GLORIA IN EXCELSIS DEO, DE LOS ÁNGELES: BENDICIONES QUE PRODUCEN GOZO AL PECADOR

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GLORIA IN EXCELSIS DEO, DE LOS ÁNGELES: BENDICIONES QUE PRODUCEN GOZO AL PECADOR.

Lucas 2:8-14.

 

    INTRODUCCIÓN: En los mensajes anteriores hemos aprendido lecciones acerca de los primeros dos cantos evangélicos registrados por el apóstol San Lucas.  Aprendimos diversas lecciones acerca de “El Magnificat” o “Cántico de María”, y luego de “El Benedictus” o “Cántico de Zacarías”.  En este momento aprenderemos acerca del “Gloria in Excelsis Deo”, o “Cántico de los Ángeles” que vinieron a anunciar a unos humildes pastores de rebaños de ovejas, que Jesús había nacido.  Es un cántico conocido en la liturgia de algunas confesiones cristianas, como la doxología mayor.  No hay canto más excelso, precioso, divino, angelical, y celestial que alguna vez se haya escuchado entonado por ángeles al servicio de Dios; es el Gloria in Excelsis Deo, que no nace del corazón del destacado pianista Johan Sebastian Bach que parece ser el primero en hacer una versión de este canto, ni de Antonio Vivaldi quien tiene una preciosa versión de este revelado cántico angelical.  El cántico fue inspirado desde el corazón de Dios, y ejecutado por las magníficas y perfectas voces de los ángeles celestiales.

   Como puede observarse en los primeros versículos 8 al 12 de Lucas 2, el anuncio del nacimiento de Jesús a los pastores que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño” (Lucas 2:8), fue primeramente por un ángel cuyo anuncio fundamental fue: “… he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10-11).  Como ustedes pueden notar las nuevas (o sea, las buenas noticias del último momento) que el ángel les anuncia a los pastores, y que nadie jamás había conocido, son descritas como “nuevas de gran gozo”, tema que generalmente se aborda los terceros domingos de adviento.

   Dios tenía en su voluntad traer y derramar gozo en el corazón de los seres humanos con esta especial noticia, de que el tiempo de la promesa que Dios dio desde el tiempo de Adán y Eva cuando dijo Dios a la serpiente que “pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, …” (Génesis 3:15).  Le había llegado el momento al diablo para su derrota final. Jesús el que había nacido allá en Belén era la simiente de Eva que le daría el golpe mortal en la cabeza.  Esto era suficiente motivo de gozo para los seres humanos. ¿No así lo entiende usted?

   Pero, el detalle que hoy quiero resaltarles es que tan pronto como este primer ángel hizo su anuncio con motivo gozoso, repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: 14 ¡Gloria a Dios en las alturas, (PERO TOMEN NOTA DE LO SIGUIENTE QUE CANTABAN LOS ÁNGELES): y en la tierra paz, (LA PAZ JUNTO CON EL GOZO ES ANUNCIADO A LOS PASTORES COMO BENEFICIO DEL NACIMIENTO DE JESÚS;  luego los ángeles dijeron también), buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13-14).  Estas son las breves, únicas y sencillas pero poderosas y significativas palabras del cántico conocido como GLORIA IN EXCELSIS DEO, por sus primeras palabras en idioma latín.

   Lo que hoy voy a predicarles es que el GLORIA IN EXCELSIS DEO nos revela qué bendiciones procedentes de Dios necesita recibir el pecador para disfrutar el gozo que Dios desea que sintamos.  / ¿Qué bendiciones procedentes de Dios necesita recibir el pecador para disfrutar el gozo que Dios desea que sintamos? / Basado en El GLORIA IN EXCELSIS DEO de aquel grupo de ángeles, y basado en el mensaje del primer ángel que habló a los pastores, les compartiré en este mensaje, tres bendiciones procedentes de Dios.

 

   La primera bendición procedente de Dios que el pecador necesita recibir para disfrutar el gozo que Dios desea que sintamos es:

I.- LA GRACIA DE DIOS.

