesús la iglesia constante ha de ser; nada en contra suya prevalecerá, porque la promesa nunca faltará”. Dios sigue quitando del trono a los poderosos que no se ajustan a su soberano gobierno, y lo hace para que su iglesia siempre permanezca aquí en la tierra, y luego también en la eternidad de los cielos.
La cuarta acción permanente que Dios lleva a cabo a lo largo de la historia para bendecir a sus elegidos es que:
IV.- EXALTA A LOS HUMILDES.
Luego de indicar que Dios “Quitó de los tronos a los poderosos”, añade: “Y exaltó a los humildes” (Lucas 1:52b). Esto me recuerda algo que no dudo que era del amplio conocimiento de María. Recuerdo que cuando David, no siendo un soldado, sino siendo solamente un menor que quiso defender al pueblo de Israel ante las amenazas del gigante Goliat, su argumento que él le compartió al rey Saúl fue: “Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, 35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. 37 Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo” (1 Samuel 17:34-37).
David, no era un hombre de guerra sino solamente un humilde pastor que cuando ya fue autorizado por el rey, que él enfrentara al gigante, dice su historia que lo que él hizo, fue que: “… tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo. 41 Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. 42 Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. 43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. 44 Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. 45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. 46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel” (1 Samuel 17:40-46).
Este humilde joven pastor, no guerrero, confiando en la fuerza y el nombre de Dios, enfrenta a un gran enemigo. Dios exalta su humildad, haciéndole vencedor ante el experimentado gigante Goliat un guerrero de carrera y de amplio reconocimiento, pero Dios que siempre exalta al humilde y humilla a los altivos, exaltó a un jovencito que en su humildad sabía muy bien confiar su propia vida en el cuidado de Dios. Así Dios exaltó a María convirtiéndola nada menos que en la madre del Hijo de Dios, siendo ella una muchacha verdaderamente humilde. El Salmo 113 nos comparte cómo Dios exalta a los humildes, pues dice que: “Él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, 8 Para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo. 9 Él hace habitar en familia a la estéril, que se goza en ser madre de hijos” (Salmo 113:7-9). Y Dios hizo y hace lo mismo con todas las personas que con temor a Él viven una actitud y conducta humilde.
No está de más recordarles que una razón por la que debemos ser humildes es porque según el Génesis, Dios nos creó a los seres humanos, justamente “del polvo de la tierra” (Génesis 2:7); y otra razón es que, si somos discípulos de Jesús, el ejemplo que dejó para replicar su carácter, es la humildad. Y, pues, ser humildes vale la pena, porque Dios siempre tiene algún detalle para exaltar a cada persona humilde. Según los apóstoles Santiago y Pedro, es verdad que “Dios resiste a los soberbios”, pero ambos dicen también que es verdad que Dios “da gracia a los humildes” (Santiago 4:6b; 1 Pedro 5:5). Demos gracias a Dios que no solamente hizo esto en el pasado, sino que lo sigue haciendo en nuestro presente, y lo seguirá haciendo en el futuro, así como en la dimensión de la eternidad. Vale la pena que seamos humildes, porque Dios exaltará nuestras vidas en algún momento si es que no lo ha hecho todavía, pero creo que cada uno de nosotros sabemos cómo Dios nos ha levantado de la nada a lo que somos ahora, o de lo poco a lo mucho o lo que ya tenemos.
La quinta acción permanente que Dios lleva a cabo a lo largo de la historia para bendecir a sus elegidos es que:
V.- A LOS HAMBRIENTOS COLMA DE BIENES.
María sigue cantando con toda la intensidad y regocijo de su espíritu, e indica ahora que Dios también: “A los hambrientos colmó de bienes” (Lucas 1:53a). Lo primero que viene a mi mente con esta indicación de María es la ocasión cuando los israelitas luego de haber sido librados de la opresión que le causaban los egipcios. Ahora, ya siendo libres, y yendo por el desierto, se encontraron que no tenían las carnes y otros alimentos que en Egipto a pesar de todo no les hacía falta en su mesa. Por ello, se comenzaron a quejar ante Dios, comenzaron a echarle la culpa a Moisés, algunos amenazaban con regresar a Egipto, sin embargo, la biblia dice que a partir de cierto día: “Y venida la tarde, subieron codornices que cubrieron el campamento; y por la mañana descendió rocío en derredor del campamento. 14 Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra. 15 Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo: Es el pan que Jehová os da para comer. 16 Esto es lo que Jehová ha mandado” (Éxodo 16:13-16a). Dios les colmó de bienes como carnes y panes.
