UN SACRIFICIO PARA UNA NUEVA HUMANIDAD.
Génesis 8:1-22.
Predicado por el Pbro. Diego Teh Reyes, el domingo 10 de marzo 2024, a las 11:00 hrs. en la Iglesia. El Divino Salvador, de la Col. Centro, de Mérida, Yuc, como tercer sermón de la serie: EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO.
“Y se acordó Dios de Noé, y de todos los animales, y de todas las bestias que estaban con él en el arca; e hizo pasar Dios un viento sobre la tierra, y disminuyeron las aguas. 2 Y se cerraron las fuentes del abismo y las cataratas de los cielos; y la lluvia de los cielos fue detenida. 3 Y las aguas decrecían gradualmente de sobre la tierra; y se retiraron las aguas al cabo de ciento cincuenta días. 4 Y reposó el arca en el mes séptimo, a los diecisiete días del mes, sobre los montes de Ararat. 5 Y las aguas fueron decreciendo hasta el mes décimo; en el décimo, al primero del mes, se descubrieron las cimas de los montes.
6 Sucedió que al cabo de cuarenta días abrió Noé la ventana del arca que había hecho, 7 y envió un cuervo, el cual salió, y estuvo yendo y volviendo hasta que las aguas se secaron sobre la tierra. 8 Envió también de sí una paloma, para ver si las aguas se habían retirado de sobre la faz de la tierra. 9 Y no halló la paloma donde sentar la planta de su pie, y volvió a él al arca, porque las aguas estaban aún sobre la faz de toda la tierra. Entonces él extendió su mano, y tomándola, la hizo entrar consigo en el arca. 10 Esperó aún otros siete días, y volvió a enviar la paloma fuera del arca. 11 Y la paloma volvió a él a la hora de la tarde; y he aquí que traía una hoja de olivo en el pico; y entendió Noé que las aguas se habían retirado de sobre la tierra. 12 Y esperó aún otros siete días, y envió la paloma, la cual no volvió ya más a él.
13 Y sucedió que en el año seiscientos uno de Noé, en el mes primero, el día primero del mes, las aguas se secaron sobre la tierra; y quitó Noé la cubierta del arca, y miró, y he aquí que la faz de la tierra estaba seca. 14 Y en el mes segundo, a los veintisiete días del mes, se secó la tierra.
15 Entonces habló Dios a Noé, diciendo: 16 Sal del arca tú, y tu mujer, y tus hijos, y las mujeres de tus hijos contigo. 17 Todos los animales que están contigo de toda carne, de aves y de bestias y de todo reptil que se arrastra sobre la tierra, sacarás contigo; y vayan por la tierra, y fructifiquen y multiplíquense sobre la tierra. 18 Entonces salió Noé, y sus hijos, su mujer, y las mujeres de sus hijos con él. 19 Todos los animales, y todo reptil y toda ave, todo lo que se mueve sobre la tierra según sus especies, salieron del arca.
20 Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. 21 Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho. 22 Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche” (Génesis 8:1-22).
SERIE: “EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO”.
Objetivo: Proclamar la maravillosa historia de la salvación anunciada desde el Antiguo Testamento a través de la figura del Cordero y cumplida en el Señor Jesús, el único Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, para que la gente conozca y rinda su vida a Cristo como el único y suficiente Salvador.
INTRODUCCIÓN: A pesar de que las historias de muerte nos causan tristeza, la historia del diluvio registrada en las Sagradas Escrituras de nuestra fe, no solamente remueve nuestras emociones de tristeza, sino que también tiene la función de mover nuestras conciencias con respecto de nuestra relación con el Dios de la historia, el Dios de Adán, Dios de Abel, Dios de Set, Dios de Enós y de Enoc, Dios de Matusalén, e igual Dios de Noé. Para aquel tiempo de Noé, todavía no habían existido Abraham, Isaac, y Jacob (faltaba unos 350 años para que Abraham naciera, y poco más de 800 años antes de que Moisés naciera). Es muy probable que todos ustedes hayan leído esta historia en el primer libro de Moisés, el Génesis, o quizá hayan escuchado alguna vez su lectura. En este culto no le dimos lectura a toda la historia del diluvio, sino solamente a la historia que de los acontecimientos sobresalientes a partir del momento que cesó propiamente el diluvio.