   Ya he mencionado que el cántico está compuesto por breves palabras.  Consiste únicamente en: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14).  Esto es todo.  Como un 90% más corto que el Magnificat de María, y que el Benedictus de Siméon. No sé si lo cantaron como los salmistas modernos que repiten dos, tres, o más veces la letra de sus cantos, porque si fuera de solamente una vez, entonces el cántico no duró más que unos 6 segundos, lo que a mí me llevó leer estas palabras.  Pero, lo que quiero resaltar en esta parte de mi predicación es primeramente lo que cantaron al final que dice: “buena voluntad para con los hombres”.  Analizando bien el contexto del mensaje que comunicaban los ángeles, no era una invitación para que los humanos tengan buena voluntad, porque esto no puede proceder tan sencillamente de ningún ser humano por estar afectada su voluntad por el pecado.  Si es que pueda haber alguna buena voluntad en los seres humanos, es solamente porque Dios capacita a las personas a tener la buena voluntad necesaria.

  Pero, en este contexto, lo que los ángeles estaban comunicando no es algo que primeramente corresponda hacer a los humanos, sino que Dios quien estaba teniendo “buena voluntad” para con los seres humanos.  Desde que el ser humano pecó, Adán y Eva, y luego toda su posteridad que incluía a toda la gente que había existido hasta en los tiempos del nacimiento de Jesús, pero también existente hasta en la actualidad, quedamos sin capacidad de tener voluntad ni para buscar a Dios, ni para hacer el bien a los demás, y ni por nosotros mismos.  En cuanto a nuestra salvación, después de Adán, nunca alguien estuvo en capacidad de hacer lo necesario para salvarse a sí mismo.  Solamente podría haber salvación, si Dios hiciere algo a favor de la humanidad.  Pero, Dios ya había tenido desde la eternidad antes de crear todo lo que existe, la “buena voluntad” de salvar a quienes Él quiera salvar.  El nacimiento de Jesús era la manifestación de la “buena voluntad” de Dios “para con los hombres”.

   Así que estas últimas palabras del cántico angelical, implica que Dios está tratando de manera especial a quienes él quiere anunciar su buena noticia, que el ser humano que no tiene capacidad de salvarse por ningún mérito que intentase hacer, Dios ha tenido la buena voluntad de traer salvación por medio de su Hijo, el Salvador, que ya había nacido en este mundo, cerca de donde se encontraban aquellos humildes y privilegiados pastores de ovejas.  En otras palabras, es la gracia de Dios que estaba siendo anunciada no solamente para los pastores que escucharon el cántico, sino “para con los hombres” a quienes Dios quiere salvar a pesar de nuestra incapacidad espiritual de ser salvos por nuestros medios en intenciones personales.   Los ángeles, en el GLORIA IN EXCELSIS DEO, estaban anunciando que la gracia de Dios se estaba manifestando con la presencia de Jesucristo entre la humanidad.  Esta gracia es la que nos conviene recibir, y que llenará nuestra vida de gozo.  Pues, ¿no llena de gozo saber que no pudiendo salvarnos por medio de nada que exista, o que hagamos, pero sí se puede, y es seguro por medio del Cristo que ha nacido?  Reciba usted la gracia de Dios que Él nos ofrece por medio de su Hijo, y usted se sentirá el gozo que Dios quiere que usted sienta, gozo que nada del mundo se lo podrá jamás quitar a usted.

 

   La segunda bendición procedente de Dios que el pecador necesita recibir para disfrutar el gozo que Dios desea que sintamos es:

II.- LA PAZ DE DIOS.

   Basado en las breves palabras del cántico de la multitud de los ángeles que cantaron el GLORIA IN EXCELSIS DEO, inmediata y precisamente después de cantar: ¡Gloria a Dios en las alturas”, sus siguientes palabras fueron: “y en la tierra paz, …!” (Lucas 2:14).  Esta indicación no solamente resalta la gloria que Dios se merece y que siempre ha recibido estando “en las alturas” eternas, sino que resalta el deseo que Dios tiene de hacer llegar en el corazón de los seres humanos SU PAZ que tanta falta hace a los humanos en sus corazones.  Esta PAZ es de Dios, la buena voluntad para con los hombres”.

