EL MAGNIFICAT DE MARÍA: DESTACA A PERSONAS A QUIENES DIOS FAVORECE.
Lucas 1:46-55.
INTRODUCCIÓN: Hemos aprendido en un mensaje anterior que Dios lleva a cabo acciones de manera permanente con el fin de favorecer a su pueblo escogido y amado por Él. Igualmente, hemos aprendido que hay tipos de personas que, por su vida discordante con la voluntad de Dios, Él no los tolera, por lo que sin que ello resulte una injusticia, sino al contrario con toda justicia, les aplica alguna disciplina merecida por las actitudes de soberbia, de poder mal usado, o de perversiones causadas por el mal uso de las riquezas personales. Pero, Dios no solamente aplica su justicia sobre los que no puede tolerar, sino que también aplica su misericordia por personas que quizá han sido descuidadas o ignoradas por sus mismos semejantes, como lo son los humildes y los hambrientos.
María, en su Magnificat, así como menciona que Dios aplica acciones en contra de los soberbios, de ciertos poderosos, y de ciertos ricos; así mismo menciona a dos tipos de personas hacia quienes Dios ejerce acciones de misericordia a favor de ellas. No necesariamente ofrece y dona Dios a todas ellas la gracia salvadora para rescatarles de la condenación eterna, sin embargo, les da bendiciones que son comunes tanto para sus elegidos como para sus no elegidos. De ellos, Dios se encarga de darles lo que de otra manera no podrían tener como otros han llegado a tenerlo. De manera especial Dios les da lo que de manera normal no podrían conseguir de otro modo.
Basado en la mención y descripción que María hace en su Magnificat con respecto de las acciones de Dios hacia las personas sobre quienes ejerce misericordia, lo que ahora les voy a predicar es que: Hay dos tipos de personas a quienes Dios favorece para ser depositarias de su especial gracia común. / ¿Cuáles son los dos tipos de personas mencionadas por María a quienes Dios favorece para ser depositarias de su especial gracia común? / En el desarrollo de este mensaje les hablaré un poco acerca de estos dos tipos de personas.
El primer tipo de personas a quienes Dios favorece para ser depositarias de su especial gracia común, son:
I.- LOS HUMILDES.
En la voz de María se escucha cantando, no solamente que Dios: “Quitó de los tronos a los poderosos”, sino también se le escucha cantar “Y exaltó a los humildes” (Lucas 1:52). Hay mucho que indicar acerca de esta acción que Dios hizo a favor de los humildes de los siglos antes de Cristo, que no voy a abordar en este mensaje. Pero, estaré señalando algunos casos relacionados con nuestro Señor Jesucristo, y con el desarrollo de la fe durante el primer siglo de la propagación del cristianismo. Es verdad, que la humildad tiene que ver con el carácter sumiso de no darle importancia a los propios logros como cosa de que vanagloriarse, que tiene que ver con la aceptación de las limitaciones propias de la naturaleza personal, pero también tiene qué ver con la condición o circunstancias del origen de una persona. En este caso que María cita en su canto, aplica para todos los casos, pero más con respecto a la condición o circunstancia del origen de uno.
En la historia de la intervención de Dios en la vida humana desde la creación hasta el llamado de Abraham, y desde el llamado de Abraham hasta el tiempo de Jesús, es notorio que Dios siempre tomó en cuenta a los que están en esta condición humilde de origen. Tal como Dios exaltó a los humildes en el pasado, así estaba exaltando a María como madre de su unigénito Hijo, y así sigue exaltando Dios a los humildes de la actualidad.
- Por cierto, Dios, exaltó a Belén, una aldea pequeña y humilde para el nacimiento de su Hijo y Señor del universo. Belén no se caracterizaba de riquezas como otras ciudades del mundo, e incluso que la misma ciudad de Jerusalén que estaba a unos pocos kilómetros de distancia de ella, ciudad que Dios mismo amaba como el lugar de la manifestación de su presencia en medio de su pueblo, pero no la exaltó en ese momento para el nacimiento de su Hijo. Así estaba escrito en la profecía de Miqueas que dice: “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad” (Miqueas 5:2). No fue fortuito, sino que así fue planeado por Dios.
- María misma era una de estas personas humildes tanto de origen como de carácter, a quien Dios quiso exaltarla haciéndola bendita entre todas las mujeres (Lucas 1:28c) para ser la madre de su Hijo prometido para el bien de la humanidad y de los elegidos de Dios, por lo que ella tenía razón de proclamar que Dios “exaltó a los humildes”.
Seguramente María había analizado este proceder de Dios a favor de los humildes, incluyéndose ella entre los humildes, por lo que con su Magnificat no duda en invitarnos a poner nuestra mirada y atención en el Dios justo que por medio de su Hijo Jesucristo estará atento con los pobres, con los cautivos, con los cojos, con los ciegos, y con los rezagados para que seamos tomados en cuenta en participar de su plan divino tanto en lo temporal como en lo eterno.
- Para el tiempo del nacimiento de Jesús, Dios no exaltó a los gobernantes poderosos como Herodes, al Consistorio poderoso de los fariseos y saduceos, escogiéndoles para darles la noticia de que su Hijo había nacido, sino que exaltó a un grupo de humildes pastores y a un grupo de magos a quienes escogió para que fueran al encuentro del niño Jesús recién nacido.
- Tampoco exaltó Dios a una grande ciudad donde su Hijo crecería y viviría en su infancia y juventud, sino que exaltó a Nazaret de Galilea, la cual también escogió desde mucho antes.
- Es más, como un acto de humildad, en este caso por humildad de carácter, Jesucristo su propio Hijo quien pudo haber ascendido a los cielos sin haber experimentado la muerte, quiso ir a la cruz en lugar de hacer que cada pecador pague el precio de sus pecados. Por esta humildad, se dice de él por el profeta Isaías que “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca” (Isaías 53:7).