Según la cuenta de los analíticos de la historia, fueron 371 días adicionales después de los 40 del diluvio cuando Noé y su familia pudieron salir del arca (cf. Génesis 7:12, 24; 8:4-6, 10, 12-14); sin embargo, en el desarrollo de este mensaje no usaré como fundamento la historia de los acontecimientos ni de los 40 días y noches del diluvio, ni de los 371 días de espera para salir del arca, sino que me enfocaré solamente en el primer acontecimiento que Moisés registra tras la salida de Noé y su familia del arca de su salvación, aunque no necesariamente abarcaré cada todos los detalles de dicho registro escritural. La historia de aquel primer acontecimiento postdiluviano relatado en los versículos 20 al 22 de Génesis 8, dice: “Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar. 21 Y percibió Jehová olor grato; y dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho. 22 Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche” (Génesis 8:20-22). En la exégesis cristiana este sacrificio prefiguraba al sacrificio de Cristo por el pecado de la humanidad.
Basado en este relato de Moisés, hemos titulado el mensaje de este momento como: UN SACRIFICIO PARA UNA NUEVA HUMANIDAD; siendo este título el tercer mensaje de 14 predicaciones que tendrá la serie dominical y de semana santa de este año que ha sido titulado de manera amplia como: EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO. Si hiciéramos un comparativo de Génesis 1 con Génesis 8 y 9, encontraremos un paralelismo interesante que pareciera que en Génesis 8 y 9 se relata algo así como una segunda creación de Dios con la familia de Noé el justo (cf. Génesis 6:9; 7:1) en la que todo comienza de nuevo[i], excepto que Dios erradicó a la gran mayoría de los pecadores, pero no erradicó todavía la presencia y poder del pecado que Noé, su esposa, sus nueras y sus hijos habían heredado de la naturaleza y culpabilidad de Adán. Por eso hablaré en este mensaje de una nueva humanidad, aunque de una nueva humanidad siempre pecadora; y aunque en el texto que fundamenta este mensaje no menciona expresamente a un cordero, este animal queda incluido dentro de los “animales limpios”; y con respecto de las “aves limpias” podemos hacer la lista haciendo una lectura de Levítico 11 y Deuteronomio 14; aunque en realidad no solamente la sangre de los corderos eran útiles para los sacrificios aceptables para Dios. Siempre y cuando el animal sacrificado sea un animal considerado limpio por Dios (no limpio de no haberse ensuciado con lodo, o por ya haberlo lavado, sino limpio en el sentido de permitido por Dios), no importa si era cordero, buey, una paloma, o hasta una tórtola, era aceptable. Así que bien, podría decirse, igual, con referencia a Jesús que él es la paloma de Dios, que él es la tórtola de Dios que quita el pecado del mundo, y esa correcta la expresión; sin embargo, en el Nuevo Testamento predomina más la mención del Cordero, porque era el animal usado más comúnmente. Sin embargo, muchas veces, la gente pobre que no podía comprarse un cordero podía comprar una paloma o una tórtola, con el cual podía cumplir con el mismo fin de ofrecer sacrificio por su pecado o por la gratitud que tenía en su corazón para Dios.
Por otra parte, no está de más recordar también que el apóstol Pablo dice a los Efesios acerca de los elegidos de Dios para salvación que “somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10); es decir, que también nosotros somos una nueva humanidad elegida de Dios, no procedentes ni de Adán, ni tampoco de Noé, ni de alguno de sus hijos Sem, Cam, y Jafet, sino “en Cristo Jesús”. Es suficiente para comprender que los que creemos en Jesucristo el Hijo de Dios somos también una nueva humanidad de la gracia de Dios cuando San Pablo dice a los Corintios que: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Somos una nueva humanidad no creados ni según Adán, ni según Noé, sino según Cristo Jesús.
Pero, lo que de manera precisa voy a predicar en este momento es que: La nueva humanidad para mantener su relación con Dios siempre necesitó de un sacrificio. Pero ¿Por qué la nueva humanidad para mantener su relación con Dios siempre necesitó de un sacrificio? En este mensaje voy a compartirles algunas razones.
