EL MAGNIFICAT DE MARÍA: NOMBRA A DIOS DE DIVERSAS MANERAS.
Lucas 1:46-55.
INTRODUCCIÓN: Cada uno de nosotros tenemos un estilo muy marcado, diferente, y especial acerca de cómo iniciamos nuestras oraciones, particularmente con respecto del nombre que usamos para dirigirnos a Dios. Algunos comenzamos diciendo: Padre Santo; otros decimos: Padre bendito; otros decimos: Bendito Dios; y de allí no pasamos a usar otros nombres para dirigirnos a Dios. Cuando mucho, para variar, introducimos en nuestra oración la palabra Señor, y a veces simplemente como una muletilla como para tener tiempo de pensar qué más le vamos a decir a Dios. No quiero decir que esté mal, porque en verdad no lo está; sin embargo, las Sagradas Escrituras tienen un rico vocabulario, o una gran lista de nombres que podemos usar no solamente para presumir lo que uno sabe, sino que, al usar tales palabras u otros nombres o títulos de Dios, debemos primeramente interesarnos en saber por qué nos dirigimos a Dios con tales nombres o títulos que no son inventados, sino que legítima y correctamente le corresponden a Él.
Si supieran leer en Inglés, les recomendaría que lean el libro Pray With Your Eyes Open, de Richard L Pratt (1987, Ore con sus ojos abiertos, en español). En el apéndice “A” de este libro, para ampliar uno de sus capítulos, Pratt enlista entre nombres, títulos, y metáforas, 64 para Dios el Padre, 124 para Jesucristo Dios Hijo, y 52 para el Espíritu Santo[1]. Valdría la pena leerlo, pero, no pretendo que se aprendan tantísimos títulos para dirigirnos a Él, sino solamente quiero que aprendamos a usar la riqueza bíblica de nombres que podemos usar para invocar a Dios. Por ejemplo, podemos decirle a Dios: Mi pastor, Padre de las luces, Jehová de los ejércitos, Rey de reyes, etc… María en su Magnificat, también habla a Dios con diversos títulos, lo que nos indica que ella poseía una riqueza de vocabulario. No se limita con un solo título, como decirle, por ejemplo: Padre mío, como a veces ocurre a algunos o quizá a muchos de nosotros, sino que es evidente que ella ha aprendido otras maneras escriturales para dirigirse a Dios. No se trata de copiar nombres y títulos que otros utilizan para que entonces nosotros también las utilicemos, sino de tener un amplio repertorio de nombres y títulos de Él que hayamos aprendido de las Sagradas Escrituras. Se requiere dedicar tiempo para estudiar el tema de los nombres y títulos de Dios en todas las Sagradas Escrituras. Hay que ser conocedor(a) de lo que la biblia dice con respecto a los nombres y títulos de Dios, y usarlos en nuestras oraciones, y en nuestras conversaciones temáticas en casos solamente necesarios. En el Magnificat es evidente que María conocía de la misma palabra de Dios, otros nombres y títulos de Él.
Lo que específicamente les voy a predicar, es que: Los diversos nombres y títulos de Dios usados por María en el Magnificat, indican que uno debe aprender otros nombres de Dios para invocarle con ellos. / ¿Cuáles son los diversos nombres de Dios usados por María en el Magnificat que indican que uno debe aprender otros nombres y títulos de Dios para invocarle con ellos? / En el desarrollo de este mensaje les voy a compartir los cinco nombres y títulos de Dios usados por ella en su canto.
El primer nombre y título de Dios usado por María en el Magnificat, que indican que uno debe aprender otros nombres y títulos de Dios para invocarle con ellos, es:
I.- SEÑOR.