Jesús al escoger a sus primeros discípulos no los escogió de entre los doctores de la ley de su tiempo para hacer el ministerio de predicar el evangelio del reino de Dios, sino que llamó a un grupo de pescadores, a un cobrador de impuestos, gente que aun 4 años después eran visto como unos iletrados, analfabetos, etc…, y que insultantemente les llamaban “gente del vulgo” (cf. Hechos 4:13); sin embargo, a estos, Dios les llena de sabiduría. Pero, Dios también toma en cuenta a gente profesionista y con estudios avanzados, o que han transitado por el camino del poder político o gubernamental, o que son poseedores de grandes fortunas de dinero, tal como ocurrió con el llamado del apóstol Pablo, y de otros personajes de la historia de la iglesia. Él también llama a personas que han tenido un origen humilde; y los usa para el cumplimiento de sus propósitos para con la humanidad en general o para la iglesia en particular.
San Pablo explica a los Corintios que “… que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; 28 y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, 29 a fin de que nadie se jacte en su presencia” (1 Corintios 1:27-29). Dios no actúa conforme a las expectativas del mundo, sino que él tiene sus propias y sabias expectativas apropiadas. Hoy damos gracias a Dios que en nuestra humildad nos consideró llamar para la salvación, así como para servirle en la propagación de su evangelio, no porque seamos gente de alta preparación, sino que al infundir en nosotros el poder de su Espíritu Santo nos capacita para hacer su voluntad en todos los aspectos.
El segundo tipo de personas a quienes Dios favorece para ser depositarias de su especial gracia común, son:
II.- LOS HAMBRIENTOS.
Ahora, escuchamos a María cantar en su Magnificat, que Dios “A los hambrientos colmó de bienes” (Lucas 1:53a). Los hambrientos también son parte importante de su misión y compromiso para con la humanidad, especialmente si son del pueblo que Dios escogió y que se comenzó a preparar desde unos 2000 años antes de enviar a Jesucristo su Hijo. María, describe con estas palabras a su pueblo que bajo el reinado de Dios es transformado y grandemente bendecido. Por ejemplo, su pueblo Israel que, al salir de los 400 años de haber estado en Egipto, salió sin tener nada. Dios les colmaría de bienes en la tierra prometida a la cual le estaría llevando, y así se cumplió, aunque 40 años después a la nueva generación que nació en el transcurso del viaje hacia la tierra prometida.
Hay diversas historias extraordinarias para nosotros, pero normales para Dios, en el que de manera milagrosa Dios colmó, en estos casos, de alimento para personas en escasez o con carencia de ello. Por ejemplo, Dios hizo llover maná del cielo todos los días para los israelitas en el desierto durante mucho tiempo, y la evaluación del que escribió la historia dice que: “Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán” (Éxodo 16:35). Dios colmó de alimento a los israelitas. Otro caso, es que Dios envió a su profeta Elías a una comunidad y le dijo que allí le darían comida por una viuda, pero no le dijo que aquella viuda solamente tenía para la última ración de comida para ella y para su hijo. Cuando Elías llega y encuentra a la viuda, primero le pide agua, pero mientras ella va por el agua, le dice: “Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano. 12 Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. 13 Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. 14 Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra” (1 Reyes 17:11b-14). La evaluación del escritor de la historia concluye diciendo que: “Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. 16 Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías” (1 Reyes 17:15-16). Dios colmó de bienes alimenticios a una viuda y a su hijo huérfano de padre.
NO está de más recordar que Jesús durante su ministerio hizo lo mismo por lo menos en dos ocasiones alimentando a más de 9,000 personas en total (Mateo 14:13-21; 15:32-39). En una, multiplicó 5 panes y dos peces, y sobraron 12 cestas; y en otra, 7 panes y pocos pececillos, sobrando 7 cestas. Creo que ninguno de nosotros nos hemos visto en grande necesidad de hambre, pero cualquier cantidad que hayamos tenido para nuestros desayunos, almuerzos, y cenas, ha sido su provisión. De alguna manera, también hemos sido colmado de bienes alimenticios todos los días, aunque no hemos estado en condición de hambrientos.
CONCLUSIÓN: Quiero recordarles que cuando Jesús inició su ministerio y leyó por primera vez las Escrituras del profeta Isaías en una sinagoga cuyas palabras dicen: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; 19 A predicar el año agradable del Señor” (Lucas 4:18-19, cf. Isaías 61:1-2); y luego de haberlas leído dijo: “Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros” (Lucas 4:21). Jesús vino a realizar su ministerio por los pobres, por los quebrantados de corazón, por los cautivos, por los ciegos, por lo los oprimidos, porque Dios está interesado e inclinado a servirles para su bienestar general.
Todos hemos pasado alguna vez por alguna de estas situaciones, pero Dios ha sido bueno con nosotros. Tiene razón María de que Dios bendice a los humildes y a los hambrientos. Esto debe despertar en nosotros un gran deseo de adorar a Dios. Cada uno de nosotros los creyentes hemos sido y somos depositarios de la gracia especial de Dios por habernos dado la fe, el conocimiento del evangelio para nuestra eterna salvación por medio de Jesucristo; sin embargo, también hemos sido depositarios de la especial gracia común de recibir para nuestra alimentación el pan necesario para cada día. Pero, hemos recibido mucho más que solo pan material para cada día. Hemos recibido ropa, medicina, zapatos, salud, vida, etc…, pero, también todo tipo de bendiciones espirituales en Cristo (cf. Efesios 1:3).
Gracias a Dios por tomar en cuenta a los humildes y hambrientos.
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