La primera razón porque la nueva humanidad para mantener su relación con Dios siempre necesitó de un sacrificio es:
I.- PORQUE EL PECADO SIEMPRE HA REQUERIDO EL DERRAMAMIENTO DE SANGRE HASTA LA MUERTE DEL PECADOR O DE ALGUIEN QUE LO REPRESENTE.
Como ustedes debieron haber observado en esta porción de Génesis 8, lo primero que hizo Noé, no fue buscar dónde quedó y que condiciones quedó su casa en la que apenas hace unos 415 días todavía vivía en ella; tampoco quiso primeramente asegurarse de tener una casa donde vivir, sino que según la historia relatada por Moisés y que describe lo que fue su primera prioridad, dice en el versículo 20:“Y edificó Noé un altar a Jehová, y tomó de todo animal limpio y de toda ave limpia, y ofreció holocausto en el altar” (Génesis 8:20). Siendo Noé un hombre, que según Moisés en Génesis 6:9 dice de él que era “varón justo”, y que “era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé”, habría durante los primeros 600 años de su vida (cf. Génesis 8:13) ofrecido a Dios, no pocas veces, sacrificios por su pecado y por las de su familia.
En este punto podemos recordar de la historia de Adán y Eva que tras haber ellos desobedecido a Dios y se sintieron y se descubrieron desnudos como evidencia de su culpabilidad de desobediencia a Dios, por ello Dios mismo tuvo que sacrificar por lo menos uno o quizá más de uno de los animales recién creados por él para cubrir sus cuerpos por causa de la vergüenza que el pecado les trajo. Aquel sacrificio que implicó derramamiento de sangre, se puede interpretar como un acto representativo y sustitutivo en que aquel animal que murió para solucionar un problema del pecado de ellos, simbolizó nada menos que el acto divino en que Jesús el Cordero de Dios derramando su sangre para la solución del pecado humano de los elegidos de Dios, que por cierto el apóstol Juan refiriéndose a Jesús en su escrito del Apocalipsis dice que él es el: “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8). Es decir, desde el principio de la creación, desde que el ser humano es pecador, ha sido necesario desde entonces y por siempre un sacrificio por el pecado. Por eso Abel hijo de Adán, ofreció en ofrenda a Dios “más excelente sacrificio que Caín” (Hebreos 11:4), pues, “trajo también de los primogénitos de sus ovejas, de lo más gordo de ellas. Y miró Jehová con agrado a Abel y a su ofrenda” (Génesis 4:4). Su ofrenda que fue de ovejas vivientes y excelentes en el sentido de que era hasta de “lo más gordo de ellas” contenía la sangre que Dios esperaba de ellos no solamente como gratitud sino para la expiación de sus propios pecados.
Es muy seguro que Noé sabía esto, y decidió juntamente con su familia ofrecer no uno sino diversos sacrificios de animales limpios, y aves limpias, por saberse nada menos que pecadores que necesitan la expiación de sus pecados. Ya no estaban los demás hombres malos que causaban tanta violencia y maldad en este mundo, sino solamente un hombre considerado justo por Dios a quien Él le tuvo gracia para hacer de Noé una nueva descendencia de personas que deberían esforzarse en ser siempre agradables a Dios. El hecho de que Noé era justo, y así considerado también por Dios, no significó que ni Noé ni su descendencia nunca más vayan a pecar, sino que el pecado de por sí permanecería tanto en ellos como en toda su descendencia. Sería el aguijón que nunca les dejaría ni a ellos, ni a su descendencia, incluso, a los que biológicamente somos descendientes de aquellos segundos padres humanos, Ahora, vemos a Noé ofreciendo un sacrificio “de todo animal limpio y de toda ave limpia”, al grado de ofrecerlo en calidad de “holocausto” (Génesis 8:20), y nos recuerda la gran necesidad que los pecadores tenemos de un sacrificio que nos ayude a mantener una perfecta relación con Dios.