Justo al decir ella: MEGALUNI (en idioma griego), o MAGNIFICAT (en idioma latín), o ENGRANDECE (en idioma español), dice en la frase completa: “Engrandece mi alma al SEÑOR” (Lucas 1:46b). Observen que en esta expresión se refiere a Dios como “SEÑOR”. No es lo mismo solamente decirle: DIOS, o DIOS MÍO, que decirle: SEÑOR. Señor, en las Sagradas Escrituras, no solamente es un título que se le adjudica a Dios, sino a menudo es su propio Nombre. Los judíos que le tuvieron mucho respeto al nombre de Dios, al nombre que ahora pronunciamos como Jehová, evitaron pronunciar dicho sagrado nombre, y cada vez que tenían que leer Jehová en las Sagradas Escrituras, preferían decir: ADONAI, que significa: El Señor, pero con ello se refería a Dios usando este título de SEÑOR como un sustituto de su nombre. Es por eso que el título SEÑOR es totalmente equivalente a su nombre.
Pero, el significado de SEÑOR (o ADONAI, así como JEHOVÁ) a lo largo de todo el Antiguo Testamento, pero es el mismo significado cuando en el Nuevo Testamento se usa la palabra SEÑOR para Dios. Significa que Dios es quien tiene la última palabra suprema para la toma de toda decisión, porque es su derecho divino por naturaleza. Eso es lo que reconoce María en la ocasión cuando el ángel Gabriel le anuncia que ella será la madre del Hijo de Dios, pues, al final de la conversación ella le dice al ángel: “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38a). Es lo que también indica el ángel cuando irrumpe en la habitación de María y le dice: “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres” (Lucas 1:28b). Es por el Señorío de Dios que ella fue la electa y no otra persona. Así lo reconoce también su prima Elisabet cuando le dice a su prima María: “¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1:43), “Y bienaventurada la que creyó, porque se cumplirá lo que le fue dicho de parte del Señor” (Lucas 1:45). Ambas, reconocen que Dios es nada menos que el SEÑOR.
Es el Señorío de Dios que igualmente tuvo a bien elegirnos a pecadores que sin merecerlo quiso darnos el privilegio de ser salvados de la condenación eterna. Es el Señorío de Dios que debemos reconocer para consagrar nuestra vida al servicio de todo aquello que exalta su nombre y sus obras entre los seres humanos. Así como María, no dudemos usar la palabra Señor en nuestras oraciones, en nuestros cánticos, y en nuestras conversaciones, estando conscientes de lo que significa SEÑOR cuando lo atribuimos a Dios, y estando dispuestos a someter nuestra vida para que con ella se haga siempre la voluntad de Dios. Él es SEÑOR de señores.
El segundo nombre y título de Dios usado por María en el Magnificat, que indican que uno debe aprender otros nombres y títulos de Dios para invocarle con ellos, es:
II.- DIOS.
En el versículo 47, prácticamente repitiendo lo mismo que en la frase anterior (muy común en la poesía griega), cuando María describe el regocijo de su espíritu personal, ella dice: “Y mi espíritu se regocija en Dios”. Dios, es el nombre usado por ella, valga la redundancia en este caso, para referirse a Dios. Quizá este el título más común que se usa para referirse o para dirigirse a Él. Pero ¿qué significa tan especial, sagrada, y común palabra que no solo titula, sino que nombra al Ser divino, vivo y verdadero, cuyo Ser no tiene igual? En realidad, es difícil definir lo que significa la palabra: Dios, pues, hay muchísimas definiciones religiosas, filosóficas, de tipo monoteísta, politeísta, deísta, teísta, henoteísta, y por otras corrientes, etc…
Según el Diccionario Etimológico Indoeuropeo de la Lengua Española, la palabra Dios, que es la misma que se usa en latín como Deus, proviene de la raíz proto indoeuropea deiwos~diewos que significa ‘brillo’, o ‘resplandor’[2]. Igualmente, la palabra devá, que se usa para “dios” proveniente del sánscrito, significa: ‘ser celestial’, o ‘dios’. Quizá es el título más usado para referirse al Dios de Israel y de nosotros los cristianos que, aunque no es propiamente su nombre, ha llegado a utilizarse sin equivocación alguna como Su nombre. En otras palabras, es válido usar el título Dios como su propio nombre.