De alguna manera, también hace Dios lo mismo con cada persona en particular. No es que seamos siempre hambrientos, sino que, con respecto de la provisión diaria para nuestra alimentación, Dios siempre está al pendiente. Acerca de ellos se refiere el salmista David cuando en el análisis y reflexión acerca de cómo Dios ha intervenido en el transcurso de su vida, expresa que Dios es: “El que sacia de bien tu boca” (Salmo 103:5). Aunque Dios se reserva el derecho de limitar o castigar a personas o hasta comunidades o países enteros para que no tengan su comida del día o de toda una temporada, sin embargo, el que provee comida a la gente que tiene hambre, especialmente a las personas que se acuerdan de Él, es Dios.
María sabía todo esto, nosotros también sabemos esto, pero hay algo mejor que debemos saber. Que la comida de cada día no debe ser lo más prioritario para el ser humano, pues Jesús el Hijo de Dios, decía a la gente a quienes él predicaba: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a este señaló Dios el Padre. […] De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan. 35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (Juan 6:27, 32-35). Dios no solamente se preocupa por dar comida material a los hambrientos, sino también comida espiritual a los hambrientos del alma, siendo Jesús el Pan de vida, la provisión divina para saciar el hambre del alma de cada uno de los que somos pecadores por naturaleza, pero llamados a la salvación en Jesucristo. Esta es la gran misión de Jesús no solamente en el pasado sino también en la actualidad.
La sexta acción permanente que Dios lleva a cabo a lo largo de la historia para bendecir a sus elegidos es que:
VI.- A LOS RICOS ENVÍA VACÍOS.
Luego de resaltar la acción de Dios a favor de los que en su vida alguna vez o muchas veces sufren hambre por necesidad o graves circunstancias, María afirma: “Y a los ricos envió vacíos” (Lucas 1:53b). ¿Qué habrá querido decir María con estas palabras? Se trata no una tiranía ejercida por Dios en contra de gente rica del pasado, sino más bien, de su justicia aplicada necesariamente en contra de ricos que no se tocaron el corazón para arrepentirse de sus propias maldades. A los ricos que se empeñan en vivir para sus placeres e incluso para sus maldades, Dios les tratará conforme a sus obras. En la historia Dios despojó a los ricos, no por ser ricos, sino que por sus riquezas vinieron a hacerle maldad a su pueblo como cuando Zera de Etiopía, vino contra el rey Asa de Judá que solamente tenía “de Judá trescientos mil, y de Benjamín doscientos ochenta mil que traían escudos y entesaban arcos” (1 Crónicas 14:8), y Zera “un millón de hombres y trescientos carros” (1 Crónicas 14:9). La ventaja y con injusticia la tenía Zera, pero al final Dios los envió vacíos porque dice el autor de las Crónicas: “Y Jehová deshizo a los etíopes delante de Asa y delante de Judá; y huyeron los etíopes. 13 Y Asa, y el pueblo que con él estaba, los persiguieron hasta Gerar; y cayeron los etíopes hasta no quedar en ellos aliento, porque fueron deshechos delante de Jehová y de su ejército. Y les tomaron muy grande botín” (1 Crónicas 14:12-13). En otras palabras, a los etíopes Dios los envió vacíos para defender a su pueblo amada de Israel.
Dios siempre aplicará su justicia en contra del injusto y a favor del justo. Por ejemplo, el apóstol Santiago menciona a ricos que procedieron mal en contra de gente pobre a quienes este apóstol arremete diciéndoles: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? 6 Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? 7 ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros? 8 Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; 9 pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores” (Santiago 2:5-9). Dios quiera que entre nosotros no haya creyentes que con injusticia traten a otros que sean sus hermanos en la fe, o a otras personas en general, porque eso Dios no lo pasa por alto.
Pero, por el hecho de que Dios arremete contra los ricos que actúan con injusticia, esto no significa que Dios desecha a los ricos por el hecho de ser ricos, pues finalmente es Dios quien permite que ellos sean ricos. Los ricos también tienen aceptación en la iglesia o pueblo de Dios. EL apóstol Pablo le dice a Timoteo que enseñe bien a los ricos que han abierto sus corazones al evangelio de Jesucristo. Pablo, orientando a Timoteo le dice: “17 A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. 18 Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; 19 atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna” (1 Timoteo 6:17-19). Dios no quiere enviar vacíos a los ricos, sino que desea conservarlos con su riqueza, pero que con su riqueza hagan en el nombre de Dios “buenas obras”, que sean “dadivosos, generosos”, etc… Ojalá que nosotros hagamos bien así, con los que menos tienen. Pero, si alguien por su riqueza te causa algún mal, no te preocupes Dios se encargará de tal o tales personas. Es su derecho y especialidad. Dios te va a hacer justicia. Alábale como dice la letra del himno: SOBERANO SEÑOR DE LOS MUNDOS, cuyo coro proclama: “Con tu justicia llenarás el orbe, como las aguas han llenado el mar, y nada habrá que tu designio estorbe, porque tú para siempre has de reinar”. Eso hizo María con el Magnificat que cantó.