Para ser más precisos, nosotros que “en Cristo Jesús” somos la nueva humanidad de Dios, quienes también necesitamos de un sacrificio sangriento para la remisión de nuestros pecados, aunque ahora tras la presencia de Jesús en este mundo, que desde el principio de su ministerio fue identificado por Juan el Bautista nada menos que como EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO (Juan 1), ya no se requiere del sacrificio de ningún animal o ave. Siempre necesitamos de un sacrificio, pero el que ya fue hecho por él con la propia vida y derramamiento de la sangre de Jesús. Dice el apóstol a los hebreos que Jesús tras haber sido crucificado, muerto, y sepultado, pero resucitado, subido y entrado al Lugar Santísimo celestial, no del Tabernáculo de los tiempos de Moisés hasta David, ni del templo desde Salomón hasta Herodes, ya ni él tiene que venir a derramar su sangre y morir por nadie ni cada año ni cada semana, porque su entrada gloriosa y triunfante de vida a la eternidad cerró el caso de la necesidad de repetición de los sacrificios terrenales, pues: “De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado” (Hebreos 9:6). Cristo Jesús, es el único sacrificio eficaz, suficiente, único, y eterno que ya fue hecho y que todos necesitamos, reconociendo que Jesús lo hizo por nosotros. Nuestra culpa que nosotros no podemos pagar, y que en realidad ni los animales lo podían pagar con su sangre, ya fue pagada por Jesucristo. Solamente tenemos que aceptar que él hizo este bien a nuestro favor. Eso es todo!!
La segunda razón porque la nueva humanidad para mantener su relación con Dios siempre necesitó de un sacrificio es:
II.- PORQUE LA GRATITUD QUE UN PECADOR DEBERÍA EXPRESARLE A DIOS DEBERÍA SIEMPRE COSTARLE LA PROPIA VIDA O DE ALGUIEN QUE LO REPRESENTE.
Noé, quien fue el décimo y último de los superlongevos patriarcas antediluvianos, y que para antes del diluvio tenía 600 años, y que siendo hijo de Lamec hijo de Matusalén, debió haber conocido desde luego que no solamente a su papá Lamec, sino también a su abuelo Matusalén el hombre más longevo de la humanidad quienes pudieron haberle transmitido a Noé la responsabilidad de ofrecerle a Dios sacrificios de gratitud[ii]. Y este momento en el que Dios les había salvado la vida únicamente a él y a su familia, siendo así él y su familia la nueva humanidad, no podría faltar el ofrecimiento de un sacrificio a Dios.
El sacrificio que Noé ofreció a Dios que según el versículo 20 fue “de todo animal limpio y de toda ave limpia”, no consistió solamente en el degollamiento del animal o ave para tomar de su sangre y derramarla al pie del altar construido para ello, sino que con tales animales y aves “ofreció holocausto en el altar”. Un holocausto era una ofrenda que en su ofrecimiento a Dios tenía que ser quemado en su totalidad, produciendo en el acto una gran cantidad de humo que por naturaleza del aire caliente siempre va hacia arriba. De esta manera, el humo producido en un holocausto implica no solamente gratitud a Dios, sino también un acto de consagración personal o entrega total a Dios, pues, el ofrendante no podía tomar ni un solo pedazo de aquella carne para su consumo personal o familiar. Dice el versículo 21 que tras el holocausto ofrecido por Noé: “… percibió Jehová olor grato” (v. 21a).
No se dice que hubo en el acto un diálogo entre Dios y Noé, sin embargo, Moisés, 800 años después al narrar este acontecimiento, dice que: “dijo Jehová en su corazón: No volveré más a maldecir la tierra por causa del hombre; porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud; ni volveré más a destruir todo ser viviente, como he hecho” (Génesis 8:21). Desde luego que el sacrificio sangriento de Noé sirvió para expresar su gratitud a Dios por la preservación de su vida, sin embargo, Dios lo recibió como una satisfacción por el pecado, comprometiéndose Dios a no destruir de nuevo a la humanidad, ni maldecir nuevamente a la tierra en la que vivimos. Pero, dejó claro que el sacrificio de Noé fue necesario, al aceptarlo como “olor grato”, cuya razón principal es “porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud”, pero el “olor grato” que Dios percibe de Noé describe también la calidad aceptable de la gratitud que había en el corazón de Noé y su familia.