Dios para nosotros los cristianos, significa nuestro reconocimiento que él no es un Ser terrenal sino celestial, eterno, divino; y que es el Creador, el Preservador de todo lo que existe, y que le define como único, que fuera de Él no hay otro Dios como Él, y que incluso depone a cualquier otra entidad que falsamente se autoproclame o sea proclamado un dios. Es por eso que, por ejemplo el profeta Malaquías en uno de sus mensajes le dice a sus oyentes que: “Jehová vuestro Dios es Dios de dioses” (Malaquías 1:17a). Lo que esta expresión quiere decir, es que aun con respecto de lo falso, nuestro Dios no es igual a ello, sino superior, pero no solamente superior, sino inigualable, tal como San Pablo describe a Dios a Timoteo cuando le escribe que Dios es: “… Rey de los siglos, inmortal, invisible, al único y sabio Dios” (1 Timoteo 1:17) y que es también el “… solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, 16 el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver” (6:15b-16ab). E igualmente el apóstol Judas resalta esta exclusividad de Dios cuando dice de Él que es: “el único soberano” (Judas 1:4) y también el “único y sabio Dios”. Dios es su nombre de Ser inigualable; es lo que resaltamos cuando cantamos, por ejemplo: No hay Dios tan grande como tú. Es lo que afirmamos cuando decimos que Dios es Dios o que se llama Dios.
El tercer nombre y título de Dios usado por María en el Magnificat, que indican que uno debe aprender otros nombres y títulos de Dios para invocarle con ellos, es:
III.- SALVADOR.
Ahora, observemos también en el mismo versículo 47 que cuando María dice: “Y mi espíritu se regocija en Dios”, termina la frase llamando posesivamente a Dios como: “mi Salvador” (Lucas 1:47). Salvar es una de las funciones naturales de Dios y que nos conviene a los seres humanos quienes por causa de la existencia del pecado y por su presencia en esta vida y en nuestra vida somos vulnerables a ser víctimas de cualquier circunstancia, así como de parte de otras personas. Pero Dios, no solamente salva a los seres humanos de las situaciones adversas de la vida diaria y cotidiana que nos acontece a todos los seres humanos, sino que de manera muy especial Dios salva de la condenación eterna a los que Él eligió desde la eternidad para librarles de la culpabilidad del pecado heredado de Adán.
María sabía esto, y reconoce que Dios, no es solamente un Dios trascendente que tiene poderes divinos que le sirven en su morada celestial, sino que es un Dios inmanente que usa sus poderes divinos para bien de la humanidad en general, pero de manera particular, también para el bien eterno de aquellos a quienes le plació incondicionalmente elegir para salvación eterna. La expresión: Salvador, que María hace, no es solamente un título descriptivo de una función que Dios hace a favor de quienes él quiere, sino que viene a ser su mismo nombre.
Cuando usted haga su oración a Dios, o cuando usted alguna vez escriba un canto (ojalá llegue usted a tener esta habilidad), no dude en llamarle a Dios: “mi Salvador”. Es algo similar, como cuando el rey David, testificando acerca del cuidado que él reconoce que Dios hacía para con él, le llama igualmente de manera posesiva como: “mi Pastor”, diciendo: “Jehová es mi Pastor”. Use usted estas expresiones para enriquecer su vocabulario bíblico en su manera de invocar a Dios cuando se dirija a Él. No dude en decirle a Dios: Salvador mío, o Salvador nuestro, y si es el caso: Salvador de mi familia.
El cuarto nombre y título de Dios usado por María en el Magnificat, que indican que uno debe aprender otros nombres y títulos de Dios para invocarle con ellos, es:
IV.- PODEROSO.
Ahora, dirijamos nuestra atención en el versículo 49, donde se registra que María al reconocer el gran privilegio que ella había estado recibiendo a lo largo de su vida juvenil, y ahora, con el anuncio de que sería nada menos que la madre del Hijo de Dios, y cuando dice de Dios: “Porque me ha hecho grandes cosas”, termina llamando a Dios como “el Poderoso” (Lucas 1:49). No hay duda de que hay cosas que Dios estableció que ocurriesen de manera ordinaria de un modo particular, sin embargo, él puede hacer que ocurra de uno o más modos distintos. María, por ejemplo, no se imaginaba, como nadie quizá se imagine que sea posible, que una mujer quede embarazada sin una relación sexual con un hombre, pues, es el modo ordinario establecido por Dios desde que creó al ser humano como “varón y hembra”. Pero, desde que recibió el anuncio de la concepción que le ocurriría a ella, y cuando el ángel Gabriel le dijo también que incluso su prima Elisabet que padecía de esterilidad pero que igualmente ya había concebido un hijo, este ángel le explicó muy bien a María: “porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37).