   En la primera parte de esta predicación les enfaticé que no se trata de hombres con buena voluntad para con Dios, pues la condición de pecadores hace que no tengan ninguna inclinación natural para acceder a obtener ni un solo beneficio divino, a pesar de estar siempre disponible.  Es hasta que Dios regenera nuestra voluntad, es que podemos interesarnos por lo que es divino, eterno, y celestial, que tanto hace falta en nuestra vida humana, aunque temporal, y terrenal.  En otras palabras, cuando recibimos algo de Dios, es en realidad, por su gracia, o más bien, porque él así lo quiso, pues nosotros nunca lo hubiésemos querido.  La paz que Dios anunció a la humanidad mediante aquel coro angelical cuando cantaron “y en la tierra paz”, aunque lo habíamos necesitado, ni lo podíamos buscar y encontrar en algo que hubiese aquí en la tierra, pues solamente había estado disponible en Dios; y aunque estaba disponible en Dios, ni nos interesaba, ¿no es cierto? Vivíamos sin estar en paz con Dios, y no nos preocupábamos de ello; vivíamos sin paz en nuestra vida, y así nos la pasábamos sufriendo en nuestros corazones, que al mismo tiempo y consecuencia no tenía gozo; y vivíamos sin importar si causábamos daño a los demás. ¡Qué vida miserable!

  La paz que nos trajo Jesús desde su navidad es la que primeramente nos pone en buena relación con Dios, luego surte su efecto en nuestra vida personal que se hace notar en nuestra manera de pensar, hablar, decidir, y actuar, etc…, y después se hace evidente en nuestras buenas relaciones con las demás personas y con todo lo que nos rodea.  Es esta paz divina a la que Jesús se refirió casi al final de su ministerio, cuando se despedía de sus propios discípulos la misma noche de su última cena de pascua, a quienes dijo: La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).  La paz de Jesús que es la paz procedente de Dios, y que es la paz anunciada por aquel coro de ángeles que resaltaron la navidad de Jesús, es la paz que capacita al ser humano para enfrentar las adversidades que nos aparecen muchas veces y de manera espontánea en muchos momentos de nuestra vida.  La paz de Dios, cuando se establece en el corazón, estabiliza la mente, la voluntad, y toda la vida en general ante Dios, con uno mismo, y con los demás.  ¡Cómo no sentir gozo en la vida, mientras la paz de Dios hace esta transformación en la vida!   Además, es necesario resaltar que la paz de Dios que al mismo tiempo nos pone en paz con Él, tiene efecto no solamente en la dimensión de lo terrenal de la actualidad, sino que, habiendo hecho la paz con Dios, somos conducidos hacia la eternidad donde la vida no tiene limitaciones de toda clase de bendiciones divinas.  ¡Cómo no sentir gozo, tal como lo anunció el primer ángel que dijo: “… he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10-11)!  Este Salvador, este Cristo “nacido”, que trajo la paz de Dios, genera gozo en el corazón humano.  Ojalá usted no deseche, sino que reciba esta paz que genera gozo.

 

   La tercera bendición procedente de Dios que el pecador necesita recibir para disfrutar el gozo que Dios desea que sintamos es:

III.- EL CRISTO DE DIOS.

   Retomando las palabras del primer ángel, las noticias que él trajo y que sus compañeros ángeles estaban a punto de anunciar con respecto al nacimiento de Jesús, son: “nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo” (Lucas 2:10), y lo siguiente que les comunicó es “… que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11).  El que había nacido era nada menos que el “CRISTO”, o sea el Mesías que Dios había prometido a su pueblo.  Este Cristo, por naturaleza es “el Señor”, o sea, nada menos que Dios en él; y luego, además, era el Salvador.  Jesús vino para ser el Salvador de los pecadores elegidos de Dios.  Y aquel que le recibía como Salvador, automáticamente era beneficiario del gozo de Dios para su vida.

