JUAN, UN LLAMADO PARA MÁS ALLÁ DE LAS REDES Y LAS BARCAS.
Mateo 4:18-22.
“Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. 19 Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. 20 Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. 21 Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. 22 Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron” (Mateo 4:18-22).
INTRODUCCIÓN: Para mí, esta historia del ministerio de Jesús llamando a los que él quiso que sean sus discípulos para que posteriormente sean sus apóstoles, y que tuvieran alguna otra asignación o comisión especial en virtud de haber sido sus discípulos. Me impresiona muchísimo que Jesús no anduvo en busca ni siquiera de los más estudiados religiosos que habían de a montón en las sinagogas de todas partes de Palestina; ni siquiera buscó a las autoridades de la religión como al sumo sacerdote de judaísmo en Jerusalén para pedirle que le provea de un grupo de los sacerdotes que estaban a su cargo; ni anduvo buscando ni en Palestina ni fuera de ella a los más estudiados de la época como a los griegos que tenían habilidades filosóficas. Jesús llamó a hombres que no contaban más que con experiencia de remar sobre pequeñas barcas, usar y reparar redes para pescar en el mar. Estos fueron de los primeros que él llamó. Esta historia que ahora hemos leído nos habla de 4 de sus apóstoles que eran nada más que pescadores, y se trata de los hermanos Pedro y Andrés, y de los hermanos Jacobo y Juan, estos dos últimos, hijos de un tal Zebedeo. Sin embargo, para este mensaje, me voy a enfocar en uno de estos 4 pescadores, el que se llama JUAN; y el mensaje que expondré le he titulado: JUAN, UN LLAMADO PARA MÁS ALLÁ DE LAS REDES Y LAS BARCAS.
También quiero resaltar que cuando todos estos fueron llamados por Jesús, no eran unos señores de 30, 40 o 50 años, sino todavía unos jovencitos que evidentemente no eran ni siquiera independientes en cuanto a su trabajo, sino que trabajaban con y para el papá. En el caso de Juan, se estima que tenía como 19 años, pues su nacimiento ocurre cuando Jesús ya tenía 11 años, y cuando Jesús ya tenía 30 años e inicia su ministerio, Juan ya tenía 19; siendo para ese entonces, el más joven de todos los apóstoles, que por cierto, también fue el que vivió más tiempo hasta sus 88 años, muriendo en el año 99 d.C. En virtud, entonces, de haber sido llamado Juan por Jesús cuando él tenía 19 años, en este mensaje le estaré llamando el joven discípulo Juan o el joven apóstol Juan. Por eso, considero que este mensaje acerca de la juventud, llamado, y ministerio de Juan, debe de ser de interés para cada uno de ustedes.
De manera particular, lo que ahora voy a predicarles es que: Todo joven debe responder al llamado de Jesucristo con actitudes correctas. / ¿Cuáles son las actitudes correctas con las que todo joven debe responder el llamado de Jesucristo? / En esta predicación les presentaré tres de estas actitudes correctas.
La primera actitud correcta con la que todo joven debe responder el llamado de Jesucristo es:
I.- QUERIENDO SER SU DISCÍPULO COMPROMETIDO.
Observemos que luego del llamado que Jesús les hizo especialmente a Juan ya su hermano Jacobo, se dice de ellos al final del versículo 22, que: “le siguieron” (Mateo 4: 22c). Desde luego, que estas palabras expresadas en plural incluyen a Jacobo, sin embargo, como nos vamos a limitar en conocer a Juan, entendamos que, en dicha expresión lo que Mateo también está diciendo es que Juan, luego de ser llamado a hacerse alumno de Jesús, le siguió comprometidamente.
Un detalle del ser alumno o discípulo en aquellos tiempos, no es como en la actualidad que sales de tu casa, te subes al autobús, la combi, el uber, o el taxi, e incluso en el mototaxi, el triciclo, tu motocicleta, o mínimo en tu bicicleta, y te vas a tu escuela en donde te espera tu maestro de todos los lunes a viernes, por lo menos durante todo un año. En aquellos tiempos, si querías aprender de algún maestro ya sean temas teóricos o prácticos, espirituales o morales, al salir de tu casa e ir con el que será tu maestro, no regresarás quizá el mismo día, o quizá en semanas, o meses. A donde quiera que fuese tu maestro, tendrías que seguirle, a pie.