La séptima acción permanente que Dios lleva a cabo a lo largo de la historia para bendecir a sus elegidos es que:
VII.- SOCORRE A SUS SIERVOS.
Y finalmente, con un tono de victoria y de triunfo, María testifica en su canto que Dios: “Socorrió a Israel su siervo” (Lucas 1:54a). Son muchas las ocasiones cuando Dios “socorrió a Israel su siervo”. Por ejemplo, le “socorrió” cuando estuvo 400 años como esclavo en Egipto; le “socorrió” de diversas maneras durante los 40 años que estuvo en el desierto antes de introducirles en la tierra que les tenía prometido; le “socorrió” no menos de 15 veces durante el tiempo que su pueblo era gobernado mediante jueces; les “socorrió” otras muchas veces de sus enemigos durante el tiempo que eran gobernados por reyes propios de la nación. Aunque Dios permitió que los israelitas del norte del país fuesen dispersados por los Asirios en el 721 a.C; y aunque Dios permitió que los Babilonios exiliase al reino del sur de Israel en el 606 a.C., y aunque permitió que los persas, que los griegos, y luego que los romanos les gobernaran, Dios no estaba ajeno para socorrerles. El Jesús anunciado que nacería de la señorita María, era el verdadero Salvador que finalmente traería un socorro no solamente territorial sino también espiritual, no solamente para los israelitas sino para todo el pueblo más allá de los israelitas que Dios tendría en todas partes del mundo, y en todos los tiempos, incluyendo hasta a las personas amadas por Él el día de hoy.
La razón que María comprende por la que Dios hace todo esto, el de socorrer “a Israel su siervo”, y todas las otras acciones permanentes que Dios ha estado haciendo a lo largo de la historia de la nación de Israel, Dios lo hizo según comprendía María: “Acordándose de la misericordia 55De la cual habló a nuestros padres, para con Abraham y su descendencia para siempre” (Lucas 1:54b-55). En otras palabras, se trata de que Dios “socorrió a Israel”, porque cumplió su pacto. La expresión: “Acordándose de la misericordia”, es una referencia al pacto o compromiso que Dios hizo por voluntad propia, obligándose Él a hacer todo bien a favor de los descendientes de Abraham que escogió para que sean su pueblo para siempre, y que por medio de aquel pueblo, otras naciones sean bendecidas. María, sabiendo que ella, ahora, sería la madre del Hijo de Dios, del Mesías prometido incluso desde el tiempo de Adán, muchos siglos antes que Abraham, ella veía el cumplimiento de una misericordia de Dios que, aunque se trata de una misericordia de varios miles de años, Dios está cumpliendo su palabra.
Hoy, nosotros somos el pueblo que Dios socorre por medio de su Hijo Jesucristo. Somos el pueblo que cantamos acerca de Dios: Grande gozo hay en mi alma hoy porque Cristo me salvó. El Hijo de Dios que fue enviado por Dios mismo por medio de María, es el único Salvador que no solamente “socorrió a Israel”, sino que podemos afirmar con certeza que también “socorrió” de la condenación eterna a los que ahora somos edificados con el conocimiento del evangelio del reino de Dios que Jesucristo trajo a este mundo.
CONCLUSIÓN: Para concluir con esta exposición, tengo que darle la razón a María con respecto a su afirmación cuando dice: “me ha hecho grandes cosas el Poderoso” (Lucas 1:49a). Cada uno de nosotros, si fuésemos analíticos con respecto a estas acciones que Dios hace a favor no solamente de su pueblo en general, sino también de cada creyente en Jesucristo su Hijo, podemos igualmente darnos cuenta de que hemos sido beneficiados con alguna o varias de estas acciones de Dios; y que gracias a Dios por ello es que hoy estamos en la fe, en el conocimiento del evangelio, y en la esperanza de la vida gloriosa.
El gran Job, el hombre sufriente que enfrentó con integridad los problemas de salud, económicas, familiares, etc… supo a pesar de ello, reconocer y testificar de Dios que: “Él hace cosas grandes e incomprensibles, y maravillosas, sin número” (Job 9:10). Así debemos reconocer y testificar acerca de Dios ahora que analizamos el Magnificat.
Tenemos que darle la razón también a los victoriosos en la eternidad que según la visión del apóstol Juan cantan a Dios allá en el cielo diciéndole: “Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso” (Apocalipsis 15:3). Así como ellos, como Job, y así como María, alabemos a Dios por sus grandes obras que está llevando a cabo en la actualidad sobre su iglesia, sobre nuestras vidas, e incluso sobre nuestras familias.
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