Dios tiene modos extraordinarios, para Él naturales, pero para nosotros, extraordinarios, de hacer que lo que no es, sea; que lo que no existe, exista. Eso le hace ser Poderoso de acuerdo a su naturaleza. Pero, aquí también aplica la verdad de que no es solamente un título que resalte su poder, sino que su mismo título se convierte en su nombre tal como María usa la expresión para referirse a Dios como “el Poderoso”, y lo había demostrado a través de toda la historia realmente desde la creación, pero también desde el llamado de Abraham hasta el día en que María hace este excelente reconocimiento. Entre los judíos, este título y nombre de Dios, era conocido en lengua hebrea como El Shaddai, que significa: Dios Omnipotente, o Dios Todopoderoso. Sin embargo, la terminación “dai” de “Shaddai”, que significa “Un alto”, indica también no que Dios tenga límites en su naturaleza poderosa[3], sino que también tiene la potestad de imponer límites al ser humano, como cuando estableció sus Diez Mandamientos en el Monte Sinaí, imponiendo límites a la conducta humana diciéndoles: No… harás esto, y no… harás lo otro, etc… Ya sabemos el tenor de tales mandamientos. Esto lo hace Dios porque Él es “el Poderoso”.
Cuando usted le ore a Dios, puede decirle que usted le reconoce también como “el Poderoso”. Usted lo puede y debe decir con mucha más razón si usted se ha dado cuenta como Dios ha hecho algo extraordinario en la vida de usted o de alguien de su familia, o simplemente de algún conocido. Como, por ejemplo, es extraordinario que alguien haya sido sanado de una enfermedad; eso no es obra de la vacuna, o del medicamento, o del personal de salud, sino de Dios “el Poderoso” que ha usado como instrumento de su poder, alguno o todos estos elementos que forman parte del proceso de la sanidad del cuerpo humano. Pero, cada uno de nosotros ha sido depositario de alguna acción de Dios que, de otro modo, sino fuera por Él, no se habría evitado jamás de nuestra vida lo que ahora ya no nos causa daño. Por ello, usted también puede decirle con toda fe a Dios: “el Poderoso”.
El quinto nombre y título de Dios usado por María en el Magnificat, que indican que uno debe aprender otros nombres y títulos de Dios para invocarle con ellos, es:
V.- SANTO.
Observen ahora, siempre en el Salmo 49, que María, al testificar con respecto de Dios favoreciéndola a ella, y decir: “Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso” (Lucas 1:49a), inmediatamente dice acerca del mismo Dios, que “Santo es su nombre” (Lucas 1:49b). Lo que quiere decir este título y también nombre de Dios que le nombra por Santo, es que está libre de pecado. Con solamente decir cualquiera de sus otros nombres como Él (Dios), Elohim (Dioses), Yahvéh (Jehová, Adonai, o Señor, o también Kyrios en griego), y cualquier otro de sus nombres, se puede percibir inmediatamente que no se trata de un pecador, sino del Ser perfecto y Superior con respecto de nosotros. El solo hecho de comprender que es una referencia a Dios, nuestra mente no lo compara con un congénere nuestro, sino que lo exalta a una superioridad absoluta en todos sus atributos y perfecciones, entonces, por naturaleza tiene que ser un verdadero y absoluto Santo.