Con respecto de este sistema de discipulado, cuando alguien era invitado por Jesús para que le siguiese, o cuando alguien buscaba a Jesús para decirle que quería ser su discípulo, él solía hacer la siguiente aclaración: “Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Lucas 9:58). A esto le llamo discípulo comprometido, porque Juan, y así su hermano Jacobo, e igual los hermanos Andrés y Pedro, dice San Mateo en su narración que todos ellos dejaron desde las redes hasta la barca en la que trabajaban y a sus mismos padres, y “le siguieron”. Lo mismo hizo también Mateo el cobrador de impuestos cuando Jesús pasa donde él trabajaba, pues, la narrativa de Mateo mismo dice que: “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió” (Mateo 9:9).
Ahora, el sistema de discipulado ya no es como en aquellos tiempos, sin embargo, implica compromiso aun cuando el discipulado lo recibirás en la iglesia que tienes a una colonia de distancia de tu casa, o hasta a unas pocas calles de tu domicilio; y es más, a veces hasta solamente con un click en alguna aplicación ya instalada en el celular que tanto amas y no dejas de llevar contigo; o en la comodidad de tu casa mediante una computadora personal. Lo importante aquí es que tú como joven no olvides que el ser discípulo de Jesús requiere compromiso, compromiso, y compromiso. ¿De acuerdo? Quizá debes levantarte no del banco de los tributos públicos como Mateo, sino de tu cama, de tu hamaca, o de otra comodidad e ir a la reunión de la iglesia, al estudio bíblico, etc… para formarte como un verdadero y buen discípulo de Jesús.
La segunda actitud correcta con la que todo joven debe responder el llamado de Jesucristo es:
II.- RENUNCIANDO A CUALQUIER COSA QUE PUEDA OBSTACULIZAR EL DISCIPULADO.
La expresión que describe esta actitud de Juan juntamente con su hermano Jacobo, y de sus amigos Andrés y Pedro, es la que en los versículos 20 y 22 de nuestra lectura dice de Andrés y Pedro: “dejando … las redes, le siguieron” (v. 20), y de Juan y Jacobo dice que: “dejando … la barca y a su padre, le siguieron” (v. 22). Todo aquel que quiere unirse al discipulado de Jesús, y todo aquel que quiere unirse a cualquier proyecto de Dios siempre tiene que dejar algo que le podría ser un impedimento. Sin duda que lo primero que hay que renunciar es la vida pecaminosa y licenciosa que uno probablemente ha estado llevando, porque el pecado es causa de impedimento para el servicio del discipulado; pero, en otras ocasiones, se requiere renunciar el tipo de trabajo absorbente que uno hace en el cual no hay ningún momento apropiado ni para Dios ni para la comunión cristiana con otros creyentes; a veces, se requerirá renunciar el tiempo absorbente y muy distractivo de ir a donde amigos o hasta los mismos familiares quieren que estemos con ellos como señal de unidad familiar, pero, unidad sin apego a la vocación de la fe en Jesucristo. En fin, siempre habrá algo que uno tiene que renunciar, porque el llamado de Dios siempre nos querrá conducir más allá del trabajo, y hasta más allá de la familia que no comulga con la fe en Jesucristo.
Podemos recordar, por ejemplo, que cuando Dios llamó a Abram con quien Él comenzó a formarse una nación grande para ser su pueblo amado en este mundo, Dios le dijo a aquel hombre: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré” (Génesis 12:1). Así podemos ver que ocurren otros llamados de personas a alguna misión o proyecto especial de Dios. Siempre habrá algo que renunciar, que al final de todo, se podrá evaluar que valió la pena aquella decisión. Aunque en algunos momentos, la tarea y las adversidades que se enfrentarán en el transcurso del proyecto, harán que uno perciba también algunos sufrimientos o aflicciones, el final siempre será glorioso, lleno de satisfacción de haberlo hecho, gracias al llamado que Dios hizo. Jesús, lo explicó diciendo que: “Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna” (Mateo 19:29).
Esta renuncia, estimados jóvenes, no fue solamente una condición para aquellos personajes registrados en las Sagradas Escrituras como si fueses historias épicas y únicas, sino que también fue una necesidad y responsabilidad en todos los hijos de Dios de todos los tiempos. Esto implica que también cada uno de ustedes tiene que tomar la decisión de dejar o renunciar justamente aquello que podría ser causa de impedimento para ser el buen discípulo que Jesús espera de ustedes. Juan tuvo que dejar barca y padre para ser discípulo y para ser predicador del reino de Dios.
La tercera actitud correcta con la que todo joven debe responder el llamado de Jesucristo es:
III.- ACEPTANDO EL LLAMADO “AL INSTANTE”.