   Los ángeles supieron desde el cielo que el pequeño que ha nacido es el CRISTO, que es el Señor que dejó su trono de gloria.  Sabían que era el Salvador.  Los pastores que visitaron al recién nacido CRISTO, no se perdieron la oportunidad de ir a encontrarse con aquel CRISTO verdadero, el Hijo de Dios.  Dice el último versículo del episodio que narra este encuentro de los pastores con Jesús, el versículo 20, que: volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho” (Lucas 20:20).  Estoy seguro de que no solamente glorificaron y alabaron a Dios hasta después de haber visto a Jesús, sino que debieron hacer lo mismo en el establo donde encontraron al CRISTO.  Quizá no cantaron para no despertar al bebé, pero sus corazones debieron estar rebosando no solamente de gozo, sino de adoración, y de actitud de glorificar a Dios. Pero, lo que quiero resaltar en este momento, es que creyeron que Jesús es el CRISTO.  Creer que Jesús es el CRISTO es una buena noticia que llena de gozo.  Y el que cree que Jesús es el CRISTO, no solamente lo cree, sino que le recibe en corazón (cf. Juan 1:12, que indica que le recibieron los que creyeron en él).

   Quizá a poco más de un mes de haber nacido Jesús el CRISTO, no sé si antes de que Jesús fuese presentado en el templo o después, en el relato que San Mateo presenta acerca de la visita de los magos, dice que: la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño. 10 Y al ver la estrella, se regocijaron con muy grande gozo” (Mateo 2:9-10).  Observen como el versículo 10 de Mateo 2, dice que ellos “se regocijaron con muy grande gozo”.  Toda persona que tiene un encuentro con Jesús, su vida cambia de un estado de lamento, de tristeza, de aflicción, de desconsuelo, a tener, sentir, y disfrutar un “muy grande gozo”.  Simeón, el ancianito que tomó en sus brazos a Jesús el día que fue llevado al templo para ser presentado a Dios el Padre, en sus palabras en las que bendiciendo a Dios también menciona la palabra paz, se puede observar el gozo y satisfacción que este hombre de Dios tuvo por el hecho de conocer nada menos que al CRISTO, o al “Ungido del Señor” como lo menciona San Lucas (cf. Lucas 2:25).   Al decir Simeón: “Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz”, reconociendo que él el día de su muerte ya era muy cercano, se percibe que, en aquel acto y momento su corazón estaba lleno de gozo.  Este es el gozo que Dios quiere que sintamos en nuestro corazón, el gozo de creer que Jesús es el Cristo, y el gozo de recibir en el corazón a este mismo Cristo de Dios.

 

   CONCLUSIÓN: Amados oyentes.  Solamente para repasar lo que les he compartido en esta predicación: El cántico angelical GLORIA IN EXCELIS DEO, nos enseña que debemos recibir el nacimiento de Jesús como una expresión de la gracia de Dios; que debemos recibir la paz de Dios por medio de su Hijo Jesucristo; y que debemos recibir al CRISTO de Dios en nuestro corazón, para poder disfrutar el gozo que Dios preparó de antemano para que sus elegidos y creyentes de su santo Hijo Jesús tengamos en nuestra vida la absoluta satisfacción que un ser humano pecador podría disfrutar gracias al amor incondicional que Dios nos tiene.

   No dejes de recibir la gracia de Dios, la paz de Dios, y al Cristo de Dios.  Bendiciones mis amados oyentes, y hermanos en la santísima fe en Cristo.

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El Pbro. Diego Teh Reyes, es Licenciado en Teología y Servicio Social; Maestro en Estudios Teológicos; y Doctorante en Ministerio; y actualmente es Ministro de la Palabra y los Sacramentos como pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México "PENIEL", de la ciudad de Mérida, Yucatán.

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