Hay muchas referencias acerca de la santidad de Dios, desde los primeros libros de la Biblia, especialmente en el Éxodo y en Levítico, pero voy a mencionarles nada más la referencia relevante del libro del profeta Isaías, cuando este profeta se ve involucrado en una visión en la que mira a un grupo de querubines (ángeles de un rango superior) que le cantaban a Dios, estos le cantaban: Santo, Santo, Santo. Reconocían que Dios no era apenas un Santo, sino un Santísimo, en grado superlativo. La primera expresión de Santo reconoce que en realidad es Santo, y que no hay duda de ello. La segunda expresión de Santo equivale a decir que es Muy Santo, o sea, que no solamente es Santo, sino que su santidad no es poca sino mucha, pero como corresponde a su divinidad. Y la tercera expresión de Santo, equivale a decir: Santísimo, o sea, que no solamente es Santo, ni que solamente es Muy Santo porque posee mucha santidad, aunque sí es mucha su santidad, sino que la realidad es que su santidad es infinitamente Santo, que es insuperable. Cuando María reconoce que “Santo es su nombre”, lo que ella está haciendo es afirmar que Dios es totalmente ajeno a la naturaleza pecadora que poseemos los seres humanos. Pero, hay que aclarar también que la expresión “su nombre”, no es solamente una referencia a alguno de sus nombres propios, sino que se refiere a todo su Ser en general. Más allá de un nombre en particular, se refiere a todo lo que Dios representa.
Cuando nos dispongamos a adorar a Dios ya sea en casa, o en otro lugar, e incluso en el interior de un templo, debemos estar conscientes de que estamos delante de Su presencia que es santa. Por ello, reconociendo que nosotros somos pecadores, seamos reverentes a Él. Si tenemos que orar, no dude usted en decirle: Dios, reconozco, o reconocemos que tú eres Santo (o tres veces Santo), pero no sería una exageración si usted le dijera (eres Mil veces Santo), tal como cantamos del himno: Señor, Bendito seas, cuya letra inicial dice: Señor, bendito seas, bendito veces mil. Adoramos a Dios por Su Santidad, pero recordemos también que cuando el ángel Gabriel que visitó a María para anunciarle que ella concebiría al Hijo de Dios que se deberá llamar Jesús, el ángel se refirió a Jesús como: “el Santo Ser que nacerá” (Lucas 1:35b); es decir, el Dios Santo está presente en Jesucristo. Dios, el Santo, vino a nacer, vivir entre nosotros, y morir por nosotros y para nosotros. Adoremos al Santo Hijo de Dios, que es al mismo tiempo Dios mismo, que en realidad no estamos esperando que nazca, sino que nació hace más de 2000 años. Su vida y obra, transforma también nuestra vida de pecadores a personas con santidad para la gloria de Dios. No olvidemos que Dios es Santo, y no olvidemos llamarle Santo, como lo hizo María.
CONCLUSIÓN: Tengo que aclarar también que ella solamente utilizó cinco nombres como variedad de expresión, sin embargo, no haríamos mal aprender a llamar a Dios con tales nombres, sin embargo, sería bueno que aprendamos a dirigirnos a él con otros de los muchos nombres que podemos encontrar a través de todos los libros y páginas de la Biblia. Creo también que María utilizó estos nombres para dirigirse a Dios con el fin de resaltar su carácter divino, sin embargo, también les dejo claro que ella no se iguala a Dios, sino que, al compararse con Dios, ella resalta que no es más que solamente una bajeza de sierva, que no reclama ninguna honra para ella, sino que quien debe recibir toda honra es el único Dios vivo y verdadero. Estos diversos nombres que María utiliza para referirse y nombrar a Dios evidencian también el amplio conocimiento que ella tenía acerca de Dios, sin duda que aprendido de las Sagradas Escrituras que ella conoció en el tiempo que le tocó vivir. Esto que observamos de ella es para nosotros una invitación para que conozcamos más a Dios por sus nombres y títulos enseñados a través de las Sagradas Escrituras. Mientras más leamos las Sagradas Escrituras, más conoceremos a Dios, y más amaremos a Dios, y más adoraremos a Dios. Que, por medio de Cristo, conozcamos más a Dios.
Dios bendiga a su iglesia.
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[1] Pratt, Richard L; Pray Whit Your Eyes Open (1953), pp. 183-190, en Inglés.
[2] Roberts, Edward A.; Pastor, Bárbara (2005). «deiw-». Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española. Alianza. p. 34. ISBN 84-206-5252-0.
[3] https://es.wikipedia.org/wiki/El_Shaddai (recuperado el 5 de diciembre 2022).
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