Lo que podemos observar no solamente de Andrés y Pedro que cuando Mateo nos dice que ellos dejaron sus redes, es que ¿cuánto tiempo esperaron para tomar la decisión de seguir a Jesús? ¿Le dijeron, a caso, que les pase a ver allá en la playa más tardecito, o al día siguiente cuando regresen al trabajo? No. Ellos no pidieron más tiempo para pensarlo mejor, sino que luego de haber sido llamados a unirse al equipo de discípulos que se dedicarían a ser “pescadores de hombres”, el texto dice que “dejando al instante las redes, le siguieron” (v. 20); y en cuanto a Juan junto con su hermano Jacobo (o Santiago, que es el mismo nombre de la misma persona), también se dice lo mismo, que: “dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron” (v. 22). La expresión que describe el tiempo que requirieron para tomar la decisión de unirse al discipulado de Jesús fue: “al instante”.
Por lo general, Dios no llama a nadie para ponerlo en descanso o en espera de turno en la banca, aunque tampoco llama de última hora cuando ya se trata de una emergencia, sino que el momento de su llamado es simplemente puntual, y justo en el momento cuando el llamado debería responderse afirmativamente en ese preciso momento; no tiempo después. Se presupone, con certeza, de que cuando Dios llama a alguien es porque Dios le ha considerado que tal persona es la que ya ha sido preparada por Dios o que sin falta le proveerá de los dones necesarios para llevar a cabo las funciones del llamado o encomienda que recibe. El que recibe el llamado debe considerar que quien le está llamado es nada menos que el “único y sabio Dios” (cf. 1 Timoteo 1:17) que sabe muy bien porque no llama a otra persona sino a justo a la que está llamado.
Estimado joven, no hay nada que pensar porque quien debió haber pensado si te llama es Dios, y en su caso, Él ya lo pensó, y consideró que la persona a ser llamada, en este caso sería nada menos que tú; y no hay más tiempo que tú requieras. Cualquier tiempo adicional que uno quiera es nada menos que una excusa de no querer hacerle caso a Dios. Así que todo apunta que en el llamado que Dios tiene para ti, la decisión igualmente debe ser tomada por ti, “al instante”.
CONCLUSIÓN: Lo que quise que ustedes observasen a lo largo de este mensaje es que al haber Juan respondido con buenas actitudes el llamado de Jesús, él fue convertido por Dios en un predicador del reino de Dios, en un apóstol de Jesús para enseñar los fundamentos de la fe a aquella primera generación como para la posteridad, siendo que escribió para ello el libro del Santo Evangelio conocido como Según San Juan; y tres epístolas pequeñas que se encuentran casi al final de nuestras biblias. Es así como Dios llamó desde su juventud al joven Juanito, y los hizo su discípulo, su predicador, su apóstol, su escritor. Lo sacó de las redes y las barcas dándole una visión más allá de las labores cotidianas a las que se estaba habituando juntamente con su papá allá en el mar de Galilea; y le convirtió en un “pescador de hombres” junto con los demás que fueron llamados a ser apóstoles.
En la actualidad Dios no requiere apóstoles para establecer nuevos fundamentos de la fe, por lo que no te llamará para ello; pero todos ustedes pueden ser llamados “para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9); Dios ya no requiere quienes escriban la revelación necesaria para que su pueblo tenga por escrito el conocimiento de las cosas que uno debe creer en cuanto a Dios y lo que uno debe hacer con sus semejantes, pero todos ustedes pueden escribir libros, artículos, sermones, que edifiquen a la iglesia de nuestro Señor o que traigan al arrepentimiento a muchas personas que ahora viven sin esa gracia. Así como Dios llamó a Juan detrás de las redes, la barca, y su padre, así podría estar hoy llamándote para sacarte quizá de la profesión que tienes, del estudio que hacen en la universidad, del oficio que estás desempeñando para ganarte el pan de cada día. Tal como Dios llevó a estos pescadores para ser ministros del evangelio, Dios lo sigue haciendo en la actualidad con albañiles con “medias cucharas”, con taxistas, con tianguistas, con repartidores en motocicleta, con vendedores de mostrador, con hombres y mujeres de oficina, con intendentes y afanadores de escuelas y otros edificios públicos y privados como en los bancos, mercados, escuelas, etc… Solamente que Dios espera que para llevarte más allá de donde estás, que quieras ser un discípulo comprometido con Jesucristo su unigénito y eterno Hijo; que renuncies a todo aquello que pueda ser para ti un obstáculo para que él te lleve al siguiente nivel de su discipulado; y que la decisión de su llamado la tomes no mañana, ni en el próximo sermón de esta iglesia o de un servidor, sino ahora mismo, porque Dios siempre espera que las decisiones a su llamado sean tomadas “al instante”.
Que la gracia de Dios le de a cada uno de ustedes la gracia de poder aceptar el llamado que él tiene preparado para cada uno de ustedes los jóvenes de esta amada iglesia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
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