Cuando el apóstol Pablo le dice a los Corintios que los creyentes “para Dios somos grato olor de Cristo” (2 Corintios 2:15; RV60), lo que está diciendo, según palabras de otra traducción, la de la NTV, dice: “Nuestras vidas son la fragancia de Cristo que sube hasta Dios” (2 Corintios 2:15; NTV). En otras palabras, el olor de Cristo puede estar impregnado en nosotros, pero, también podía estar impregnado en el humo de los holocaustos de animales limpios y aves limpias que eran ofrecidos a Dios. Y por otra parte, cuando afirmamos que para mantener nuestra relación con Dios siempre se necesitó de un sacrificio, es verdad también para el momento cuando ofrecemos a Dios una gratitud. Esto no quiere decir que vamos a ofrecer un nuevo sacrificio sangriento cada vez que tenemos gratitud, sino que basta con mencionarle al Padre celestial que le ofrecemos nuestra gratitud en el nombre de su Hijo Jesucristo. Es por esto también que San Pablo le escribió a los Tesalonicenses diciéndoles: “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros EN CRISTO JESÚS” (1 Tesalonicenses 5:18). Mencionar el nombre de “Cristo Jesús”, delante de Dios equivale recurrir al antiguo sacrificio de Jesús quien por ello hace aceptables nuestras gratitudes, peticiones, intercesiones, confesiones, y demás oraciones delante de él. En otras palabras, seguimos necesitando no nuevos sacrificios sino la aplicación del mismo y único sacrificio de Cristo Jesús.
CONCLUSIÓN: Bien, mis amados hermanos, no importa que animales limpios y qué aves limpias se hubieron sacrificado, y luego ofrecidas en holocausto, lo que aquí importa es que aquel sacrificio prefiguró al sacrificio redentor que el Señor y Salvador Jesucristo llevó a cabo por nosotros. El fundamento de nuestra relación eterna con Dios no depende de ningún simbolismo, sino de la absoluta gracia sacrificial de Jesucristo. Solamente es la sangre de él la que nos limpia de todo pecado (cf. 1 Juan 1:7), pues él y nadie más tuvo, ni tiene, ni tendrá, la sangre redentora sino solamente la de él. Por su sangre hemos sido aceptados, por su sangre hemos sido adoptados, por su sangre hemos sido perdonados, por su sangre somos escuchados cuando le confesamos nuestros pecados, y cuando le presentamos nuestras gratitudes. Es solamente por su sangre que somos justificados (cf. Romanos 5:9), es por su sangre que tenemos la redención eficaz y eterna de nuestras almas (cf. Efesios 1:7; Colosenses 1:14); y es por su misma sangre que somos hechos cercanos a Dios (cf. Efesios 2:13). Toda nuestra relación con Dios, amados hermanos, es SOLO POR SU SANGRE.
Que Dios bendiga a su iglesia.
Génesis 1 | Génesis 8 y 9 |
1:2 – La “tierra”, el “abismo”, el Espíritu (Ruáj) de Dios se movía sobre la superficie de las “aguas”. | 8:1-2 – Dios hizo pasar un viento (ruáj) sobre la “tierra”, las “aguas”, el “abismo». |
1:7 – Dios… separó las aguas por debajo y sobre el “cielo”. | 8:2 – Las fuentes del abismo y las compuertas del “cielo” se cerraron. |
1:9 –Dios juntó las aguas, y apareció la tierra. | 8:5 – Las aguas disminuyeron hasta que se vieron las cimas de los montes. |
1:20 –Dios creó las aves para que vuelen en los cielos. | 8:7 – Noé envió un cuervo, que estuvo yendo y viniendo hasta ver que hubiera tierra seca. |
1:25 – Dios hizo las bestias, el ganado, y los reptiles para que sean fecundos y se multipliquen sobre la tierra. | 8:17 – Salga del Arca toda ave, bestia y reptil para que sean fecundos y se multipliquen sobre la tierra. |
1:26a – Y Dios dijo: hagamos al hombre a Nuestra imagen y semejanza. | 9:6 – A imagen de Dios, hizo al hombre. |
1:28a – Dios los bendijo y les dijo: Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra. | 9:1 – Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra. |
1:28b – Ejerzan dominio sobre los peces, las aves, y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra. | 9:2 – El temor de ustedes estará sobre todos los animales de la tierra, las aves, y los peces. En su mano son todos entregados. |
1:30 – Y a todo animal que tiene vida… Les he dado toda planta verde para alimento. | 9:3 – Todo ser que se mueve les será para alimento. Todo como les di la hierba verde. |
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